“Gané la Intercontinental del 77 y la Libertadores del 78. Por haber tenido como competidor a un grande como el Loco Gatti en el arco, me fue bien. Soy un tipo con suerte, pero a medias. Para ser parte de Boca durante tres años tenés que tener condiciones, si no, no te la aguantás en un equipo que te genera mucha presión”, se sincera Osvaldo Norberto Santos, quien supo levantar la segunda Copa Libertadores de la historia xeneize tras vencer a Deportivo Cali en la final a dos partidos.
Al oriundo de Bahía Blanca le tocó bailar con la más fea. Porque desde que llegó en 1978, procedente del Barcelona de Johan Cruyff, hasta que se fue en 1981, fue suplente de Gatti, alternando con Carlos “la Pantera” Rodríguez en ese relevo. Pero resultó titular en algunos partidos importantes, como la primera final de la Intercontinental contra el Borussia (2-2 en la Bombonera), en la victoria frente a Atlético Mineiro en Brasil por la Libertadores, o en el triunfo frente a River en 1978 que terminó 1-0 con gol de Mario Husillos.
El 22 de febrero de 1981 se terminó el sueño de Santos de continuar en Boca. Porque ese día se cerró la llegada de Diego Armando Maradona a Brandsen 805, pero tanto él como Mario Zanabria, Carlos Randazzo, Carlos Salinas y Eduardo Rotondi entraron en la negociación para seguir sus carreras en Argentinos Juniors.
“Me hubiera gustado quedarme en el Xeneize para jugar con Diego, pero como fui elegido por el Zurdo López para ir al Bicho de La Paternal no me molestó. Es más, en Boca estaba Gatti, que a veces jugaba y otras no. Pero yo no era un indiscutido, así que no terminó siendo un complejo en mi vida”, reconoce el hombre de 60 años.
Con el correr del tiempo, Santos entabló una amistad con Pelusa y, especialmente, con Guillermo Coppola, su primer “representante”. Es tan fuerte la amistad que ambos tienen, que el bahiense se tatuó la firma de Guillote en unos de sus brazos. “Tengo un cuadro firmado por Diego que dice ‘para mi amigo, el Gato Santos (tiene manos)’ -se ríe-. Además, en un brazo tengo tatuado el logo de BMW, una de mis pasiones, y en el otro la firma de mi gran amigo Coppola porque lo conozco desde 1974″, revela en un mano a mano con Infobae.
-¿Qué es de tu vida, Osvaldo?
- No hago nada, estoy jubilado. Luego de colgar los guantes, hice mil cosas, como por ejemplo, trabajé en Migraciones, en el gobierno nacional, y tuve una concesionaria de autos, pero nada relacionado al fútbol.
- ¿Por qué te alejaste del ambiente futbolístico?
- Porque no creo tener la capacidad para ser director técnico. No tuve una atracción para mantenerme en este deporte. Terminé mi carrera en Lanús y luego puse una agencia grande de autos. Me metí de lleno en eso y pasé de jugar a la pelota a vender autos; estuve muchos años así. Luego, trabajé en Migraciones y en el Ministerio del Interior como inspector de migraciones en el Aeropuerto de Ezeiza.
- ¿Te sentiste cómodo trabajando fuera de un campo de juego?
- Sí. Todo lo que hice post retiro lo llevé a cabo porque me sentía cómodo. Concluí mi carrera en 1986 con la camiseta del Granate y recibí una propuesta de Chaco For Ever, que estaba en el Nacional B. Me generó la duda entre irme a Chaco o meterme de lleno con la concesionaría. Al final, dije “me meto en los autos” ya que arrastraba una historia de casi toda mi vida, porque había gastado más plata en autos que en otra cosa…
- ¿Sos coleccionista de coches?
- Sí. Primero por placer, ya que en su momento tuve la posibilidad y por la locura de tener un BMW cuando recién entraba al país. Después, me picó el bichito y le encontré la vuelta para transformarlo en un negocio. Nunca fui de comprarme tres coches juntos, pero sí tuve calidad en los que usaba. Cuando jugaba en Boca en 1979, año en el que entraron por primera vez los coches importados a la Argentina, me había comprado un Porche 924. De este modelo había muy pocos en el país y yo tenía uno porque me gustaban los deportivos; una cosas de locos. Siempre dicen que los arqueros son medios locos y es verdad (risas).
- ¿Cuál fue el que más te gustó de todos los que tuviste?
- Tengo una fascinación especial por los BMW, ya que tuve varios modelos diferentes. Primero un 323, luego pasé a un 540 y al final, me compré un 735; todos modelos distintos. Hasta me tatué en el brazo el logo de BMW, así que si hablamos de locos, hablemos de uno en serio (risas).
. ¿Tenés varios tatuajes?
- Sí. En un brazo tengo el de BMW, una de mis pasiones, y en el otro tengo tres más, pero voy a contar solamente uno. Son tres firmas, por agradecimientos en la vida. Tengo casi 50 años de amistad con Coppola y me tatué su firma hace dos décadas, para mi cumpleaños, por la amistad que tenemos.
