Una industria como la del fútbol mueve mucho dinero. Y cada vez parece necesitar más. Por ello, el deporte más popular del planeta ha decidido aglutinar más partidos de los que los jugadores realmente pueden absorber para generarlo, sin importar el riesgo a la saturación física o las lesiones. Hasta la Champions League, el torneo por excelencia en Europa y núcleo de las grandes figuras, va a someterse a un cambio revolucionario: la próxima edición tendrá 225 partidos en lugar de los tradicionales 125 que se juegan desde la temporada 1992/93. Este jueves, se llevará a cabo en la sede de la UEFA en Nyon (Suiza) el sorteo para definir los emparejamientos de los ocho grupos de cuatro participantes por última vez, con presencia de los clubes de la vieja guardia como Real Madrid, Bayern Múnich o Manchester United; pero también con las potencias erigidas por la inagotable reserva de riqueza del mundo árabe como Manchester City, Paris Saint Germain o Newcastle. Hay otros, como Real Sociedad o Lens, que regresan tras muchos años de ausencia. Y mezclado entre todos ellos, un club capitalino que hará su debut en la máxima competición europea y rompe varios esquemas: el 1.FC Union Berlin de Alemania, que militaba en segunda división hace muy pocos años y no había pisado la Bundesliga hasta 2019. Una institución edificada y sostenida con el amor incondicional de sus socios que está por escribir las páginas más doradas en su increíble historia.
Su clasificación para la Champions League fue sellada tras la victoria por 1-0 sobre el SV Werder Bremen en la última fecha de la temporada pasada, cuando su hito fue eclipsado por la caída en desgracia del Borussia Dortmund ante un Bayern Múnich que se consagró campeón de la liga alemana por 11° vez consecutiva. Tras haber participado recientemente en las competiciones de segundo y tercer orden de la UEFA, Die Eisernen (Los de Hierro, como se los apoda) irrumpieron en la gran escena. Y lo consiguieron a puro mérito deportivo, sin tomar atajos financieros. Es decir, ningún magnate norteamericano o asiático llegó con sus inyecciones de dinero para hacer fichajes desproporcionados o dar un crecimiento estructural meteórico. Incluso, la estabilidad económica fue siempre menor con respecto a la de sus rivales en Berlín, como el Hertha o anteriormente el Tennis Borussia, al punto que sus hinchas lo salvaron de la bancarrota a principios de los 2000. Es una base de fanáticos muy sólida y fiel, que se ha expandido a varios puntos del planeta, incluso ha llegado a países de habla hispana.
“En general, es gente desencantada con el fútbol, que ve cómo su equipo ha tomado un camino demasiado comercial, que las competiciones son cada vez más artificiales con equipos que gastan muchísimo dinero y quieren volver a sentir esa pasión de los años 90 donde cualquiera podía ganar a cualquiera y se disfrutaba mucho más la experiencia en el estadio”, explica Alberto Doblaré, oriundo de Zaragoza (España), quien hace más de una década desembarcó en la capital alemana y creó un lazo especial con esta entidad para la cual comenzó a trabajar recientemente. “Yo comencé yendo a ver al Hertha, pero no me enganchaba. Un compañero un día me dijo de ir al Este de la ciudad a ver al Union y me maravilló el ambiente, la forma de entender el fútbol. Ahí es cuando empecé a seguirlos más en profundidad”, explica.
La increíble historia del Union Berlin comienza el 17 de junio de 1906 cuando varios clubes berlineses dieron nacimiento a un equipo llamado Olympia Oberschöneweide, que creció siempre en colaboración con otras entidades y gracias al FC Union agregó ese término a su nomenclatura, llamándose Union 06 Oberschöneweide en un período, y siempre conocido desde sus inicios como los Schlosserjungs (trabajadores metalúrgicos) por su fuerte vínculo con esas fábricas y también su uniforme, que se asemejaba a los usados en este rubro. La Federación Alemana se había fundado apenas seis años atrás y el primer torneo nacional fue en 1903, por lo que el fútbol daba sus primeros pasos en territorio germano. La expansión industrial en la localidad de Oberschöneweide hizo que el club tuviera que mudarse y encontró su nuevo hogar en unos terrenos de caza real en la localidad berlinesa de Köpenick, puntualmente donde estaba “la antigua casa del guarda forestal”, por eso se llama Stadion An der Alten Försterei.
