La Bombonera fue un verdadero infierno en una nueva noche mágica de Copa Libertadores frente a Palmeiras. Pese al 0-0 que dejó con sabor amargo al local, que deberá afrontar la revancha del jueves que viene en San Pablo, el público jugó su partido y empujó desde la tribuna. Así lo ratificó el entrenador visitante, Abel Ferreira, en conferencia de prensa: “Jugamos en un estadio mítico, con un ambiente y una atmósfera espectacular”.
Con el nombre de Boca en el cuadro de semis, los fanáticos xeneizes llegaron a la cancha con fe ciega de sortear un nuevo escollo. “Hoy tenés, que ganar, otra copa quiero festejar, ponga huevo, campeón, que este año volvemo’ a Japón”, se oyó en la previa, con un tema que quedó algo desactualizado ya que el Mundial de Clubes se disputará en diciembre próximo en Arabia Saudita.
Mientras de fondo sonó a minutos del inicio “Vamo’ a traer la copa a la Argentina, la copa que perdieron las Gallinas, las Gallinas”, varios que llegaron sobre la hora corrían en busca de sus sector. Cacho Riquelme, papá de Román, se convirtió en una celebridad y se tomó fotos con varios hinchas que lo solicitaron antes de ingresar a la tribuna. Guillermo Cóppola caminó a paso acelerado hacia su palco. Quique Hrabina, derrochando confianza, alzó pulgares a los simpatizantes con un camperón azul y oro. Un par de reconocidos periodistas de TV que evitaron camuflarse con los colores azul y oro cambiaron el chip, colgaron el micrófono y mutaron a su versión hincha.
Si bien la transmisión oficial capturó el instante en que los equipos pisaron el campo de juego al unísono, detrás de la cuarteto arbitral comandado por Wilmar Roldán, el tempranero show de luces pasó de largo por TV. El recibimiento fue realmente impactante, de las épocas noventosas o dosmilosas. La hinchada xeneize encendió miles de candelas resplandecientes y algunas bengalas que dieron un marco épico a la velada. Como los preparativos se adelantaron un par de minutos, las cámaras solamente registraron cuando el humo se estaba disipando.
Como de costumbre en las citas importantes, el plantel de Boca se saltó el protocolo de salida y corrió hasta el centro del campo de juego para ser arropado por los aplausos de todo su público. De fondo, “Boca, mi buen amigo, esta campaña volveremo’ a estar contigo”. Y, enseguida, otro clásico: “Quiero la Libertadores, y una Gallina matar...”. Los futbolistas del Palmeiras, por su parte, recién se acercaron hacia el arco de las tribunas Sur, donde estaba apostada su torcida, una vez que finalizó el saludo FIFA. Más tarde, como arrancaron defendiendo en la valla que da a La 12, se reunieron en ronda justo antes de que se iniciara el conteo del 10 al 1 patrocinado por la cerveza oficial de la competencia.
La Bombonera vibró de arranque por una combinación entre Valentín Barco y Frank Fabra, que terminó centro a Cavani y un desvío en el camino. Instantes después el que generó algo de peligro fue Artur, en una jugada que calló a varios locales. Gustavo Gómez, que en la serie de semifinales de 2018 había sido foco de los insultos por haberse negado a firmar en el Xeneize pese a que tenía casi cerrado el acuerdo con el club de la Ribera, le cometió falta al Colo Barco y se ganó el repudio de todos los hinchas boquenses, que le protestaron al juez como si hubieran tocado a sus propios hijos.
El estadio se agitó nuevamente con un excelente anticipo de cabeza de Edinson Cavani que murió en el lateral de la red y más tarde con un bloqueo de Barco a Gabriel Menino sobre el lateral. Tras el fuerte -e involuntario- golpe de Gómez a Cristian Medina, un auxiliar de Boca corrió a velocidad supersónica hacia el vestuario en busca de una nueva camiseta. Aplausos para él, porque sus cualidades físicas hicieron que el Xeneize no se quedara con uno menos por algunos minutos.
