“Gonza, te tirás a deprimirte en una cama porque no podés seguir jugando o te venís conmigo el lunes a las 5 de la mañana para vender garrafas”. El martes 9 de septiembre de 2014, Gonzalo Olid Apaza se marchó del Estadio Ciudad de Laferrere y llamó a su padre para soltarle su confesión: dejaría de dedicarse al fútbol. Con solo 22 años, iniciaba una nueva faceta de su vida, alejada de una carrera marcada por estar al lado de distintos campeones del mundo.
La primera citación del volante a la selección argentina sucedió a los 15 años con Ubaldo Matildo Fillol como entrenador. El Pato confió en sus condiciones y fue escalando en la Sub 15 hasta ser dirigido por José Luis Brown en la Sub 17. Ese plantel tenía una figura en ciernes, que la descosía en las juveniles de Independiente: Emiliano Martínez. “Él nos daba confianza y seguridad de que en los penales alguno iba a atajar”, confía Olid Apaza en un extenso reportaje para Infobae sobre aquella final del Sudamericano perdida por penales ante Brasil, cuando Dibu le tapó las ejecuciones a Philippe Coutinho y Dudu.
El oriundo de San Miguel le dejó un mensaje sin respuesta en su casilla de Instagram en agradecimiento tras ser campeón del mundo con la Mayor y siguió su vida, alejado de su época de gloria en River Plate. La categoría ‘92, ganadora de cinco títulos en las Divisiones Inferiores, tenía a grandes valores como Erik Lamela, Ezequiel Cirigliano, Rodrigo Rey y Leandro González Pirez, entre otros. Gonzalo era uno de ellos.
Su rendimiento en el Millonario le regaló la posibilidad de integrar las filas de la Albiceleste bajo la tutela del Tata Brown, el Checho Batista, el Vasco Olarticoechea y el Negro Enrique. Además, le permitió conocer de cerca a Lionel Messi y Diego Maradona en una de las tantas prácticas de la Celeste y Blanca, que conformaba por ser integrante de los sparrings: “Diego era el técnico y el árbitro del partido, tenía ganas de abrazarlo en medio del entrenamiento”. Su memoria es la única prueba: nunca se sacó foto ni tampoco les pidió un autógrafo a los dos mejores jugadores argentinos de la historia.
Deportivo Merlo, Defensores de Belgrano, Defensores de Cambaceres y San Miguel fueron sus equipos en el fútbol profesional. Hoy, el mismo hombre que lo guió para probarse en River es su entrenador en el Club Deportivo Malvinas: Alejandro Ruitiña. Actualmente, pelea el ascenso al Federal A y no le interesa lucrar con el club porque se mantiene con su emprendimiento iniciado hace ocho años: “Me dedico a vender verdura embolsada”.
- ¿Por qué elegiste el fútbol?
- Se fue dando. Mi familia no tenía nada que ver con el fútbol. Me cruce a Alejandro (Ruitiña), que hoy es el técnico de Malvinas. A los 11 años, me llevaron a jugar en cancha de 11. Y a los 12 años ya estaba jugando en River. Me consiguió una prueba, estuve un año a prueba porque había cerrado el libro de pases y tuve la suerte de quedar. Antes, estuve entrenando seis meses en San Miguel y, al final, me fui con Alejando a una filial de River. Habré jugado seis meses ahí, me llevaron a probar y empecé a jugar. Me dieron la posibilidad de ir a la pensión, pero yo viajaba todos los días desde San Miguel.
- ¿Cómo te definirías dentro de la cancha?
- Hace cuatro años que estoy jugando como volante central fijo, entre los dos centrales, pero siempre jugué de 8. La mayor parte de mi carrera fui volante por derecha o doble 5. Ahora, hace cuatro años que estoy jugando de 5 y me encantó. Le agarré el gustito al puesto.
- Fuiste dirigido por el Tata Brown en tu paso por las Juveniles de la Selección Sub 17. ¿Qué recuerdos tenés de esa época?
- Tengo muchos, no solamente del Tata, sino de toda esa camada del ‘86, porque estaban el Vasco Olarticochea, el Negro Enrique, el Checho Batista.
- ¿Cómo eran esas concentraciones? ¿Y el sentido de pertenencia?
- Nos hacían sentir en todo momento que era un privilegio estar en ese lugar con la camiseta de la Selección. Ellos sentían la camiseta de una manera muy especial y nos la transmitían a nosotros para sentirla de la misma manera. Tenían una devoción increíble por la Selección y se sentía. Fue algo mágico. Hoy tengo 31 años... Me pongo a pensar la cantidad de cosas que me pasaron, que a veces no las creo porque pasó volando el tiempo, pero fue mucho aprendizaje.
