Javier Milei asumió como Presidente de la Nación el pasado 10 de diciembre. Sin embargo, antes de dedicarse a los números, cuando era un adolescente tenía el sueño de ser arquero profesional. Y estuvo muy cerca de conseguirlo: llegó a jugar en la Reserva de Chacarita Juniors y compartir entrenamientos con la Primera del club de San Martín, tras un paso de 16 meses por San Lorenzo de Almagro, donde se coronó campeón con la categoría 70.
“Daba muchas órdenes y ordenaba al equipo. No hablaba mucho, pero decía lo justo y necesario. Milei estaba muy enchufado con el fútbol”, reveló Ignacio Fernández, alias Tyson, uno de sus ex compañeros, y de los más compinches, en las juveniles azulgranas.
Allí, en San Lorenzo, Milei llegó con 15 años en 1986, jugó hasta abril del año siguiente y se transformó con el tiempo en el capitán de Los Forzosos de Almagro, equipo que derrotó por 4 a 1 a Huracán en la final y se consagró campeón en la Sexta División. Y además, se ganó el apodo que lo acompaña hasta el día de hoy: “El Loco “, mote que se lo puso uno de sus entrenadores, Rodolfo Pocho Bettinotti, por su estilo a la hora de atajar durante los juegos.
“Tenía una particularidad especial: salía a cortar afuera del área y te liquidaba. Si tenía que trabar con la cabeza, lo hacía. Entonces, en un partido que atajó muy bien, Bettinotti dijo ‘mirá a este loco cómo sale del arco’. Sus compañeros lo escucharon y le quedó”, reveló Tyson Fernández.
Por entonces, el portero ya lucía su cabellera frondosa, un poco más rubia, se colocaba una vincha para evitar que el pelo le tapara los ojos, y por su carácter y personalidad fue elegido el capitán del equipo y era acompañado asiduamente por su papá Norberto y su hermana Karina, quienes lo apoyaban en el sueño de ser futbolista.
“Karina (Milei) no solamente iba a verlo jugar, sino que también se colgaba del alambrado para alentar a su hermano. Ella era más efusiva que él. Javier era más callado. Karina hablaba mucho detrás del alambrado”, revela en diálogo con Infobae el ex marcador central, que llegó a debutar en la Primera azulgrana.
Tras aquella experiencia azulgrana, Milei volvió a Chacarita. Y a los 18 años integró el plantel de la Reserva que compartía entrenamiento con los profesionales. Cuando empezó a estudiar Economía, colgó los guantes definitivamente para llegar hoy a comandar a la República Argentina.
- ¿Qué recordás del paso del presidente Javier Milei por San Lorenzo de Almagro?
- Hay un montón de cosas. La primera es que era un personaje muy vistoso. Nosotros arrancamos en una prueba en enero de 1986. Nos presentamos ante los entrenadores, Osvaldo Diez y Roberto Bettinotti, quienes además eran los supervisores de las Divisiones Inferiores, encargados de tomar las pruebas. Yo me acerqué a ellos y observé que éramos 520 chicos para hacer la prueba.
- ¿Dónde eran esas pruebas?
- En Ciudad Deportiva. Había seis canchas y armaron varios equipos. Pasaba que por ahí estabas jugando en una cancha y te pasaban a otra. Nos cambiaban todo el tiempo. Pero con Javier y otro chico nos movíamos los tres de acá para allá, siempre juntos, e íbamos para todos lados. Esas pruebas duraron dos meses, enero y febrero. En este último mes se hizo un filtro y quedamos finalmente 50 juveniles. Ahí fue cuando tuvimos charlas entre los tres, y en ese momento, yo dije: “Estamos al horno”. E inmediatamente Milei respondió “al horno no, vamos a quedar nosotros tres”. Y al final sucedió. A partir de marzo, se armó un torneo, pero durante todo el año estuvimos a prueba, más allá de estar jugando en San Lorenzo.
- ¿Cómo fue ese torneo?
- Se armó un campeonato que abarcaba muchos clubes, con la idea de ver jugadores que no eran fichados por los clubes, sino que estaban a prueba para poder ser fichados a futuro. Entonces, entramos los tres y nos mantuvimos juntos. En nuestro equipo había ocho arqueros, entre ellos, Milei. Y él, justamente, no era del más alto, no tenía porte de arquero. Entonces, se hizo un filtro con el tema del arquero bastante importante, pero Javier quedó. De esta manera, el club presentó dos equipos: Los Forzosos de Almagro, que éramos nosotros, y Los Matadores; ambos representábamos a San Lorenzo. Y a partir de ahí, arrancó el famoso torneo en el que Milei festeja con la copa en alto. De lunes a viernes entrenábamos en Ciudad Deportiva, y los sábados enfrentábamos a los equipos: Sacachipas, Riestra, River Plate, Boca Juniors, Vélez, Racing Club, Huracán, entre otros. Todos estos contaban con chicos a prueba. Ahí fue cuando Milei se ganó el apodo de El Loco.
- ¿Por qué ese mote?
