El argentino Sebastián Báez, número 42 del ranking ATP y cabeza de serie número 6, se quedó con el título del ATP 250 de Winston-Salem al vencer por 6-4 y 6-3 al checo Jiri Lehecka, preclasificado número 5 en el certamen, en una hora y 34 minutos de acción. El torneo, que inició el 20 de agosto con 48 competidores, se disputó sobre cemento, y es un buen augurio para el tenista albiceleste, de 22 años, de cara al US Open.
Se trata del tercer título para Báez en la temporada (antes había celebrado en el Córdoba Open y en Kitzbuhel, Austria), aunque es el primero en canchas rápidas en su carrera. Así, no sólo ascenderá diez puestos en el raking, sino que además desde 2013, en pleno auge de Juan Martín del Potro, que una raqueta argentina no conseguía tres trofeos en un mismo curso -aquella vez, el tandilense cerró en cuatro-.
El éxito de Báez es el quinto de un argentino en la temporada. A los tres de Seba se le suman el de Francisco Cerúndolo en Eastborne (Inglaterra) y Pedro Cachín en Gstaad (Suiza). Para alcanzar la corona en el ATP que repartió más de 850.000 dólares en premios, el bonaerense venció a rivales de fuste como el colombiano Daniel Galán, Alejandro Bukic, Laslo Djere y en semifinales a Borna Coric, primer clasificado (es el N° 29 del ranking), en una batalla que duró tres sets (6-3, 6-7 y 7-6).
Precisamente será el croata Coric el rival del argentino cuando este martes haga su presentación en el último Grand Slam del año. Profesional desde 2018, su mejor ranking fue el escalón 30. Un buen US Open lo llevará a perforar ese lugar.
“Este triunfo convierte a ‘Sebita’ en el cuarto jugador con al menos tres títulos en 2023 igualando a Carlos Alcaraz (6), Daniil Medvedev (5) y Novak Djokovic (4)”, destacó la ATP en su sitio oficial. Otro detalle no menor es la confianza que acarrea: lleva diez triunfos consecutivos contando Kitzbuhel y Winston-Salem. Elementos que pueden oficiar de empuje en el US Open en ciernes.
Su primer título fue en Estoril, en mayo de 2022, y entonces salió a la luz su historia de superación. N°1 del mundo Junior en 2018, en aquel hito supo explicar su origen humilde: “Mi papá (José Luis) es veterano de Malvinas y trabajaba como portero cuando yo nací, mientras que mi mamá (Adela) era ama de casa. Gente común, de mucho trabajo”.
El alcance del presupuesto familiar, en sus primeros torneos, no les permitía alejarse demasiado de su casa, como tampoco le daba tantas oportunidades para estar eligiendo en dónde hospedarse. “Me acuerdo de que siempre tratábamos de ir lo más cerca posible de Buenos Aires, lo que me hacía participar en los torneos más difíciles. Y no parábamos en los hoteles, nosotros íbamos directo a los campings, porque en ese momento no había comparación en lo económico. Pero mis padres nunca me hicieron faltar la comida en mi plato ni la ensalada de frutas antes o después de cada partido, siempre tuve esa suerte”, rememoró. Pues bien, ese sacrificio ya da sus frutos. Y promete mucho más.
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