“La forma más efectiva de poner a un hombre en una lista negra es hacerlo invisible”.
Hace tres años y medio, cuando Michael Jordan y sus míticos Bulls volvieron a copar la escena mundial en plena pandemia con la emisión del documental The Last Dance, hay un protagonista que quedó totalmente afuera, que no tuvo siquiera una mención en los diez capítulos que duró la mejor serie deportiva de la historia. Casi dos décadas después de haber sido ignorado por toda la NBA, tras ser bicampeón con Chicago, esta vez le tocó a nivel audiovisual y otra vez su rol de activista político, defensor de los derechos de la comunidad afroamericana, le ganó a sus méritos como jugador.
Hubo otros basquetbolistas que tuvieron un rol similar y gracias al combo de sumarle una historia atractiva detrás -como Steve Kerr-, tuvieron sus minutos de fama, sin embargo Craig Hodges sintió que volvió a ser excluido y se lo contó a Infobae. Está claro que la serie se centró mucho más en el segundo tricampeonato (96-98) que en el primero (91-93), que tuvo a Hodges como tirador valioso, pero su ausencia volvió a avivar los fantasmas de una teoría conspirativa que habla de una proscripción, básicamente por su militancia política y el tono crítico hacia la NBA y las superestrellas de la época, en especial Michael Jordan y Magic Johnson.
Para entender la historia hay que remitirse primero a la crianza de Hodges, justamente a media hora de auto de Chicago, en una pequeña ciudad llamada Chicago Heights, en el mismo estado de Illinois. Nacido en 1960, creció dentro de una familia y un contexto de mucha lucha por los derechos civiles. “Mi madre era la secretaria de ese movimiento en la ciudad y yo crecí escuchando debates sobre esos temas. A los 5 años ya iba a las marchas con ella y la ayudaba a juntar firmas. Desde aquella época hablo de injusticia racial, por eso ha sido parte de mí durante toda mi vida”, contó el base-escolta.
Desde chico se notó que tenía una habilidad muy especial: tirar al aro. Un lanzador puro, de esos que no abundan. Una cualidad que le permitió destacarse en el secundario y recibir una beca de una universidad, como Long Beach State. Allí estuvo entre los 18 y 22 años, necesitó los cuatro años para pulir su juego y terminar siendo un producto NBA. Promedió 17.5 puntos y 3.9 asistencias en la última campaña y fue elegido en el puesto #48 de la tercera ronda del draft de 1982, por parte de San Diego Clippers. Allí logró hacerse un hueco aportando 8.8 puntos y 2.6 pases gol, jugando la mitad de los partidos como titular. Luego pasó a Milwaukee, donde se destacó aún más (10.5 puntos, con 40% triples). Más tarde tuvo un paso no tan destacado en Phoenix y en 1989 fue traspasado a los Bulls. Allí, junto a Jordan y Pippen, comenzaría una etapa de mayor notoriedad. Phil Jackson ya se había hecho cargo del equipo y sabía de la importancia de tener tiradores que rodearan bien a sus dos estrellas.
En aquellos Bulls jugó menos (15 minutos) y anotó menos (6.2), pero teniendo un rol valioso dentro de un candidato que se transformaría en campeón, a partir de 1991. Hodges era automático: entraba, buscaba el espacio y tiraba. Generalmente anotaba de tres puntos (casi 43% triples). Ese era su rol. El que le permitió ser parte del bicampeonato, aunque cada año jugando un poquito menos por la fragilidades defensivas que mostraba, mucho más notorias en un gran equipo en ese costado como era el Chicago de Michael y Scottie.
Igual, tuvo sus momentos de fama, especialmente cuando fue tricampeón del torneo de triples del All Star: 90, 91 y 92. Algo que sólo el gran Larry Bird logró en la historia. Justamente ante la estrella de los Celtics había perdido la primera final, en 1986. Luego, en 1989, cayó en la definición ante Dale Ellis. Un año después empezaría su revancha. Y reinado como el mejor tirador del mundo. En 1990 consiguió 25 de los 30 puntos posibles para coronarse por primera vez y en 1991 fue tal su puntería que metió 19 bombazos seguidos, récord vigente hasta hoy. No falló hasta el quinto balón del cuarto carro... En 1993, como era campeón defensor, participó pese a no tener equipo. Ya había sido dado de baja por los Bulls y nadie lo había contratado, pero el comisionado David Stern lo invitó a defender su corona y lo hizo bastante bien, llegando a semifinales. Una participación que sería, extrañamente, su última aparición NBA.