- ¿Cómo nació esa amistad con él?
- Yo jugaba en Lanús y tuve una temporada fantástica. Me atajé todo y me cagaban a pelotazos. Había veedores del Barcelona de España que estuvieron en el país durante un mes redactando informes sobre los jugadores que les interesaban, entre esos, yo. Entonces, finalizó el Nacional B de 1974 y me compró el equipo culé. En ese pase estuvo metido Guillermo, que ya estaba vendiendo jugadores.
- ¿Fuiste el primero en ser representado por Coppola?
- Claro, sí, fui el primero. No era representado porque no se conocía eso en 1974, pero sí me ayudó en la negociación con el Barcelona. Por eso digo que se van a cumplir 50 años desde que nos conocemos. Así nació la amistad.
- ¿Cómo se dio tu llegada al Xeneize?
- Yo estuve tres años en el Barsa y luego regresé de vacaciones a Buenos Aires, no me quería volver a España. Entonces, el club de Cataluña me presta a Boca en 1978. Juego la ida de la final de la Intercontinental de ese año contra el Borussia Mönchengladbach en La Bombonera. Al año siguiente se vence el contrato y el Xeneize me compra el pase. De esta manera, me quedé dos años más. En 1981, cuando Boca compra a Diego Maradona, entré en la negociación como parte de pago. Fuimos con Mario Zanabria, Carlos Randazzo, Carlos Salinas y Eduardo Rotondi a Argentinos y, para ese entonces, nos juntábamos en el Banco General donde Coppola era el gerente, comíamos en su oficina y le hacíamos un desastre bárbaro. Pero yo también lo ayudé a Guillote
- ¿En qué?
- Ellos (Coppola y Maradona) estaban en Cuba muy mal económicamente y con muchos problemas. Resulta, que un día, un francés llegó a Buenos Aires con intenciones de hacer negocios en Italia. Guillermo me pidió sí podía involucrarme para ir a hablar con el empresario para ver qué pretendía hacer. El europeo quería llevar a Nápoles los derechos del nombre Maradona para montar un negocio en el rubro gastronómico, tipo una pizzería o un restaurante. El hombre tenía espalda económica. Entonces, viajé con el francés a Cuba en el 2002 para que conociera a Diego, que estaba de muy buen humor, e hicieron un contrato de seis meses para que el galo tuviera los derechos durante un tiempo y observar que quería hacer con ellos. Finalmente, el negocio no se llevó a cabo. El francés pagó un dinero por ese medio año, pero era una persona bipolar y difícil de tratar, lo que generó que se cayera el emprendimiento.
- ¿Generaste una amistad también con Diego o sólo con Guillermo?
- Tuve un vínculo cercano a Maradona. Viajábamos juntos, vivíamos bajo el mismo techo, hicimos cinco asados en mi casa de Floresta. Yo a Diego lo considero como parte de mi vida. Me cargaba diciendo que los arqueros no tienen manos y que no pueden jugar con los pies. Tengo un cuadro firmado por Diego que dice: “Para mi amigo, el Gato Santos (tiene manos)” -risas-. Así que sí, generé una pequeña amistad con Diego y además, estuve cerca de él para ayudar a mi gran amigo Guillermo.
- ¿A qué edad llegaste al Barcelona?
- A los 21 y compartí plantel con Johan Cruyff, Johan Mezger y Rinus Michels, el técnico de La Naranja Mecánica, de la selección holandesa de 1974. No fui figura en el Barsa, pero compartí vestuario con esas estrellas. De vivir en la concentración de Lanús debajo de unas de las tribunas pasé al hotel Princesa Sofia, ubicado a una cuadra del Camp Nou. Integré un vestuario en el que te traían la bata-toalla los auxiliares del club para que no tomara frío. Me encontré con semejantes personajes y nos fuimos a Holanda de pretemporada. Conviví con el peruano Hugo Sotil, con Milonguita Heredia, entre otros. Llegué con 21 y el arquero titular del equipo era Salvador Sadurní, que con 40 en ese momento era el titular de la selección española. Así que estuve más aprendiendo que demostrando.
- ¿Cómo te cayó el haber sido parte del pase de Maradona de Argentinos a Boca?
- Es una buena pregunta, te felicito. ¿Sabes por qué? Porque los que entramos en ese pase no fuimos por descarte de Boca, sino que nos pidió el entrenador Miguel Ángel López para llegar a La Paternal. Él dijo “quiero a Santos, a Zanabria, Salinas, etcétera”. Igualmente, me hubiera gustado quedarme en el Xeneize para jugar con Diego, pero como fui elegido por el Zurdo López no me molestó. Es más, en Boca estaba Gatti, que a veces jugaba y otras no. Pero yo no era un titular indiscutido así que no terminó siendo un complejo en mi vida.
- ¿Qué balance hacés de tu paso por Boca?
