En el año 2004, Sergio Romero se formaba en las Divisiones Inferiores de Racing, donde compuso un equipo inolvidable en Sexta División al lado de figuras como Gabriel Mercado, Gonzalo García, Matías Sánchez, Claudio Yacob y Maximiliano Moralez, entre los que llegaron a militar en las juveniles de la selección argentina. Con Chiquito como estandarte, ese año la Academia llegó a la final de esa categoría y se enfrentó a Boca Juniors en la Villa Olímpica de Vélez Sársfield. Y el 1 fue gigante.
El Xeneize, que contaba con nombres como los de Matías Cahais y Lucas Viatri, entre otras promesas, se puso en ventaja. Pero Maxi Moralez igualó y llevó la final a la serie de penales. A Chiquito, a su juego lo llamaron: atajó tres (a Cerdá, Battaglia y Artura) para darle el título a Racing
“Mucha alegría la que tengo, nunca me lo hubiese imaginado. Pensaba llegar este año y seguir jugando en mi división como hice hasta ahora, pero por suerte me tocó subir y estoy muy contento. ¿Cómo atajé los penales? Suerte y esperar un poquito a que se muevan ellos antes. Me gustó mucho ganar así. Boca juega muy bien al fútbol, estuvimos un rato largo en el arco mío nomás, pero por suerte salimos adelante, empatamos el partido y lo ganamos en penales”, fueron las palabras de un joven Romero que con el correr de los años se haría un enorme nombre en el fútbol profesional.
La increíble particularidad de aquel partido de Inferiores es que en el arco de enfrente estaba Javier García, otro de los guardametas que tiene el plantel de Boca Juniors hoy en día. Y los hoy compañeros en el Xeneize ya habían compartido otro vestuario enorme: el de la Selección Sub 20 que se consagró campeón mundial en Canadá 2007. Ambos viajaron con la delegación albiceleste junto a Bruno Centeno, golero de San Lorenzo. Aquel plantel dirigido por Hugo Tocalli que contó con estrellas como el Kun Agüero, Ángel Di María, el Papu Gómez y Éver Banega, lució en sus filas a dos futbolistas que pertenecen a Racing en la actualidad: Leonardo Sigali y Emiliano Insúa.
La carrera del misionero tomó un vértigo impensado: con apenas unos minutos en la Primera de Racing fue vendido al AZ Alkmaar de Países Bajos. En 2008 fue titular en el seleccionado que ganó los Juegos Olímpicos en Beijing y terminó invicto. Y, al poco tiempo, fue citado por Diego Maradona, que lo hizo debutar en la Mayor y lo dejó fijo en el arco de cara al Mundial de Sudáfrica 2010.
Hasta esa Copa del Mundo, Chiquito no había tenido protagonismo en otras series de penales ya que los combinados nacionales desfilaron en los certámenes mencionados y no necesitaron de esa instancia para acceder a otra fase. Pero en Brasil 2014 se destapó esa faceta: en las semifinales contra Holanda, la noche en la que Javier Mascherano le advirtió que se convertiría en héroe, Romero fue figura tras desviarle los remates a Ron Vlaar y Wesley Sneijder y escribió su página dorada con Argentina.
La frustración golpeó su puerta justo antes del Mundial de Rusia 2018, cuando Jorge Sampaoli lo bajó de la lista por un problema en su rodilla que lo complicó a lo largo de casi toda su carrera. Sus pasos por Sampdoria, Mónaco, Manchester United y Venezia no hicieron más que jerarquizarlo. Y Juan Román Riquelme, sabiendo que tendría que reemplazar a Agustín Rossi en breve, confió en sus condiciones para hacerse cargo de un arco pesado como el de Boca.
Mañana, en una serie que está igualada tras el 0-0 en la Bombonera, flota la chance de que Racing y Boca definan la clasificación a semifinales de la Libertadores desde los 12 pasos. Chiquito, en su cuna profesional, buscará hacer el papel de villano y no de héroe.
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