Entrevista con Cecilia Carranza: “En nuestra cultura, ser lesbiana en el deporte es mucho menos traumático que ser un hombre homosexual”

La medallista olímpica destacó las barreras que todavía quedan por romper dentro de la sociedad. “Hay que terminar con esos estereotipos, porque detrás de cada deportista hay una persona que tiene su identidad de género y sus libertades”, destacó

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La medallista olímpica luce con orgullo la bandera LGBTIQ+
La medallista olímpica luce con orgullo la bandera LGBTIQ+

Antes de llevar la bandera argentina a lo más alto del podio en los Juegos Olímpicos que organizó Río de Janeiro en 2016, Cecilia Carranza tuvo una lucha mucho más compleja. La histórica hazaña que protagonizó junto a Santiago Lange en las aguas cariocas marcó un hito para el deporte nacional, pero su verdadera victoria la protagonizó internamente, desde que decidió partir de su casa a los 16 años porque en su familia no aceptaban su orientación sexual.

Casi dos décadas más tarde, la experimentada regatista se aferró a la reflexión para comprender los diversos modelos mentales de su seres queridos. Y en la actualidad, aquella medalla dorada que ganó en la categoría Nacra 17 en el país vecino se encuentra en la casa de su madre. El brillo de su máximo logro deportivo encandila las diferencias que lograron superar. “Está en la casa de mis padres, porque sin ellos no sería la persona que soy. Está expuesta en una vitrina a la vista de todos. Y me genera mucha una alegría que la tengan ellos, explicó la rosarina en diálogo con Infobae.

Las imposiciones sociales marcaron un conflicto en la adolescencia de Ceci. Los mandatos que se transmitían de generación en generación parecían irrefutables en un círculo íntimo conservador. “En todas las relaciones hay cosas para charlar y revisar, porque en todos los vínculos hay acuerdos por hacer. Mi caso fue complejo y muy difícil de atravesar, pero todas las partes tomamos la decisión de pararnos desde la paciencia y el amor para hacer un trabajo que nos permitió tener una muy linda relación”, subrayó la regatista sin ocultar la sensibilidad que le impone el recuerdo.

Todavía no había terminado la secundaria y su madurez se percibía con los argumentos que la llevaron a dejar su hogar. No fue un capricho tradicional de cualquier adolescente. Ella hizo las valijas en busca de una identidad. “Es la vida misma. Hay veces en las que una recibe el apoyo de familiares o personas queridas para las decisiones personales. En mi caso, recibí un gran apoyo en el deporte, pero no en mi orientación sexual. Hubiera sido más fácil contar con el apoyo de mis seres queridos, por eso tuve que ir a buscar el abrazo y la contención en otro lado. Siempre hay que seguir para adelante para no abandonar esas libertades, que nos permiten la búsqueda sobre quién se quiere ser”, destacó.

Alguna vez, el jugador de vóley Facundo Imhoff le contó a este medio el destrato que recibió dentro del deporte por su condición de homosexual. “Tenía que andar escondiendo si tenía una pareja, si subía una historia a las redes o si me veían por la calle. Tenía que mentir diciendo que andaba con mujeres cuando no era así”, fueron algunas situaciones que explicó el campeón panamericano durante la edición de Lima 2019. Y a Carranza le pasó algo parecido dentro de la náutica. “La única manera de recortar las diferencias es conociéndose. Hay que darse cuenta que lo diverso enriquece. En muchos sectores está instalado un prejuicio que alienta a no compartir con lo que es distinto”, analizó. Y continuó: “A mí me tocó hacer un deporte elitista, aunque no me guste llamarlo así porque crecí en un lugar en el que navegábamos muchos chiquitos sin tener grandes recursos. De todos modos, están los clubes náuticos que cuentan con sectores más conservadores, y a medida que se fue corriendo la bola sobre lo que me pasaba, sentí un señalamiento. Me querían correr y hablaban mucho a mis espaldas”.

Ella jamás se dejó amedrentar y ahora entiende que se trató de “otras épocas”. En su fortaleza jamás dudó en continuar con su arduo trabajo individual en “busca de la libertad”. “Las cosas van cambiando, pero hay mucho por hacer. Yo estuve en un lugar de privilegio, porque ser mujer lesbiana en el deporte es mucho menos traumático que ser un hombre homosexual por la cultura en la que vivimos. Están las imposiciones sociales, que dicen que los hombres deportistas tienen que ser machos y fuertes, y si llegaran a ser homosexuales son considerados mariquitas y débiles. En cambio, con las mujeres, si sos lesbiana significa que sos machona y tenés fuerza que te sirve para el deporte. Y por eso no se la cuestiona demasiado. Hay que romper con esos estereotipos, porque detrás de cada deportista hay una persona que tiene su identidad de género y sus libertades”.

