Radiografía del fracaso de Estados Unidos en el Mundial de básquet: el problema detrás del talento y la advertencia de dos voces autorizadas

El coach Erik Spoelstra y el ex campeón Rudy Gay pidieron cambios en la forma de jugar y en la selección de jugadores, mientras USA Basketball filtra el nuevo equipo de la redención, con LeBron James reclutando estrellas top de la NBA. ¿Y el respeto al juego?

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Estados Unidos perdió con Canadá y se quedó sin medalla en el mundial FIBA.  REUTERS/Eloisa Lopez
Estados Unidos perdió con Canadá y se quedó sin medalla en el mundial FIBA. REUTERS/Eloisa Lopez

No había pasado ni un día de la debacle en el Mundial cuando uno de los dos periodistas más influyentes de Estados Unidos salió con la noticia de que LeBron estaba reclutando superestrellas para formar un nuevo súper equipo y así vengar el nuevo papelón, esta vez en Asia. Otro Redeem Team. Otro Equipo de la Redención. Con Steph Curry, Kevin Durant, Jayson Tatum, Anthony Davis y Damian Lillard, entre otros. Como aquel del 2008, que volvió para ganar el oro olímpico luego de que varios países, principalmente nuestra selección argentina, lo pusiera de rodillas (dos veces: 2002 y 2004) ante los ojos del mundo. Nada es casualidad. Quieren tapar este golpe con una noticia. Con talento. Con más talento. Sin entender por dónde realmente pasa la carencia. Una noticia que es parte del problema. Un problema que sólo algunos quieren ver en USA.

“No lo veo como una derrota, lo veo como un mensaje. No sólo para el Team USA, también para la NBA”.

No se dijo desde afuera. Se dijo desde adentro. Y fue nada más que Erik Spoelstra, uno de los mejores entrenadores de la NBA y asistente de Steve Kerr en este Mundial.

Spo es parte del nuevo fracaso del básquet estadounidense. Aunque a algunos les cueste aceptarlo. Aunque pongan la excusa de “no mandamos lo mejor”. Y otros digan, desde afuera, que “los Mundiales no les interesan”.

Todo parte de una mirada sesgada. Porque realmente si no les importaran estos torneos no hubiese ido Kerr como head coach y Spoelstra como asistente. Tampoco Gregg Popovich en el Mundial 2019 en el que terminaron ¡séptimos! Y menos a estrellas de los equipos NBA, como Jalen Brunson ahora, o Donovan Mitchell y Jayson Tatum hace cuatro años. Hablamos de figuras que prefieren descansar y si van es para ganar, no para pasear.

En realidad, el problema parte desde ahí, de la escasa pasión por jugar por su país. Las otras figuras, que deciden ir, resignan cosas porque tienen un compromiso y una identificación que pocos muestran en Estados Unidos. Y, especialmente, porque poco les importa lo que pasa fuera de sus fronteras.

LeBron James Dream Team
LeBron James Dream Team

Cuando ganan sus ligas, como la NBA, son campeones del mundo. Sin darse ni siquiera cuenta que la N es de National (nacional) y que el torneo se juega con equipos de USA y Canadá. Una sentencia que hace poco criticó duramente Noah Lyles, el velocista estadounidense cuatro veces campeón mundial que dijo que le molestaba mucho ver al campeón de la NBA llamarse campeón mundial… “Amo a los Estados Unidos, pero no es el mundo”, explicó. Le cayeron varios, sobre todo de la NBA, desde Durant hasta Lillard, pasando por Booker o Draymond Green. Todos dolidos en su ego, incapaces de ver la realidad…

El tema es que ellos se creen los mejores, a veces incluso sin comprobarlo. Todos sabemos que la NBA es la mejor liga del mundo y que la potencia N° 1 del mundo, en básquet, es USA, pero tenés que ir y ganar, demostrarlo.

Y, para eso, deben entender que cómo se gana a nivel mundial, al menos en el básquet, deporte en el que el juego cambia cuando se sale de la frontera de Estados Unidos. Allá es un juego más individual, de 1 vs 1, donde priman la capacidad atlética, la velocidad, la potencia, los recursos ofensivos… Afuera es otra cosa, como dice Spoelstra. Se juega más en equipo, con más pases, con más sistemas de juego, con más táctica y estrategia, con menos espacios e incluso con otras reglas, distintas en FIBA que en la NBA.