¿Fue puesto en una lista, como denunció él y muchos creen? ¿Fue prohibido por Stern y alguien algunos escalones más arriba o sólo es que nadie quiso fichar a un jugador con algunos atributos importantes pero también distracciones y debilidades? ¿Hubo orden o los equipos decidieron por sí solos? Lo cierto que es raro que un jugador bicampeón de la NBA, con un tiro tan bueno, no consiguiera un lugar en ninguno de los 27 equipos de aquella temporada.
Tal vez haya un click. O un episodio que causó un revuelo mediático tan grande que pudo ser el golpe final para su carrera en la NBA. Fue cuando los Bulls hicieron la clásica visita de los campeones a la Casa Blanca. Hodges asistió vestido de forma especial, con una indumentaria de origen africano en honor a sus ancestros, y luego de meter nueve triples seguidos en el patio del emblemático edificio, con el Dashiki puesto, le entregó una carta al presidente George Bush con un contenido que se filtró a los medios y causó gran revuelo, en el país y toda la NBA.
“El propósito de esta carta es hablar en nombre de la gente pobre, nativos americanos, sin techo y, especialmente, afro-americanos que no tienen la oportunidad de venir a este gran edificio a conocer al líder de la nación en la que vivimos. Esta carta no es una súplica, pero 300 años de esclavitud ha dejado a la comunidad destrozada: es la hora de un plan comprensivo para cambiar las cosas”, reclamó Hodges con la carta.
Obviamente todo siguió igual y Hodges cree saber por qué. “El presidente nunca me contestó y a veces me pregunto si pasó de la primera página de la carta. Yo, en cambio, siento que me metí en muchos problemas por haberla escrito”, admitió años después, hablando directamente de haber sido proscripto, “puesto en una lista negra”.
En la cancha, Craig era callado, perfil bajo, pero afuera era un tipo incómodo, un militante que se hacía escuchar en público, que bregaba contra las injusticias sociales de una sociedad muy conservadora. Incluso, meses antes de aquella carta, había criticado a las dos máximas estrellas de la NBA, uno de ellos su compañero Michael Jordan.
Como miembro del sindicato de jugadores y como activista que seguía la línea de lucha que habían impulsado Bill Russell y Kareem Abdul-Jabbar, Hodges le exigió más compromiso a Jordan, pero las respuestas no fueron las esperadas. Aseguran que Craig le pidió que rompiera con Nike e hiciera su propia marca de zapatillas para darle trabajo a la comunidad afroamericana. Lo que habría dado a que MJ le contestara. “Ojo que los republicanos también compran zapatillas”, en referencia a los ciudadanos más conservadores del país.
Luego de que Jordan lo llamara loco, aseguran que Magic Johnson le dijo “lo que nos pides es demasiado extremo” cuando sugirió hacer un boicot desde la NBA luego de la golpiza -y posterior muerte- que recibió el afroamericano Rodney King en 1991. A lo que Craig le contestó que “realmente extremo es lo que le pasa a la gente negra en Estados Unidos”. También cuenta que le aconsejó leer más de historia a Scottie Pippen y que el alero le contestó: “¿Para qué necesito leer si cobro seis cifras?”.
Hodges creía que los Bulls también podían hacer historia fuera del campo, aprovechando la fama, el reconocimiento y, por ende, el poder social y mediático adquirido tras tanto éxito deportivo. “Jordan tenía una popularidad superior a la de Papa, por caso, y siento que si aquellos compañeros míos hubiesen hablado de forma colectiva, en su época dorada, el mundo hubiera escuchado. Siento que nuestra generación, en general, estuvo muy preocupada por el dinero y la fama. Y se rindió en otras luchas. El beneficio individual fue más importante que el movimiento de todos”, analizó.
Hodges soñaba con los nuevos Russell y Abdul-Jabbar, pero los millonarios de los años 80 no sentían que había razón para un motín dentro de una NBA que no paraba de crecer y facturar. Tal vez, además, porque el mandamás, el gran David Stern, estaba más focalizado en ese crecimiento, en la expansión global y no había lugar para las luchas y las polémicas sociales.
Puntualmente hubo un artículo periodístico en el que Hodges criticaba la falta de compromiso de varios colegas y criticaba puntualmente a Jordan, por su silencio en materia de política y temática social. Fue durante las Finales de 1992. Justamente al partido siguiente no jugó ni un minuto y nunca más volvió a meter un triple para los Bulls.
