Atajó en Independiente y en el Ascenso, se recibió de médico y defendió a Maradona en el doping del 94: “No tomó nada a conciencia”

Roberto Peidro logró combinar sus dos pasiones: de especialista en penales, al punto que Mirtha Legrand le preguntó por su habilidad, a trabajar con Favaloro y convertirse en el médico de la selección argentina

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Roberto Peidro, médico y ex arquero (foto: Franco Fafasuli)
Roberto Peidro, médico y ex arquero (foto: Franco Fafasuli)

Un edificio clásico del barrio de Congreso. La avenida Corrientes, la que antes nunca dormía y ahora cambió su fisonomía, pero no resigna algunos de sus sellos distintivos. Porque justo a esa altura comienza la zona de las librerías, donde uno puede encontrarse con algo que parecía inexorablemente perdido. Una situación que, a veces, ocurre también con las personas. Es el caso de Roberto Peidro y su calidez para la charla, que fue entre la medicina y el fútbol, entre René Favaloro y Diego Maradona.

La tranquilidad de estar en un consultorio, pero sin el nerviosismo de tener entre manos un estudio que el doctor observará para dar su veredicto, tras pasar por la secretaria que nos interrogará sobre el tradicional número de afiliado y el moderno Token. O luego tener que acomodarse en la sala de espera, donde las buenas tardes no siempre tiene el eco deseado. Nada de eso. El consultorio del doctor Peidro es el mejor ámbito para el diálogo distendido: “Recuerdo que una vez fui a comer al programa de Mirtha Legrand. Cuando me llamaron de la producción, pensé que era un chiste (risas). Al arrancar el programa, dijo: ‘La primera pregunta que le quiero hacer es a usted, Peidro: ¿doctor: como se ataja un penal?’. Y estuvo muy bien, porque es como una síntesis de mis pasiones. Siempre quise fue ser médico. Cuando comencé a estudiar, también jugaba en las Inferiores de Independiente y llegó un momento que me hicieron tomar una de las decisiones más importantes de mi vida. A fines del ‘71 debuté en Primera y al comenzar el año siguiente, vino uno de los técnicos de las Inferiores y me encaró: ‘¿Usted va a seguir estudiando o va a jugar al fútbol?’. Me tomó por sorpresa, porque estaba por ingresar al vestuario en el primer entrenamiento del año y le respondí: ‘Voy a hacer las dos cosas’, y se puso firme: ‘No, elija ahora o no entra a la cancha’. Sin dudar, me fui, tirándole la camiseta (risas)”.

 La histórica tarde del dóping positivo de Maradona en USA '94, Peidro destrás de Diego y la asistente
La histórica tarde del dóping positivo de Maradona en USA '94, Peidro destrás de Diego y la asistente

“Yo tenía una prioridad y, además, ya estaba en quinto año de medicina. Justo me tocó la colimba en el hospital militar, donde aproveché para adelantar mucho y me recibí en octubre del ‘73 con 22 años. Me había quedado una gran espina, pero decidí cerrar el capítulo del fútbol profesional. Seguí jugando, pero en el torneo de la UBA, para el equipo de medicina y más tarde para la selección de la Universidad. Las vueltas de la vida quisieron que pocas semanas después, atajara en la cancha de Independiente, como preliminar de la final de la Copa Libertadores contra Universitario de Perú. Cuando fui al vestuario, me encontré con el utilero que me dijo: ‘Todavía tengo tus botines’, así que los usé, en una noche inolvidable, con la cancha llena y donde atajé un penal”.