Sus puertas se abrieron en 1920 y esta casa emblemática del bosque sigue existiendo, son actualmente oficinas del club. Es un recinto deportivo donde cerca del 85% de las plazas para los fanáticos son de pie, por lo que suelen acudir con tiempo a las gradas porque no hay lugares asignados. Su marcador es manual y junto al Borussia Park de Mönchengladbach son los únicos estadios de la Bundesliga que no tienen un patrocinador en su nombre. La última gran remodelación de este estadio se hizo en 2009 con la ayuda de más de 2.000 hinchas del Union Berlin, quienes voluntariamente invirtieron 140.000 horas en casi 300 días de trabajo para que un club que en esa época estaba lleno de deudas pudiera tener una cancha en óptimas condiciones. Se construyó un monumento para homenajear a aquellos aficionados que refaccionaron un estadio que en plena pandemia de COVID-19 cumplió 100 años.
“Ir al estadio del Union Berlin es una experiencia muy especial. La gente cruza el bosque y llega al estadio entre hora y media y dos horas antes. Comienzan a animar desde muy pronto. De fondo, música rock con un DJ que lleva muchos años en el club y que da mucho ritmo con grupos como Metallica, The Offspring… Las salchichas y las cervezas no faltan. Cuando se presenta a los jugadores a todos se les llama Fussballgott (’Dios del fútbol’), siempre animando y sin críticas, y poco antes de comenzar el partido suena el ‘Eisern Union’ de Nina Hagen, el himno del club. Una canción rockera que resume a la perfección la idiosincrasia del club y que tiene frases como: ‘¿Quién no se ha vendido al Oeste? La Unión de Hierro’. El partido son 90 minutos de animar sin parar. Es el único equipo de la Bundesliga que no pone una canción cuando se mete un gol para que se escuche al público celebrar. Tras el partido, se gane o se pierda, los aficionados y los jugadores celebran juntos en una hermandad que es una de las claves de su éxito”, relata Doblaré, quien dejó su trabajo de marketing y hace unos meses es uno más del equipo para manejar las redes sociales en español (@fcunion_es). Había empezado a manejar cuentas a modo de hobby para conectar con otros hinchas y el club le reconoció el terreno ganado sumándolo a su estructura.
Durante el período de entreguerras de Alemania, el club fue subcampeón del Campeonato Alemán 1923 al perder la final por 3-0 ante el Hamburgo. Al final de la Segunda Guerra Mundial, ganó la Copa de Berlín 1946/47. No obstante, a medida que el país se dividía, los golpes eran cada vez más duros y pusieron en jaque su existencia. Al levantarse el Muro de Berlín en 1961, habían descendido al tercer nivel del fútbol de Alemania Oriental. Fueron tiempos turbulentos, donde la institución tuvo muchos nombres –Motor Oberschöneweide, Motor Berlin, TSC Oberschöneweide– y recién en 1966 se sometió a otra renovación para ser el actual Union Berlin. La República Democrática Alemana (RDA) quería convertirse en una potencia futbolística y en pocos meses se refundaron hasta 10 clubes, aunque los Eisern fueron los únicos de la capital del país liderados por civiles. Incluso, todos entraron directamente en Oberliga (primera división) menos el Union, que se transformó paulatinamente en un bastión para la clase trabajadora y los grupos marginados en Berlín Oriental.
En los ‘70 y ‘80, el Union Berlin se posicionó definitivamente como una entidad deportiva enemiga del sistema, mostrando su odio sobre todo al BFC Dynamo, ganadores de 10 títulos de Liga consecutivos (1979-1988), reconocido como el equipo de la Stasi, la fuerza de seguridad que tenía como finalidad espiar a la población y detectar posibles casos de rebeldía. “No todos los hinchas del Union son enemigos del Estado, pero todos los enemigos del Estado son hinchas del Union”, reza una frase muy popular en Berlín que resume a la perfección el espíritu de una hinchada que se convirtió en un vehículo anti-establishment, que fue incorporando el apoyo de comunidades de hippies, punks, skinheads, estudiantes universitarios, y otros grupos disidentes de la capital germana, quienes veían en el club un lugar donde ir a canalizar su furia de una forma más saludable. Por los accesos al Stadion An der Alten Försterei no ingresaban exclusivamente los vecinos de la zona de Köpenick, sino todo aquel que tuviera una opinión crítica.
