Habían transcurrido apenas horas después de que su equipo, los Springboks, se habían consagrado como bicampeones mundiales de rugby, cuando Rassie Erasmus puso la cara de Agustín Pichot como foto de perfil en sus redes sociales. Una movida desconcertante para algunos salvo para quienes más conocen al excéntrico cerebro detrás del seleccionado sudafricano. Un innovador en lo suyo, un tipo distinto, especial, que además no está exento de polémicas y críticas. Tanto en su paso como jugador y coach como ahora, especialmente, en su función de Director de Rugby. Un hombre -de 51 años- pragmático, picante, que siempre va más allá, que a veces luce un paso adelantado del resto, buscando métodos disruptivos para tener éxito en el alto rendimiento. Una mezcla de Carlos Bilardo con Marcelo Gallardo y Carlos Bianchi, como para que los más futboleros argentinos puedan darse una idea de quién estamos hablando…
Erasmus asumió el 1 de marzo de 2018 como coach, cuando los Springboks estaban en crisis. Cinco años después han vuelto a ser campeones de un deporte que siempre los tuvo como candidatos, pero nunca han dominado como ahora. De hecho en estos cuatro años ganaron tantos Mundiales (2) como en el resto de la historia, con el plus de haber recuperado el ADN del juego sudafricano. Y, claro, nada es casualidad a este nivel. Y mucho tiene que ver Rassie, el padre de la criatura que ahora, aseguran, volverá a ocupar el rol de coach, sin dejar el de director. Está claro que es el mandamás del rugby sudafricano.
Hablamos de un verdadero “ajedrecista” que, a horas de su nueva conquista, realizó otra movida sorpresiva, como la de poner la foto de Pichot en sus redes. Algo que varios entendieron como el apoyo a su nuevo candidato a dirigir la World Rugby, la máxima organización mundial del deporte. “Por un lado es un orgullo que un campeón del mundo se acuerde de mí. Y más tan pocas horas después del título”, arrancó Pichot en charla con Scrum, el programa de ESPN, para luego bucear en el motivo que no todos comprendieron. “Trataré explicarlo de la forma más humilde para mí… Desde siempre Erasmus quiso que yo esté tomando decisiones en el plano mundial. Me respeta mucho. Luego del título, me escribió mensaje, me habló de mi honestidad, de mis valores... Yo lo tomo como un lindo gesto, un lindo mimo. A veces la parte dirigencial es muy ingrata, tenés que salir a explicar cosas, a responder a críticas que no son constructivas, y cuando pasan situaciones así, te sentís reconfortado, pensás que realmente algo bien estás haciendo”, completó Agustín, otro que fue un adelantado dentro y fuera del campo de rugby.
Como jugador, Erasmus fue medalla de bronce en el Mundial de Gales 1999 -se retiró en 2003-, durante una época en la que ya se perfilaba como un innovador, usando un sistema de análisis de video militar para estudiar a sus rivales. También, en sus comienzos como entrenador, fue precursor en el seguimiento de las cargas físicas con monitoreos cardíacos, que hoy son habituales en todos los deportes.
Un tipo que siempre estuvo pensando en todos los detalles, en ver cómo podía hacer todo para que los equipos lo entendieran mejor. Y dieran el máximo. Erasmus se solía subir a los techos del Free Stade Stadium de Bloemfontein para levantar carteles de colores que le permitían dar indicaciones a los Cheetahs, algo que no podía con palabras -ni gritos- por el bullicio típico de un estadio repleto. Usó también conos de colores y en este Mundial de Francia utilizó distintas luces para seguir con las órdenes. Una especie de semáforo que levantaban desde el box de coaches y que volvió a dividir la opinión pública de un deporte conservador.
Erasmus tiene casi una desesperación por sacar ventajas como sea, lo que no cae nada bien en un ambiente conservador como el del rugby. Hace un par de años encontró un resquicio en el reglamento para entrar a la cancha y dar indicaciones. ¿Cómo? Ocupó el rol de aguatero. La hidratación de los jugadores era ficticia, en realidad aprovechaba cada ingreso al campo para dar órdenes. La World Rugby lo prohibió rápidamente y lo sancionó con diez meses.
