Ganó dos anillos de la NBA, estuvo al borde de la muerte y se convirtió en especialista en pasar controles antidoping mientras consumía drogas

Sus dos títulos con los Lakers, siendo figura, son poco al lado de lo que vivió Lamar Odom. Una infancia terrible y una vida rodeada de muertes. Tuvo 12 derrames cerebrales y seis ataques cardíacos. Cómo evitó ser expulsado de la NBA y su selección, tras haber consumido cocaína

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Lamar Odom disputó catorce temporadas
Lamar Odom disputó catorce temporadas en la NBA.

Lamar Odom ha vivido siempre en la cornisa, caminando por el delgado hilo que, a veces, divide la vida de la muerte. Una moneda que a veces cayó por un lado y a veces, para el otro. Literalmente. De chico perdió primero a su madre por una enfermedad terminal, su padre se sumió en las drogas y lo crió su abuela, que también fallecería, dejándolo solo en el mundo. Luego, ya siendo una figura NBA, perdió a su hija Jayden, por una muerte súbita mientras dormía en su cuna cuando tenía apenas seis meses… Seis años después un sobrino muy querido fue asesinado en duelos de bandas callejeras y al día siguiente la camioneta que lo llevaba por Nueva York terminó matando a un chico de 15 años. Una estrella que no tuvo paz, ni antes ni después. Y cuando parecía que la tenía, él se sumergió en el descontrol y las drogas hasta terminar con una sobredosis que lo tuvo contras las cuerdas. Sobrevivió a 12 derrames cerebrales y seis ataques cardíacos y hoy vive a los 44 años. En el camino las hizo todas, fiestas, excesos, mujeres y, en el mientras tanto, para hacer lo que tanto le gustaba, jugar al básquet, se convirtió en un especialista en burlar controles antidoping, como él mismo precisó con detalles. Lo hizo en la NBA y en la previa de un Juego Olímpico. La de Odom es realmente una historia de Hollywood que vale la pena desgranar.

Lamar nació el 6 de noviembre de 1979 en el distrito neoyorquino de Queens y creció en un barrio difícil, picante, como el de South Jamaica. Su infancia no resultó sencilla, con un padre adicto a la heroína y una madre que fallecería, de cáncer de colon, cuando él tenía 12 años. Su abuela Mildred se haría cargo pero, 11 años después, también moriría, dejando claro que, lamentablemente, su vida estaría signada por las tragedias.

Para cuando quedó prácticamente solo en la vida, Odom ya era una figura aunque, como sería una constante en su carrera, con conflictos y problemas fuera de la cancha. En la época universitaria, por caso, su desesperación por el dinero, con el fin de acceder a privilegios y llevar una vida al palo, hizo que aceptara “retribuciones económicas” y fuera expulsado de la Universidad de Nevada, antes siquiera de debutar. Terminaría en Rhode Island, en la que cumpliría la penalidad de un año sin jugar. Pero, claro, su talento era tal que nada lo afectó y en la única temporada que quiso quedarse en los Rams brilló. Promedió 17.6 puntos, 9.4 rebotes y 3.8 asistencias pero, sobre todo, resultó el héroe de un equipo que ganó la Conferencia Atlantic 10, justamente con un triple suyo sobre la chicharra ante Temple. El moño para cerrar la campaña y tomar la decisión de saltar a la NBA.

Incursionó en el mundo de
Incursionó en el mundo de la farándula mucho a más a partir de su casamiento con Khloe Kardashian

Los Clippers lo seleccionaron en el cuarto lugar del draft y en su primera temporada promedió 16.6 puntos (incluyendo 30 en su debut), 7.8 rebotes y 4.2 asistencias, lo que le valdría la inclusión en el mejor quinteto de novatos en la 99-00. Pero, claro, los problemas no tardarían en llegar. En noviembre del 2001, la NBA anunció que había violado la política antidrogas y fue suspendido por ocho meses. Él admitió que la sustancia había sido marihuana…

Su vida fuera de la cancha, que ya empezaba a ser un problema, no se notó en la cancha, ya que Odom se destacó en sus cuatro años en los Clippers y Miami le dio un contrato de 65 millones de dólares cuando pasó a ser agente libre. En el Heat volvió a brillar, pero a Pat Riley se le presentó la chance de sumar a Shaq O’Neal y Odom tuvo que entrar en el paquete que terminó en los Lakers por el grandote. No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Y Odom, en su vuelta a LA, encontró su casa en los Lakers, un equipo que lo cobijó y lo necesitó. Allí se convirtió en un ladero de Kobe. Su versatilidad, polifuncionalidad e inteligencia le valieron reconocimiento y le permitieron lograr dos anillos (2009 y 2010), siendo un obrero de lujo que generalmente salía desde el banco (en 2011, por caso, se llevó el premio al Mejor Sexto Hombre), aunque cerraba los partidos.

