Eran poco más de las 13 horas del jueves 2 de agosto cuando Mariano Rabazano, figura del equipo de básquet de Sportivo Pilar, fue a la barbería de siempre (Style Barber) para cortarse el pelo, a metros de la estación de Boulogne, su barrio. En la zona había mucha gente, como siempre. También muchos comercios abiertos. Sin embargo, los dos jóvenes delincuentes estaban decididos a operar. Vieron la moto de Mariano afuera de la peluquería y, sin decidirse, primero entraron a pedir un turno para cortarse el pelo. El dueño, que ya tenía todos ocupados, les respondió que era imposible. Se fueron, dieron una vuelta y regresaron, insistiendo con un turno. Se les repitió lo mismo y volvieron a irse. Pero volvieron… Fue cuando Mariano se dio cuenta que algo raro pasaba. Y cuando los vio reaparecer por la ventana, sus sospechas aumentaron. “Vienen a robar”, pensó.
Cuando el primero traspasó la puerta y se llevó la mano a la cintura, no le quedaron dudas y reaccionó. No sabe bien por qué, fue algo instintivo, admite, pero corrió unos metros hacia adelante, se fue encima del primero y le agarró la muñeca, pero con la mala suerte que se resbaló con un apoyapiés que estaba en la puerta y lo desestabilizó. Eso le permitió al delincuente apuntarle y apretar el gatillo. La bala impactó en la cara y Mariano cayó… El ladrón llegó a exigir la llave de la moto para escapar, mientras el otro esperaba afuera. Pero nadie se la dio y segundos después salió corriendo. A las pocas cuadras, en plena huida y a la pasada, no dudaron en robar un celular mientras a Mariano lo llevaban, consciente, al Hospital de Boulogne. A las horas ya todos sabían que su vida no corría peligro pero, también, que había perdido el ojo izquierdo. Un golpe durísimo, aunque menor de acuerdo a lo que podía haber pasado en semejante desenlace del acto delictivo. Una lesión física y en su alma que este chico de 25 años está superando con una entereza envidiable: 50 días después, regresó a las canchas con Sportivo Pilar (en la Liga Metropolitana, el Prefederal) y, de a poco, ha ido recuperando la vida que hoy ama aún más…
“La pasé mal, sobre todo los primeros días, en el hospital. Estaba triste, enojado... Me preguntaba por qué a mí, lloraba de noche, no me podía dormir. Se me cruzaban mil cosas por la cabeza, si iba a poder manejar, trabajar, jugar al básquet… Pero hice un clic en casa y empecé a mirar las cosas como soy yo, de forma positiva. Hoy agradezco estar con vida y tengo todo por delante, con muchos desafíos. Comprobé que puedo hacer todo, sólo veo un poquito menos…”, resume con una entereza que emociona. A continuación, la entrevista -de una hora- que prefirió evitar con muchos medios pero eligió darle a Infobae.
“Esto no es la primera vez que me pasaba. Antes ya me habían querido robar dos veces la moto. La primera fue en la colectora. Se me pusieron a la par, sacaron una arma y yo amagué a frenar, metí rebaje y aceleré, no paré más… La otra vez fue con la moto estacionada en casa. Los vi por las cámaras, salí, pegué el grito y salieron corriendo. Pero en este lugar, en plena estación, al mediodía, nunca esperé que me podía pasar. Aunque, claro, cuando vi cómo actuaban, tan raro, me di cuenta que se venía… Muchos me preguntan por qué reaccioné así y les digo que fue instintivo. Tal vez volvería a hacer algo igual”, cuenta.
Apenas cuatro días estuvo Rabazano en el hospital. Su recuperación física fue tan veloz que al cuarto día probaron darle de comer y como el cuerpo toleró todo, se fue para su casa, aunque, claro, lo emocional no resultó tan sencillo. “Yo siempre he sido una persona muy positiva, que ve el vaso medio lleno, las cosas buenas de la vida, que no se hace nunca mucho problema por las cosas, pero los primeros días me costó mucho. Estaba enojado, me preguntaba por qué mierda me había pasado algo así a mí, no entendía por qué, creía que me habían arruinado la vida… Pensaba si iba a poder trabajar, manejar, jugar al básquet, dudaba de todo… Y de noche, sobre todo, lloraba, no me podía dormir…”, relata sobre aquellos durísimos primeros tres días.