También lo multó en 2021 por fuertes críticas al árbitro australiano Nic Berry, tras el enfrentamiento entre Springboks y British & Irish Lions de ese año, tras difundirse un video de 62 minutos que se filtró en redes sociales. Durante la suspensión, usó esa misma vía irónicamente para mostrarse bailando y festejando triunfos de su equipo. Sólo tardó 15 meses para volver a tener el mismo problema, ya que luego de las caídas ante Irlanda y Francia, en noviembre de 2022, insistió en las inconsistencias arbitrales y sufrió una nueva sanción, esta vez de dos meses. Está clara su postura contra la máxima institución del rugby y los cambios que busca, seguramente con Pichot como líder del cambio.
Incluso Erasmus ha ido más allá cuando propuso tres cambios reglamentarios para mejorar el juego, justamente en una época en que el reglamento del deporte está en la mira. Primero, pidió un grupo de expertos en el scrum, ex jugadores y entrenadores para que actúen como árbitros especialistas, siempre creyendo que tanto el scrum como el maul son dos jugadas tan hermosas como decisivas del juego. Segundo, solicitó respetar los tiempos por acción, exigiendo limitar el tiempo del line, el scrum o la patada, a través de una cuenta regresiva en pantallas gigantes. “Si el tiempo se acaba, pierden la posesión. Podríamos así aumentar fácilmente el tiempo neto de juego, entre 7 y 10 minutos, simplemente haciendo cumplir las reglas ya escritas”, aclaró. Por último, habló de la necesidad de sumar un segundo árbitro. “La idea suena radical, pero puede funcionar si se hace correctamente. Si es eficiente y no intrusivo, podría marcar una gran diferencia en defensa y el breakdown, situaciones en las que un juez necesita cinco ojos para ver realmente lo que está pasando”, dijo.
Rassie, políticamente incorrecto, ha jugado siempre el otro juego, el político, el de presionar rivales, árbitros y directivos. Por caso, en X (ex Twitter) nunca siguió cuentas, salvo en ocasiones especiales que quiere hacer visible algo. Como fue la previa del partido Irlanda-Escocia, en la que se rumoreó desde la prensa la posibilidad de un arreglo de resultado entre ambos para dejar afuera a Sudáfrica. Fue cuando el Director de Rugby empezó a seguir a las cuentas de esos dos equipos. También lo hizo con Inglaterra en la previa del encuentro de semifinales, como indicio de estar atento a lo que hicieran los británicos.
Cada acción suya parece estar pensada y premeditada, incluidos los exabruptos o críticas que ha tenido contra árbitros, directivos o rivales. “Entiendo que a veces puedo parecer bocón, testarudo, arrogante e impertinente”, admitió en su libro. Pero así fue para el afuera como para el adentro. En 2018, por caso, como coach del seleccionado, puso como capitán a Siya Kolisi, el primer jugador de etnia negra en 127 años de historia de los Springboks. Fue él quien levantó la copa en 2019. Nada menos que en un país que tuvo apartheid y que, a la vez, su seleccionado resultó el símbolo de unidad nacional, tras ganar aquel recordado Mundial de 1995, el sueño de Nelson Mandela. Está claro que, además de todo, Erasmus nunca le esquivó a tomar decisiones pesadas…
Pero, más allá de polémicas, siempre estuvo a la vanguardia con alguna idea innovadora. Una de ellas fue la creación del software Outfox, que le permitía al equipo aprender -y luego practicar virtualmente- las jugadas que se trasladarían al campo de juego sin ser entrenadas físicamente, evitando la posibilidad de ser estudiada por los rivales. Algunos creen que esa fue el arma clave para vencer a Inglaterra en la final 2019. Justamente en este torneo, en el que fue entrenador, empezó a implementar la formación Bomb Squad, poniendo siete forwards y un back – en vez de lo habitual 5 y 3-, asumiendo riesgos y buscando desequilibrar desde el poder físico de los delanteros de poder.
También, por caso, se llevó al box de entrenadores a un jugador puntualmente, al experimentado Duane Vermeulen, algo que nunca se había visto a este nivel. Y, en el pasado, hasta buscó sumar a un ex árbitro internacional, como Nigel Owens, “para mejorar la relación de los jugadores con los jueces”, según admitió, aunque sus detractores hablan de que, en realidad, quería un arma más para sacar pequeñas ventajas. Owens se negó a la propuesta de Rassie.
Está claro que detrás del reinado sudafricano hay una persona especial, un cerebro disruptivo e innovador, que está en cada detalle, incluso a riesgo de quedar como el malo de la película. A Erasmus no le importa. Sabe jugar bien este juego. Se trata de uno de esos transgresores que no piensa en el qué dirán, sólo construye poder y progresos para su equipo.