Era casi la medianoche y faltaba un día para el partido. La esposa de Juan Manuel Guerra, por entonces técnico de Platense recibió un llamado en su domicilio: “Señora: dígale a su marido que, si mañana juega Miguelucci, le quemamos la casa. Ese se vendió contra Chacarita”. Pocos conocían esa historia, cuando 24 horas más tarde, Osmar Miguelucci saltaba con el balón en una mano y golpeándose el pecho con la otra. Había atajado cuatro penales en la extensa definición, que mantenía a su equipo en Primera y condenaba a Lanús al descenso. El Viejo Gasómetro de Avenida La Plata, aquel 16 de noviembre de 1977, era testigo de una de las jornadas más dramáticas en la historia del fútbol argentino.
Ese Metropolitano tuvo extenuantes 46 fechas. La pelea por los últimos puestos resultó apasionante. Los descensos eran tres y, a falta de dos jornadas, había 12 equipos con chances de perder la categoría y acompañar a Temperley y Ferro en la Primera B del año siguiente. La mayor sorpresa fue ver en ese grupo a Racing, que se había armado para ser campeón, con la rutilante incorporación de Julio Ricardo Villa. Sin embargo, penó muchísimo y recién respiró aliviado en la última jornada, cuando superó a Platense como local 1 a 0 con un cabezazo de Daniel Killer.
Los 90 minutos reglamentarios del desempate entre Platense y Lanús culminaron 0 a 0, lo mismo que los 30 del suplementario. Llegó la hora de los penales, cuando los relojes marcaban las 23:25 en la noche de Boedo. La serie de 5 dejó la historia 4-4 y se pasó una segunda de dos ejecuciones por equipo. Uno convertido y uno malogrado por lado. Inicio de una nueva tanda: Rivero 6-5 para Platense y Barrera 6-6. Pinasco era el designado, pero estaba desgarrado. Como pudo se acercó al área y su remate se metió a la derecha de Rubén Sánchez. Cayó al piso y fue retirado en camilla. Giachello puso el 7-7 y el drama continuaba. Peremateu reventó un poste y Lanús se asomaba a la ilusión. Era el tuno de Rubén Sánchez, guardavallas de extensa trayectoria, con recordado paso por Boca. Su colega Miguelucci contuvo el disparo. La medianoche decía presente en el Gasómetro de Avenida La Plata cuando Miguel Arturo Juárez adelantó 8-7 a Platense. Llegó Cárdenas y su ejecución encontró el vuelo de Miguelucci hacia la derecha. Los Calamares seguían en Primera.
Fue una noche de leyenda, con 22 penales ejecutados, que no terminó allí, desarrollándose una situación poco conocida. El árbitro Roberto Barreiro no detectó que Platense infringió el reglamento, porque su undécimo penal debió ser rematado por el arquero Miguelucci y lo hizo Miguel Arturo Juárez, quien ya había ejecutado el primero y, obviamente, no podía volver a hacerlo hasta que se completase la lista de sus compañeros. Lanús accionó contra la AFA por la anomalía y un par de años más tarde, cuando se encontraba en Primera C, tuvo fallo favorable. Se le ofrecieron dos opciones: el regreso automático a la máxima categoría o una importante suma de dinero. Con inteligencia, el club optó por ésta última, iluminó su estadio y destinó otra parte a las mejoras institucionales.
¿Dos equipos pelean por el título en un torneo y al siguiente lo hacen por el descenso? Por supuesto que sí. Ocurrió en 1982, con Quilmes y Unión, que se enfrentaron por los cuartos de final del Nacional, certamen en el cual el cuadro Cervecero llegó hasta la final, que perdió ante el Ferro de Carlos Griguol y unos meses más tarde, se vieron las caras en un desempate en la cancha de Sarmiento de Junín para saber, justamente, quién acompañaba a ese equipo a la Primera B. La paridad fue enorme y solo se quebró por un penal que Héctor Clide Díaz le cometió a Carlos Mendoza y que Marcos Capocetti cambió por gol. Ese fue el 1-0, la chapa definitiva de aquella tarde del 20 de febrero de 1983. A Quilmes le costó 8 años volver y para Unión fue un gran alivio, porque tenía jugadores como para no tener que atravesar esa circunstancia, como Osvaldo Escudero, Víctor Bottaniz, Hugo Zavagno y Luis Abdeneve, entre otros. La revista El Gráfico lo certificó con un excelente título: “Domingo, día de Unión”.