El clic, cree, empezó en el cuarto día, cuando le dieron el celular y empezó a emocionarse con la enorme cantidad de mensajes y posteos que veía, de conocidos y desconocidos. “Mucha gente, clubes, de todo, mandándome fuerzas, rezando por mí. Fue impresionante. Y eso me llegó. Pensé ‘ya está, estoy vivo, no puedo hacerme problemas por esto, la saqué barata, debo agradecer que la puedo contar’. Así comencé a pensar distinto, a dejar atrás lo que pasó”, recuerda.
Al quinto día Mariano ya estaba caminando por el barrio y haciendo vida normal, sin actividad física, claro. “A las dos semanas arranqué a entrenar, de a poco. Los médicos me dijeron que fue una recuperación increíble, que tenía que ver con mi juventud y con ser deportista. Pero no sólo ellos estaban sorprendidos. Mi familia y hasta yo sentíamos lo mismo”, explica.
-Y debe haber tenido mucho que ver tu actitud. Porque no es fácil levantarse y seguir, luego de semejante hecho que te cambia la vida.
-Y sí… Tuve mis momentos, igual. Durante el día estaba bastante bien, a la noche me deprimía mucho. Hasta que un día me miré en el espejo y me largué a llorar. Me puse muy mal. Pero eso lo hablé, me dijeron que iba a pasar, que llorara y me desahogara. Y así fue. Largué todo y dije ‘ya está, hay que seguir, estoy vivo’. Hoy valoro más algunas cosas que antes no. Me di cuenta que no me cagaron la vida, como yo pensaba. Sólo me la cambiaron, porque puedo hacer de todo. Manejo la moto, voy a entrenar y si bien aun no estoy laburando, voy a comenzar en breve. Puedo hacer todo. Me re acostumbré, sólo veo un poco menos.
-¿Quién o quiénes fueron importantes en estos momentos? ¿Psicólogo tuviste?
-La gente fue un factor clave. Cuando prendí el celular no podía creer la cantidad del mensaje, desde el Chapu Nocioni hasta los chiquitos del club. Eso fue clave. La familia, por supuesto, mis padres, mi hermana, mi novia con la que estoy comprometido. Al psicólogo no fui, nunca sentí que fuera necesario. Yo soy muy abierto, pude charlar el tema y llorarlo también. Sí el básquet, aunque no lo puedan creer... Yo respiro básquet, juego desde los siete años y no puedo vivir sin eso. Es un amor incondicional, sin importar el nivel, si juego en el club, en la plaza, en el Federal o en el barrio. Es mi gran pasión y eso siento que me ayudó mucho, querer volver fue como una zanahoria adelante que perseguí. Mi gran desafío. Por eso cuando volví a jugar fue muy especial.
-Y hablame de Sportivo Pilar, y del rol que tienen los clubes así que forman y contienen, seguramente lo habrás vivido en carne propia en estas semanas. Porque si bien sos nuevo ahí, encontraste una familia, mucho apoyo.
-Sí, la verdad que sí. Decidí jugar ahí, desde enero, porque si bien me quedaba medio lejos de casa y tenía otras ofertas, me dieron muy buenas referencias. A mí me gustan los clubes de barrio, donde se puede confiar en la palabra, en la gente. Yo venía de una temporada bárbara, de ascender al Federal con Claridad, de ser el goleador, pero quería un cambio y me encantó lo que encontré en el Rojo. Desde el primer día los chicos se me acercaban para que les firmara autógrafos, me sacara fotos y yo no lo podía creer. Y te imaginás después de lo que pasó, el doble de cariño. Mucho apoyo y contención. Estoy muy agradecido.
-Volviendo a la importancia del básquet en tu vida, ¿se te cruzó que no volverías a jugar?