Tras la caída del Muro y la unificación de Alemania en 1990, el Union Berlin tuvo que lidiar con muchos problemas financieros, al punto de que después de consagrarse campeones de la Regionalliga en la temporada 1993/94 no lograron jugar la 2. Bundesliga por falta de garantías bancarias. Siempre fueron un equipo de actuaciones deportivas modestas, que no alcanzó la segunda división hasta el 2001. Ese curso sería histórico también porque lograron la clasificación a la Copa UEFA (antecesora de la Europa League) como subcampeones de la DFB-Pokal (Copa de Alemania) siendo un elenco de Tercera. La afición Eisern acompañó a sus jugadores en viajes a Finlandia y Bulgaria pese a la delicada situación económica de la institución. No obstante, las deudas crecían en la mayoría de clubes del Este, principalmente en el Union Berlin, que llegó a tocar la cuarta división y quedó muy cerca de la desaparición. En 2004, en la arcas faltaban 1,5 millones de euros para cumplir los requerimientos de la Federación y poder continuar teniendo una licencia competitiva. Sus fieles seguidores decidieron lanzar una campaña poco convencional pero que sirvió para sostener a flote al club: se llamó ‘Blüten fue Union’ (“Sangrando por Union”). Gran parte de los aficionados donó su propia sangre para juntar el dinero que pudo salvar a la entidad.
“El Union pertenece a sus socios en un 100%. Hay una Junta Directiva que lleva 17 u 18 años, que fueron aficionados del club antes de directivos. Se los vota de manera periódica pero tal como va el equipo está claro que van a seguir. Para la mayoría de decisiones importantes se tiene en cuenta a la afición y sino suele exigir explicaciones, como en la ocasión que pidieron hablar con un sponsor que era una inmobiliaria para saber cuáles eran sus planes de expansión en Berlín, una ciudad con problemas de vivienda”, ilustra Alberto Doblaré, quien vive en Castellón, de donde es originalmente su mujer (a la que conoció en Berlín), pero viaja con frecuencia a Alemania.
La estabilidad del club en la 2. Bundesliga llegó en la temporada 2008/09, ya que desde esa campaña no volvieron a caer a la tercera división. En simultáneo, la empresa de bebidas energéticas Red Bull compró la plaza del Spiel-und Sportverein Markranstädt y dio nacimiento al RasenBallsport Leipzig (o RB Leipzig, cuyas siglas coinciden con las de la empresa), que iniciaron su camino en el equivalente a la quinta división en la temporada 2009/10 pero gracias al poder económico de sus propietarios llegaron a la élite con cuatro ascensos en siete años y no tardaron a competir a nivel europeo. Union Berlin, firme defensor de la norma del 50+1 (los clubes en Alemania son, al menos, un 51% de los socios) y de la cultura del fútbol popular, veía al nuevo elenco en el Este escalar a toda velocidad, mientras perseguían el éxito con sus habituales contratiempos en el plano financiero. El ascenso, incluso, generaba cierto temor entre los hinchas. Hay una pancarta famosa que rezaba “Mierda, vamos a ascender”. La gente tenía miedo de que la llegada a la Bundesliga pudiera trastocar el espíritu de barrio del club, que tuvo que esperar hasta la campaña 2018/19 para alcanzar la élite. Y finalmente, llegó el tercer puesto en la campaña 2018/19 de la 2. Bundesliga y la victoria ante VfB Stuttgart con goles de visitante en el play-off de ascenso/descenso para subir a la máxima categoría del fútbol germano.
Si bien Dirk Zingler, actual presidente y mandamás del club desde mediados de los 2000, ha sido el artífice de la estabilidad institucional, fueron el entrenador Urs Fischer y el director deportivo Oliver Ruhnert quienes cambiaron la mentalidad del equipo y lo hicieron ganador. Fischer, dos veces campeón de Suiza con el FC Basel, tomó el mando del equipo capitalino en julio de 2018 y le dio una identidad reconocible dentro del campo, con gran sacrificio colectivo, como marca el ADN de la institución: juegan con una defensa de tres centrales (3-5-2) y un mediocampo que repliega para salir de contraataque a toda velocidad, una fórmula que les ha dado mucho rédito en un fútbol de constantes transiciones como el alemán; además de que aprovechan muy bien la jugadas a balón parado. Defensivamente son implacables, calculadores del riesgo. Y con balón, han aprendido a mover la pelota de lado a lado, complementando con movimientos de fijación y desmarques entre carrileros e interiores para generar desajustes en el rival y aprovechar los espacios. La progresión y crecimiento de su modelo de juego se manifestó en los resultados, ya que aseguró la permanencia en la Bundesliga con un 11° puesto en su primer año, luego clasificó a la recién creada Conference League (7° puesto), una temporada después a la Europa League (5°) y en la última campaña se metió en la prestigiosa Champions League al finalizar en el cuarto puesto.