- Durante el Sudamericano y el Mundial Sub 17 compartiste plantel con Dibu Martínez. ¿Cómo fue tenerlo de compañero?
- En ese momento, atajaba (Ignacio) Negro Arce, que justo ascendió ahora con Riestra. Era el arquero titular y me acuerdo que el Dibu tuvo su chance en el Sudamericano y, desde ahí, no salió más. Tenía la misma confianza que tiene hoy. Se lució, jugó muy bien en el Sudamericano y, a la vuelta, lo compró el Arsenal. Tenía la misma personalidad que luce en la Selección. No me sorprende que haya logrado todo lo que logró. Siempre tuvo mucha confianza en él, en sus condiciones y dio sus frutos. Nos hizo muy felices a todos.
- Ustedes llegan a la final del Sudamericano contra Brasil... ¿En esa definición, les dijo: ‘Miren que yo atajo dos’?
- Nos dijo que iba a atajar... De hecho, atajó (a Phillippe Coutinho y Dudu). Ese partido se nos escapó, lo íbamos perdiendo 2-0, lo empatamos 2-2 y no tuvimos suerte en los penales, pero habíamos hecho un partido muy bueno también.
- Dibu Martínez aconsejó a Messi al momento de patear penales en el Mundial de Qatar. ¿A ustedes también los aconsejaba?
- Sí, éramos chicos y, por ahí, uno era más inconsciente de todo, pero siempre nos aconsejaba... Quizás, en ese momento, no se estudiaba tanto al otro equipo, pero siempre estaban los consejos de para dónde patear o los movimientos del arquero.
- ¿Le mandaste algún mensaje después de ser campeón del mundo?
- Le mandé un mensaje. No me contestó, obviamente (risas), porque habrá tenido un millón de mensajes. Le mandé por Instagram, simplemente para agradecerle. Tampoco lo hice muy largo. ¿Si me clavó el visto? La verdad, no me fijé.
- ¿Cómo se hace para mantener los pies sobre la tierra jugando en River y la Selección?
- Yo no entendía mucho lo que me estaba pasando. Se fue dando todo de una manera muy natural. Yo jugaba, y me gustaba hacer lo que hacía. No sentí en ningún momento que despegué los pies de la tierra. Siempre tuve mis amigos de toda la vida, los cuidé de la misma manera, después nunca fui de fijarme quién estaba conmigo por conveniencia o no. Seguramente hubo, pero nunca le di mucha importancia.
- ¿Tomaste noción en algún momento de todo lo que te pasó?
- Recién ahora. Con 31 años, hablando con amigos. Tampoco soy de hablar mucho sobre lo que me pasó a mí porque, a veces, pienso que no me lo van a creer. ¿Si alguna vez no me han creído algo? No, al contrario. Cuando lo cuento, me dicen: “Qué locura, cómo nunca nos contaste esto”. También me cuesta hablar de lo que hice o no con personas que conocí después del fútbol. Cuando sale la conversación y les cuento cosas que viví... Como que, cuando fui sparring de la Selección, pude ver al Diego y Messi...
- ¿Cuándo fuiste sparring?
- Cuando nosotros nos estábamos preparando para el Mundial de Nigeria (N. del A.: cayeron en octavos de final contra Colombia), la Selección se estaba preparando para el Mundial de Sudáfrica en 2010 y todos los miércoles íbamos a hacer fútbol con la Mayor. Nosotros llegábamos al entrenamiento y nos saludaban uno por uno. Era una locura. El Diego (Maradona) era el árbitro del partido. Jugábamos con Messi, estaban todos. En ese momento, yo no tenía celular, me acuerdo que tenía Nextel y no pude grabar nada ni sacarme una foto porque nosotros concentrábamos en el predio de adelante e íbamos al de atrás, donde estaba la Mayor, y no llevábamos celular ni nada. Han venido a comer con nosotros a la noche Cambiasso y Ustari, entre otros. Verlo entrenar a Messi fue una locura... Eso sí que todavía no lo creo. Hacíamos fútbol y entrenábamos con ellos como si fuera normal. Tenía 17 años y tratabas de tomarlo con la seriedad que merecía el momento, pero también tenés unos nervios bárbaros.
- ¿Había nervios de lesionar al 10?
- Sí, obvio. Igual, se jugaba a un ritmo mucho más tranquilo que un partido. Entrenábamos para que ellos hagan sus movimientos más que un entrenamiento nuestro, pero era solo admirar... El Diego era el técnico de las prácticas. Tenía ganas de abrazarlo en medio de la práctica y, a la vez, mantener esa seriedad de entrenar con la Mayor
- Me contabas que Maradona era el árbitro de esos partidos. ¿Qué anécdota te acordás de esas prácticas con él?
