-Sentate Dennis. Tenemos una noticia mala para darte: tu padre ha muerto.
-No puede ser, no es verdad...
El adolescente de 16 años, incrédulo, se agarró la cabeza con sus manos. No podía creerlo ni entenderlo, menos aceptarlo. Los familiares lo detuvieron en la cocina ni bien había cruzado la puerta de la casa, nervioso porque su padre no había llegado al lugar donde debía dirigirse.
-¿Dónde está? Quiero pasar…
Inmediatamente Dennis cruzó la puerta y lo vio, todavía sentado, en el sillón del living. Había muerto de un ataque al corazón, luego del almuerzo. “Tuve que ir tocarlo para comprobar que era verdad”, recordó en una nota hace cinco años. Hasta ahí se trataba de un chico rebelde que se la pasaba con sus amigos, en la plaza, jugando al fútbol, andando en skate -hay videos en los que se nota su alto nivel- y escuchando música... No se tomaba nada muy en serio, aunque ya se nota que tenía un talento especial.
Hasta que una semana antes de aquel fallecimiento tuvo una charla con su padre. “Le dije que iba a empezar a tomarme en serio el básquet”, recordó. Y, como un designio del destino, un día después del funeral, revisando cosas de su padre en los cajones, descubrió una carta de su padre, de puño y letra, donde él mismo recordaba aquella charla y hablaba de la ilusión que tenía con su hijo basquetbolista.
“Tenés talento, no lo desperdicies. Enfócate en el básquet, podrías cambiar tu vida y la de tu familia”, decía un párrafo de aquella carilla escrita por Axel.
“Aquel golpe y haber leído lo que sentía mi padre fueron dos cosas que cambiaron mi vida por completo. Desde ese día sólo pensé en ir al gimnasio, entrenarme y mejorar como jugador”, admitió Dennis.
Hasta ese día no habían sido años fáciles para este chico de padre alemán y madre de Gambia, quienes se habían conocido en Banjul, la capital de aquel país africano. Axel entró a un hotel y quedó cautivado por una peluquera que trabajaba en un local de belleza. Su nombre era Fatou Njie. Días después comenzó un noviazgo que se potenció cuando ella visitó Alemania y Axel la convenció de que se mudara a Braunschweig -ciudad del norte del país con 250.000 habitantes, ubicada en el estado de Baja Sajonia-, con sus dos hijos -de otro matrimonio-.
Poco tiempo después se casaron y tuvieron a Dennis. Vivieron juntos durante muchos años hasta que llegó la separación. La relación, sin embargo, se mantuvo excelente hasta el punto que Fatou, propietaria de un comercio de belleza, recibía las visitas habituales de Axel. De hecho, aquel día del fallecimiento, él tenía que ir a arreglar la red de wifi del local…
Aquella tragedia cambió todo. Hasta ahí parecía que Dennis era un caso perdido. Hablamos de un chico rebelde que parecía vivir haciendo lo opuesto, sin comprometerse con nada ni nadie. Que encima sufría cada caso de racismo. Algo que lo enojaba. No era fácil para él, claro, un afroamericano con descendencia africana, vivir en Alemania.
-Míralo, es negro. Tiene tierra por todo el cuerpo.
Cada tanto algún episodio lo golpeaba y le volvía a crear anticuerpos. Hasta que pudo empezar a dejarlos atrás. Incluso, ya de grande, llegó a teñirse un mechón de pelo, de color rubio, para ser aceptado. Y reconocido. Se lo aconsejó su madre, estilista, y él no dudó. Así se terminó convirtiendo en una marca registrada propia durante años.
Fue un click que hizo, luego de años de pura rebeldía. A los 14 años, cuando lo invitaron a un campus de entrenamiento para futuras estrellas en Alemania, se presentó con unas zapas de skate, una campera de cuero y un cigarrillo en la boca. Frank Menz, uno de los organizadores del evento y miembro de la Federación de Alemania, le dijo que no llegaría a nada de esa forma. Poco le importó. “Iba a entrenar un día y a la otra semana ni aparecía. No le gustaba aceptar órdenes. Y si perdía, salía de la cancha a los gritos. Tenía una personalidad muy fuerte”, cuenta Liviu Calin, su descubridor.
La muerte del padre y aquella carta significaron como una revelación en su vida. Calin le pidió a un amigo que le dieran una segunda oportunidad y Dennis cumplió con cada promesa. Salía del colegio a las 15.45 y no llegaba a casa hasta pasada la medianoche. Se entrenaba en doble turno, practicaba el tiro, acciones de todo tipo y jugaba picados…
Así mejoró, en el conjunto Phantoms Braunscheweig, hasta llegar al primer equipo en 2011. Aquellos dos años, tras la desaparición física de su padre, fueron los de mayor progreso. En su primera temporada como profesional jugó poco (8 minutos de promedio), como es lógico, anotando 2.3 puntos, pero ya en la segunda tomó mayor protagonismo, elevando sus medias a 12 puntos, 3.2 asistencias y 2.3 rebotes en 25 minutos. En aquella campaña fue elegido el Mejor Jugador Joven y el Jugador de Mayor Progreso, lo que definitivamente llamó la atención de los reclutadores de la NBA.