A los pocos meses, Jerry Krause, el general manager, fue escueto pero contundente. “Gracias por cuidar a los jóvenes, pero vamos a tener que dejarte ir”, le dijo. Chau Bulls y chau NBA, porque ningún equipo, de los otros 26, le hizo una oferta. A un tirador puro que venía de ser parte de un bicampeonato. Extraño como mínimo.
Su representante asegura haber llamado a todos los equipos, sin suerte y que le preguntó a Tex Winter, el mítico asistente de Phil Jackson, y la respuesta fue lapidaria. “Me contestó que si quería seguir jugando tenía que hacerlo fuera del país”, admitió.
Fue cuando Hodges firmó con un equipo italiano, el Pallacanestro Cantú, en 1993. Jugó apenas ocho partidos pero dejó su huella, promediando 21 puntos. Volvió a Estados Unidos para estar cerca de sus hijos y con la esperanza de que, tras demostrar en Italia que seguía en forma, algún equipo de la NBA llamase a su puerta, algo que jamás sucedería. En 1994 volvió a Europa y fichó por una temporada con el Galatasaray turco, pero sin llegar a debutar por un motivo insólito. Los turcos creyeron que era Derrell Hodges, otro jugador, entonces ni siquiera llegó a jugar. Al año siguiente firmó por los Rockford Lightning de la CBA (La G League de hoy) y en 1997 jugó una temporada en Suecia, con apenas 6.3 puntos. El final de su carrera llegó en la USBL, con los Washington Congressionals, llegando apenas a 2.3 puntos de media.
Antes, en 1996, ya cansado, puso una demanda judicial por 40 millones de dólares contra las 29 franquicias de la NBA por rechazo y discriminación. En la demanda argumentaba que el haber defendido públicamente a los afroamericanos le había cerrado la puerta de la elite. “A los equipos no le gustaron los comentarios que has hecho sobre las obligaciones de los jugadores negros y tienen miedo a ser interpretados como anti-Jordan”, le dijo Jim Cleamons, asistente afroamericano que había cultivado una amistad con él. Incluso el periodista Dave Zirin admitió que varios jugadores le confesaron que no querían hablar de política o lucha social “porque no querían terminar como Craig Hodges”. Buck Williams, ex presidente del sindicato de jugadores, le sumó “todos sabemos que si en la liga hablás de más podés tener represalias”.
Stern abordó el tema. “Es absurdo pensar en una conspiración.. Yo estaba en la Casa Blanca cuando usó el Dashiki y creo que fue genial. Se lo dije incluso. Yo, además, le cursé la invitación para defender el título en el concurso de triples del Juego de las Estrellas pese a que ya no estaba en la NBA. No hubo nada de lo que se dice”, declaró el comisionado.
Hodges, hoy, no le guarda rencor a nadie. Y ve todo en perspectiva. “Jordan es un inteligente hombre de negocios a quien aplaudo por eso y no odio para nada. Siento que, con el tiempo, ha ganado experiencia y ha impulsado proyectos decentes. Estoy seguro de que ahora es más consciente de todo lo que pasa en el país y en el mundo”, dijo, dejando claro que antes no había sido igual.
El reconocimiento de Hodges viene más hacia héroes que llegaron desde fuera del deporte. Como Nelson Mandela. “Fue quien medio esperanzas en mi punto más bajo. Había sido liberado hace apenas meses, luego de 27 años de prisión, y vino a Chicago. Fue a una cena y pidió sentarse a mi lado. Fue un honor”, admitió.
Quien lo sacó del ostracismo dentro del ambiente del básquet fue Phil Jackson. Se enteró que había sido el coach de la Universidad de Chicago State, durante dos años, y pese a que le había ido bastante mal en términos de resultados (récord de 8-51), se lo llevó primero como ayudante a los Lakers en 2010 y luego, cuando Phil fue el mandamás de los Knicks, se lo llevó a la franquicia, terminando como DT de los Wetchester Knicks de la G League.
Luego estuvo entrenando un secundario en Chicago (Rich East) y allí, entre los adolescentes, encontró su lugar, educando a los más jóvenes y concientizando sobre la importancia de la justicia social. Un compromiso que nunca abandonó, con charlas, y que en el 2017 plasmó con su libro llamado “Long Shot, los triunfos y las peleas de un luchador por la libertad en la NBA”, dejando para siempre un mensaje que tomó como lema. “Hay demasiada injusticia, pero es sólo cuestión de tiempo para que ganemos esta batalla”.