-Mil veces. Desde el día que me pasó, hasta que agarré una pelota, 100 veces por día me lo preguntaba. Tenía muchas dudas. Hasta que una tarde fui a una plaza a tomar unos mates con amigos. Y justo al lado está la famosa canchita La Copita en Saavedra… Pasé por al lado y me dieron una pelota para que lanzara un tiro. Yo no tenía muchas ganas, dudaba. Pero tiré… Y no le pegué ni al aro. Un amigo me dice ‘dale, tirá otro’. Lanzo y la meto. Así me fui, contento, dije ‘tal vez puedo jugar’. Imaginate que en el hospital quería apoyar algo sobre la mesa y se me caía al piso. Perder un ojo te hace perder perspectiva, tenés que adaptarte. Y aquel tiro que metí me dio ánimo.
-¿Y cómo fue el primer día de entrenamiento en el club?
-Recuerdo que hicimos un ejercicio con pelotas y yo sentía que no iba a ver bien y me iba a chocar con todos o que me iba a comer varios pelotazos. Corría despacio, con dudas. Luego, ya al segundo o tercer entrenamiento, me di cuenta que no pasaba nada y me solté. Igual me comí un par de pelotazos, algunas cortinas ciegas (NdeR: un atacante pone el bloqueo a un defensor desde la espalda para evitar ser visto y liberar así a otro compañero que viene siendo marcado)…
-Sí, igual en básquet siempre te comés alguna cortina ciega.
-Sí, claro. Pero en mi caso ahora mis compañeros me la deben cantar bastante antes, para ayudarme. Ellos también han sido fundamentales, haciendo ejercicios especiales para mí, para que me adapte.
-¿Y cuándo volviste a jugar un 5 vs 5 normal?
-A principios de septiembre, un mes después del accidente. Pensé que me iba a costar más. Me fui adaptando rápido y al entrenador le pedí jugar el 9, contra Tres de Febrero. Pero Marcelo (Asturiano) no quiso, tenía dudas, miedos de que me pasara algo. Me convenció de que esperara al siguiente partido, 15 días después, con River.
Así fue y Mariano vivió una noche muy especial en el remodelado estadio de básquet ubicado en las entrañas del Monumental, con su familia y amigos en las tribunas. “Fue una locura, algo realmente muy emocionante... Yo tenía muchas dudas, no sabía si iba a jugar mucho o poco. El técnico me dijo que iba a ir de a poco, viendo la situación del partido, cómo estaba, cómo me sentía. Por suerte se dio bien, dentro de todo”, comenta a nivel general para luego meterse en los detalles de lo que sintió. “Cuando pisé la cancha sentí mucha atención, como miles de miradas sobre mí y ahí me di cuenta de lo que significaba. Quería hacer las cosas bien y me puse tenso. Yo, habitualmente, estoy tranquilo, no pienso sino que disfruto e improviso mucho en la cancha. Esta vez me pasó lo opuesto. Y cuando entré y me dieron la primera pelota, pisé línea. No lo podía creer… Pero me lo tomé en chiste, intenté de empezar a disfrutar del volver a jugar, aunque no lo hiciera tan bien”, explica.
Rabazano jugó 18 minutos en su regreso a las canchas, en el triunfo ante River que estiró el invicto de Sportivo Pilar en el torneo porteño (récord de 11-0), anotando seis puntos, dando una asistencia y bajando un rebote. Tras el comienzo con dudas, que incluyó un triple que no le pegó al aro, asegura haber hecho un clic en el entretiempo, cuando se le acercó un compañero y le dijo algo simple pero importante para él: “Escuchá, vamos a jugar el pick and roll como en las prácticas. Vos y yo. Dale que podés…”.
Cuando Mariano entró, en una de las primeras acciones buscó a ese compañero y terminó metiendo un tiro corto que le dio confianza. “El equipo venía de un rato sin anotar y le sirvió ese doble. Luego metí una bandeja y ya me solté más. Luego tuve algunas corridas, di un par de asistencias, aunque me contaron una… Terminé casi que siendo el de siempre”, narra con emoción.
-¿Sentiste alguna limitación en los distintos momentos del partido, en determinadas jugadas, por tu menor visión?