Tenía apenas 19 años cuando los Hawks de Atlanta lo eligieron en el puesto N° 17 del draft de la NBA. Pagó derecho de piso en su debut, sólo jugó 13 minutos por partido, anotando apenas 3.7 puntos de promedio. Distinto fue en la segunda, cuando el coach Mike Budenholzer lo hizo saltar a 10 tantos y 4 asistencias a partir de un mayor protagonismo (20 minutos). Ya en la cuarta, con 23 años, se convirtió en una figura del equipo, teniendo medias de 18 puntos y 6.3 pases gol. En la quinta trepó a casi 20 tantos, aunque dentro de un equipo perdedor, ya tocando la puerta del rótulo de estrella.
En julio del 2018, sin embargo, comenzó su peregrinaje por distintos equipos que todavía hoy lo tiene sin encontrar un verdadero hogar. Primero fue parte de un canje triple que lo mandó a Oklahoma City. A los cinco meses ya estaba en los campeones Lakers, tras otro intercambio. Pero menos de un año después firmaba con los Celtics tras quedar libre. Ocho meses después era cambiado a Houston y en septiembre del año pasado firmaba para volver a los Lakers. Poco duró todo y en este verano, como no renovó en LA, terminó fichando con los Raptors de Toronto. Cinco años de idas y vueltas, sin ser valorado como lo que es: un base de élite.
¿Tendrá que ver su carácter? Lo dicho, no es fácil, a las pruebas nos remitimos. Maxi Kleber, otro de los NBA que tiene Alemania, avisó que no estaría en la selección justamente por la convocatoria de Schröder. Durante su presencia en la mejor liga del mundo también ha tenido sus temas. En 2017 fue arrestado (y luego puesto en libertad bajo fianza) por haber atacado a patadas y puñetazos a un hombre. Y en los pasillos de los equipos se habla de un carácter complejo. Tal vez por eso le costó asentarse en los últimos años. O quizá sea porque los equipos no terminan de valorar sus condiciones.
En Alemania generalmente muestra su mejor cara. Porque a casi todos los conoce de chico y saben cómo es, le perdonan sus cosas no tan buenas y rescatan lo mejor que aporta. Saben que lo necesitan para pagar. En este Mundial se vio durante un tiempo muerto en el partido ante Eslovenia, cuando discutió primero con su compañero Daniel Theis y luego tuvo un tenso cruce con el entrenador Gordon Herbert, quien lo agarró del hombro en un intento de sentarlo para que dejara de discutir y escuchara lo que él tenía para indicarle al equipo. “No tenés que tocarme, ¿entendés?”, fue la reacción del base.
Pero, claro, el técnico canadiense es uno de los que más lo entienden, viendo siempre su lado B, el que pocos conocen. De hecho, el tierno abrazo entre ambos, tras el título mundial conseguido con Alemania, resumió la relación que tienen. Una unión que comenzó en septiembre del 2021, cuando lo primero que hizo al aceptar el cargo fue ir hasta Boston para hablar con Dennis. “Hablamos durante varias horas y ahí empezó todo. Su cariño y dedicación. A partir de allí el compromiso que mostró fue encomiable, como cuando decidió jugar el Europeo del año pasado sin tener contrato en la NBA. Dio el ejemplo para todos”, contó. El coach se refiere a la decisión de haber jugado con Alemania sin tener nada cerrado. El haber sido la figura en la medalla de bronce europea y meterse en el quinteto ideal le valió al menos encontrar un acuerdo mínimo con los Lakers.
Sin embargo, pese a ayudar al equipo de LeBron a alcanzar la final del Oeste, no le renovaron y terminó arreglando con Toronto a semanas de ponerse a pensar en el Mundial. Hoy, tal vez, muchos se arrepientan. Dennis promedió 19,1 puntos, 6.1 asistencias y 2 rebotes para terminar siendo el MVP. La rompió, sobre todo en los últimos dos juegos, en los que mostró su temple y personalidad. Schröder venía “del peor juego de mi vida”, según admitió, ante Letonia, y resurgió con otros dos partidos brillantes, en la semifinal y la final. Tuvo 24 puntos y 9 asistencias ante Estados Unidos y en la definición sumó 28, con 53% de campo.
Un base con juego NBA que se sabe adaptar -y brillar también- en el juego FIBA. Un chico que pasó por mucho para llegar a este momento soñado, ser la estrella del campeón del mundo. Del país donde nació y se crió. Con dificultades, sí, pero siempre teniendo una respuesta a cada obstáculo.