Marco Trungelliti, el hombre que denunció la mafia de las apuestas y apunta contra el sistema del tenis: “El dinero en algún bolsillo se queda, y no es el nuestro”

Rozó el Top 100 del mundo, pero asegura que su carrera se “hipotecó” cuando se sumergió en la denuncia contra los apostadores. El mensaje que le mandó Djokovic, su cruce con el francés Gastón y su incomodidad en Argentina

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Marco Trungelliti en la puerta
Marco Trungelliti en la puerta del Racket de Buenos Aires: jugó por primera vez en Argentina tras cuatro años sin venir (Foto: Maximiliano Luna)

Es un animal extraño dentro de un zoológico que vive bajo las reglas de la jungla. Es un rebelde, alguien que se animó a correr los límites. No pudo ser amansado por el orden establecido. Consciente o inconsciente, atacó el núcleo de lo que él llama “el sistema”. Algo que parece estar en putrefacción, según su mirada. Un 236 del mundo de 33 años posiblemente pasaría inadvertido en un Challenger como el de Buenos Aires que tiene en Federico Coria (83° ATP) o Juan Manuel Cerundolo (102°) como apellidos más marketineros. Marco Trungelliti supo hacerle una finta a eso de ser simplemente un número destacado del momento, sembró un legado distinto que también puede ser su condena. Las miradas lo persiguen a donde sea que se mueve en un torneo coqueto que late en el Racket casi al nivel de un ATP.

Era un obrero más del circuito del mundo del tenis hasta que en el 2015 la mafia de las apuestas tocó su puerta; o su perfil de Facebook. Aquella reunión por un supuesto patrocinio era, en realidad, una fachada para ofrecerle ser parte de una amplia red de arreglos de partidos en los escalones más bajos del circuito. Marco hizo lo que exige el reglamento: denunciarlo. De golpe su carrera se distorsionó. Terminó siendo un denunciante que jugaba al tenis y las pruebas que aportó fueron una pieza que encajó en la sanción contra otros tres compatriotas. Y para algunos pasó a ser como una especie de “soplón”. Tras hacer público todo lo sucedido en 2019 ante el diario La Nación, Marco evitó pisar el país y apenas viajó hace dos años para que su hijo conozca a sus abuelos. Afincado en Andorra, en este 2023 tomó valor y decidió competir en el país por primera vez en cuatro años.

“¿Cómo estás? Pero no desde la formalidad, desde lo sincero, de lo que te pasa en el cuerpo en esta vuelta al país”, le plantea Infobae. “Sería muy raro que yo conteste sin sinceridad...”, aclara entre risas Marco minutos después de quedar eliminado definitivamente del Challenger tras caer en el dobles donde hizo dupla con Federico Delbonis y a 24 horas de perder también en singles.

“Bastante bien... Me costó un poquito los primeros días, sigo sin estar del todo cómodo. Un poco no sé si es por todo lo que pasó o si son muchas ideas mías; o sigo viendo algunas caritas que van y vienen. Sin querer dañar a nadie, no es un lugar en el que me estoy sintiendo excesivamente cómodo. Pero bueno, también me pasa en muchos otros lugares, no es que sólo me pasa acá. Yo necesito tener algunas cositas que me hacen sentir bien y acá me está costando un poquito”, confirma su anticipo de sinceridad con naturalidad al mismo tiempo que come un arroz con leche para recuperar las energías invertidas. “Me está sirviendo mucho el tema de la familia que vino, estuvo acá y me ayudó a no pensar tanto tal vez. Porque cuando estás un poquito solo y te vas a la noche a la habitación del hotel es cuando más se piensa. Y cuando al final si no sabés pensar de manera correcta es cuando más nocivo se hace todo”.

Media hora antes de dar la nota, lo primero que había hecho Trunge tras perder fue abrazar a sus viejos Susana y Luis que viajaron desde Santiago del Estero para estar con él, y –especialmente– con su nieto Mauna a quien pasearon en brazos por todo el Racket Club exprimiendo el tiempo juntos. “El hecho de tener el apoyo familiar ayuda a que la cosa sea más llevadera y también a ir compartiendo opiniones o sensaciones para no llegar a confundirse y pensar cualquier cosa que no estuviera sucediendo”.

— La pregunta es doble... Por un lado, si te incomoda haber quedado en el rol de denunciante y, por el otro, si sos consciente del lugar que ocupás en el tenis de destapar algo que era evidente pero de lo que pocos hablaban...

