Pumas 7, el mejor seleccionado en el país de Messi

No solo son los primeros en la clasificación del circuito mundial sino que han tenido que superar con insospechada frecuencia a las principales potencias del juego. Y en un deporte en el que la Argentina no es la potencia que es jugando al fútbol

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Los Pumas se consagraron campeones de Perth 2024 tras vencer al local por 31-5. 
Crédito: Los Pumas 7
Los Pumas se consagraron campeones de Perth 2024 tras vencer al local por 31-5. Crédito: Los Pumas 7

Para una amplia mayoría de los fanáticos del deporte de todo el planeta, salir campeón mundial de fútbol es lo más de lo más.

Sea por el impacto espiritual que genera la emoción propia de la pasión popular o por el peso material de lograr lo máximo en la disciplina deportiva en la que más dinero se invierte año tras año es lógico -casi obligatorio- considerar que, el que gana la Copa de la FIFA es el mejor equipo del país en cuestión. Deporte por deporte.

Desde ya que esta consideración le cabe al equipo conducido por Lionel Scaloni. Porque somos futboleros como el que más y por el montón de matices que tuvo el proceso de evolución del equipo no solo desde la cuestionada designación del vecino de Pujato al frente del plantel (exitosa decisión de Claudio Tapia; casi fuera de contexto) sino especialmente a partir del momento en el que el micro del seleccionado arrancó camino a la concentración después de la derrota ante los árabes, devastadora para muchos de nosotros; fundacional para el equipo.

Claramente, no es el objetivo de estas líneas volver sobre esa especie de volumen enciclopédico que resulta la enumeración de virtudes de Messi & Friends en tierra qatarí.

Tampoco caer en estas provocaciones tan en boga en tiempo en los que muchos cronistas nos reducimos al rol de blanco fijo de cibersicarios o a marcadores centrales desparramando codazos en esa especie de córners sobre la hora que son algunos programas de tele y radio con mucha gente y pocos micrófonos.

Hecha la advertencia y con la ilusión de que no caigamos en prejuicios sino en el debate de argumentos, quiero confesarles que creo que el mejor equipo argentino, independiente del deporte, no es la maravillosa Scaloneta sino Los Pumas 7.

Desde ya que esta aseveración tiene sus lados flacos. Sobre todo en comparación: no son campeones mundiales y sobresalen en un universo mucho menos universal que el del fútbol. También, sus lados gordos. No solo son, hoy, claramente los primeros en la clasificación del circuito mundial -terminaron segundos la última temporada- sino que, para lograrlo, han tenido que superar con insospechada frecuencia a las principales potencias del juego.

También existen argumentos absolutamente subjetivos: no sólo están ganando títulos sino que juegan claramente mejor que rivales de la dimensión de Irlanda, Nueva Zelanda o Australia a quien apabulló en las finales de Ciudad del Cabo y Perth anotando un total de 75 puntos y recibiendo solo 17.

Santiago Gómez Cora, entrenador del equipo
Santiago Gómez Cora, entrenador del equipo

El equipo diseñado por Santiago Gómez Cora (el mismo, como jugador, fue uno de los grandes del rubro en tiempos en los que los resultados eran sustancialmente más modestos) parece tener bajo control todos los matices del juego tanto en ataque como en defensa, cuenta con un staff de excelencia y un plantel con un nivel de comprensión del juego admirablemente homogéneo. Parece inevitable detenerse en méritos individuales pero el rugby, como ninguna otra disciplina, hace un pregón no siempre honrado del concepto de que cada jugador es, ante todo, una fracción del equipo. Una quinceava en el tradicional. Un séptimo en el que nos ocupa. Respetando tan sano hábito, sólo destacar que, más allá de un sistema extraordinariamente aceitado -hay momentos en los que todos parecen saber lo qué hay que hacer aún en circunstancias azarosas- estos Pumas parecen tener los mejores salidores, los mejores llegadores, los que menos tackles fallan, los más difíciles de tacklear, los más lúcidos tácticamente y los más rápidos y habilidosos para definir. Así los ve hoy el mundo de este juego que logró en Río 2016 el upgrade invalorable de ser deporte olímpico. Tal vez en este faro, el de París 2024, radique el desafío no solo más seductor sino más riesgoso para que este plantel ratifique su hegemonía. Menos por el riesgo de explotar antes de tiempo (“este equipo tiene la enorme virtud de terminar vacío cada torneo y vuelve a empezar para dar nuevamente lo mejor”, tranquiliza Gómez Cora) que por el peso específico de esos enormes rivales a los que hoy se supera pero que saben tanto como ellos que, este año, nada pesa más que los Juegos.

Entonces uno recuerda que los fijianos parecen haber inventado este juego, que para los neozelandeses el rugby es religión, que los británicos juntan ingleses, galeses y escoceses para los olímpicos, que los sudafricanos hasta estudian en la universidad con una pelota bajo la mano o que los franceses, para los que este juego es una pasión, difícilmente se resignen a ver el podio desde la platea.

Todo esto que suena a desafío de alto riesgo es, a la vez, el principal argumento para calificar tan alto a los Pumas 7: en este contexto están, hoy por hoy, considerados los que mejor juegan.

Marcos Moneta, uno de los mejores jugadores del mundo. @lospumas7arg@lospumas7arg
Marcos Moneta, uno de los mejores jugadores del mundo. @lospumas7arg@lospumas7arg

Finalmente, nunca hay que olvidar que la Argentina lleva 60 años ganándole a los mejores, pero solo de tanto en tanto. Hoy nos acostumbramos a verlos en semifinales de los mundiales (tres veces en las últimas cinco) pero los historiales ante los ocho dueños del juego -los cuatro de las Islas, Francia, Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda- sólo dan un empate en 11 victorias por lado ante Escocía.

Después, son 5 triunfos en 27 partidos con Inglaterra, 3 en 36 con los Springboks o 2 en 37 con los All Blacks.

De números como estos aflora el concepto final para justificar la tropelía de no poner al tope de la lista a la maravilla de Scaloni.

Los Pumas 7 son los mejores en un deporte en el que la Argentina no es la potencia que es jugando al fútbol.

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