La barbarie reapareció en Brasil. La demora en el inicio del cruce contra la Argentina por la violenta represión de la Policía hacia los hinchas visitantes no hizo más que evocar los antecedentes de un accionar despiadado de las fuerzas de seguridad en espectáculos deportivos en dicho país, y el último se remonta a la definición de la Copa Libertadores.
Los incidentes ocurridos este martes en Río de Janeiro comenzaron durante el Himno Nacional Argentino. Los fanáticos de la Albiceleste entablaron una discusión con sus pares de la Canarinha después de que empezaran a silbar la melodía. Volaron algunos asientos y los agentes se metieron en el medio del conflicto y repartieron golpes a mansalva contra la multitud de extranjeros en suelo brasileño.
Rápidamente, los futbolistas del equipo campeón del mundo se acercaron para intentar trasladar tranquilidad, aunque solo fueron espectadores de una agresión repudiable. Distintas personas intentaban escaparse ante un avance discrecional de los uniformados, a pesar del pedido de tranquilidad que emanaba entre los argentinos.
Sin embargo, no es la primera vez de una situación similar. El antecedente más cercano corresponde a la final de la Copa Libertadores. En los días previos a la definición del sábado 4 de noviembre, la Policía había sido protagonista luego de que no intercediera en la emboscada de los seguidores de Fluminense a los de Boca Juniors, quienes permanecían con amigos o su propia familia en las playas de Copacabana. Las agresiones y los robos son parte de las imágenes viralizadas en redes sociales, que muestran cómo los móviles de seguridad se mantuvieron a pocos metros de la pelea. Luego intercedieron, pero contra los argentinos. Y la represión fue salvaje.
Lejos de menguar, la conflictividad fue moneda corriente en las adyacencias al Maracaná en los minutos previos al pitazo inicial de Wilmar Roldán. La guardia de Infantería salió con los caballos para intentar arriar como ganado a los simpatizantes del Xeneize con el único fin de mantenerlos en un corralito sin ninguna posibilidad de avanzar hacia las entrañas del reducto.
Las autoridades de la institución Azul y Oro formalizaron una denuncia ante la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), que abrió un expediente contra Fluminense para analizar la situación. Según expuso Globo Esporte, la presentación hizo alusión a las riñas en la ciudad carioca. A pocas horas de lo ocurrido, la afición organizada del elenco brasileño emitió un comunicado para cortar las muestras de hostilidad: “En reunión sostenida con la directiva del Fluminense FC, la hinchada organizada del Fluminense firmó un pacto para que se cesen de inmediato los conflictos con los hinchas de Boca Juniors”. La tregua no se cumplió: los argentinos volvieron a ser emboscados en el camino hacia el estadio.
Alejados de estos antecedentes recientes, los extraños episodios tuvieron su correlato el 5 de septiembre de 2021. Aquel día, Emiliano Martínez, Cristian Romero, Giovani Lo Celso y Emiliano Buendía estaban bajo la lupa de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil (Anvisa) porque no habían realizado la cuarentena correspondiente en tiempos del COVID-19. Según el organismo, esos jugadores no deberían haber salido del hotel para jugar el partido. Sin embargo, la FIFA y la Conmebol los autorizaron y tres de ellos fueron titulares.
Todo hacía indicar la normal realización del compromiso, pero el duelo correspondiente a las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial 2022 se suspendió a los cinco minutos y nunca más se reanudó. El freno de las acciones comenzó con la irrupción de un individuo (según medios brasileños, pertenecía a la agencia sanitaria) en el campo de juego, que llegó a arrojarle un manotazo a Nicolás Otamendi cuando el defensor estaba discutiendo con él. El bochorno creció cuando las imágenes del hombre en cuestión hicieron foco en un artefacto escondido debajo de su remera que parecía ser un arma de fuego.
En dos de esos tres hechos lamentables sucedidos en el último tiempo, la Policía tuvo un rol preponderante, aunque no fueron los únicos. Todavía están demasiado frescos los fragmentos de una represión salvaje a los fanáticos de Argentinos Juniors durante el encuentro que selló su eliminación en los octavos de final de la Copa Libertadores ante el Flu.
El comunicado divulgado por el Bicho repasó los incidentes: “En medio de la represión policial en la platea, se extravió una menor de su familia. La policía, lejos de permitirle al padre salir a buscarla, continuó incitando a la violencia, dejando no sólo más heridos, sino a una nena sin la protección de su padre hasta que le permitieron acercarse nuevamente”. Las víctimas sufrieron robos y golpes en la antesala al duelo, como también se registraron algunos tumultos iniciados por personas identificadas con el Inter de Porto Alegre contra simpatizantes de River Plate en la previa al cruce en Brasil por la misma instancia del certamen continental.
Todo esto sucede a pocos días de cumplirse el 11° aniversario de un hecho tan histórico como lamentable. El 12 de diciembre de 2012, los golpes modificaron su trayectoria para alejarse de las tribunas y adentrarse en el vestuario visitante del Estadio Morumbí. Los jugadores de Tigre fueron brutalmente agredidos en el entretiempo de la final de la Copa Sudamericana ante San Pablo. Así lo había contado el arquero titular del cuadro de Victoria, Damián Albil: “Estuvimos 15 minutos peleando con 15 tipos con chomba de San Pablo, gente entrenada y vinieron a agredirnos directamente”. No quisieron salir a jugar la parte final. A contramano de la lógica, el árbitro chileno Enrique Osses dio por finalizado el partido y el Tricolor levantó el título, mientras sus rivales seguían lastimados en los vestidores.