Su último curso fue sensacional. El Union Berlin de Fischer tuvo un buen comienzo en 2022, evitando la derrota en sus primeros siete partidos de la Bundesliga (cinco victorias y dos empates), lo que sorpresivamente los colocó en la cima de la tabla de posiciones durante siete semanas consecutivas entre septiembre y noviembre. Esa racha incluyó una gran victoria sobre el RB Leipzig, mientras que el Bayern Múnich se vio obligado a remontar para conseguir apenas un empate 1-1 en el Stadion An der Alten Försterei. Este recinto en el bosque de Köpenick se transformó en su fortaleza: quedaron como el único equipo de las cinco grandes ligas que mantuvo su invicto como local en la competición nacional, con 12 victorias y seis empates en 18 partidos, con solamente 12 goles encajados. Incluso, han perdido solamente nueve partidos de local desde que irrumpieron en la Bundesliga hace cuatro años, lo que representa solamente el 13,04% de los encuentros disputados. No hay dudas que les sería de gran ayuda sostener la localía de cara a su participación en la Champions, pero la escasez de asientos −tiene capacidad para 22.012 personas (18.395 en tribuna de pie)− obligará al Union Berlin a disputar sus compromisos continentales en el Olympiastadion, casa del Hertha BSC. La respuesta de los hinchas, de todas formas, fue acorde a su nivel de pasión: cuando pusieron a la venta las primeras 40.000 entradas, más de la mitad se vendieron en las primeras seis horas y se agotaron por completo al día siguiente. El sistema llegó a colapsar, con hasta 80.000 usuarios en fila.
La rivalidad entre Union Berlin y Hertha ha tenido sus fluctuaciones a lo largo de la historia. Tras la división del país, muchos fanáticos del Hertha quedaron del lado del Este. Solían acercarse al muro para escuchar los goles de su equipo pero con el tiempo muchos simpatizaron con el humilde club de barrio que no dependía del Ejército, la Policía o el Estado, lo que generó una amistad. Se las ingeniaron para forjar un vínculo en el contexto de una Guerra Fría que duraría 10 años más. Los aficionados del Union devolvieron el gesto, primero en competiciones de la UEFA, pero puntualmente en el primer partido jugado en el Olympiastadion tras la caída del Muro, donde miles de ciudadanos del Este fueron a apoyar el Hertha contra el Wattenscheid en la 2. Bundesliga. Sin embargo, con el correr del tiempo empezaron a surgir muchas provocaciones entre ambas hinchadas, y quedaron parados en veredas opuestas. En 2019, cuando las grandes capitales europeas como Londres, Madrid, Ámsterdam y Roma ya conocían de primera mano lo que era tener un derbi de primera división, Berlín pudo finalmente experimentar por primera vez la rivalidad del Este contra Oeste en la máxima categoría. El Hertha BSC, apodado Die Alte Dame (‘La vieja señora’), siempre fue el equipo principal: obtuvo campeonatos alemanes en los años ‘30, jugó una semifinal de la Copa UEFA en 1979 y tuvo su participación en Champions en la temporada 1999/00. No obstante, los últimos cinco clásicos (cuatro de Bundesliga y uno de Copa) han sido rojos y el Union se ha posicionado ahora como el referente berlinés indiscutido. Principalmente, porque al mismo tiempo que lograron sellar su pasaje a la Champions League su enemigo de la ciudad perdió la categoría.
“La clasificación a Champions fue un subidón tremendo pero con las grandes temporadas que el equipo había hecho en años anteriores fue solo la guinda al pastel, porque ya se venía haciendo un trabajo inmenso previamente. Lo único que ahora se le iba a dar más visibilidad. Para la gente de Köpenick es un sueño y muchos todavía no son conscientes de todo lo que se ha conseguido en tan poco tiempo, aun así se mantienen humildes, pensando un año más en alcanzar los 40 puntos para mantenerse en la Bundesliga. El descenso del Hertha ha sido importante por el contraste en la forma de hacer las cosas: un multimillonario que llegó con mucho dinero y que prometía entrar en Champions y ser un referente en Alemania, frente a un club humilde que ha ido paso a paso sin objetivos ambiciosos y que estará en ese sorteo junto a equipos como Real Madrid, Barcelona o Manchester City”, analizó Doblaré.