“Una semana antes debuté contra Deportivo Español ingresando en el segundo tiempo y llegamos a ese partido con River a todo o nada. Llevábamos más de diez días concentrados en la localidad de Moreno y cuando llegó la hora de la charla técnica, el Chamaco Rodríguez, que era el entrenador, dio la formación conmigo de titular y Miguel Ángel Gambier, que era el goleador, al banco de suplentes. Yo no jugaba en el mismo puesto de él, sino que fui de 10 y el centrodelantero fue Nannini. El tema es que el Pampa estaba sentado atrás de todo en el salón de la charla, se levantó y como loco lo fue a encarar al Chamaco (risas). Después la historia fue increíble”. En diálogo con Infoabe, Marcelo Espina, rememora la caliente previa de lo que sería un partido con un vuelco insólito.
La temporada 1986/87 fue muy trascedente para el fútbol argentino por diversos factores. Como punto de partida el hecho de haber comenzado apenas dos semanas después de la majestuosa consagración en el Mundial de México. River logró por primera vez las Copas Libertadores e Intercontinental, Racing regresó a la máxima categoría y César Luis Menotti produjo una conmoción al asumir DT de Boca. Fue muy disputada la pelea por el título entre varios equipos y apasionante la del descenso, más allá que Deportivo Italiano prontamente perdió la categoría. En las fechas finales fue un mano a mano entre Platense y Temperley, que había perdido buena parte de su plantel a mitad de torneo por falta de pago y la sagacidad de su entrenador, Rodolfo Motta, le permitió rearmarse y pelear con dignidad hasta el final. Fue una última fecha para el infarto, con los Celestes un punto arriba y recibiendo a Rosario Central, que podía ser campeón, al tiempo que los Calamares visitaban a River, en el que sería el último partido oficial del Bambino Veira en su exitoso ciclo con los Millonarios.
“En un momento -continúa Espina- Temperley ganaba y nosotros perdíamos 2-0. Ahí el técnico decidió el ingreso de Gambier, que marcó los tres goles para dar vuelta el resultado. Fue realmente una hazaña. Perdidos por perdidos, nos fuimos con todo al ataque y creamos como 20 situaciones de gol. River tenía algunos chicos, pero también jugadores con experiencia, como Gallego, Alzamendi, el Tano Gutiérrez y Gorosito. No tuve demasiado tiempo para ponerme nervioso en la semana porque me enteré que era titular en la charla”. Platense ganó 3-2 y Temperley igualó 1-1, con la vuelta olímpica de Central. Cuatro días más tarde se jugó el desempate en cancha de Huracán y el cuadro del Sur arrancó mal casi desde los vestuarios, porque a los tres minutos, Jorge Cabrera fue expulsado por aplicarle un golpe a un rival. A Platense le costó, pero en el segundo tiempo hizo la diferencia con los tantos de Miguel Gambier y Alejandro Alfaro Moreno. Una vez más, como tantas veces en aquellos años, gambeteó al descenso cuando parecía imposible.
“Víctor Ferreyra le falló al grupo. Se borró ante Newell´s cuando el equipo más lo necesitaba. Tenía la cabeza en San Lorenzo. Por eso, cuando el presidente me sugirió de ponerlo para este partido, le respondí que de ninguna manera. Hoy no jugaba, aunque fuera el último puntero derecho que quedaba en la tierra. Y si éramos diez, entraba yo antes que él”. Siempre histriónico y divertido, Pedro Marchetta relataba como habían sido las horas previas al desempate que su equipo, Racing de Córdoba, debía afrontar ante Unión, para determinar el segundo descenso de la temporada 1987/88, cuando ya estaba consumado el de Banfield.
