A lo largo de sus 86 años, el Turismo Carretera forjó una fuerte tradición familiar y los Castellano son un fiel ejemplo. Oscar fue tricampeón en 1987, 1988 y 1989, y es uno de los máximos ídolos del automovilismo argentino. Su hijo Jonatan está desde 2006 en la popular categoría en la que ganó ocho finales, peleó títulos y es el gran referente de Dodge, marca con la que su padre logró sus primeros dos campeonatos (el otro fue con Ford). Infobae habló con ambos y tienen lindas historias de cómo es compartir una vida vinculada al automovilismo.
Son de Lobería, una localidad del Sur bonerense ubicada a 454 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Forma parte de una región fierrera muy fuerte y el Pincho Castellano (15/09/1948) hizo sus primeras armas en los zonales y en 1971 fue campeón de las “Cafeteras”, que eran cupecitas modificadas y por su aspecto recibieron ese apodo. Más tarde corrió en la Fórmula 2 Nacional y utilizó un buzo que Carlos Alberto Reutemann usó en Ferrari. Ya en el TC fue figura pronto a inicios de los años ochenta y protagonizó un inolvidable duelo con Roberto Mouras.
El Pinchito vino al mundo el 16 de mayo de 1985 en pleno apogeo de su padre y desde muy chico lo acompañó a los autódromos. Si bien Oscar se retiró cuando Jonatan tenía seis años, el flechazo y amor por este deporte lo cautivó desde chico. Comparten esta pasión como su trabajo en su campo, que es una empresa familiar impulsada por el abuelo Néstor.
“Era la clásica antes de salir a una final, llamarlo por teléfono, hablar con él, y post carrera ir a tomar el café con leche a la casa de él. Obviamente que se extraña”, recuerda Jonatan, quien espera poder cambiarse a Ford por un pedido especial de Néstor. “El cambio de marca a Ford era por una promesa al más grande de los Castellano, que siempre me pedía que pase a Ford, que quería que me suba a la marca de la que es hincha. Será para más adelante”, anticipa y sería en 2025 con un Ford Mustang, uno de los autos de nueva generación.
Sobre esa renovación de los coches afirma que “es lo que se espera y la evolución avanza. Sin dudas que cuando estaban las cupecitas y llegaron los autos actuales hubo una discusión fuerte como la que hay en este momento, pero creo que a mediano y largo plazo va a ser para mejor. Siempre me imaginé arriba de un Falcon, pero es el turno de que aparezca el Mustang”.
“La pasión familiar viene de los comienzo del TC. Mi papá se llama Oscar Roberto por los hermanos Gálvez. A partir de ahí, la historia del viejo enriqueció nuestra pasión por el automovilismo. Es la continuidad con ese legado que disfruto tanto”, explica el Pinchito.
“Jon”, como lo llama Oscar a su hijo, comenzó en karting y luego debutó en autos en la Fórmula Renault. En 2005 fue campeón del TC Pista, que es la categoría antesala al TC, y desde esa época que corre con una cupé Dodge que recrea la mítica “Naranja Mecánica” que preparó su padre y con que alcanzó la gloria.
“Uno arranca porque le gusta. En mi caso fue por un amigo que corría en karting y después el tiempo fue pasando. Comencé sobre un Fórmula y por momentos casi termino abajo por la situación del país, pero gracias a Dios pudimos continuar”, indica sobre sus inicios.
“La Fórmula Renault fue un camino duro y difícil. Año 2000/2001, cuando la economía del país no era la mejor. Pude completar el año y fueron dos temporadas y media de aprendizaje con un verdadero auto de carrera. Pero en el TC Pista apareció la primera gran alegría a nivel nacional”, relata Jonatan.
La llegada al TC Pista fue una bisagra y debió decidirse entre el automovilismo o ser ingeniero. “Después arrancó el TC Pista y fue un punto de inflexión para ver si podía correr o no. En ese momento estaba estudiando ingeniería. A la tercera fecha me combinó por tercera vez parciales y de ir a promocionar tuve que rendir otra vez el final. En la cuarta carrera dije ‘ya está, dejo, porque algo me dice que tengo que dejar el estudio’. Tampoco me gustaba demasiado (risas), pero venía bien hasta ahí. Y en esa cuarta fecha ganamos. Así que en ese momento uno de los sponsors era mi viejo y luego el auto se pudo bancar solo hasta el día de hoy con muchos sponsors de mi zona, lo que me permitió dedicarme de forma profesional”, explica.
Jonatan corrió siempre con la presión de su apellido, de ser el hijo de uno de los mejores pilotos en la historia de la Argentina. Las comparaciones estuvieron siempre, pero logró hacerse su propio nombre y su papá lo acompañó en sus comienzos y hoy sigue estando a su lado en los autódromos.
Aunque todavía no pudo ser campeón del TC y esgrime que “en 2018 abandonamos en la primera carrera del playoffs (últimas cinco fechas que definen al campeón y su nombre formal es “Copa de Oro”) y con un puesto 16° éramos campeones y justamente era 16° cuando se produjo ese choque y no pude terminar. En la definición del título, más allá de que la última carrera fue con lluvia y no haber entrado a boxes a tiempo (N. de la R: antes de la final en San Nicolás se largó a llover y los que no cambiaron gomas para piso mojado se retrasaron) nos complicó. Después tuve dos chances claras más y quedé segundo y tercero en la Copa de Oro. Al margen de eso también hay que reconocer que otro hizo mejor las cosas y uno tiene que mejorar para ganar”.