En el medio de su periplo en LA y del show que genera las cercanía de Hollywood no sorprendió que se codeara con famosos y conociera, por caso, a Khloe Kardashian, con quien se casaría en 2009 luego de meses de noviazgo. Ahí comenzaría otro capítulo en su vida, en el centro de la escena mediática, algo que le costó siempre manejar, en especial porque lo dejaban expuesto a no poder “tapar” su otra vida. Entre ambos protagonizaron hasta un reality show en TV llamado Klhoé & Lamar. La pareja empezó a resquebrajarse cuando ella descubrió infidelidades, las contó en TV y hasta el propio Odom admitió en un video con amigos que se filtró a la prensa. El permanente acoso de los paparazzi a su vida privada terminó una noche, en plena calle y con varias personas como espectadores, cuando el jugador destrozó un equipo de fotos de los reporteros.

Lamar Odom en uno de
Lamar Odom en uno de los traslados al hospital.

El canje a Dallas, en 2011, fue el principio del fin. “Acabó con mi carrera y mi propósito. Nunca volví a ser el mismo. Estar en Los Ángeles, en esa estructura de la franquicia, la gente que conocí… Me dolió dejar todo eso. Fue un tiempo demasiado especial”, contó hace poco. Odom vivió a los tumbos y su vida terminó de desmoronarse con su retiro de la NBA, en 2013, a los 33 años. Tanto que semanas después, en agosto, estuvo desaparecido durante más de 72 horas sin dar pista alguna de su destino. Luego se supo que había estado encerrado en un hotel junto a sus amigos buscando escapar de sus adicciones a las drogas. Khloé ya lo había echado de su casa al verlo desbarrancar y los equipos habían desistido de su contratación al conocer en profundidad de su delicada situación. Pocas semanas después, fue detenido por conducir en estado de ebriedad y pareció tocar fondo, por lo que su círculo íntimo lo convenció de internarse en un centro de desintoxicación de Los Angeles. Allí pasó el fin de año y pareció que una luz de esperanza asomaba.

No fue así. Odom volvió rápidamente a las “andanzas” y su vida terminaría de desbocarse en 2015. Aunque el principio del fin había sucedido en 2004, cuando el atleta admitió haber probado la cocaína por primera vez en unas vacaciones en Florida, un momento del que se arrepiente por haberle abierto el camino hacia la autodestrucción. No sorprendió, entonces, que el 14 de octubre de 2015, Lamar fuera encontrado inconsciente en el prostíbulo Love Ranch de Nevada, a 112 kilómetros de Las Vegas. Lamar se había alojado un sábado y estuvo dos días consumiendo cocaína, opiáceos y pastillas de Herb Viagra hasta que una llamada alertó al 911 y la policía, junto al personal médico, lo encontró al borde de la muerte, con fluidos saliendo de su boca. Fue hospitalizado en el Desert View de Pahrump y luego llevado a otra clínica privada, más especializada, en Las Vegas.

El pronóstico era “reservado”, muy desalentador, pero de a poco Lamar fue superando el cuadro que incluyó 12 derrames cerebrales y seis ataques cardíacos en las primeras 72 horas, con al menos tres órganos comprometidos seriamente (corazón, riñones y pulmones). “Los médicos que me ven dicen que soy un milagro andante”, admitió Odom, quien puede revivir poco de aquellas fatídicas horas. “Recuerdo que estaba acostado en la cama, con dos mujeres y después me quedé dormido. Eso es todo. Cuando desperté, cuatro días después, estaba tratando de expulsar tubos de mi boca”, reveló.

Odom es un sobreviviente. Y un tipo que caminó por la cornisa toda la vida. Por eso no sorprende que haya contado cómo pasó dos controles antidoping pese haber consumido drogas días antes. El primero fue cuando estaba en los Lakers. “Recuerdo que vino Gary Vitti, nuestro trainer, y me dijo ´Lamar, mañana tenemos control sorpresa, te quiero acá a las 8 en punto´”, comenzó su historia. Era el momento tan temido: en la NBA, cada temporada, hay al menos tres controles de rutina y él nunca había parado de consumir cocaína y pastillas de extasis. Entonces llamó a su médico de confianza, Robbie Davis, para saber qué hacer. Supo que necesitaría entre 24 y 48 horas para la evacuación de las sustancias, cuando él no tenía ni 12 por delante hasta el control. Faltar a la cita no era una opción porque cuando un jugador se lo saltea, el reglamento de la NBA lo toma como positivo. Y él no tenía margen: ya había dado dos veces positivo anteriormente, ambas por marihuana, y la tercera significaría una sanción de dos años de expulsión.