— No lo sé... Me da la sensación de que el “rol” que me toca es básicamente porque no muchos deciden abrir la boca. Pero no lo tomo como si fuese un rol mío particular, es un poco lo que soy. Si otro estuviese hablando probablemente lo apoyaría como pasó unas cuantas veces y si no estuviera hablando sería yo, que es lo que pasó en definitiva. No sé si es un rol. Tampoco creo que yo sea totalmente consciente de qué es lo que está pasando. Creo que cuando estás adentro es más difícil. Tal vez el día de mañana, si me voy, o dependiendo de qué dirección vayan tomando las cosas, tal vez lo tenga un poquito más en cuenta, pero hoy en día sigo siendo jugador de tenis. Después, si me acostumbré a no aguantar más lo que yo considero que son injusticias... En algún momento, en todos los ámbitos, y siempre hablando desde mi punto de vista, son cosas que terminan explotando. Pasó con el tema de las mujeres (salario en la WTA), y con dos millones de cosas más: el sindicato de jugadores de NBA, de NFL, de béisbol. En algún momento alguien va a abrir la boca. En este caso fui yo, pero en otro hubiese sido otro; y al final en algún momento las cosas explotan porque está mal.

— ¿Cambió algo desde que hablaste?

— (Rebufa)... No lo sé, por lo menos en cuanto a arreglos de partidos... Al no tener datos es difícil hablar, yo sigo pensando que la cosa sigue bastante parecida...

— Sí, claro, te pregunto desde tu sensación...

— ¿Mi sensación? Que está bastante parecida. Irán con un poquito más de cuidado, a algunos los enganchan, a otros no, pero el sistema sigue estando roto, por lo tanto va a ser muy difícil que la cosa se termine. Hasta que no mejores eso, hasta que no mejores unas condiciones básicas, es muy difícil erradicar todo eso. Tenés que pagar comida, tenés que pagar encordado, cada día estamos arrancando -100 o -120... No es divertido, no puede estar bien eso cuando todo lo que está a la vuelta, todos cobran independientemente de cómo hagan su trabajo. Y no es una cuestión de señalar a árbitros o supervisores o lo que sea. El trabajo de ellos está bien, o el día de mañana ya veremos si está bien, pero básicamente vienen, hacen su trabajo, hagan como lo hagan, cobran. Tienen la comida incluída, adentro. Tienen los viajes incluídos, también. Todos ellos trabajan gracias a nosotros, pero nosotros somos los que tenemos que pagar todo: es una cosa medio rara, se crea una sensación muy extraña. Muchos árbitros, al final, cobran más de lo que cobran los jugadores. No es una cuestión de desmerecer o no, es solo para diferenciar lo mal que está nuestro sistema comparativamente con el resto. Para la ATP somos autónomos, pero después tenés un montón de restricciones. ¿Al final sos o no sos? ¿Podés hacer lo que querés o no podés hacer lo que querés? ¿Podés jugar exhibiciones o no podés jugar exhibiciones en caso de que las tengas? ¿Podés jugar interclubes o no? Para todo tenés que pedir permiso, al final es un sistema. Lo veo muy raro, no lo vi en ningún otro lugar de los que yo conozca. O al menos que esté a punto realmente de explotar y que la cosa no sea nunca más en la manera que está siendo ahora.

— ¿Pero entonces quién gana? ¿El beneficio de quién es?

— De unos pocos, supongo...

— Pero plata hay...

— Ya quedó totalmente demostrado que dinero hay por todos los lados. Pasó en la pandemia que el tenis no tenía gente y sin embargo había plata por todos los lados. Entonces, dinero hay, que no lo sepan... Quiero creer que no lo saben manejar, pero al mismo tiempo que no lo sepan manejar es bastante fulero. Que una organización tan grande y tan importante no tenga gente capaz de poder manejar toda la parte económica. Siempre se escudan con que no es fácil, que en el tenis no hay dinero, que no sé qué, pero al final las excusas siguen siendo las mismas, los años siguen pasando y las condiciones siguen siendo muy malas. ¿Antes era peor? Sí, ¿Hoy está un poquito mejor? Sí. Pero estamos hablando de mejoras que van muy a destiempo con lo que va el resto del mundo. Así no llegamos nunca a dar el saltito y poder ser lo que al final consideramos que tendría que ser. Estás 200 del mundo... ¡199 personas entran en 40 metros cuadrados si los apretás un poquito! Y aún así no podés vivir de lo que hacés. Y si terminás como que no sirve para nada porque no tenés nada; no tenés un título, nada... Salís totalmente en pelotas.

