“Tigre fue mi primer amor. En Platense sufrí la falta de pago y jugué muy poco por las diferentes huelgas que hubo, y Huracán me devolvió la vida. Yo pasé mis mejores años en el Huracán del `73, uno de los mejores equipos de la historia”. De esta manera, se presenta Francisco Russo, mejor conocido como Fatiga.
El rosarino se destacó como volante central en un equipo que marcó un antes y un después en Parque Patricios. Pero más allá de haber ganado el tan ansiado título en 1973 tras 40 años de sequía, integró un plantel en el que generó mucho amistades, entre ellas, las del entrenador Cesar Luis Menotti, Miguel Brindisi y su compadre, René Houseman, a quien recuerda como mucho cariño y tristeza.
“Fue un muy buen compañero, más allá de que era un crack terrible. Yo lo valoro más como persona que como jugador. Cuando jugábamos de visitante le decían de todo: villero, ladrón, y el loco no era nada de eso. A veces él agrandaba las cosas. Eran todas mentiras. Dicen que murió en la pobreza, no es cierto. Murió con el afecto y el cariño de sus hijos, de su señora, de sus amigos. Pero bueno, un día contó que jugó borracho en Huracán y quedó marcado para siempre”, resalta Fatiga Russo, sobrenombre que le puso René, y a quién Francisco lo apodó como Hueso Houseman.
Luego de tres años en el Globo, pasó a jugar a River Plate pedido por Ángel Labruna. Pero cuando llegó, su lugar en la cancha ya estaba ocupado por Mostaza Merlo en un equipo en el que sobresalían el Pato Fillol, J. J. López, el Beto Alonso, Leopoldo Jacinto Luque, y Daniel Alberto Passarella, con quien mantiene una amistad hasta el día de hoy.
“Fue un monstruo, de los mejores centrales de la historia del fútbol. Cuando le tocó ser presidente de River, nos llevó a dirigir junto con Ángel Cappa. Yo como persona siento un gran cariño y aprecio por él. Después, de lo que habla la gente sobre su gestión no puedo decir nada. Pero la amistad con Daniel la conservo, más allá de todo lo que se diga”, asegura el hombre de 78 años en diálogo con Infobae.
- ¿Qué es de tu vida, Francisco?
- Estoy viviendo en Olavarría, ya que dirijo un equipo que se llama Municipales. Entramos en el Federal, en el torneo amateur del Interior. Llegamos a la final con jugadores del club, en un campeonato compuesto por 43 equipos más de esta zona. Perdimos la definición contra Embajadores. Hoy soy coordinador del club porque tengo cierto desgaste en la función de director técnico. Entonces, hablé con los dirigentes que me pidieron que me quedara y asumí en este nuevo rol. La idea es que los chicos puedan ir a jugar a Buenos Aires, porque llegan de una parte complicada de esta ciudad.
- ¿De barrios humildes?
- Sí, de pocos recursos. Estoy hablando con Sergio Saturno que está en Huracán, con Mauro Navas en Boca, para plantearles la idea de que estos chicos vayan conociendo otros clubes. Además, voy a hablar con César Luis Menotti para poder visitar el predio Lionel Messi de AFA para que puedan conocerlo. Es parte de la formación que llevo a cabo para que puedan empaparse con otras cosas. El Interior es muy distinto a lo que es la Primera División. Salieron muchos jugadores de acá, como Lucas Janson, Pepo De La Vega, Brian Salvareschi de Vélez, Brian Guille. Siempre les digo que sueñen con otras cosas.
-¿De chico soñabas como ellos, con el hecho de debutar en la máxima categoría?
- Sí. Nací en San Martin de Rosario, en un barrio muy humilde. Empecé a jugar a la pelota en Central Córdoba con la ilusión de ser futbolista. Cuando uno vive en barrios muy precarios y viene de una familia muy trabajadora, te empezás a entusiasmar cuando la gente te dice que jugás bien. De esta manera, crece la ilusión de vivir del fútbol. Recuerdo que tenía la cancha a media cuadra de mi casa. Caminaba a diario por las calles de tierra y a 20 metros estaba el ferrocarril que llegaba a Buenos Aires. Cada día que lo veía, soñaba con tomármelo para ir a jugar a un club grande de esa ciudad. En Newells y Rosario me pretendían, pero finalmente me compró Tigre.
- ¿Cómo se dio tu llegada a ese club?