En la Bombonera igualaron en un tanto, con golazos de Omar Cabral y Marcelo López, para Racing y Unión, respectivamente. En el tiempo extra no se sacaron ventajas y nuevamente la definición por penales hizo su aparición. El primero de la serie estuvo en los experimentados pies de Jorge García, lateral izquierdo de importante recorrido con varias camisetas, entre ellas, River y San Lorenzo. Su disparo fue detenido por Juan Manuel Ramos, leyenda del cuadro de Nueva Italia. Las ocho ejecuciones siguientes fueron de total efectividad y la última quedó para Raúl de la Cruz Chaparro. Fue una decisión de Marchetta, que había declarado: “Si es decisivo, sé que Chaparrito hace ‘pin’ y la clava en el ángulo”. Eso fue lo que ocurrió, la calidad del mediocampista dejó a Racing por una temporada más en primera con un perfecto remate.
Al comenzar la temporada 1989/90 se estimaba que le iba a ser muy complejo poder mantenerse por su promedio a Instituto y eso se cumplió, porque perdió la categoría varias fechas antes. Para el segundo descenso, Chaco For Ever aparecía como el gran candidato: recién ascendido, algunos jugadores con escaso rodaje en Primera y, fundamentalmente, los resultados que no acompañaban. Sin embargo, tuvo una gran recta final y estuvo a un minuto de la salvación en la última fecha, cuando Argentinos Juniors le empató en su estadio en tiempo de descuento. Como Racing de Córdoba venció a Boca Juniors, ambos igualaron su promedio y se vieron las caras en La Bombonera el 25 de mayo de 1990. La paridad y emociones extremas que hemos descripto de las ocasiones anteriores, lejos estuvieron de decir presente aquella fría pero soleada tarde. For Ever mostró una superioridad aplastante desde el inicio y goleó por 5-0, con una destacada labor de Luis Scatolaro, autor de tres tantos. Fue una fiesta inolvidable para los 5.000 chaqueños que colmaron la popular visitante y un dolor inmenso para Racing de Córdoba, que descendió fruto de tres años de malas campañas, dejando después de casi una década la Primera División, adonde aún no ha logrado regresar.
Pocas veces en la historia del fútbol argentino durante una temporada completa tuvo más importancia para los hinchas en general la tabla de los promedios que de las posiciones. Es que desde el arranque estaba latente la posibilidad del descenso de River, hecho que finalmente se concretó en la histórica Promoción ante Belgrano. En una tremenda fecha final, Quilmes perdió la categoría por apenas una centésimas, al caer en su estadio ante Olimpo, que se salvó de todo. El otro condenado saldría del desempate entre Huracán y Gimnasia. Parecía que el Lobo iba a la Promoción, pero el empate que Boca le convirtió en La Plata en la jugada final, lo obligó a un cotejo extra con el Globo. La recta final del cuadro de Parque Patricios había sido muy pobre, perdiendo 9 de los últimos 10 encuentros. Y esa realidad se vio en la cancha de Boca ante Gimnasia el 22 de junio, cuando fue ampliamente superado. Sin resto anímico ni futbolístico, fue derrotado por 2-0 con goles de Lucas Castro y Claudio Graf, sentenciado un nuevo retroceso al Nacional B. Para los Triperos fue una alegría efímera, porque todavía tenían por delante la Promoción, en la que cayeron ante San Martín de San Juan.
La última escala de esta historia contemporánea nos detiene en el 24 de mayo de 2014, a días de comenzar el Mundial de Brasil. El escenario fue el estadio de Rosario Central y los protagonistas, Atlético Rafaela y Colón, que había tenido una temporada complicada dentro y fuera de la cancha. Cuando se disputaba la primera parte (torneo Inicial), recibió una dura sanción de parte de FIFA: descuento de seis puntos por incumplimiento de pago al Atlante de México por el pase de Juan Carlos Falcón en 2007. Culminó anteúltimo por esa quita y en el segundo certamen (Final), con el fin de sumar para engrosar el promedio, realizó una buena campaña, manteniéndose durante buena parte entre los punteros. La remontada no le alcanzó y quedó igualado en el promedio con Rafaela, al tiempo que Argentinos Juniors y All Boys, eran los otros descendidos. El cotejo desempate fue muy parejo y el desnivel llegó a los 57 minutos con un gol de Rodrigo Depetris, que le dio la salvación a Atlético y condenó a Colón a tener que bajar luego de su último ascenso, conseguido en 1995.
Ahora es la hora de Gimnasia y Colón. Uno de los dos abandonará la Primera División, dejándonos, además, sin uno de los clásicos tradicionales. Será una jornada de nervios y tensión. De fútbol en estado puro.