Y hubo un día en el que se fusionaron las dos grandes pasiones de su vida, atravesando una situación límite: “En 1981 jugamos en cancha de Morón contra Banfield. Al terminar el partido un fotógrafo nos pidió que posáramos juntos los dos arqueros y así lo hicimos con Carlos Buttice. Enfilé para el vestuario y me saqué los botines porque tenía una ampolla inmensa. Cuando empecé a bajar vino Chacho Fort que era el médico: ‘Vení que hay uno grave en la tribuna’. Descalzo y vestido de jugador como estaba salí corriendo hacia la popular local y allí me encontré con un hombre en paro cardíaco. Le hice las tareas de reanimación hasta que vino la ambulancia y se lo llevó. Volví caminando hacia los vestuarios por debajo de las tribunas y la gente comenzó a aplaudir. Hace unos años vino a verme el nieto, que conocía la historia por transmisión familiar y fue muy emocionante. Allí me contó que su abuelo sufría del corazón y tenía prohibido ir a la cancha, pero como hincha fanático de Morón, se escapó y fue esa tarde. Recuerdo que me pelotearon mucho sobre el final (terminamos 0-0) y en los últimos minutos este hombre no podía más y allí se produjo aquella situación. Lamentablemente falleció dos días después”.

Peidro trabajando en su consultorio en Belgrano
Peidro trabajando en su consultorio en Belgrano

Cuando le llegó la hora del retiro, colgó el buzo, los guantes y se puso, ahora sí a tiempo completo, el uniforme de médico. Una nueva vida estaba comenzando, pero la pelota iba a seguir estando cerca, incluso al vincularse con una de las personalidades más respetadas en la sociedad argentina contemporánea: “Estuve en el Posadas, donde hacía guardias, en el sanatorio Antártida y en la sala salud, entidad de bien público de Lanús. Allí me surgió la chance de sumarme al hospital de Clínicas. René Favaloro convocó a Domingo Suárez, mi profesor de cardiología, para formar parte de su fundación y él me llevó a allí. Por eso, fui parte del electrocardiograma número 1 de la historia de la fundación, el 1 de junio de 1992, junto a un compañero de apellido Daso y el propio René. Un verdadero honor. A partir de allí tuve una gran relación con Favaloro, que era muy futbolero y cuando se enteró de mi pasado como jugador, me llamaba casi todos los días para charlar. Fanático de Gimnasia, en una oportunidad me dijo: ‘Roberto: necesito pedirte un favor. ¿Vos podrías evaluar a los jugadores de Gimnasia y que no les cobren mucho?’. Lo miré y le respondí: ‘‘e está cargando… Usted es el dueño y me pide a mí que les cobren poco a los jugadores (risas). Por favor, René, les hacemos todo”. Y allí me dijo, con su estilo siempre respetuoso: ‘Muchas gracias. Yo no me quiero meter, para que nadie diga que uso algo de la fundación para el fútbol’”.

Peidro en la actualidad, jugando con Bertoni y Bochini en el estadio de Independiente
Peidro en la actualidad, jugando con Bertoni y Bochini en el estadio de Independiente

“Un lunes llegué a la fundación, como siempre, un rato antes de las 8 de la mañana y el señor de vigilancia me dijo: ‘El doctor Favaloro lo busca desde hace rato y está enojadísimo’. Empecé a pensar si me había mandado alguna macana en el fin de semana. A los pocos minutos, la misma situación con una médica, mencionándome que lo fuera a ver su despacho. Empecé a saludar a todos, porque suponía que me echaba (risas). Fui al cuarto piso y Graciela, su secretaria, me hizo pasar de inmediato. Estaba sentado en su despacho y al verme, casi que gritó: ‘Vení para acá'. Sacó una hoja en blanco y dibujó una cancha de fútbol, al tiempo que yo respiraba un poco (risas): ‘Decime que carajo hizo Griguol ayer. Era la única oportunidad que teníamos’. El día anterior, Gimnasia había perdido la chance de ser campeón en la última fecha del ‘95 y él se había ilusionado mucho con esa campaña, a tal punto que iba todos los martes al entrenamiento. Un día, ya en las jornadas finales, le pregunté si iba a ir a la cancha: ‘No, yo voy a las prácticas y así venimos bien. Mirá si me mando a la cancha y perdemos. Ni loco’. El costado cabulero de una eminencia mundial como René Favaloro”.