Lamar Odom en los Clippers
Lamar Odom en los Clippers

Fue, entonces, que llamó a su agente para diagramar un plan. Se les ocurrió declarar una emergencia familiar, tan habitual como las drogas en la vida de Odom. En este caso decidieron decir que Lamar debía viajar con urgencia a Nueva York. La muerte de su hija estaba demasiado fresca y podía creer la excusa… Le dijo a su esposa que no llevara a los chicos al colegio, dando a entender que algo importante había pasado en la familia. Hizo llamar a su agente al general manager Mitch Kupchak para contarles de la mala nueva en la familia y él voló a la Gran Manzana.

“Me pasé el vuelo bebiendo una mezcla de jugos de arándanos y agua en un intento desesperado por depurar mi cuerpo de cualquier rastro de drogas. Llegamos a Nueva York a las 5 de la madrugada y nos dirigimos directamente a casa de Liza, donde yo me iba a ocupar del problema familiar imaginario. La idea era pasarme dos días y regresar a tiempo para el siguiente partido. El problema fue que la NBA no se tragó el cuento y mandó a un médico a casa de Liza para obtener mi muestra”, siguió la anécdota según palabra de Lamar.

¿Cómo zafó? “Yo estaba tan nervioso que tardé dos horas en rellenar el recipiente. Gracias a mis esfuerzos por depurar el organismo, la orina salió tan clara como el agua. El funcionario llevó a cabo un rápido examen, pero los resultados no resultaron concluyentes, así que me solicitó una segunda muestra. Lo último que queríamos es que se quedara esperando en el departamento, así que lo mandamos a esperar abajo hasta que yo estuviera preparado para volver a orinar. Seguí bebiendo entonces el jugo de arándanos y recién cuatro horas después estuve listo para orinar. El médico de la NBA se mantuvo ahí, en el piso de abajo, sin comer y sin sentarse prácticamente. La segunda orina volvió a fluir tan claro como el agua y el funcionario informó que el proceso se había completado. El primer paso. Ahora necesitaba que los resultados volvieran a ser no concluyentes, que fue efectivamente lo que pasó. Un resultado suficiente como para absolverme”, completó la primera gran historia al respeto.

La segunda se dio años antes, en la previa de los Juegos Olímpicos 2004. “La alegría por haber sido nombrado entre los 12 se convirtió rápidamente en ansiedad y preocupación cuando me informaron que debía pasar un test antes de ser confirmado en el seleccionado. Y, siendo sincero, yo sabía que no había absolutamente ninguna manera de que lo pudiera superar”. Así arrancó Lamar Odom otra de las tantas confesiones que hizo en su biografía De la Oscuridad a la Luz.

Fue entonces cuando el ala pivote, talentoso jugador que logró dos anillos de la NBA con los Lakers de Kobe Bryant (2009 y 2010) y fue campeón mundial con su selección en Turquía 2010, empezó a pensar en una estrategia para pasar el control. No era la primera vez que intentaba enmascarar sus adicciones, aunque aquella vez llegó a los límites de lo inverosímil. “Yo me había pasado todo el verano fumando marihuana y sabía que no podía dar negativo. Entonces, me puse a buscar penes falsos en Internet y a estudiar la forma de usarlo en el test. Recuerdo que conseguí uno grande, negro… Cuando llegó el momento, el oficial del antidoping se metió conmigo al baño y se quedó a medio metro mío, yo me bajé el cierre y deslice con cuidado el pene falso a través de la cremallera. Tuve que apretarlo varias veces pero la orina (que me habían puesto libre de sustancias) salió y llenó el tarro… Recuerdo que el oficial le tomó la temperatura para chequear que fuera mía y pasó. Así fue como superé el test y pude jugar en Atenas”, contó con una impactante frialdad. Eso sí, su presencia en el equipo no alcanzaría para ganar el oro en 2004, porque Argentina sería su verdugo en semifinales.

Dos anécdotas que resumen una carrera en la que convivieron, increíblemente y durante 14 años, las adicciones y locuras fuera de la cancha con altos niveles de rendimiento que le permitieron ser una pieza valiosa de cada uno de los equipos que integró.

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