Bastó solo un tiempo para que Lionel Messi demostrara por qué es el mejor futbolista del planeta. Cuidado al máximo por el cuerpo técnico de Lionel Scaloni, por la lesión muscular en el isquiotibial derecho que lo había alejado de la competencia en Inter Miami, el capitán de la Selección ingresó al campo de juego del Monumental al minuto 52 en lugar de Julián Álvarez y estuvo muy cerca de aumentar el marcador ante un Paraguay que era sometido por los campeones del mundo.
El rosarino disfrutó de la noche pese a no estar presente, como a él le gusta, desde el arranque, y en el ingreso a la cancha con sus compañeros se dedicó a saludar a cada uno de los niños que aguardaban la salida en el túnel con los futbolistas titulares de la Argentina. La Pulga nunca dejó de sonreír y se lo vio muy concentrado en el banco de los suplentes sentado al lado de Leandro Paredes.
La ovación no cesó en ningún momento. Los fanáticos que colmaron el Monumental estuvieron pendientes en cada instante y, de reojo, observaban los movimientos de los suplentes. Querían ver a Messi en acción y se iban a llevar el premio cuando Scaloni lo mandó a llamar para que ingresara, tal como estaba planeado en la semana de entrenamientos.
Una vez que el rosarino pisó el césped y chocó sus manos con Julián Álvarez, Nicolás Otamendi, el capitán de turno por la ausencia del crack, se acercó a Messi para colocarle la cinta correspondiente. Leo, con su humildad a cuestas, negó en principio el gesto del defensor, pero luego cedió y dejó, entre risas cómplices, que le colocaran el semblante.
Una vez en cancha, el jugador de 36 años fue el centro de las miradas y de la preocupación de los rivales paraguayos, que no encontraban la manera de frenarlo. Una jugada precisa fue cuando Messi tomó la pelota y cuando estaba rodeado de rivales, realizó un gesto técnico con una pisada que dejó en el suelo a Héctor Villalba. El volante intentó sacarle el balón al 10, pero quedó en ridículo, sentado en el piso.
En otra de sus intervenciones despertó la bronca de Antonio Sanabria, quien quien había ingresado desde el banco en lugar de Adam Bareiro. Las imágenes captadas por la transmisión oficial alcanzan a visualizar un diálogo con Messi, pero el hecho más llamativo sucedió cuando el campeón del mundo quedó de espaldas a su colega. En ese preciso momento, Sanabria lanzó un escupitajo en dirección a la ubicación donde se encontraba Leo en un repudiable gesto, de comprobarse que su intención era lanzarlo contra su rival.
Pero había más del Dios del Fútbol. A los 75 minutos, Messi ejecutó un tiro de esquina que tomó un efecto extraño y estuvo a punto de meterse en el ángulo superior derecho del arquero Carlos Coronel, quien se estiró pero no pudo desviar la pelota. Para su fortuna, el esférico rebotó en el travesaño y se evitó el gol olímpico.
En el cierre, el Capitán recibió una falta cerca de la medialuna del área y tomó la posta para lanzar el tiro libre. Los hinchas preparaban sus gargantas para gritar el 2-0, pero el remate se estrelló en el palo. No hubo goles para Lionel, pero sí destellos de magia que dejaron más que conformes a sus seguidores.