“La verdad es que era de lo mejor del país”. El que habla es Agustín Mancini, un entrenador de tenis que acompañó a Franco Mastantuono en los torneos durante los últimos dos años de su trayectoria juvenil con la raqueta y mientras era uno de los proyectos más destacados del circuito Sub 12 de Argentina. River Plate, por entonces, llevaba unos dos años ininterrumpidos haciendo un trabajo de orfebre para convencer a su familia de que su rendimiento en el fútbol era incluso más sobresaliente. Y lo consiguió: hoy el mediocampista es una de los proyectos más resonantes de la factoría del Millonario con apenas 16 años y cuenta con un contrato profesional hasta 2025 que firmó apenas tuvo edad legal para hacerlo.
Mientras las voces hablan –desde hace tiempo– del Diablito Echeverri, no son pocos los que vienen remarcando a este talentoso futbolista box to box que incluso hizo diferencias cada vez que le tocó jugar en el Mundial Sub 17 con la selección argentina, a pesar de ser uno de los más chicos del plantel. “Tengan en cuenta que, en las etapas formativas, un año de diferencia es muchísimo aunque la gente no lo sepa. Y ha estado a la altura siendo un año menor contra selecciones muy poderosas a nivel mundial. Estamos ante un futbolista extraordinario”, lo define ante Infobae Daniel Brizuela, el ex captador de las Inferiores de River que fue el encargado de convencer a la familia Mastantuono durante dos años de dar el salto definitivo al fútbol.
Pero antes de ser una interesante gema con la pelota en los pies, fue uno de los mejores Sub 12 del tenis en todo el país. “Él jugaba a las dos cosas, al fútbol y al tenis. Empezó como todos los chicos en la escuelita, y obviamente ya de chico mostraba algo diferente. Generalmente los chicos cuando empiezan a familiarizarse con los elementos, la raqueta, la pelota, van practicando todo. Las situaciones nuevas les lleva bastante tiempo resolverlas. Franco siempre resolvió de manera natural situaciones que él no conocía y lo hacía correctamente. Hacía todos los gestos motores que se deben hacer para resolverlas”. El que lo define es Luis Delgado, un histórico entrenador de tenis nacional que acompañó a Guillermo Pérez Roldán y Francesca Schiavone antes de ser líder de la formación tenística en el Club Azul, donde se topó con Mastantuono.
Cuando el Millonario lo probó de la mano de Brizuela y empezó el proceso para convencerlo, Franco ya era uno de los tenistas juveniles top del país. “Esos dos años en los que viajaba con él, era Top 10 de su categoría. Casi todo el período que lo acompañé, entre los 11 y los 13 aproximadamente, estuvo Top 10 de Argentina; seis, siete, ocho, de repente por ahí cinco, pero era muy buen jugador. Franco era chiquito, pero sentías que estabas viajando con un deportista de alto rendimiento. Tenía muy buena habilidad, buena coordinación, un tipo inteligente para la táctica. Hablabas con él y entendía rápido. Físicamente muy habilidoso y mentalmente era muy ganador. Era chiquito, pero ya era un deportista”, afirma Mancini desde Dubai, donde trabaja actualmente como formador de tenis.
“La verdad que no fue fácil sacarlo del tenis. Él tiene esa pasión por el fútbol y tuvo esa inclinación, pero tranquilamente pudo estar en el circuito de tenis y hubiese sido un gran tenista también. Es un gran talento”, asegura Brizuela, su puente al fútbol profesional. Delgado, el hombre que lo guió desde niño en el tenis, también recuerda el momento que Mastantuono debió escoger su camino definitivo: “Lo bueno es que él pudo elegir, sobre todo porque llegó un momento en el que ya tenía un nivel que estaba con posibilidades de jugar entre los mejores de Argentina. Estuvo entre los mejores, le ganó al tres del país y estaba con posibilidades siempre de ganarles a los de arriba”. Del otro lado, el ex captador de River explica el detrás de escena de ese proceso: “Tuvimos una charla, hablamos con el papá, pero nos dijo que había ido a la prueba porque le gustaba el fútbol, para participar con sus amiguitos, pero en realidad practicaba tenis, y actualmente en el tenis infantil era el número 1 de Argentina. Y ahí empezamos una pulseada, por decirlo de alguna manera, para traerlo a River. Fueron dos años insistiendo, yendo a la casa, con comunicaciones telefónicas”.
La dicotomía era que en Azul todavía podía dedicarse al tenis sin problemas y para sumarse a River tendría que unirse a la pensión. Ambos deportes le salían a la perfección, se destacaba por igual: “Era un tipo de ir adelante, al frente, una búsqueda ofensiva. Y era muy gracioso porque medía un metro, era un enano, una pulga y no tenía fuerza para manejarlo, pero el tipo iba al frente. Quería hacer las cosas que veía que hacían los jugadores porque era un nene de mirar mucho, de copiar y con bastante capacidad de ejecución”, lo describe Delgado.