- Todos le decían Milei, lo llamaban por su apellido. Él competía en el puesto con Juan Carlos Docabo, pero en ese torneo salimos invictos, no perdimos nunca. Cuando llegamos a los cuartos de final, los partidos eran muy complicados por los rivales a los que enfrentábamos. Previo a esos encuentros, algunos de nuestros compañeros estaban amedrentados por dónde íbamos a jugar, pero Javier no, ya que nunca se achicó.
- ¿Milei se lesionó durante ese torneo?
- Sí, sufrió una lesión en una de sus costillas, debajo de una de sus axilas, en el partido de octavos de final. Surgió porque salió a cortar el juego como un loco. En esas instancias eran partidos nocaut; el que perdía quedaba afuera. En semifinales, el rival fue Maquinista Savio, equipo que hacía de local en Parque Roca. En ese encuentro, se lastimó, pero lo ganó realmente solo, ya que salió a matar o morir. Ahí el Pocho Bettinotti dijo “viste lo que hizo el loco este. Este está loco”, porque salía a descolgar una pelota estando lastimado en unas de sus costillas.
- ¿Quién lo llevaba a los entrenamientos y a los partidos?
- Su papá y su hermana. Karina no solamente iba a verlo jugar sino que también, con el pelo suelto como se la ve ahora, se colgaba del alambrado para alentar a su hermano. Ella era más efusiva que él. Javier era más callado. Karina hablaba mucho detrás del alambrado. “Vamos que tenemos que ganar, Javier”, le decía, y alentaba en todo momento. Pero también al resto de nosotros nos pedía ir para adelante. Cuando se refería a su hermano, no le decía Javier.
- ¿Cómo lo llamaba?
- “Nene”. “Dale nene, salí ahora” le gritaba a Javier. Pero su papá era muy tranquilo. Yo tengo un hermano que hablaba mucho con el padre de Javier porque íbamos a todas las canchas y se generó un ambiente familiar. Norberto Milei le reveló a mi hermano que su hijo en la semana pensaba todo el tiempo en el partido que iba a jugar. Que era un chico “eléctrico” todo el tiempo, decía su papá.
- ¿Cómo era Javier durante los partidos?
- Daba muchas órdenes y ordenaba al equipo. No hablaba mucho, pero decía lo justo y necesario. Milei estaba muy enchufado con el fútbol. Es más, los más transcendentales partidos fueron dos: la semifinal, que la disputamos en la cancha de Delfo Cabrera que queda en el Circulo de la Policía, y la final contra Huracán. Previo a la semifinal, Norberto le pidió a su hijo que se cambiara el buzo negro y rojo que usó desde que arrancó a jugar en San Lorenzo. Pero no quiso ponerse uno amarillo nuevo y limpio. El papá le dijo “ponete este así salís mejor en la filmación”. Pero Javier no quiso con la idea de mantener la cábala. Recuerdo que en la previa nos dijo “este es el partido que debemos ganar. Es a vencer o morir”. Y ganamos, finalmente.
- ¿Cuando no pudo ir a jugar por lesión se quedó en su casa?
- No, vino a estar con nosotros, a alentarnos junto a su padre porque no se podía quedar en su casa. Ahí fue cuando su papá reveló que estaba enchufado con San Lorenzo, jugase o no. De esta manera, acompañó siempre al equipo. Hay un gesto que siempre vi en él que repite hoy como Presidente de la Nación.
- ¿Cuál es?
- Su risa y una mirada particular que tiene desde chico. Cuando salimos campeones frente a Huracán, sonrió de la misma manera que lo hizo cuando llevó a cabo la jura como Presidente de la Nación. Es más, cuando salió a hablar a la explanada del Congreso frente a la gente presente en la Plaza de los Dos Congresos, se rio, abrió los brazos y los levantó. Hizo lo mismo cuando salimos campeones. Se paró frente al público presente antes de levantar la copa, se rió y abrió los brazos. Además de eso, era una persona que te decía algo y lo cumplía. También, una maquina de entrenar.
- ¿Cómo tomó el hecho de quedarse afuera dos partidos por lesión?
- Fue lo único malo de todo el proceso en San Lorenzo porque estuvo muy metido y quería jugar siempre. Cuando se recuperó, se puso los guantes de nuevo. Después, era de ir a entrenar muy positivo y estricto. Y llevaba a cabo siempre lo que decían los entrenadores. Además, era muy puntal.
- ¿De qué manera hacía la preparación física?
- Muy compenetrado con lo que tenía que hacer. Entrenábamos el martes físico, el miércoles resistencia y el jueves con pelota. Cuando finalizaron los entrenamientos, nos íbamos y él se quedaba entrenando solo, porque tenía los objetivos muy claros. Disfrutó mucho de jugar a la pelota y era un muy buen compañero.
- ¿Cómo era la relación con sus compañeros y familiares?
- Era callado. No como es ahora. Conmigo fue el que más habló dentro de la cancha. Tenía mucha relación con su hermana, quien se acercaba a él y lo abrazaba. Previo a la semifinal, Karina se acercó y le dijo “tenemos que ganar”. Ella estaba metida como si fuese parte del equipo. Le daba indicaciones en alguna jugada específica. Karina hablaba más que él. La relación era muy buena. Su papá también estuvo con él siempre, pero no era de dar muchas indicaciones. Apenas soltaba un “bien, bien”.