De manera casi inesperada, a comienzos del 94, Peidro volvió a tener vinculación con el fútbol y eso le depararía ser testigo de un momento que, casi 30 años más tarde, sigue doliendo en el alma futbolera argentina: “El Panadero Díaz me conocía del barrio. Era el ayudante de Basile y me convocaron para el Mundial de Estados Unidos, porque necesitaban sumar un médico a la delegación. Ya en Boston, vi que Maradona estaba espectacular. Una vez salimos a conocer el centro de la ciudad y él no podía creer que nadie lo parara. Incluso entramos a un negocio para comprar un reloj y el que atendía le preguntó si era del soccer y de qué país. No sabía quién era Maradona… En la concentración, Diego iba por las mesas, tirando buena onda a todos. Incluso lo que se habló de la enfermera el día del doping con Nigeria es mentira. Él la tomó de la mano a ella y no al revés. Hacía chistes, al punto que, cuando fuimos al antidoping, se encontró con el rival que lo había marcado y el tipo quería un autógrafo a toda costa y Diego le repetía: ‘Sos un perro, sos un perro. Guau, guau’. No tenía ni idea de que podía dar positivo, porque no había tomado nada a conciencia. Se lo habían dado… Se le acabaron los aminoácidos que había llevado desde acá y compraron allá. Con la diferencia que en Estados Unidos tienen efedrina. Fue exactamente eso. Vi detalladamente el análisis. Por eso cuando dicen que había consumido un cóctel de efedrina… Nada que ver. Me llamó Grondona y me dijo: ‘Dio positivo el control de Maradona. Fijate si podés hacer algo para salvarlo. Llamalo a Blatter y avisame. No me pude comunicar (eran tiempos sin celulares) y entonces Julio me dijo que lo iba a contactar él. Al rato bajó de su habitación con otra cara: ‘La FIFA lo quiere matar. Blatter ya me dejó en claro que no hay nada que hacer. Hay que despegarse de esto. Ahora te vas a ir a Los Ángeles para la contraprueba’. Llegamos a la reunión con la gente de FIFA y apareció el frasco, que ya tenía un cartel que decía efedrina. Al ver eso, pedí anularlo, porque ningún control antidoping puede tener identificada ni la sustancia ni el nombre de a quién pertenece. Se estaba armando un lío grande y los de FIFA no sabían qué hacer. Se pidió un cuarto intermedio de tres meses para decidir y mientras habilitar al jugador. Se decidió un descanso y allí Grondona dejó en claro que había que pedir que se abriesen los frascos y que la AFA desistiese del cuarto intermedio. Al regresa al hotel fui con Bolotnikoff, su abogado, al cuarto de Maradona. Estaba destrozado, con los ojos rojos, inflamados de tanto llorar. Y él le dijo: ‘Diego, el doctor se la jugó, les hizo un quilombo tremendo’. Entonces levantó la vista y me miró: ‘¿En serio tordo? No me diga. Muchas gracias…'.

Intercambiando banderines con Giorgio Chinaglia, en el famoso Morón vs Cosmos
Intercambiando banderines con Giorgio Chinaglia, en el famoso Morón vs Cosmos

Tras aquel desencanto sufrido de joven, por la intolerancia y escaso conocimiento de un entrenador que lo hizo optar por entre sus pasiones, como si no pudiesen ser complementarias, el fútbol apareció en su vida cinco años más tarde, para desandar un extenso periplo en el muy competitivo fútbol de Ascenso: “Mi debut en El Porvenir fue contra Defensores de Belgrano y en la primera pelota que me patearon, la paré con el pecho. Fue amor a primera vista con esa gente, porque atajé dos años y siempre me quisieron mucho. Creo que di algunas ventajas porque en toda mi carrera, jamás dejé de atender pacientes y hacer guardias. Una vez llegué a la cancha de El Porvenir sin dormir y le dije al utilero que me dejara tirarme un ratito. Dormí una hora y media e hice un partidazo, incluso corté un ataque y me fui gambeteando hasta la mitad de la cancha. No lo podía creer. Le ganamos a Comunicaciones 5-0.