Santiago Lange y Cecilia Carranza se llevaron el oro olímpico de la clase Nacra 17 de yachting que se disputó en el club Marina da Gloria, en la Bahía de Guanabara, Rio de Janeiro (Foto: Nicolás Stulberg)
Santiago Lange y Cecilia Carranza se llevaron el oro olímpico de la clase Nacra 17 de yachting que se disputó en el club Marina da Gloria, en la Bahía de Guanabara, Rio de Janeiro (Foto: Nicolás Stulberg)

Como el encuentro se dio en el Cilindro de Avellaneda, la comparación sobre la dinámica que se vive en el fútbol fue inevitable. En un contexto en el que todavía se escuchan canciones homofóbicas en las tribunas y la homosexualidad se remite a la idea de un insulto, una de las primeras medidas para modificar esos hábitos podría surgir desde los propios protagonistas. “Necesitamos de esos jugadores que digan que son homosexuales para que se empiecen a derribar barreras y que la gente se anime a vivir su sexualidad con libertad y vean que no pasa nada malo. Hay gente que tiene la necesidad de decirlo y no puede. Y en las canchas el ambiente es muy hostil”, profundizó.

En paralelo, Ceci Carranza vivió en primera persona lo que atravesó a su amigo Sebastián Vega, cuando lo fue a ver en un partido de Boca en la Liga Nacional de Básquet. “Ahí entendí el coraje que tuvo para decir: ‘Hola, yo soy puto’. Y no lo pudo decir el primer día, sino que lo pudo decir durante la pandemia, cuando tenía 30 años. Los cánticos y las cosas que se dicen en los estadios son muy hostiles. Sea en el fútbol o en el básquet, no son lugares agradables para un pibe que es homosexual. Me sorprendió cuando lo hizo y me imaginé todo lo que tuvo que haber pasado”.

Aferrada a la esperanza en las próximas generaciones, la rosarina entiende que “se ven algunos cambios”, pero sostiene que aún “hay mucho camino por recorrer”. “Todavía se escuchan historias de jóvenes que tienen dificultades con la identidad de género o su orientación sexual, y se tienen que ir de sus casas porque no son aceptados por su familias. También hay casos conmovedores de chicos de 8 años que son transgénero y reciben el amor de sus seres queridos en un abrazo contenedor. Hay que aplaudir esos casos, porque son procesos que no son sencillos para esas personas”, remarcó.

En un contexto de cambio permanente, la regatista mantiene vivo su compromiso social, aunque no pueda contener sus lágrimas cuando se refiere a la difícil realidad que atraviesan los argentinos en el día a día. “A lo largo de los años hemos ganado muchos derechos que nunca debieron estar en discusión. Se peleó mucho para que eso cambie y que ahora se vuelva a poner en tela de juicio es un muy duro. Lo único que deseo es que vivamos en un país en el que la gente pueda comer, trabajar y estudiar. Es muy triste, porque una ve que pasa el tiempo y eso no sucede”, subrayó. Y en sus argumentos destacó la solidaridad colectiva que contribuye a los sectores más vulnerables. “El compromiso es de todos, pero sería ideal que todos tengan acceso a las herramientas para desarrollar sus actividades, sin la necesidad de la ayuda ajena. Me da mucha tristeza ver la cantidad de gente que duerme en la calle y no tiene las mismas posibilidades. Me sensibiliza mucho y deseo que esto cambie”.

Ella es parte del programa La Huella Weber, una iniciativa propuesta por Saint-Gobain en la que colabora con el Club Social y Deportivo 22 de Febrero, de Villa Fiorito. Sus visitas habituales se basan en donaciones de materiales para diversos proyectos y capacitaciones para las mujeres del barrio, con las que generó un vínculo muy afectivo. Sin embargo, desde el aspecto personal atraviesa una compleja lesión en su espalda que puso en duda su participación en los Juegos Olímpicos de París. “El 2023 fue difícil. Si bien hemos tenido buenos resultados, los dolores no me permitieron terminar el año como me hubiera gustado”, confesó.

Desde septiembre que no compite y la presión del calendario genera incertidumbre sobre su presencia en la capital francesa. “Hoy tengo que priorizar mi salud. Es algo que nunca hice, porque vengo conviviendo con el dolor hace más de dos años. Es algo sistemático. Seguir dándole rosca a mi cuerpo significaría seguir dañando a una espalda que está muy maltratada. Hoy no puedo hacer cosas de la vida cotidiana, y si sigo jodiendo en el futuro va a ser peor. Si las fechas me lo permiten, volveré a subirme al barco; pero si no se puede, tendré q atravesar el momento de angustia, hacer el duelo y buscar una vida más saludable”, concluyó.

Cecilia Carranza y Santiago Lange durante la cita de Tokio. Foto: REUTERS/Carlos Barria
Cecilia Carranza y Santiago Lange durante la cita de Tokio. Foto: REUTERS/Carlos Barria
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