El Hertha BSC tuvo una pésima experiencia bajo la gestión del empresario alemán Lars Windhorst, cofundador del holding de inversión Sapinda Group (actualmente Tennor Holding), quien en 2019 adquirió el 37,5% del paquete de acciones del club en 125 millones de euros (135 millones de dólares) siendo la mayor inversión en la historia del fútbol alemán. El dinero no les ha garantizado la felicidad. Tras gastar un total de 374 millones de euros, Windhorst terminó marchándose del club en octubre del año pasado por sus diferencias con el presidente Kay Bernstein. El equipo tuvo cinco entrenadores (Ante Covic, Jürgen Klinsmann, Alexander Nouri, Bruno Labbadia y Pál Dárdai) y bajaba cada vez más en la tabla, hasta que terminó último y cayó a la 2. Bundesliga el curso pasado. Ha sido la antítesis del camino recorrido por el Union Berlin, que tiene a Urs Fischer firme en el banquillo y el ingenio de Ruhnert en los despachos para reinventarse cada año sin hacer locuras económicas.
“Se está actuando con mucha precaución en la toma de decisiones porque nadie en el club quiere que haya cambios drásticos y que la personalidad se siga manteniendo. Por supuesto hay voces que critican algunos pasos hacia adelante que se dan pero todas las medidas se toman por un motivo y este se deja claro. Es un momento complejo porque se está creciendo muy rápido, cada vez hay más socios y gente interesada en el Union. Pero al fin y al cabo la experiencia en el estadio no ha cambiado prácticamente nada de lo que sería hace una década. Los objetivos son claros: llegar a los 40 puntos que dan la permanencia. A partir de ahí seguir soñando, porque la verdad es que el equipo está preparado para hacer grandes cosas pero que no tengan ninguna presión de hacerlo porque están cumpliendo con creces. En Champions, sin duda lo único que se les exige es disfrutar y que nos hagan disfrutar a los demás. Diría que casi todos los Unioner quieren el grupo más complicado para poder ver en Berlín a los mejores equipos del mundo y poder hacer desplazamientos a estadios míticos como San Siro, Old Trafford… Y tras grandes campañas, este equipo sin duda se merecería un título y el lugar donde parece más fácil conseguirlo es en la Copa Alemana. Así que ojalá se pueda dar, una final en el Olympiastadion, pero de nuevo, es más un sueño que una exigencia”, apunta Alberto Doblaré.
De cara a su estreno en la élite de Europa, el Union Berlin ha concretado una serie de fichajes de alto perfil que ilusionan a los hinchas. Brenden Aaronson y David Fofana llegaron como cedidos desde la Premier League; además de que ficharon a Robin Gosens y Kevin Volland, y estuvieron muy cerca de incorporar a Leonardo Bonucci. “Son jugadores que prometían mucho pero que han tenido un pequeño bajón en su carrera. También ha pasado con jugadores como Max Kruse, Taiwo Awoniyi, Robin Knoche o Rani Khedira en el pasado. Este tipo de perfiles encuentra un lugar en el que no van a tener demasiada presión porque la afición siempre va a estar a su lado y por ello es un lugar idóneo par recuperar su mejor nivel. El otro día Gosens comentó que llevaba una semana pero que había parecido un año, que ya se sentía parte de la familia Unioner, y eso es un poco lo que se busca y que a su vez se está perdiendo en el fútbol de máximo nivel donde la exigencia es excesiva”, argumenta Doblaré.
Sin gastar más de 30 millones de euros, detectando oportunidades concretas en el mercado, han nutrido su competitivo equipo de algunas individualidades de talla internacional de cara a la última edición de la UEFA Champions League que se jugará con el formato actual de 32 equipos en ocho grupos de cuatro. A su alrededor, el Bayern Múnich se ha gastado más de 100 millones de euros en contratar a Harry Kane; mientras que Arabia Saudita ha puesto su riqueza sobre la mesa para seducir grandes figuras y pescó estrellas del calibre de Neymar, Sadio Mané o Karim Benzema. “Si estás cansado de este fútbol millonario, súmate a un equipo con una gran historia de superación que está viviendo su mejor momento pero que todavía siente el deporte como un equipo de barrio”, dice Alberto Doblaré, que no ha nacido Alemania pero allí encontró al equipo que mejor lo representa.
La lógica que impera en el mundo, y el deporte no está afuera de eso, es que los poderosos sean más ricos a costa de que los débiles sean más pobres. En ese contexto, los jugadores tienden a volverse más costosos con el correr de las temporadas y son pocos los clubes que evitan caer en manos de inversores para volverse competitivos. A cada paso, Union Berlin rompe con esa cultura del dinero que ha transformado al fútbol en una industria insaciable, está camino a competir en el máximo nivel posible con sus propias armas y demostrarle a cada fanático que todavía hay otra forma de alcanzar el éxito.
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