Básicamente requiere adaptarse a ese juego. Un problema que los estadounidenses tienen desde que los NBA empezaron a jugar, en 1992. En ocasiones no han tenido grandes problemas, especialmente entre 1992 y 2002, cuando Argentina rompió un invicto de 58 partidos. Desde aquella derrota, en Indianápolis, cambió el paradigma del básquet mundial.

Hoy, tras más de 20 años, con un mundo totalmente globalizado donde todos tienen las últimas herramientas tecnológicas, con muchos países -con más o menos tradición- que han apostado el desarrollo joven, que han fortalecido sus competencias internas y que han exportado su talento a los mejores torneos del mundo, incluyendo la NBA, el contexto se modificó radicalmente. El básquet es otro.

Hoy tal vez no haya deporte en el mundo tan parejo, donde prácticamente hay cerca de 15/20 países con sueños de medalla. Lo vimos en este Mundial. Y para esto han colaborado varios factores. Como, por caso, la escisión de la URSS y Yugoslavia, las potencias 2 y 3 del mundo hasta 2002. Antes eran dos potencias, ahora hay 10 quenson un peligro latente: Serbia, Croacia, Montenegro, Eslovenia, Bosnia, Rusia, Lituania, Georgia, Letonia y Ucrania, seis de las cuales han participado de esta copa del mundo. Todo cambió y el único país que no lo ve -o no lo quiere ver- es USA.

Ellos siguen creyendo -y es lo que debaten hoy- que tienen que mandar lo mejor de lo mejor. Sí, en parte es así, pero el árbol les tapa el bosque. O la soberbia les tapa el básquet. El problema, en esencia, es otro. Con el equipo que llevaron a Asia podrían haber ganado este Mundial, aunque muchos crean que es un equipo D. Los problemas siguen siendo los de siempre. Jugaron mal los partidos importantes porque no entienden cómo se juegan, preparan mal los encuentros, desestiman la estrategia y la táctica, no defienden como deberían -recibieron 113 puntos en una semifinal- y creen que jugando uno contra uno nadie podrá con ellos. ¿El resultado? Ni el bronce ganaron. Un auténtico papelón. De rodillas, otra vez, aunque algunos traten de minimizarlo. Una mancha más para la bandera de las estrellas…

Canadá se quedó con el bronce en el mundial. REUTERS/Eloisa Lopez
Canadá se quedó con el bronce en el mundial. REUTERS/Eloisa Lopez

Estados Unidos tiene que volver a respetar el juego y su esencia. “Debemos volver a introducir el juego que nos caracteriza, debemos volver a la defensa. Estamos muy deteriorados en ese sentido”, aseguró Spo en la continuidad de la autocrítica. “Debemos entender que el sistema de juego de FIBA es el de Europa. Jugar distinto, más en equipo, con más distribución de balón”, cerró.

El coach de Miami Heat dio en la tecla. Y no fue el único.

Rudy Gay, campeón en 2010 y 2014, también tiró otra punta. “Volvamos a los tryouts, basta de elecciones (a dedo) de jugadores”, pidió. No le falta razón, a veces la gestión de la dirigencia es sumar talentos, no importa la posición, las características y si sus recursos son adaptables al juego FIBA.

Y ojo, no sólo eso. También hay personalidades que se necesitan. LeBron puede ser una, aunque tenga 38 años y su estilo no cuaje tan bien con el estilo FIBA. Pero puede ser el líder que necesite el nuevo USA. Como lo fue Kobe, el único que está invicto desde que aceptó ser parte del proceso de resurrección (36-0 en 4 años), cuando lo llamaron Jerry Colangelo -el presidente de USA Basketball- y Mike Krzyzewski, el mítico DT proveniente del ambiente universitario que entendió realmente por dónde pasaba el problema. Cuando Bryant dio el sí, lo primero que pidió fue defender al mejor jugador rival de cada equipo. No le interesaron los tiros ni los puntos que podía hacer. Supo bajar un mensaje, una forma de ser y actuar, que es lo que les faltó a los últimos equipos estadounidenses, justamente desde que se fue Kobe. Y su mentalidad…

No fue el único. Coach K fue el otro que entendió cómo era. Y por dónde era. El veterano entrenador que asumió en la previa del Mundial 2006 y ahí, en Japón, de primera mano vio cómo era el básquet. Se comió el primer palo, aquella dura derrota ante Grecia en semifinales, pero se dio cuenta por dónde había que ir. Un programa amplio, a largo plazo, entendiendo que en el mundo, ya sea Juegos Olímpicos y Mundiales, se jugaba a otra cosa, y era Estados Unidos el que debía cambiar. O, al menos, adaptarse. También, claro, hizo el trabajo fuera de la cancha, gestionando, convenciendo a los mejores, haciendo que ellos tuvieran la humildad de los grandes, que bajaran línea y dieran el ejemplo.