Esas frustraciones lo golpearon y analizó dejar de correr. Perdió motivaciones y la ayuda psicológica fue clave para salir adelante. Pero el título conseguido en la Clase 3 de Turismo Nacional en 2022 fue un aliciente importante y como admite se “sacó un peso de encima”.
“Lograr la corona de una categoría top fue sacarme un gran peso de encima, después de tanto tiempo pegando en el palo. Cuando arrancó ese año en el TC estaba más con ganas de retirarme que de correr y empecé a trabajar con una psicóloga deportiva que me llevó volver a disfrutar del automovilismo y llegó ese campeonato. La idea es seguir firme y por el campeonato de TC”, reconoce. “Fue un análisis, pero si lo pensás es porque está cerca. Y en ese momento pensaba ‘no puede ser que esté a punto de largar una final y me quiera ir a mi casa antes de disfrutar de lo que siempre me gustó después de pelearla tantos años’. Obviamente que es mejor buscar una ayuda profesional para volver hacer lo que a uno le gusta”, confiesa.
Asevera que el automovilismo es ingrato “pero por el contrario te da muchísimas alegrías. Y después pienso, ‘¿qué hago si dejo el automovilismo?’ Buscaría la manera de esta nuevamente arriba de un auto. El día que ya se cumpla un ciclo por edad o por ganas lo dejaré, pero mientras tanto sigo”.
Sobre su padre revela que “comparto muchísimo. Si no nos vemos todos los días hablamos por teléfono. Fuera del automovilismo, para marcarlo más que nada como padre. El que conoce sus logros a nivel deportivo dice ‘qué difícil es llegar a emular lo que hizo el viejo’. Pero si lo conocés como padre te das cuenta que es aún más difícil lograr ser como él, como persona, como padre y como abuelo que como piloto”.
El Pincho, por su parte, cuenta que la pasión familiar por el automovilismo “es algo que cada individuo puede sentirla más o menos. En el caso de Jonatan y mío la sentimos muy intensamente. Transitando un pasaje por la categoría, en su momento me tocó a mí y ahora le tocó a él”.
Además, cuenta la anécdota del buzo de Reutemann: “Eso fue cuando vino la Fórmula 1 aquí en Buenos Aires (finales de los años setenta). Quise ir a ver la carrera y Juan Manuel Fangio me consiguió una credencial. Lo esperé a Carlos para hablar. Físicamente somos iguales. Le pregunté si tenía un buzo y me dijo que si. Me vendió el buzo y después de la carrera de Brasil me mandó toda la ropa. Me dijo, ‘si querés te la regalo’. Obvio que le dije que sí. Eso fue cuando estaba en la Fórmula 2 Nacional y en el TC también corrí con ese buzo del Lole”.
Oscar debutó en el TC en 1981 y en 1987 logró su primer cetro. Sobre cómo era en su época indica “era un TC distinto, los autos, la categoría. Tampoco se puede comparar ahora, que ya son autos originales de calle que hoy son de colección. Se trabajaba mucho en la parte mecánica”.
En tanto que explica el cambio sustancial que hizo para poder ser campeón: “En lo mío es que me dediqué full time y con un empleado más empezamos a ser seudoprofesionales del automovilismo. No por ganar dinero, sino por hacer más competitivo el auto. A partir de ahí se tomó una buena decisión que fue clave para poder ser campeón”.
También recuerda una simpática anécdota de Jonatan en sus primeras épocas en el karting: “Una vez, empezando en karting, fue un domingo a la mañana, había comido una milanesa con papas fritas y yo le decía ‘no comas tanto que estás por salir a pista y no te vas a sentir bien’. Se comió todo. Va al entrenamiento, da una vuelta, hace otra y viene entrando lento a los boxes y le pregunto, ‘¿qué te pasa?’ ‘Se me mueve la milanesa en la panza’ (risas). Tuvimos que esperar a que hiciera la digestión’”.
Castellano padre, ganador de 27 finales, aclara que “la época de los consejos a Jon ya pasó. Hoy él es que el que decide todo y obvio que hay charlas”. A su hijo le tocó una era súper competitiva del TC con 20/30 autos encerrados en un segundo en la clasificación. “Cuesta ganar porque la categoría es muy brava en lo técnico. En lo conductivo, sí, por supuesto, pero define el auto”.
Además, opina sobre los nuevos autos: “Una nueva evolución. Con los tiempos el auto ha ido cambiando, pero el TC seguirá adelante. Es un cambio y con un auto que no lo vemos en la calle. Son coches de nueva generación. Nos habíamos quedados aislados, pero ahora los autos que están en el resto del mundo los usaremos en la categoría”.
Este fin de semana Oscar y Jonatan Castellano comparten la última fecha de la temporada del TC en el Autódromo El Villicum de San Juan. Si bien el Pincho ya no le mete mano a los motores, no puede con su genio y alguna intervención tendrá en el auto de su hijo. Jonatan buscará algún día emular a su padre y poder ser campeón de la popular categoría. La pasión por el automovilismo es para ellos un bien de familia inalterable.