— El día que termines de jugar tenés que buscar trabajo, no es que estás salvado...

— Sí, lo cual es entendible porque la gente sigue laburando. Pero si comparamos con cualquier ser humano, hablando de un deporte de popularidad o alguna profesión de popularidad, que haya estado número 200 del mundo, probablemente te diga que no labura nunca más en su vida.

— Resulta llamativo esto que contás porque un torneo grande puede mover millones y millones de dólares, y que dentro de los 200 mejores de mundo no puedas vivir...

— Es llamativo, por lo menos te enciende las alarmas. Al final se pueden pensar un montón de cosas, pero el hecho de que el dinero se pierde en algún lado para mí está bastante claro, para algún lado va, en algún bolsillo queda, y no es el nuestro. Para mí eso está clarísimo.

Marco Trungelliti con sus padres.
Marco Trungelliti con sus padres. (Crédito: @Marcos_z)

Las diferencias entre los que acceden a los torneos privilegiados y el resto son abismales. El último US Open, por citar un ejemplo, premió al eliminado en primera ronda de la qualy con unos 22 mil dólares. El contrapunto es notable si se tiene en cuenta que ser campeón del singles (USD 17.650) y el dobles (USD 7.590) del Challenger en Buenos Aires puede significar poco más de 25 mil dólares. Claro que son cifras inalcanzables para cualquier trabajador de a pie, pero son los números que se mueven en una de las maquinarias económicas más brutales del deporte como es el tenis. La diferencia entre el selecto lote de los “100″ mejores y los que están detrás es una marcada distorsión en los ingresos. Y de esa plata hay que viajar por todo el mundo, comer, pagar un equipo de trabajo y, aparte, proyectar un futuro sobre una vida laboral que se termina rápido. Entre medio, la tentación de los arreglos que transforma un partido insignificante en un salvataje del año.

— Muchas veces desde afuera se cree que el tenis es todo lujo, pero vos al fin y al cabo sos un obrero de este deporte, ¿en tu decisión de jugar ahora también el dobles cuánto había de deportivo y cuánto de necesidad económica?

— Depende un poco la circunstancia... Acá no está quedando mucha opción, ya mañana tengo que pagar el hotel, es realmente una cagada haber perdido el dobles porque es lo que te da un poquito más de aire para no gastar tanto. Igual diariamente se gasta muchísimo entre la cantidad de comidas que hay que pagar, es como salir a un restaurante todos los días. Mediodía, tarde, noche, merienda, todo el día estamos gastando. Ni siquiera el café tenemos incluido. Entonces se hace muy cuesta arriba y con el dobles la realidad es que no alcanza para nada, simplemente para sumar un poco de partidos. En este caso en particular, a mí no me da el cuerpo para jugar singles y dobles hoy en día. Pero en este caso en particular es porque jugué con un amigo y tenía muchas ganas porque no había jugado nunca el dobles. Y hasta ahí llega la parte del dobles... Lo otro es una ambigüedad entre juego dobles para cubrir un poquito más de costos, pero al mismo tiempo es algo que te va sacando energías en el caso que en el singles vayas avanzando. Es un poco raro, estás como especulando entre una y otra. Cuando ganás un partido en dobles decís “estoy en cuartos, capaz puedo ganar un poquito”.

— Tuviste a Delbonis de compañero, a Leo Mayer en la tribuna, dos de los que te bancaron en todo este proceso, ¿considerás que ellos te estaban acompañando más que nada por este clima que vos sentís hostil?

— No, ellos ya lo saben... Yo lo que siento de mi lado es cariño. Ya de tanto tiempo de amistad, de estar compartiendo un montón de cosas. Fue muy lindo tener a Fede de compañero y a Leo en el banco, es algo muy fuerte porque son dos ganadores de Copa Davis.

— Al fin y al cabo, ¿por qué tardaste tanto tiempo en tomar la decisión de volver al país?

— Creo que va de la mano con lo que decía antes, no me termino de sentir cómodo... Y, al mismo tiempo, logísticamente es muy pesado venir para acá. Cuando no lo tenés, no hay ningún problema, pero cuando te acostumbrás a viajar poco y a tener la posibilidad de dependiendo cómo te vaya tener la posibilidad de volver a tu casa... O si te fue bien en un torneo y al siguiente estás bastante tocado o lo que sea, te retirás y volvés a tu casa. Son cositas que al estar en Europa te vas mal acostumbrando, porque prácticamente no pasa en ninguna otra parte del planeta. Son muchas diferencias que acá en Sudamérica no se pueden dar ese lujo de terminar un partido y poder irse. Mis rivales de qualy, que perdieron, se quedan, pero no probablemente porque quieran, sino porque no hay otra opción.