- Yo jugaba de mediapunta en la Selección. Siempre estaba parado en el círculo central, el Diego estaba plantado en el círculo, parando las jugadas. Me acuerdo eso. Paraba las jugadas todo el tiempo. Les hablaba a los jugadores, de los movimientos. Verlo ahí era algo totalmente surreal. Necesitaba que me pellizcaran para creerlo.
- Me dijiste foto no, pero autógrafo sí. ¿O no?
- Nunca fui de pedir mucho autógrafo, nunca fui tan cholulo en realidad. Ahora me arrepiento un poco, pero no. Me queda todo en la memoria.
- ¿Te tocaron de una forma distinta las muertes del Tata Brown y Maradona al haberlos conocido?
- Sí. Fue un golpe bastante duro cuando me enteré lo que había pasado con el Tata porque compartí muchas cosas. Más allá de lo futbolístico, él nos aconsejaba desde lo humano. Lo del Diego, creo que nos pasó a todos. Para mí, siempre fue lo más grande del mundo, lo más lindo que vi jugar a la pelota. Me quedo con los recuerdos y la simpleza que él tenía con nosotros.
- Te tocó vivir en las Inferiores de River un hecho bastante traumático para el hincha: el descenso. ¿Cómo fue ese suceso desde adentro?
- Fue tremendo para todos... Había un clima que no era bueno en el club. Es algo que River tuvo que pasar para después salir a flote y que le pase todo lo que le pasó. Como un pibe que estaba jugando ahí, era la peor época de River y me jugó en contra. Si bien entrenábamos, no teníamos la chance de mostrarnos tanto como ahora porque había muchos jugadores de Primera, que no podían jugar y ganaban minutos en Reserva. Después de haber jugado un Mundial y estar dos años en la Reserva, me terminé yendo a Deportivo Merlo para jugar en la Primera Nacional porque no jugaba. Me voy por eso. Quería jugar, necesitaba minutos, me salió esa oportunidad y me fui. No hablé con Almeyda en ese momento, sí lo hice cuando volví del préstamo. Entrené dos meses con los jugadores que Matías no iba a tener en cuenta. Estaban (David) Trezeguet, (Leandro) González Pirez, los Melli Funes Mori.
- Chicos de tu camada, como Lamela, tuvieron que jugar en ese contexto. ¿Vos tuviste alguna oportunidad de mostrarte en River en ese momento?
- Entrené dos meses cuando estuvo (Leonardo) Astrada, pero nunca tuve la chance de hacer una pretemporada, y justo a los 18 años estuve cuatro meses de baja por lesionarme el quinto metatarsiano. Eso me jugó en contra.
- Tu carrera transcurrió rodeado de campeones del mundo: Tata Brown, Maradona, Messi, Trezeguet...
- Sí, ahora que lo decís... Nunca lo había pensado, pero sí. Viví cosas muy locas y lindas. A mí, haber compartido tantas cosas con mis mismos compañeros que estuve desde los 12 años, y verlos triunfar... Este fin de semana estuve con (Ezequiel) Cirigliano, que vino a mi casa y charlábamos de eso: lo chocante que fue para nosotros compartir tanto de chicos, que vayan debutando en Primera y tener la posibilidad de verlos triunfando hoy en día me pone muy contento.
- ¿Pensás el ‘qué hubiera sido’?
- No, nunca sentí mi carrera como un fracaso después de jugar a la pelota. Terminé jugando en la C, en un club como Cambaceres, que fue la primera vez que decidí dejar de jugar. También descubrí cosas que, si seguiría jugando al fútbol, no las iba a poder hacer. Como lo fue empezar a laburar, fue algo nuevo. Tuve la posibilidad de empezar a viajar, descubrí otra pasión que tenía aparte del fútbol, que me encantó. Traté de ir buscándole la vuelta. También dejé justo a una edad como a los 24 o 25 años, que era una edad en la que podía ir eligiendo para donde iba. Nunca me arrepentí de haber dejado de jugar.
- ¿Habías trabajado de otra cosa antes de dejar el fútbol?
- No, me había dedicado solo al fútbol. Hasta que dejé en Cambaceres, solo fútbol y, después, mi papá vendía papas en ese momento y me tiró la mano para que me dedique a eso y desde hace ocho años me dedico a vender verdura embolsada. Nada que ver.
- ¿Cómo? ¿Vas con el camión?
