Las lamentables imágenes que se suscitaron antes del partido entre Brasil y Argentina por las Eliminatorias Sudamericanas en el sector de hinchas visitantes del estadio Maracaná causaron que casi se suspenda el match y dejaron un saldo de heridos y detenidos, además de la vergüenza que se repite en cada excursión de equipos nacionales a Río de Janeiro. Varios fanáticos fueron trasladados en camilla hacia ambulancias y hospitales aledaños. Otros, un total de 7, fueron detenidos. Una mujer fue denunciada por racismo: le habría dicho “pedazo de macaco” a un efectivo policial.
Tras la gresca entre simpatizantes brasileños y argentinos durante los himnos nacionales, la Policía Militarizada y seguridad local intervino reprimiendo solamente a la parcialidad visitante. Algunos argentinos fueron detenidos y demorados en el Jecrim (Juzgado Especial Criminal), una especie de calabozo que se encuentra dentro del estadio. Antes, habían acudido a la comisaría de la Policía Civil, situada al lado de la otra sala mencionada. Hubo un octavo detenido, identificado como José, quien fue liberado tras demostrar que no había participado en la trifulca, informó el medio Lance.
Hubo 4 de los 7 detenidos que resultaron gravemente heridos y presentaron heridas en la cabeza que necesitaron puntos de sutura y uno de ellos tuvo que ser llevado al Hospital Souza Aguiar porque tenía un brazo fracturado. El delegado Rodrigo Coelho se hizo cargo de la situación a partir de allí. En tanto, el fiscal Leonardo Cunha informó que todos los involucrados aceptaron un acuerdo con el Ministerio Público por el pago de una multa de 200 reales para no ser denunciados. El fiscal también aseveró que necesitarán tiempo para verificar qué hinchas brasileños participaron de la pelea y si hubo excesos por parte de la Policía Militar.
Respecto a la mujer denunciada, un policía aseguró que durante el conflicto en medio de la grada, lo llamó “mono”, motivo por el cual fue aprehendida y trasladada al Jecrim del Maracaná. El oficial no presentó la denuncia formal por el insulto racista, sino por desacato a la autoridad.
El Maracaná había ofrecido señales de que la temperatura estaba demasiado elevada. Primero, porque lo sucedido con los fanáticos de Boca Juniors durante la final de la Copa Libertadores contra Fluminense en el mismo escenario debía haber funcionado como señal de alerta, pero no ocurrió. Luego, porque en varios sectores del recinto los espectadores estaban mezclados, con el peligro latente que eso conlleva. Y luego, porque poco más de una hora antes del inicio pautado para el cotejo (que al final comenzó cerca de las 22), ya se habían dado algunas refriegas, rápidamente extinguidas, pero que preanunciaban lo que pasó.
A través de un comunicado oficial en el que se puntualizó que hubo 1050 guardias de seguridad privada y más de 700 policías militares abocados al evento, la Confederación Brasileña de Fútbol se eximió de cualquier tipo de responsabilidad por lo acontecido en la Tribuna Sur del mítico estadio carioca: “La organización y planificación del partido fueron realizadas cuidadosa y estratégicamente por la CBF, en conjunto y en constante diálogo con todos los órganos públicos competentes, especialmente la Policía Militar del Estado de Río de Janeiro. Toda la planificación del juego, especialmente los planes de acción y de seguridad, fue discutida con autoridades públicas de Río de Janeiro en reuniones celebradas entre las partes. Los planes de acción y seguridad fueron aprobados sin reservas ni recomendaciones por parte de las autoridades de seguridad pública presentes incluyendo la Policía Militar de RJ”.