Federico Delbonis fue su compañero
Federico Delbonis fue su compañero en dobles: cayeron ante los brasileños Fernando Romboli y Marcelo Zormann (Foto: Challenger de Buenos Aires)

Su esposa, Nadir, lo espera para seguir esta gira por Argentina que incluirá la presencia en el Challenger de Santa Fe antes de unos días en su Santiago del Estero natal para retornar a su nueva casa, Andorra. Con 33 años, llegó a ser 112° del planeta, sumó dos títulos Challenger (entre 2018 y 2019) y otras nueve finales a ese nivel. La denuncia sobre los apostadores que le ofrecieron dinero en dólares a cambio de dejarse perder debía ser un trámite administrativo, pero se convirtió en una especie de karma deportivo para él.

— Hablás muy crudo, con palabras que seguramente son hirientes para algunos que escuchen, ¿sentís que te lo hacen pagar?

— No me parece, excepto la situación que yo siempre viví acá. Que hoy lo recuerdo como unos cuantos que van a seguir dando vuelta...

— ¿A quiénes te referís?

— Y jugadores, entrenadores, hoy por hoy me siguen haciendo caritas. Al final la gente toma sus opiniones y apoyan un lado o el otro, o son intermedios. Y eso a mí me costó mucho entenderlo, aceptarlo, y creo que hoy en día si bien no lo termino de aceptar, por lo menos estoy un poquito más tranquilo. También hay que entender que la gente, ya sean jugadores o entrenadores, prefiere otros caminos. Y no necesariamente están bien o mal, o yo necesariamente estoy bien o mal. Simplemente que son otros y por lo menos a mí me ayudó a estar un poquito más pasivo, más neutro. ¿Si me la hacen pagar? Por el resto, no creo. Jugadores, entrenadores o la gente saben cómo soy. O me querés mucho o me odiás con toda tu alma, me da la sensación que es eso. Que la gente por ahí piensa un poco más así sobre mi personalidad y es entendible porque muchas veces voy al choque, muchas veces hablo un poco fuerte y no todo el mundo tiene ganas de escuchar.

— El otro día hablaste sobre Djokovic y él dijo que te envió un mensaje en una nota, ¿es así?

— Sí, me habló a través del segundo entrenador, Gómez-Herrera, con el que habíamos compartido en algunos Challengers y demás. Me mandó el mensaje el domingo. Me lo iba a guardar para mí, pero como ya después lo explayó él... (NdR: “No merecía ese trato en absoluto porque mostró coraje y audacia para proteger la integridad del deporte. Le dije a Charlie que le preguntara si necesitaba ayuda de algún tipo y que le dijera que siempre estaré ahí”, dijo Djokovic).

— ¿Fue un mensaje de texto?

— No, un audio. ‘Decile que para lo que necesite estoy y demás...’. Esto no me lo esperaba. Obviamente que me emocioné, porque es darte una palmadita atrás, como decirte bueno, no pasa... O sí, pasa, pero te podemos ayudar. Después de ahí al hecho ya veremos realmente si en algún momento si lo necesito el loco está, da toda la sensación de que sí. Por venir de dónde viene, por sufrir lo que sufrió con el tema de las guerras y demás. Y por hacer todo lo que está haciendo con la PTPA (Professional Tennis Players Association), que es hipotecar su carrera. No sé cómo hace mentalmente para estar en el foco de la atención todo el tiempo, que lo critiquen por todos lados y aún así ir y ganar tres Grand Slam este año. Mentalmente no es de este universo. Pasó con (Vasek) Pospisil, que están a cargo los dos, que Pospisil la pagó carísimo con lesiones y demás. Básicamente creo que yo puedo hablar desde la experiencia personal que sé lo que es hipotecar una carrera. Yo no quise hipotecarla, pero dadas todas las circunstancias al final se hipotecó porque probablemente eran los mejores cuatro años de mi vida. Y la realidad es que no pude ni competir y puede que no vuelva. Me refiero a que mentalmente este tipo es de otra galaxia. Y me parece humanamente muy importante que reconozca que hay otros humanitos más abajo y que sepa distinguirlo, eso lo hace más grande todavía.

— En algún momento te pusieron el mote de “soplón” o “buchón” (el ucraniano Sergiy Stakhovsky) por algo que, al fin y al cabo, hiciste lo correcto: ¿te duele todo eso?