-¿Y su mamá?
- No recuerdo haberla visto ni que lo haya acompañado, por eso no la nombré. La pude ver el otro día en la televisión, pero no la recuerdo. Cuando vi al padre me llevó 35 años atrás. Hoy, está igual, pero con 10 kilos de más, viste. Si me lo cruzo en la calle lo reconozco bien, pero a su madre no.
- Hoy, ¿siguen en contacto entre los campeones de esa categoría?
- Sí, tenemos un grupo de WhatsApp donde están Gonzalo Castro, Cristian García, Pachi Ozán, Diego Monarriz, Toto García, entre otros. Javier estaba hasta antes de ser candidato a Presidente de la Nación. Pero después salió del grupo cuando empezó a meterse de lleno en la política. Cuando él gana la presidencia, le mandé un mensaje aparte. Le llegó, pero no me respondió, porque no sé si no le cambiaron el número telefónico. El mensaje yo sé que le llegó.
- ¿Que comentarios hacía en el grupo?
- Le hablaban del tema de la política, lo jorobaban con eso y le decían “no te olvides de nosotros”, “mirá si llegas a ser presidente”. Respondía muy poco. Alcancé a leer algunos mensajes suyos a compañeros referidos a sus cumpleaños. O por ejemplo, leí “si me puedo reunir”, pero cuando organizábamos alguna salida, no asistía. Nunca pude tener una charla con él. Estuvo muy poco en el grupo y tuvo que salir.
- ¿Qué tal fue la final contra Huracán?
- En la cancha de Defensores de Belgrano fue terrible porque llegábamos con ventaja deportiva y con un empate salíamos campeones. En ese partido, Milei fue el capitán. Por este motivo, fue el primero en levantar el trofeo. Era imponente ya con su forma de ser. Había otros chicos, pero él era un distinto. También con su peinado. Nunca le vi cambiar su peinado, así fue siempre. Lo cargábamos, pero tomaba todo con mucho humor.
- ¿Es verdad que un día jugó con una vincha en la cabeza?
- Sí, una vez se la puso y luego se la sacó porque alguien le gritó desde afuera de la cancha. Viste que usaba el pelo medio largo. Se lo había mojado por el calor que hacía, se le caía en sus ojos y, como no podía ver para atajar, se puso la vincha. Le gritaron y se lo sacó inmediatamente.
- ¿Tenía porte de arquero?
-Si tenía que elegir un arquero de todos los que había, no lo elegía a él. Hay un tipo de prototipo de arquero en cuanto a la estatura y el físico que él no tenía, sino más bien un físico a su medida, flaquito, marcado y usaba tapones altos. Pero se ganó el arco con condiciones y demostrando que podía atajar. Cuando se ganó el apodo de “El Loco” fue porque hizo un partidazo en la semifinal. Ganó de arriba, de abajo, salió a cortar y lo único que le faltó fue hacer un gol.
- ¿Lo viste enojado alguna vez?
- No con los rivales, sí con nosotros en varios partidos porque tenía mucho carácter. A mí me decía: “Tyson no te duermas, salí a cortar, ¿qué estás haciendo?”. Porque yo jugaba de marcador central. Entonces, recuerdo que en las semifinales en Delfo Cabrera la gente estaba en contra de nosotros, ya que nos querían bajar a toda costa. Eso a Javier lo motivó y lo puso ahí arriba; tenía una valentía de tan chiquito. Nosotros analizábamos los rivales una semana antes y decíamos “tenemos que enfrentar a Argentinos Juniors, que son unos lungos tremendos”. Pero él acotaba: “Les vamos a ganar, nosotros somos mejores”.
- ¿Qué sucedió cuando una vez se enfrentaron los dos equipos de San Lorenzo, Los Forzosos y Los Matadores?
- Fue un partido terrible. Porque los padres estaban divididos, ya que todos éramos de San Lorenzo, pero hinchaban unos para un lado y otros para el otro. Les ganamos y pasamos nosotros. Por eso, luego jugamos instancias finales y terminamos siendo campeones. Ese partido lo disfrutó mucho porque el otro equipo azulgrana tenía jugadores de buen pie. Nosotros también, pero éramos más aguerridos. Los Matadores tenían otra técnica y ya habían sido fichados por el club. Y, cuando ganaban, lo hacían por goleada. Fue terrible pero hermoso y lo disfrutamos mucho.
- ¿Cuánto tiempo permaneció en San Lorenzo?
- 16 meses. Cuando regresé de Paraguay, no encontré a ninguno de mis ex compañeros y no supe más nada de ellos. Yo tengo a mi esposa y tres hijos, y un día mirando el programa de televisión de Alejandro Fantino observo que lo presentan a Milei e inmediatamente dije “a ese lo conozco”. Hice un poco de memoria y recordé que había jugado conmigo en San Lorenzo. Hoy él está en otra cosa y ojalá podamos hablar algún día.