Fue nuestro Last Dance, aunque todavía faltaban 35 años para la que la serie sobre Michael Jordan y los Chicago Bulls recorriese el mundo. Fue nuestro Last Dance, pero no lo sabíamos, porque el protagonista tampoco tenía noción que estaba dando su postrera función. El viernes 30 de diciembre salió al aire la emisión final de la temporada ‘83 de Titanes en el ring, que sería la última con Martín Karadagián como luchador, ya que, al año siguiente sus problemas de salud se irían acentuando (sufrió la amputación de una pierna a causa de la diabetes), dejando un vacío que nadie pudo ocupar.
Luego de una inesperadamente exitosa temporada 1982, en la que tuvo un alto rating y captó a una generación de chicos que casi no los conocían, los Titanes siguieron por esa senda al año siguiente. Daniel Roncoli es una referencia ineludible en este tema, porque es quien más ha investigado sobre la vida de Martín y su grupo. En diálogo con Infobae, dejó su opinión sobre aquellos días: “Es un programa que atesora un momento cumbre de la historia del ciclo que, curiosamente, mientras se desarrolló pasó desapercibido. Tuvo la emoción de todo fin de ciclo, pero nadie podía suponer que aquel 30 de diciembre de 1983 íbamos a ver por última vez a Martín Karadagián sobre un cuadrilátero. No sé si él tenía conciencia de final, pero es difícil de admitirlo porque ya había asumido compromisos para 1984 que lo incluían a él como luchador. Estuvo rodeado de una gran tristeza, sí, porque a Martín le provocaba depresión no estar con su programa en tele y unas semanas antes Canal 11 ya le había hecho saber que Titanes en el Ring no iba a estar en la grilla de 1984. También está atravesado, de algún modo, por la política. Karadagián dirimió en su último combate con el gran malhechor que catapultó aquella temporada: el personaje de Nerón. Y ante la efervescencia política previa a las elecciones de 1983, Juan Vera, el intérprete del Emperador Romano, recordaba que padres y abuelos solían vivar a su creación con la melodía de la Marcha Peronista y el ¡Nerón! ¡Nerón! reemplazando el ¡Perón! ¡Perón!”.
A partir del convulsionado mes de abril del ‘82, Titanes en el ring apareció por la pantalla de canal 11 los viernes a las 21 y, como era lógico tras el suceso, continuó allí en el ‘83. No han quedado registros fílmicos del programa del viernes 30 de diciembre y por eso aún hoy sobrevuelan algunas dudas sobre la emisión, como puntualiza Roncoli: “La gran incógnita es saber si fue un programa en vivo, que es lo que creemos la mayoría, o fue grabado con anterioridad, que es lo que me comentó oportunamente el productor por el canal, Dicky Ríos. Él me decía que habían grabado 4 emisiones, 2 comodín porque la troupe salía de gira y tenía entre las obligaciones la filmación de la película “Titanes en el ring contraataca”, para estar cubiertos por cualquier cosa. Y que se habían adelantado las emisiones del 23 y del 30 de diciembre. No creo que estos dos últimos programas hayan salido en diferido”.
Karadagián fue un pionero en varios aspectos, siendo el marketing uno de ellos. Supo cómo asociar a distintos luchadores con marcas para sumar ganancias, como lo fueron Yolanka (yogurt) o Dink C (jugos), entre otros. Además, todos los peleadores tenían su figura en los mágicos chocolatines Jacks, en las fabulosas colecciones de los años ‘70, que siguen siendo veneradas aún hoy, medio siglo más tarde. Casi no dejó rubro por abordar, porque también hubo álbumes de figuritas, revistas y los discos, en los que cada uno tenía su canción. Quedó para el recuerdo el que salió a la venta en 1972, en consonancia con la exitosa temporada en canal 13, donde se observan a todos los luchadores sobre el ring.
Citábamos a Nerón como el adversario en la pelea final del campeón mundial, uno de los clásicos malos muy malos de la troupe. Daniel Roncoli nos deja el recuerdo de ese luchador, con una anécdota especial con Karadagián: “Su nombre era Juan Vera y él recordaba que Martín en la última lucha le pidió que le pegara, que equivalía a decir a que le diera con fuerza, y que al terminar el combate lo hizo llamar a su camarín y le abonó un cachet doble. Vera vio que el toco era más abultado de lo sugería la cifra acordada, lo contó y volvió con el dinero para decirle a Karadagián que se había equivocado, que le había dado de más. ‘Yo nunca me equivoco’, le respondió Martín en un alarde de su personaje público y le comentó que había trabajado muy bien y que se merecía un premio”.