— Sí... Pero sigo pensando que en realidad las que fallaron ahí fueron las organizaciones. Al final las opiniones de la gente pueden ir y venir, obviamente que me hubiese dolido en ese momento, pero si todas las organizaciones del tenis salen a defender lo que ellos promueven que vos como jugador tenés que hacer, es un mensaje bastante más fuerte. La ITF se planta y respalda a todos los jugadores que hagan esto. La ATP lo mismo, la WTA lo mismo, la Asociación Argentina lo mismo... Si realmente hubiesen puesto la cara, y hubiesen hecho lo que correspondía, todo eso hubiese terminado quedando bastante de lado. Mucho antes de todo el tiempo que me tomó asimilar que me estén llamando buchón. Es verdad también que me pasó mucho más acá que en cualquier otro lugar, pero en definitiva acá era mi casa y eso es lo que al final terminó doliendo...

— ¿Era...?

— Era, era... Ya no es más hace bastante (ríe).

"No es un lugar en
"No es un lugar en el que me estoy sintiendo excesivamente cómodo", aceptó sobre su regreso a Argentina (Foto: Maximiliano Luna)

Con una final en el Challenger de Santo Domingo, una semifinal en el de Murcia y el arribo al cuadro principal del ATP 500 de Barcelona, el 2023 lo tuvo a Marco nuevamente en la portada de los medios de todo el planeta pero esta vez como actor secundario. El francés Hugo Gastón, que venía de recibir la multa más alta en la historia del tenis, abandonó ante Trunge en Verona cuando el argentino tenía triple match point a su favor. Aquella actitud despertó críticas en diversos sectores.

— Fuiste protagonista involuntario de una situación con el francés Gastón que fue muy comentada, ¿tenés alguna reflexión sobre lo que hizo? ¿pudieron hablar después?

— No, no hablé porque en realidad lo que apareció en televisión fue la décima parte de la cantidad de estupideces que hizo adentro de la cancha. Por lo tanto a mí que se haya retirado en el último punto, no me cambió nada, no hablé. De hecho lo tenía como un chico bastante agradable, que saludaba y demás. Normal, nada especial. Pero respetuosamente sí. Fue gracioso porque justo antes de entrar mi esposa me pregunta: “¿Qué tal este chico?”. “Sí, sí bastante piola, me llevo bastante bien”. No voy a ir a cenar nunca, tampoco a almorzar, pero después hizo desastres en el partido. Es un chico que tiene un historial con multas, este año pagó una muy cara, muy áspera. Supongo yo que hay veces que hay que aprender así, pero por lo que yo vi el tampoco sobrepasó ninguna regla como para ser multado en el partido. ¿Se portó al límite? ¿Estuvo al límite? Sí, muy al límite. Me refiero: ¿te podés enojar con él si estás del otro lado? Sí, la gente que estaba ahí lo tomó muy mal también. Pero no daba como para ponerle una multa. Por lo tanto es una situación más de un partido más que ya pasó. De hecho no creo que lo haya afectado mucho porque siguió ganando.

Mientras esquiva las miradas curiosas, Marco escapa de esa falsa jungla enjaulada para sumergirse con los suyos en su otra gran pasión, su otra realidad. Fundamentalista del café, a punto tal que recorre el mundo con una máquina propia que algunas veces le trajo dolores de cabeza en los aeropuertos y hasta se animó a pararse del otro lado del mostrador con su propio local. “La experiencia que tuvimos con la cafetería no nos gustó tanto. Más que nada porque el lugar donde más valoran el tema del café es en Italia. Son un poco más como nosotros, aprendés un poco más a los golpes. Gente con un restaurante en el medio de la nada o con una estación de servicio en el medio de la nada, y te hacen un café espectacular. Lo tienen tan arraigado culturalmente que no hay nada igual. La mayoría de los granos, en Europa, vienen de África y ahora están empezando a mezclar con los centroamericanos, pero es otro café”.

Sin el gesto más adusto, el rictus tenso, que lo acompañó en los temas más sensibles de la nota, Marco igual habla crudo hasta de su fanatismo por esta infusión, que bien podría ser su religión: “Acá el tema del café es como el vino, no hay una ciencia exacta. Creo que básicamente lo más importante es no mezclarlo con estupideces. Leche es más perdonable... Pero ¡al café no le podés poner azúcar, nunca jamás!”. Y sí, sería muy raro que conteste sin sinceridad.

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