-Mirá… En los primeros entrenamientos sentía que me iba a costar más defender que atacar, sobre todo porque era mi fuerte y por el tema de visión periférica. No podés ver la ayuda, por caso. Tenés que adaptarte, cambiar la angulación de tu cuerpo y mover la cabeza todo el tiempo. Ya mejoré y con la práctica siento que lo voy a ir mejorando más.
-¿Y cómo fue la situación con los compañeros y hasta con los rivales, no sé si sabían de tu regreso o no?
-No, los rivales no sabían que yo volvería en ese partido porque se mantuvo en secreto, como una sorpresa, hasta el final. Mis compañeros estuvieron impresionantes y les estoy muy agradecidos. Tenemos un grupo espectacular, sin internas, que me ayudó mucho. Imaginate que Lauti Expósito, que juega en mi posición (escolta) y nos enfrentamos siempre en las prácticas, me dijo “mirá que no te voy a perdonar ninguna, te voy a defender como siempre”. Y eso me ayudó, para mi fue un desafío.
-¿Cuál es tu desafío desde ahora?
-Jugar, disfrutar, adaptarme, tal vez ser el mismo jugador de antes. Aunque, realmente, eso me preocupa menos. Yo siempre he sido un anotador, fui el goleador del Federal con un promedio de 23 puntos, pero si desde ahora tengo que hacer 10 o 12, dedicarme más a pasar o defender, no hay problema. Tal vez esto que me pasó me sirva para ser un jugador más completo. Lo importante, de ahora en más, es jugar al deporte que amo.
-¿Qué te dice la gente que te cruza y te reconoce?
-Hay de todo. Algunos me hablan del hecho y me recriminan por qué reaccioné así, me dicen que tendría que haber entregado todo... Algunos me preguntan cómo lo superé y hasta me recomiendan psicólogos… Y otros me dicen que están sorprendidos por lo rápido y lo bien que volví, me elogian lo fuerte que soy, que dicen que soy un ejemplo…
-¿Y vos sentís un ejemplo?
-Sé que para mucha gente que le pasó algo puede sentirse reflejada en mí. Como yo me sentí reflejado en el caso de este chico dominicano al que se le cayó una pared encima, perdió un brazo y ahora lucha por su sueño de llegar a la NBA. Eso me pareció impresionante. Si él puede sin un brazo, ¿por qué no voy a poder yo sin un ojo? Me hizo darme cuenta que se puede. Siempre se puede si tenés voluntad, ganas, amor y pasión. Ojalá que mi caso sea de ayuda para algunas personas.
-¿Y ahora qué sigue?
-Jugar, vivir. Tengo por delante una operación, aunque recién la haré cuando termine el torneo. Hoy tengo un lente transparente, se ve todo para adentro y debo realizarme una cirugía para poner una pelotita en la zona, luego va una carilla y después un lente de contacto con un dibujo que replica de mi otro ojo. No tiene funcionalidad, es algo estético. Por suerte en la zona no perdí músculos, tengo movilidad en el párpado, etc.
-¿Y cambia algo desde ahora?
-Quiero volver a trabajar y disfrutar del día a día. Me siento feliz de estar con vida y poder contarla. Perdí un ojo, pero no la vida. Puedo hacer todo. Sólo veo un poco menos.
-Por último, una pregunta tal vez difícil. Mucha gente para estos casos pide pena de muerte, más que cárcel, para los responsables. ¿Vos pensás así? ¿Qué les dirías si los tuvieras enfrente, podrías perdonar o entender algo?
-Mirá, es difícil… Hablarles o entenderlos es muy difícil. Me tiraron un tiro en la cara cuando me caía, para matarme. Sé que ambos están detenidos, que esperan condenas de al menos 20 años. También sé que tenían otras causas, que robaron después de lo que me hicieron a mí, que vivían así y estaban jugados. Ahora quiero que se pudran en la cárcel, que se haga justicia y, sobre todo, que no puedan estar en libertad para arruinarle la vida a nadie más. No más. Sólo quiero dedicarme a vivir yo.