El programa había comenzado 20 años antes, el 4 de marzo de 1962, en canal 9, pero antes, Karadagián había tenido un par de combates célebres, que lo hicieron destacarse y que el catch tomara mayor relevancia. El primero fue en 1957, con el particular marco de la cancha de Boca y ante José María Gatica, ya lejos de su esplendor boxístico. Y la siguiente, en noviembre de 1961, a pocos meses del debut oficial del ciclo. Canal 9 buscaba un evento importante porque inauguraba su camión de exteriores y así se dio la pelea entre Martín y Alberto Olmedo, ya convertido en un ídolo de los chicos como el capitán Piluso. Fue en el Luna Park y con una concurrencia que agotó las entradas.
Apenas comenzando el programa, se sumó un locutor que trabajaba en la emisora y que prontamente sintonizó la misma frecuencia que Karadagián. Fue Rodolfo di Sarli, quien se convirtió en un personaje decisivo en la estructura, porque con sus relatos, y sin que nadie lo percibiera, iba marcándoles a los luchadores el ritmo del combate. Era un hombre de una gran cultura, de la que hacía gala, sin desbordes, para que los chicos se fuesen interesando en los personajes de la historia que desfilaban por el ring, como Don Quijote, D´Artagnan o Rómulo y Remo, entre otros. Durante las narraciones, no solo describía las diferentes maniobras del catch, sino que repetía una frase que se fue haciendo famosa: “Chicos, no lo hagan en sus casas”. Dejaba en claro que las tomas y forcejeos eran producto de los profesionales y no para repetir en los hogares, aunque muchos lo desoyeron porque la magia traspasaba la pantalla y varias fueron las camas que sufrieron por ser escenarios de apasionantes combates entre niños queriendo emular a sus ídolos.
También la voz de Rodolfo di Sarli quedó emparentada con el inicio de cada emisión, en la que la cámara comenzaba a moverse mostrando las colmadas tribunas del estudio de televisión en derredor al ring, al tiempo que se escuchaban los primeros acordes de la canción que identificaba al programa. Eran segundos de expectativa, que explotaban cuando él decía esas cuatro palabras que abrían la compuerta a la emoción: “Titanes en el ring”. Y allí se observaban los rostros llenos de genuina alegría de los chicos, al tiempo que se oía la letra del tema, que decía que los titanes se volvían a enfrentar con sus músculos de acero y el poder de su fuerza sin igual.
El delicado estado de salud de Martín Karadagián era un secreto que muy pocos conocían. Es probable que el suceso del ‘82 lo haya ayudado a sentirse con más fuerzas para encarar esos dos años que, a la postre, serían sus últimos arriba de un ring. Daniel Roncoli nos da un panorama de la situación: “El éxito de la temporada ‘82 fue sorpresivo porque lo fue la salida del programa en Canal 11. Karadagián estaba para debutar en 1981 en ATC cuando la Secretaría de Información Pública vetó la incorporación a la emisora. Dentro de esa atmósfera pesimista, surgió la chance en el 11 y el Campeón del Mundo armó un menú de novedades sobre la base del proyecto que iba a desarrollar en ATC. Martín ya tenía 60 años, pero dio el último arresto de hidalguía y calidad, y al frente de un plantel con muchos puntos altos, generó una oferta televisiva por encima de lo que él podía. Desgraciadamente, surgieron muchos inconvenientes de distinto tenor, desde vanidades exacerbadas a infracciones disciplinarias, que mellaron aquel grupo de luchadores que era muy bueno y que estaba en una edad óptima. El éxodo debilitó a Titanes sobre el epílogo de 1982 y dejó que el ciclo avanzara en la nueva temporada con el impulso, pero sin chances de crecer o reinventarse porque los dolores corporales minaron la salud de Martín que ‘inventó' como salida elegante al Seven Catch como norma, obligándose a luchar en trío con un comodín, lo que limitaba su participación a la mínima expresión de esfuerzo y tiempo”.
A comienzos del ‘84, Karadagián supo que no sería parte de la programación en ninguno de los canales, todos en ese momento en manos del estado y con autoridades flamantes, tras la asunción de Raúl Alfonsín. En mayo de ese año, sufrió la amputación de una de sus piernas. Su indomable espíritu de creador, enseguida le hizo pensar en un regreso a los rings, como un pirata. Pese a que la recuperación era rápida y buena, ya que se había instalado todo lo necesario en su departamento, el médico le hizo comprender que era muy riesgoso lo que él soñaba. En 1988, volvió a estar con sus luchadores por televisión, donde cumplió las tareas de jurado y comentarista. Fue emocionante el día que se acercó hasta el cuadrilátero, besó la lona y gritó “estoy vivo”. Su fallecimiento fue el 27 de agosto de 1991, y dejó un legado eterno.
Cuarenta años más tarde, quien era un chico que vivía en el barrio de Congreso y hoy escribe estas líneas, debe confesarle a Di Sarli y Karadagián que no les hizo caso en sus advertencias sobre que no había que hacerlo en casa. Mi viejo me daba vuelo a la inventiva y así creaba mis personajes o replicábamos juntos los combates, apenas terminaba el programa. Cortito fue el golpe que patentaste, campeón del mundo. Inmenso es el recuerdo para varias generaciones que jamás te vamos a olvidar.