“Al comenzar el año siguiente, no me puedo olvidar la fecha, porque fue el 1 de enero del ‘78, me llamó Juan Carlos Lorenzo, para llevarme a Boca como suplente del Loco Gatti. Por supuesto que le dije que sí, pero El Porvenir se descolgó con una cifra inmensa, ese pase no se hizo, pero si uno al año siguiente, cuando vino Deportivo Morón, que estaba en la C. Yo no quería ir, pero los dirigentes me rogaban: ‘Aceptá por favor que con esa plata terminamos la tribuna’ (risas). Le pedí una fortuna Virgilio Machado Ramos que era el presidente. Ni se inmutó: abrió una valija y sacó todo el dinero en efectivo. Fueron años hermosos en ese club, donde logramos el ascenso a la B. En el ‘82, otra vez me vino a buscar el Toto Lorenzo, que dirigía a San Lorenzo, que había descendido, pero no hubo acuerdo entre las instituciones. Después de no jugar por decisión mía por una temporada, en el ‘84 firmé para Deportivo Español, porque su histórico arquero, Pedro Catalano, se estaba por ir. Finalmente se quedó y apenas pude jugar un partido en la histórica campaña del ascenso a Primera. El último partido fue en el julio del ‘85 contra Defensores de Belgrano. Ganábamos 3-2 en cancha de El Porvenir, un tiro libre salió por arriba del travesaño y la acompañé con un pequeño salto. Al caer, sentí que me había desgarrado. El árbitro, vino a apurarme pensando que estaba haciendo tiempo. Me puse a hacer la rehabilitación y ni mis compañeros me creían, porque alguno me decía que lo hacía para irme de vacaciones de invierno (risas). Cuando estaba para volver, en un calentamiento, me tiró un poquito, apenas, pero ya sabía que era el final”.

 Fue el arquero de Deportivo Morón en 1981
Fue el arquero de Deportivo Morón en 1981

Los ecos de aquellas atajadas de un especialista en penales no se acallan nunca. Hasta pueden reverdecer las historias en el momento menos pensando: “No puedo dar nombres, pero me ha tocado muchas veces tener que atender a pacientes con los que he sido rival dentro de una cancha de fútbol. Una de las que más recuerdo, fue cuando uno, casi al terminar la consulta me dijo: ‘Doctor: una vez usted me atajó un penal’ (risas). También me ocurrió otra, que emociona hasta el día de hoy, con otro ex jugador, que atravesó un cuadro muy grave y lamentablemente falleció hace poco. En una de las últimas veces que nos vimos, me dejó una frase que me marcó: ‘Yo se que viví 8 años más gracias a vos’. Era muy respetuoso, porque dentro del consultorio me trataba de usted, pero al cruzar la puerta, volvía al trato común”.

Las dos pasiones de su vida siguen tan firmes como siempre. Por un lado, los partidos con amigos y ex compañeros de Independiente, junto a Bochini y Bertoni y por el otro, ese afán de permanecer con las ganas intactas de atender a los pacientes sin descanso y procurar una mejor calidad de vida. Roberto es director del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad Favaloro y también del Centro Cardiológico de Salud, además de estar en su consultorio, dar charlas por todo el mundo y haber escrito varios libros. El último, Cardiología, ejercicio y deporte, aparecido el año pasado.

A fin de cuentas, la entrevista es un pretexto para el encuentro con personas enriquecedoras. La palabra macanudo, ahora caída en desuso, se aplicaba frecuentemente a alguien como Roberto. Este adjetivo describe a la perfección a aquellos que, como él, hacen tanto bien. Ya sea atajando un penal clave que salva un partido, con la misma certeza que salva una vida.

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