- Sí, me compré un camión con lo que me dejó el fútbol, que lo tengo hasta el día de hoy, creo que no lo venderé nunca porque le tengo un cariño muy especial. Salí a la calle... Tuve un amigo, quien fue muy importante en esa decisión. Mucha gente venía a decirme: ‘Gonza, ¿cómo vas a dejar de jugar?’. Ese amigo, Pipi Fernández, fue el único que vino a decirme: ‘Gonza, o te tirás a deprimirte en una cama porque no podés seguir jugando, que lo hace poca gente, o te venís conmigo el lunes a las 5 de la mañana para vender garrafas’. Él tiene un reparto de garrafas. Me comentó que era en lo único que me podía ayudar. Ahí arranqué vendiendo eso sumado al laburo de mi viejo. Hasta el día de hoy, nunca paré.
- ¿Qué otros trabajos tuviste?
- Empecé vendiendo garrafas con Pipi en la zona de San Miguel, Los Polvorines, Bella Vista. A los cuatro meses, hacíamos todo el reparto y, en su camión, empezamos a meter papa, cebolla, de a poquito y me fui armando mi reparto, que lo tengo hasta el día de hoy. Hago el reparto de verduras, nosotros traemos mercadería de afuera y repartimos a los mercados, restaurantes y bares.
- ¿Por qué dejaste el fútbol?
- Cuando terminaban los entrenamientos, me encantaba quedarme pateando tiros libres, me sacaba los botines, pisaba el pasto, disfrutaba mucho ir a entrenar, pero dejé de disfrutarlo como lo disfrutaba hasta el punto de terminar de entrenar y querer irme a mi casa lo antes posible. Siempre fui un apasionado, un enamorado del fútbol, y sentía que me iba a dejar de gustar si seguía haciéndolo como una profesión. Ya en Cambaceres, me di cuenta que no iba a vivir del fútbol. Y el ambiente tampoco era lo que más me gustaba. Un miércoles en cancha de Laferrere jugué el último partido con Cambaceres, lo llamé a mi viejo para decirle que no me iba a dedicar más al fútbol, me bancó en la decisión.
- ¿Por qué decís que no te gustaban cosas del ambiente?
- Porque el ambiente del fútbol no es fácil. En un plantel de 40 jugadores, juegan 11 y no están todos contentos. Mismo, la gente... Te sentís una X. Cuando estás bien, sos el mejor, y cuando no, sentís ese espacio.
- ¿Por qué decidiste volver a San Miguel pocos meses después de tu salida de Cambaceres?
-Justamente, trabajaba en el camión cuando me llamó Patricio Hernández, que estaba en San Miguel y se enteró que había dejado de jugar. Me preguntó si no me interesaba hacer la pretemporada en la C. Dije: ‘Bueno, si me están llamando, es una buena oportunidad para arrancar’. Encima, me quedaba cerca; en Cambaceres tenía dos horas de ida y de vuelta. Esto era más práctico. Siempre quise jugar en San Miguel porque era el club de mi barrio. Quería saber lo que era sentir jugar en la cancha de San Miguel, con mi gente, lo pude hacer y me saqué las ganas. Estuve tres meses. Después, me fui.
- ¿Cómo fue esa progresión de estar en River a saltar a clubes del Ascenso?
- No me costó la adaptación porque el que juega está acostumbrado a pasar por cualquier tipo de vestuario, pero cambió todo. Pasé de estar en River, que es uno de los clubes más grandes de Argentina, a Merlo, cuando a veces no teníamos ropa o agua caliente. Noté el cambio, pero no sentí que me haya afectado.
- ¿Vos cobrás un sueldo en Malvinas?
-No, mi profesión es vender verduras y ya tengo algo de muchos años. Mis compañeros tienen un viático en Malvinas, que les da una mano. Estoy más en lo que pueda ayudar a mis compañeros que en lucrar con algo del club. No me interesa. Por suerte, tengo la posibilidad de mantenerme con mi trabajo.
- ¿Vos considerás que te retiraste del fútbol?
- No, lo dejé como mi profesión principal. Nunca dejé. Cuando me preguntan por qué dejé el fútbol, siempre contesto que nunca dejé de jugar, sino que dejé de dedicarme a eso. Yo tampoco lo había buscado, sino que se había dado. Estoy muy tranquilo con que, todo lo que logré, lo hice con el esfuerzo mío y de mis viejos. No lo tomé como algo tan grave. Nunca dejé de jugar al fútbol, de hecho le busqué la vuelta para seguir compitiendo más allá del trabajo que tengo y seguiré haciéndolo hasta que me den las piernas.