- Jugué bastante a pesar de haber tenido adelante a Hugo (Gatti). Estoy conforme con mi paso por ese club. Juan Carlos Lorenzo me eligió para ser titular en la ida frente al Borussia en La Bombonera. Recién había llegado desde Europa y en los entrenamientos ya había demostrado condiciones diferentes por lo que había aprendido en el Barsa. Un día, hablé con el Toto sobre la final de la Intercontinental.
- ¿Qué te dijo?
- Me agarró del hombro y esbozó: “Escúcheme, usted siga saliendo al estilo europeo, con los puños por arriba de todos, que va a jugar. No importa si cae y se lleva puesto a un compañero suyo. Domine dentro y fuera del área chica que va a jugar contra los alemanes porque quiero que haga esto, ya que ellos son altos. Le pido que salga y se los lleve por delante”. Así fue que me eligió para ser titular, pero durante el partido me pasé de la raya y en una jugada metí puño de más, no la agarré bien, quedó boyando la pelota y me metieron el segundo tanto.
- También fuiste parte del plantel ganador de la Copa Libertadores 78...
- Sí, jugué contra Atlético Mineiro en San Pablo. Le ganamos 2 a 1. Había atajado bien. Resulta que terminó el partido y el cronista de cancha, José María Muñoz, me hace un reportaje y en la conversación ingresó por teléfono Alberto J. Armando, el presidente de ese entonces, que me aseguró al aire que Boca le iba a comprar mi pase al Barcelona. Pero como te cuento las buenas, también las malas.
- ¿Cómo cuáles?
- Un tiempo más tarde, en un partido contra Chacarita, me comí un gol, ya que quise gambetear a un rival y el puntero izquierdo Delgado pasó como una flecha y me dejó tirado culo para arriba. Terminó el primer tiempo. Fuimos al vestuario, el arquero suplente era Carlos Rodríguez, me miró el Toto Lorenzo y me dijo “usted, sale”. Acto seguido, lo miró a la Pantera y le comentó “usted, entra”. Entonces, al comenzar el complemento me fui de la cancha. Vivía frente a Parque Lezama y a los diez minutos del segundo tiempo estaba en mi casa.
- ¿Te fuiste enojado?
- Sí, conmigo más que con el Toto. Lorenzo me quería echar del club porque creía que la jugada que hice fue de canchero. No fue así, sino que con los pies era de madera. Luego de un tiempo, el entrenador me levantó la sanción porque fueron hablar los referentes: el Chapa Suñé, Gatti, entre otros. Así qué me tocó atajar contra San Lorenzo mientras que los titulares se fueron a disputar un partido por Libertadores. Por un problema en el ciático de Gatti, me llamaron para que viajara a Brasil y me sumé al plantel de Lorenzo. Al final, atajé contra el Mineiro y le ganamos 2 a 1.
- Tras tu paso por Argentinos, ¿dónde fuiste a atajar?
- En 1982, compramos mi pase con Coppola y se lo dimos a préstamo a Loma Negra. Una temporada más tarde, recalé en Huracán de Parque Patricios, pero no jugué casi nada. Un día fuimos a disputar un amistoso a Cartagena de Indias, Colombia. Jugamos en una Plaza de Toros, donde pusieron dos arcos (risas). Había mucha arena, con 45 grados y no tenés idea lo bien que atajé. Volaba de un lado hacia el otro, me cagaban a pelotazos. Reemplacé a Enrique Vidallé, que era el titular porque llegaba sin fútbol. En el hotel donde parábamos arribó el presidente de Independiente de Medellín, Héctor Mesa Gómez, con custodios armados para charlar conmigo. Me quería llevar a ese equipo. Así que nos reunimos en una mesa al lado de la pileta, sacó una libretita con un espiral de alambre, al mejor estilo Pablo Escobar, y empezó a anotar. En un momento me dijo “lo necesito para mi equipo para un octogonal por tres meses. ¿Cuánto quiere ganar?”.
- ¿Qué hiciste?
- Primero fui a hablar con el presidente de Huracán, Luis Norberto Seijo. Le expliqué la situación y le pregunté “¿qué hago?”. Me respondió: “Aprovechá y quedate”. Entonces, arreglé en el fútbol colombiano por cuatro meses. Luego, volví a la Argentina para firmar con Racing de Avellaneda, ya que tenía a mi señora embarazada. Pero no nació el bebe, tuvo unos problemas y falleció. Luego, estuve un año sin jugar, ya qué me lo consumió un tema personal. No jugué en la Academia, pero me saco el sombrero con los directivos de esa época encabezados por Juan De Stéfano, que me cumplieron con todo. Después, fui al Granate para cerrar mis dos últimos años como profesional.
- ¿Por qué colgaste los guantes?
- Porque tomé la decisión de meterme a full en la concesionaria de autos en lugar de ir a jugar a Chaco For Ever. Armé una sociedad con dos amigos del alma que son los padres de Emanuel Moriatis, el corredor de autos. Sabés mas de mi vida que mi señora, gracias.