Las victorias, cuando se sufren, tienen sabor doble. Y con ese dulzor en la lengua se fueron los hinchas de Boca, que penaron ante un rival de mucha menor jerarquía, pero festejaron a como dé lugar. Como de costumbre, durante la clasificación a cuartos de final de la Libertadores que se cocinó a fuego lento y recién se selló tras la tanda desde los 12 pasos, hubo perlitas, detalles que no salieron a la luz o pasaron desapercibidos.
Cuando Boca juega por la Copa -y más aún en los días de pase de ronda o eliminación- en el ambiente hay un clima inconfundible generado por los hinchas. La Séptima se hace esperar hace ya 15 años y los simpatizantes creen que esta vez está más cerca que nunca. La Revolución Cavani se hizo presente en Brandsen 805 desde que lo anunciaron como titular en la formación por los parlantes del estadio. El aplauso sentido fue para reconocer a una figura de talla mundial que dejó muchas cosas de lado para llegar.
Y desde que el árbitro brasileño Anderson Daronco pitó el inicio, el uruguayo imantó miradas propias y ajenas. “Bieeen”, gritó el público ante una de sus primeras intervenciones para bajar la pelota de pecho y descargar por el piso con uno de los volantes. Fue la faceta en la que más se desenvolvió el ex Valencia: tirarse atrás o a los costados y rebotar de primera. Tuvo buen porcentaje de efectividad, aunque por momentos se lo notó falto de ritmo futbolístico y trató de maquillarlo con entrega.
Pero así como los grandes futbolistas generan amores, también odios. Por eso los hinchas de Nacional, que colmaron la tercera bandeja sur e hicieron muchísimo ruido a lo largo de los 90 minutos (hacía rato que una parcialidad visitante no se hacía sentir tanto), se burlaron de Cavani cuando pasó de largo ante una gambeta de Bocanegra: “Oooole”, se escuchó con un tono de despecho por no haber elegido al Bolso como destino post Europa.
Previo al grito de gol desaforado provocado por el cabezazo de Miguel Merentiel, la gente local quedó incrédula por el errado de Cavani tras habilitación de Barco por la izquierda. El Matador le erró literalmente al arco, algo que repetiría de forma insólita en el complemento (incluso alguien, en tono jocoso, bromeó con que en realidad la camiseta 10 la llevaba el actor Cristian Sancho, por su parecido, y no él). De no haberse consumado el triunfo, pudo ser una de las noches más grises del último tiempo para Boca, ya que había mucho en juego. El debut del charrúa, la despedida de Alan Varela (ovacionado de pie por los hinchas) y la chance latente de Juan Román Riquelme de ganar la Copa en el último año de gestión.
“La 12 quiere que Boca ponga huevo, para salir primeros, tenemos que ganar”, se oyó como cántico tras el empate del visitante. Y enseguida “Ohhh, nosotro’ alentamo’, ponga huevo, que ganamos”. El resultado llevó a la impaciencia y esta al murmullo. El Xeneize no dominaba el juego y sufría contra Nacional. Cavani esta vez pivoteó mal un balón y el público expresó cierto disgusto. Diego Zabala aprovechó una contra y definió mal cuando más de un corazón boquense se detuvo.
Para el complemento, el hit elegido por la 12 fue un clásico: “La Copa Libertadores es mi obsesión”. Y casi por obra del destino, Luis Advíncula (derecho por naturaleza y zurdo por convicción propia) puso otra vez en ventaja al equipo de Jorge Almirón. Como de costumbre, pero a sabiendas de la reciente eliminación del certamen continental, la dedicatoria fue para River: “Es para vos, es para vos, Gallina p... la p... que te parió”. Boca desperdició muchas ocasiones en el complemento y eso aplacó al público. Lo mismo ocurrió con los uruguayos, que permanecieron expecantes frente a la desventaja.
Inesperadamente, Nacional lo empató y la parcialidad anfitriona trató de hacer reaccionar a los suyos en vano: “Movete, Xeneize, movete; movete, dejá de joder”. A esa altura, por potencial, este empate que direccionaba directamente la serie a los penales, sonaba a poquísimo. Fue entonces el momento de entrar en acción de Sergio Romero, quien compenetrado en ser figura otra vez y con ritual propio, se focalizó en el apoyo familiar desde el palco y el estudio de los rivales con el entrenador de arqueros Fernando Gayoso.
Antes de que se iniciara la tanda, Cavani se dirigió expresamente hasta la posición de Darío Benedetto y lo abrazó para formar el racimo de jugadores para la arenga previa a la tanda. Existe una cordial relación entre ambos. Charlaron largo y tendido en el primer entrenamiento del uruguayo en el club, llegaron a la par anoche a la Bombonera y se abrazaron afectuosamente cuando Pipa sustituyó al de Salto en el segundo tiempo. Cavani interpretó que el 9 estaba bajo la lupa y que estaba latente el antecedente de su penal fallado contra Corinthians por la Libertadores, en idéntica instancia y mismo arco. Ese gesto, ese apoyo, fue gasolina de confianza para el motor del autor del segundo gol de Boca en los penales.
Es cierto que la hinchada xeneize jugó su papel con un básico pero poderoso cántico como el “Y dale Bo, y dale Bo” entonado a lo largo de toda la tanda y sobre todo cuando ejecutaron los montevideanos. Pero el factor Riquelme también jugó un papel fundamental. La apuesta a largo plazo de Román comenzó a dar frutos. El vicepresidente que negoció la renovación de Agustín Rossi, distinguido héroe de innumerables batallas a “plata o mierda”, pero no consiguió su firma, encontró en Chiquito Romero un reemplazante ideal. Lo respaldó durante su primer semestre, cuando se puso a tono y debió reponerse de algunas molestias físicas, y le otorgó toda su fe cuando definitivamente emigró el ex arquero del Al-Nassr, hoy en Flamengo. Riquelme no da puntada sin hilo: con el ex guardameta de la selección argentina hizo olvidar la idolatría que generó el anterior 1 en este tipo de definiciones.
La montaña rusa de emociones del epílogo de la tanda de penales fue con la silbatina furiosa contra Emmanuel Gigliotti (“¡así era contra River, burro!”, le gritó un plateísta que recordó aquella pena máxima fallada frente a Barovero en el Monumental), la incredulidad por el fallo de Pol Fernández y el éxtasis tras la serena y exquisita definición de Valentín Barco, que se perfila para entrar en el once ideal de la Libertadores.
Antes de la despedida y empezar a imaginar al rival de cuartos (será Racing o Atlético Nacional, que definirán esta noche en Avellaneda), hubo una rima más para el rival de toda la vida: “Vamos Boca, vamos, ustedes pongan huevo que ganamos, vamo’ a traer la Copa a la Argentina, la Copa que perdieron las Gallinas, las Gallinas”.
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