- Jugué de chiquito en la Primera de Central Córdoba. En Tigre me vieron jugar y vino su presidente Enrique Ricciardi para comprarme el pase. Buscaban un volante central, yo me paraba de marcador central pero en ese partido jugué de 5, gusté y me compraron. Viví en un hotel frente a la estación de Tigre. Los primeros tiempos fueron raros porque venía de un barrio humilde. Me encontré con una Buenos Aires distinta. Pero con las ganas de vivir del fútbol le di para adelante.
- Luego, recalaste en Platense...
- Sí. Allí viví los peores momentos de mi carrera, ya que sufrimos huelgas de jugadores. No cobrábamos casi nunca. Omar Pastoriza llevó a cabo un paro y nos sumamos. La gente del club quedó bastante disconforme con nosotros, pero no conocían los pormenores de la huelga. Llegamos a fin de año y no teníamos plata para volvernos a Rosario. A partir de esa huelga, los jugadores empezaron a cobrar porcentajes por las ventas con la idea de ser más respetados, como un trabajador más. De esta manera, se consiguieron cosas importantes que todavía siguen vigentes, por suerte.
- Fuiste parte del mejor Huracán de su historia.
- Sí. Quedé libre de Platense por no cobrar entonces, por intermedio de un amigo, me llamó el Flaco Menotti, que me conocía de Rosario, ya que ambos somos de allá. Él me presentó al presidente de aquel momento, Luis Seijo, y arreglamos. Fue el equipo que pude conseguir tras irme de Saavedra. En ese club mostré mis condiciones futbolísticas. Tuve muy buenos compañeros. Fui parte de uno de los mejores equipos de la historia. Se cumplieron 50 años y el otro día hablaba con Brindisi sobre eso, que Huracán no ganaba desde hacía 45 años y decíamos “cuanto hace que tardaron en salir campeón”.
- ¿El Quemero te reconoce después de tanto tiempo del título de 1973?
- Sí. Personas mayores, sobrinos y nietos todavía tienen recuerdos de aquel conjunto campeón del ´73. Ese equipo jugaba el fútbol que le gusta a la gente. El arquero Roganti, una defensa muy sólida con Chabay, Guglione, Basile y Carrascosa; en el medio Brindisi, Babington, yo de volante central; y arriba Houseman, Avallay y Larrosa. Hicimos una muy buena pretemporada en Mar del Plata.
- ¿René fue el gran hallazgo de Menotti?
- Sí, lo descubrió él. Un día vino César y nos comentó “voy a traer un alemán, se van a volver locos”. Estábamos en La Feliz y llegó un chico de 1 metro 60, era un jockey (risas). César nos juntó y nos presentó a Houseman. En la presentación, el técnico nos dijo “será el compañero de Fatiga Russo en la habitación”.
- ¿Por qué te eligió a vos?
- Porque veníamos de lugares muy similares, de vidas complicadas. No es que era complicado el lugar donde uno vivió por ser una villa o una casa humilde, sino porque vivíamos con los justo, no nos alcanzaba para comprar un par de zapatos. Teníamos cosas muy parecidas. Soy un tipo que me preocupo mucho por el otro. Yo sabía que René iba a venir conmigo y generamos un feeling bárbaro. Nos contamos cosas del barrio y algunas historias.
- ¿Es cierto que también iban juntos a entrenar?
- Sí. Yo lo llevaba a los entrenamientos. Ese primer año en Huracán me pude comprar mi primer auto y lo pasaba a buscar por la villa que estaba cerca del Monumental de Núñez. Cuando lo recogía, el Loco Houseman estaba jugando un picado frente a su casa. Entonces, se subía al auto transpirado y me decía “por favor, no le digas a César que estaba jugando a la pelota”.
- ¿Le dijiste algo al entrenador?
- Un día, Cesar me preguntó: “¿Qué pasó que René llegó todo transpirado?”. Le respondí: “No pasó nada, estaba corriendo cerca de la cancha (risas). Le gusta tanto el fútbol, no le digas nada (risas)”. César me contestó: “Está bien. Ya se irá acostumbrando a lo que es este club”. Nos hicimos muy amigos con René. Fue mi compadre. Sigo hablando con sus hijos. Fue mi gran compañero de habitación. Nos dormíamos juntos escuchando a Los Manseros Santiagueños. Nos quedábamos hasta tarde, y a las 3 AM venía a la habitación el profesor Osvaldo Pizzarotti a apagar la música para que pudiéramos seguir descansando. Era muy linda la concentración de Huracán sobre la avenida Alcorta, a pesar del ruido de los camiones. Pasamos momentos muy lindos.