Del “uhhh” extendido que generó un buscapié de Barco definido por Miguel Merentiel que salió a centímetros del palo izquierdo de Weverton (igualmente era offside), el primer tiempo se fue muriendo con otras dos chances claras para el equipo de Jorge Almirón. El Colo quedó incrédulo por haber despilfarrado una maniobra colectiva inmejorable que bien pudo haber significado el quiebre del cero y ser uno de los mejores goles de la Libertadores. Tras el yerro de Barco, Cavani conectó otro cabezazo que, desde la tribuna, parecía que había agujereado la red. Fue inverosímil que no entrara.
La torcida del Palmeiras, conocida como Mancha Alviverde, nutrió la tercera bandeja con unos 2.200 fanáticos que alentaron sin parar. Los muchachos aportaron color y calor de entrada, aunque se demoraron con el cotillón. Recién en el entretiempo aparecieron cientos de banderas con los colores característicos del Verdao que se flamearon y agitaron al son de sus canciones. Y esa tardanza no sería la única...
En la vereda de enfrente, la hinchada de Boca bajó línea vislumbrando que el arco estaba cerrado: “Esta noche, cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar”. Antes de que Benedetto se ganara la amarilla por protestarle al juez de línea por un offside que no había existido en un contragolpe de Palmeiras que terminó con remate desviado de Raphael Veiga, Barco se ganó la ovación del público por un cierre providencial contra Mayke.
El cotejo entró en un bache cuando promediaba el segundo tiempo y el público local trató de mover a los suyos: “Vamos Xeneize, hay que poner más huevo”. El inquieto Barco frotó la lámpara, desconcertó a la defensa rival con un movimiento e hizo esforzar al arquero Weverton, que tuvo una floja respuesta y dejó la pelota muerta en el área chica. Cavani llegó a su encuentro, pero no pudo mandarla al fondo de la red. La jugada terminó con saque de arco, el uruguayo dolorido y los hinchas de Boca insultando al aire por otra posibilidad perdida.
Al minuto 70, Almirón ensayó dos modificaciones: Nicolás Valentini por el dolorido Marcos Rojo (acabó con hielo en el gemelo izquierdo y se hará estudios en las próximas horas) y Lucas Janson por Barco. En el momento en que el cartel del cuarto árbitro señaló en rojo el número 19 del Colo, hubo reprobación generalizada. Incluso algunos se animaron a silbar la variante que ejecutó el DT, no por el hombre que ingresaba, que incluso tuvo chances de ser titular, sino porque comprendieron que el talentoso zurdo merecía seguir en cancha. Lo contrario ocurrió cuando Benedetto sustituyó a Merentiel cinco minutos más tarde. Con el antecedente del doblete del Pipa en 2018, muchos se esperanzaron con romper el cero.
“Ohhh, nosotro’ alentamo’, ponga huevo, que ganamos”, retumbó en la Bombonera. Y, cuando el Pipa conectó un centro de cabeza en el área que finalmente se diluyó, se cambió el tema: “Hay que gritar, señor hay que gritar, y vamos vamos Boca que tenemos que ganar”. Equi Fernández, tirándose al piso, neutralizó una contra de Raphael Veiga que se gritó como un gol propio.
A los 40 del complemento, Boca dispuso de un tiro libre a favor en tres cuartos de cancha y en la popular visitante empezó a haber movimiento. Desde abajo hacia arriba, los torcedores del Palmeiras desplegaron unas cintas con los colores de su equipo como si estuvieran a punto de salir los jugadores a la cancha. Insólito, al menos bastante extraño para el fútbol argentino, pero real. Por suerte para ellos, Boca no le encontró la vuelta y el tanteador quedó en silencio.
En el cierre, se respiró impotencia y desazón. “Dale Bo, dale Bo, dale Bo, dale Boca que no ha pasado nada, con los huevos del equipo, con los huevos de la hinchada, dale Boca que vamos a ganar”. No había ánimo para el descorche, pero sí para recordar que el domingo se jugará una nueva edición del Superclásico: “Que el domingo, cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”. “Gallina, esperanos un poquito más, ya nos vamos a encontrar”, fue la despedida para un plantel que inmediatamente después de meterse al túnel, intentó cambiar el chip para enfocarse en el duelo contra River.