Así ganaron los Mundiales 2010 y 2014, además de los Juegos Olímpicos 2008, 2012 y 2016. Fueron diez años en los que Estados Unidos volvió a las fuentes. Y a reinar. Tuvieron récord de 88-1, sólo perdiendo aquel partido ante Grecia, en 2006. Pero tuvo un tipo que se dedicó a entender el contexto, no sólo a mirarse el ombligo. Argentina fue su inspiración. Coach K admitió que se basó en el espíritu argentino para la formación del programa, buscando desarrollar un sentimiento que marcara para quién estás jugando, no solamente ponerte una camiseta.

“Recuerdo que en Beijing nosotros debíamos enfrentar a Argentina en la semifinal. Estábamos por entrar al campo, en el túnel, donde el público no te ve, y unos metros atrás estaban los argentinos, bailando abrazados, saltando, gritando, alentándose. Yo iba con Mike D’Antoni, uno de mis asistentes, y al ver eso le dije ‘Mike, olvidate del scouting que hicimos, es a esto a lo que debemos vencer. El compromiso que tenían esos muchachos hacia su país y hacia el compañero, su hermandad, es lo que ocurre cuando tienes continuidad, compromiso y talento’. Y eso es lo que busqué replicar con nuestro seleccionado”, reconoció.

Alemania eliminó a Estados Unidos en semifinales del Mundial FIBA. REUTERS/Eloisa Lopez
Alemania eliminó a Estados Unidos en semifinales del Mundial FIBA. REUTERS/Eloisa Lopez

Y lo logró, por una década. Pero Coach K, ya retirado, se fue y nadie ha podido llenar sus zapatos. Ni siquiera Pop, otro maestro, que consiguió lo que pudo (de figuras) para el Mundial anterior y Estados Unidos fue séptimo. Una verdadera deshonra para la potencia número 1 del básquet mundial. Tampoco Kerr lo consiguió ahora. Está claro que ni los gurúes del básquet le llegan -al corazón- a las estrellas.

Es difícil cuando el tema viene de raíz. Y es cultural. O de un ego. Ayer mismo veíamos, en un video, la reacción de Gilbert Arenas, una ex estrella que se reía cuando le dijeron que volvía LeBron al equipo nacional. Se reía del resto, como diciendo, “pobres, lo que les espera”. No la ve…

No se da cuenta de que los cuatro mejores jugadores de la última temporada son extranjeros: Jokic (Serbia), Antetokoumpo (Grecia), Doncic (Eslovenia) y Embiid (Camerún). Se siguen focalizan, especialmente los periodistas, que no conocen nada por fuera de USA, en quienes no fueron a Asia, sin tampoco pensar que Serbia no tuvo varias figuras, especialmente Jokic y Micic, que Canadá les ganó el bronce sin Jamal Murray ni Andrew Wiggins, que Francia podría tener a Wembanyama y Embiid -dicen que prefiere representar a Le Bleus-, entre otros. No hay que olvidarse de que en Tokio ganaron los Juegos tras vencer solo por cinco puntos a Francia. Y con lo mejor que tenían a disposición…

Ya lo dijo Kerr. “Ya no estamos más en 1992″. Ya nadie se quiere sacar fotos con ellos. Ya nadie les tiene miedo. Todos quieren ganarles, avergonzarlos, quitarle esa sonrisa socarrona de la cara y esas jugadas jugosas que hacen cuando ganan por 20. Porque, además, en este torneo, vimos otra prueba más. En el pasado había que ganarles haciendo otro juego, más lento, de menos ritmo, posesiones y puntos. Alemania, en la semi, les ganó en el juego yanqui, en el golpe por golpe. Le anotó 113 puntos con 58% de campo.

Así no va. Les falta un gran golpe de humildad. Y líderes que entiendan el problema. De lo contrario, el destino puede tenerles preparado otro golpe en el camino. Que otra vez los deje de rodillas, como ahora. Como en 2019. Como en el 2002 y 2004. Ya hace 20 años fue el primero, ya deberían haber aprendido.

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