- ¿Qué te contaba Houseman de su vida?
- Que se había criado en la villa, que se casó con Olguita que integraba una familia que vino de Paraguay y se asentó en la Argentina. Que empezó a jugar en Defensores de Belgrano pero era fanático de Excursionistas. Tras su fallecimiento, me acerqué a Excursio y tengo un lugar preferencial por intermedio de sus sobrinos. Él fue mi compadre y sus hijos, mis sobrinos.
- Te noto emocionado hablando de Houseman
- Sí. Porque vivimos muchas cosas juntos. Fue un muy buen compañero, más allá de que era un crack terrible. Yo lo valoro como persona. Dicen que murió en la pobreza, no es cierto. Murió con el afecto y el cariño de sus hijos, de su señora, de sus amigos. Un día contó que jugó borracho en Huracán y quedó marcado para siempre. Pero con nosotros no tomaba nada. Eso sí, antes de los partidos se comía una hamburguesa.
- ¿Era su comida favorita?
- Sí, exactamente. En la concentración, de entrada comía el jamón, el queso y luego se mandaba una hamburguesa, mientras el resto le daba a las pastas. Era muy generoso. Recuerdo que cuando nos fuimos a una gira por los Estados Unidos, estuvimos en Los Ángeles, y en un hotel cercano al aeropuerto encontramos un negocio argentino llamado El Gaucho. Entonces, tras cada partido que jugábamos, cobrábamos 100 dólares y él iba a ese local para comprarles regalos a sus familiares y amigos. A mí me compró relojes y yo le regalé una ranita celeste.
- Son muy pocas las amistades que se generan en el fútbol, ¿no? Y vos generaste un vínculo muy fuerte con René...
- Sí, con él y con Brandisi. Son amigos del alma. Con Miguel integramos el grupo de WhatsApp junto al resto de los del Huracán del ´73, como Miguel Leyes, Pancho Laboratto, están todos los amigos.
- ¿Se lo extraña a René?
- Sí, siempre lo extraño. Recuerdo cuando íbamos a la cancha de Huracán a ver los partidos. Se extraña su humor, sus bromas. Él no se tomaba las cosas tan serias porque siempre estaba jodiendo. Vivía haciendo chistes, a pesar de su timidez. Era un tipo muy tímido, pero dentro de la cancha era un loco total, con condiciones extraordinarias.
- ¿Que tenía el Huracán de Menotti que jugaba tan bien?
- Yo jugaba de 5 en una posición que me encantaba. El Flaco insistía mucho en la preparación física. Por este motivo, el profesor Pizzarotti nos mataba todos los días en Mar del Plata en el Parque Peralta Ramos. Entonces, volábamos. A esto hay que sumarles las cualidades de cada jugador del equipo. Encima, todos llegaban al gol, menos yo. Convertían Larrosa, Avallay, Houseman, Babington, Brindisi, y algunos de cabeza de Basile o Guglione.
- ¿Qué balance haces de tu paso por River?
- Llegué por intermedio de Rodolfo Talamonti, quien le hizo una recomendación a Ángel Labruna. Entonces, me fueron a buscar y el entrenador fue muy claro al decirme: “Mire Russo, el equipo ya lo tengo armado con J.J. López, el Beto Alonso y Mostaza Merlo, que corta mucho y juega hace tiempo como titular”. Al final, disputé algunos partidos de Copa Libertadores, de Primera División. Pero fui a un equipo estable con muy buenos jugadores que consiguió títulos importantes. Me hice amigos de Leopoldo Jacinto Luque, Daniel Passarella, Mostaza Merlo, Alonso, el Negro López, el Pato Fillol, entre otros.
- ¿Haber jugado en River te permitió pegar al salto al exterior?
- Sí, me vino a buscar el Barcelona de Ecuador, donde jugué un año. Un lindo club, hermoso. Pasé momentos muy gratificantes, porque a la cuarta fecha los compañeros me dieron la cinta de capitán. Por ser argentino, en el exterior se creen que somos superiores en el fútbol, nos miran distintos hasta que vamos entrando al plantel. Siempre fui de generar unión, y no hacerme notar por llegar de River. Me preguntaban cómo era jugar en ese club. Me invitaban a comer a sus casas con mi señora. Me gané el afecto y el cariño de esos muchachos que me dieron la cinta de capitán. Es más, cuando arribé, peleé los premios, porque no se los pagaban. Hablé con el presidente de aquel entonces que me había ido a buscar y le dije: “Les tiene que pagar los premios a los futbolistas. Eso se acostumbra mucho en la Argentina”. Al final, aceptó y arrancó una relación especial con mis compañeros. Luego de una temporada me volví a Buenos Aires porque extrañaba mucho a mi familia.