A sus profes de tenis, poco a poco, les iba dando pistas de que su futuro iba a ser en el fútbol, en pequeñas charlas en las que les adelantaba que a él le gustaba más la pelota al pie. Pero su carrera en el tenis se seguía destacando de todos modos: “Él competía en una categoría con buenos jugadores como Romeo Arcuschin, Valentín Garay, Mateo Carballo... Y él estaba con posibilidades. Estaba ahí, peleando, más allá que no estaba estabilizado con los resultados, siempre tenía chances de ganar y estuvo siempre entre los 8 seguro, aunque no recuerdo si llegó a figurar 4 o 5 en algún momento. Y no es que estaba del todo con el tenis, porque jugaba al fútbol, pero competía de igual a igual en la categoría con todo el potencial para afirmarse”, afirma Delgado.
El ojo afinado de este coach de tenis desde hace más de tres décadas le permite dar un diagnóstico preciso sobre el hipotético futuro que Mastantuono hubiese tenido en esa disciplina: “Tuve la suerte de nacer en un lugar como Tandil, donde la mayoría jugó al tenis, y vi los procesos de formación de Guillermo Pérez Roldán, Patricia Tarabini, Mariana Pérez Roldán, Franco Davín... Y vas viendo en función de lo que hacían cuando eran chicos, qué tenían, qué hicieron, qué jugaron. La mayoría de estos tipos son diferentes desde chicos, en el sentido de que por ahí ganan en categorías superiores. Otros que también juegan bien van un poco más lento, pero tienen determinadas características mentales, de mucho carácter, que buscan la perfección, súper observadores, aprenden muy rápido, mucha capacidad de lectura de la situación y Franco esto lo tenía todo. Si vos me decís distinto, como Juan Martín del Potro, no era obviamente porque son excepciones muy raras, pero tenía un potencial para explotar”.
Elige la prudencia sobre su camino para no generar un “mundo de expectativas” porque hay varios factores que juegan en un trayecto profesional (”contexto, suerte, determinación, las ganas del pibe y sobre todo el trabajo”), pero aclara sobre Mastantuono: “Tenía esto que el tipo resolvía situaciones que nunca había visto cómo se debían resolver. También capaz se equivocaba en la ejecución, pero no en lo que había que hacer. Podía tirarla afuera, pero lo que buscaba estaba bien. La toma de decisiones era correcta. En partidos resolvía situaciones que nunca había visto y las resolvía como debía, con lo cual quiere decir que naturalmente le salían. Y eso es impagable, porque en un chico que ya decide bien, después simplemente tenés que trabajar”.
El carácter fuerte, la mentalidad ganadora, son detalles que destacan sus formadores sin importar el deporte: “El tipo iba al frente. Jugaba bien de todos lados, como era chiquito obviamente le costaba el saque, pero buscaba tirarlo. Era completo. Tenía un potencial alto y mi propuesta hacia él siempre era “vos podrías hacerlo, ¿querés hacerlo? Poder, podrías, ¿querés hacerlo realmente?”. En River el teléfono sonaba por el mismo motivo: su mentalidad. “Hablé con el coordinador de ese momento y le dije que había encontrado un chico que realmente tenía una mente superlativa. Tiene un gran carácter y personalidad. Si vos tenés un gran talento, pero no tenés la personalidad para llevarlo, podes quedar en el camino. No es sólo un gran talento, tenés que tener ese plus. Y Franco tiene todo. De hecho, lo hicimos participar en el último partido, que se jugó en el River Camp, y justo ese día River salió campeón de Liga: él fue figura. No le pesó nada, jugó como si hubiese estado siempre en River”, aclara Brizuela.
En 2019, tras idas y vueltas durante varios meses, fue su salto definitivo al Millonario, donde su crecimiento fue exponencial a punto tal que es uno de los apuntados para ir durante los primeros días de enero a la pretemporada con el primer equipo que comanda Martín Demichelis. “Ser tenista no es tan sencillo y económicamente es un gasto importante para ir a los torneos. Creo que se dieron un par de cosas, y que Franco quería jugar al fútbol. Cuando lo vimos dijimos ‘tiene la fluidez y los patrones’. Es un jugador de jerarquía extraordinaria y, para mí, tiene destino de Europa porque tiene buena genética, buen biotipo y se le hace más sencillo aguantar el roce. Es un cerebro, el director de la banda”, afirma Brizuela.
El tiempo y la suerte dirán si el fútbol ganó el talento que tanto proyectan en River, lo que parece ser cierto es que el tenis seguramente perdió un personaje que se abocaba por la espectacularidad. “Hay muchas anécdotas graciosas de verlo intentar cosas que decías, ¿qué hace el piojo? Quería hacer un smash tipo Kyrgios de errarle a la pelota y pegarle por abajo. Iba al frente como loco. Por ahí le quedaba una pelota en tres cuartos y quería volearla a la altura del hombro, que es un pelota dificilísima. Decías ‘qué está haciendo’, pero preferías eso porque decís ‘si sigue, si entrena, cuando crece ya lo viene practicando con su cabeza, visualizando desde los 11 años. A los 16 hace todo’. Es lo que uno busca”, aclara Delgado.