-¿Por qué te retiraste en Talleres de Córdoba?
- Me llevó Roberto Saporiti. Luego, dejé el fútbol porque me llamó Delem para ser su ayudante de campo en Argentinos Juniors. Luego, pasé a trabajar al lado de Cappa.
- ¿Fue buena la experiencia al lado de Ángel como ayudante de campo?
- Sí, por supuesto. Hicimos una gran campaña con Huracán en el 2009. Salimos campeones con Universitario de Perú y dirigimos en el Atlante de México. Luego, me volví a la Argentina y me instalé en Olavarría junto a mis dos hijas y dos hijos. Tengo muchos amigos, y a veces extraño las juntadas con el Flaco Menotti en Buenos Aires, con Fernando Signorini, Cacho Rodríguez, Mauro Navas, Rubén Rossi y los hermanos Barros Schelotto.
- ¿La cuenta pendiente de tu carrera fue la selección argentina?
- Yo estuve. Me llevó el Flaco, pero cuando jugaba en Huracán renuncié a la selección Nacional. ¿Por qué? Cuando nos llevaron a Estancia Chica le dije al ex entrenador Ernesto Sivori que nos cortaban la luz a las 23 horas y no teníamos vida, ni tampoco teléfonos para hablar con nuestros familiares. Estábamos con Kempes y Houseman en la habitación a oscuras. Les decía a mis compañeros “si tenemos hotel para concentrarnos, porque venimos a acá que no podemos hablar con nuestra familia”. Además, extrañaba a Huracán. Estábamos a un paso de ser campeones y me volví al Globo. Me quisieron llevar a un psicólogo. Recuerdo que vivía en Belgrano, me fui de la concentración y a la noche apareció René en mi casa.
- ¿También había renunciado?
- Sí. Él también. Me tocaron el timbre y pregunté por el portero: “¿Quién es?”. Me respondió: “Yo, René”. Le digo “qué haces, Loco”. Me tiró “si vos te viniste, yo también me vengo”. Yo estaba en el piso 10 y lo invité a pasar. En un momento, le aclaré “un volante central como yo hay en todos lados. Pero un delantero como vos, no. Tenés que volver”. Al final, se quedó en casa, y al otro día regresó a la Selección.
- ¿Por qué te quisieron llevar al psicólogo?
- Porque quería estar en Huracán y no en la Selección. Son cosas que a uno se le pasan por la cabeza. Esa renuncia fue porque no estaba cómodo con el lugar de concentración. Dormíamos cuatro personas en cuchetas por cada habitación.
- ¿Para el Mundial 78 te había citado Menotti?
- No como jugador. Era una especie de colaborador del Flaco, que me quería tener en el plantel, ad honorem. Me sumé a los entrenamientos en la quinta Salvatore. Iba todos los días, viajaba con el plantel. Luego, estuve durante la Copa del Mundo por la afinidad que tuve, y tengo todavía, con César. Cada vez que voy a Buenos Aires, lo voy a ver. Siento un afecto especial por él. Ahora que está en la Selección, mucho más todavía, y está muy feliz de cómo le va. Hace mucho que no lo veo. Lo llamé cuando estuvo internado.
- ¿Cómo está hoy?
- Está bien, por suerte. También hablo con otros amigos del Huracán del 73. Yo no fui tan famoso, sino un tipo que ha pasado por el fútbol y vivió sus mejores momentos en Parque Patricios. César me hizo sentir que era un jugador de verdad.
- ¿Habrá otro entrenador como Menotti?
- Es único. Están Lionel Scaloni y Carlos Bilardo como grandes técnicos de la Selección. Pero César fue el iniciador de todo lo que fue la selección argentina y de las juveniles. A partir de él, se iniciaron todos los procesos. Pidió que se respetaran a los entrenadores en el fútbol, y convocó a futbolistas del Interior. Por suerte, hoy estamos viviendo momentos muy lindos. Se está jugando muy bien y se consiguió el tercer título en la historia.