Fue en uno de esos tantos días en los que Luciano Martínez practicaba tiro con arco, que escuchó por enésima vez el sonido de los motores de karting. Sintió atracción y curiosidad y una tarde su padre lo llevó para descubrir de qué se trataba. Se subió y giró por primera vez en uno de los pequeños vehículos. El flechazo fue inmediato y a sus 12 años la velocidad pasó a ser su nueva pasión. Hoy hace camino al andar en los Estados Unidos y sueña con llegar a la Fórmula 1.
Luciano vivió su infancia en la localidad bonaerense de Ciudad Evita, donde se ubica uno de los kartódromos más emblemáticos del país, pero de chico el automovilismo no le llamaba la atención. “No me interesaba demasiado. Mi papá era fanático de toda la vida. Cuando era chico él me llevó al Autódromo Mouras, pero no me convenció. A los 12 años yo practicaba tiro con arco en el mismo predio donde está el Kartódromo de Ciudad Evita. Íbamos los domingos a la mañana y se escuchaban los karting de fondo. En un momento me llamó la atención, le pregunté a mi viejo y él me dijo ‘es del kartódromo que está acá, ¿no querés ver?’ Fuimos tres, cuatro veces, y me preguntó si quería arrancar con la escuelita. Fuimos otro domingo a la primera clase y desde ese día hasta hoy no me quise bajar nunca más”, le cuenta a Infobae en un alto de su entrenamiento diario en el que mete dos horas de gimnasio, simulador y running tres días a la semana.
En aquellos inicios el automovilismo fueron clave para ayudarlo a superar episodios de bullying que sufrió. “En el primer año de secundario tuve una disputa con el que en ese momento era mi mejor amigo. Era uno de los cabecillas del curso. Hasta ahí llegó la amistad y esto llevó a un cruce con mi curso. Fue un año de mucho sufrimiento, con soledad y maltrato constante de todos. Era un momento bastante oscuro, feo, y ahí es cuando yo empiezo a correr. Yo en ese momento comencé a correr buscando una salida a todo esto. Un lugar para enfocarme y que me ayude como persona en general. A raíz de toda esta situación fue cuando me encontré con el karting y descubrí lo que realmente me apasiona. También cambié de colegio, pero el automovilismo tuvo un rol importante en todo esto. Me ayudó a salir de esa situación, me dio un motivo para mejorar y para seguir haciendo cosas. No había muchas cosas buenas y el automovilismo lo era”, confiesa.
“Hice karting desde 2015 hasta 2019. En 2018 fui subcampeón. En 2019 pasé a los autos y corrí en la Fórmula 4 Nueva Generación porque me costaba lo mismo que correr en karting. Hice medio año ahí y el resto en la Fórmula 3 Metropolitana. Desde principios de 2020 estuve en contacto con Tito Pérez (constructor y preparador), que fue el que trajo la Fórmula 4 a la Argentina, que duró un año, y me metí enseguida porque era una oportunidad genial. Se podía competir con poco presupuesto en relación a una categoría internacional y sumando puntos FIA. Cuando vimos que ese proyecto no iba analizamos alternativas y España lo bajamos porque el presupuesto era el doble para correr allá que en los Estados Unidos. Allá había un equipo argentino e intentamos correr con ellos, pero nos terminaron conectando con la Scuderia Buell, que es con la que estamos corriendo ahora. La Fórmula 4 de Estados Unidos tiene puntaje FIA y aparte a fin de año la premiación es junto a la F1. Además, estoy sumando puntos para la Superlicencia (excluyente para correr en la F1)”, relata.
Este año Lucho corrió doce carreras (son tres por fin de semana), pero aún no pudo ganar. Viene de conseguir su mejor resultado en New Jersey donde fue 6° en la segunda y 8° en la tercera, mismo resultado que había logrado en la primera competencia de Mid Ohio. Sobre qué le falta para poder ganar explica que “estamos terminando la adaptación a la manera de correr en los Estados Unidos, porque es muy diferente. La calidad del asfalto y las gomas cambian la geometría de la suspensión y te llevan a un manejo opuesto al que tenemos en la Argentina. Acá se maneja más suave porque los autos tienen grip (adherencia) porque se agarran al piso por las gomas y el asfalto. En Argentina vamos en el aire, al borde del grip, pero acá no hace falta eso”.
“Son monopostos Ligier y con motorización Honda de dos litros. Tiene unos 160 caballos de potencia. El motor que usamos es el que viene en el Civic, pero sin turbo e inyectores más chicos. 650 kilos. Hay 30 autos por fin de semana. Corrimos en dos circuitos de la IndyCar, el Road America y Mid Ohio”, describe sobre la categoría en la por ahora cubre de su bolsillo el presupuesto anual accesible en comparación con divisionales similares en Europa. “De momento estamos haciendo todo con presupuesto propio”, agrega.
Para poder reducir los gastos, en el comienzo de temporada Luciano trabajó de mecánico en su propio auto, a la vieja usanza del automovilismo: “Para la primera carrera vine dos meses antes para colaborar con el equipo para abaratar los costos en los fines de semana de carrera ahorrando lo que es un mecánico. Eso no pasó de la primera fecha. Se redujo el presupuesto, pero la conclusión fue que no se bajó tanto el costo en comparación a lo que estaba perdiendo de entrenamiento por no tener las horas libres. Rendía más que yo estuviese abocado a entrenar para que tenga sentido la inversión. Si bien ahora voy al taller y estoy todos los días allá, no es una obligación. Entonces puedo dedicarle el resto del tiempo al entrenamiento”.
Tiene un muy buen nivel de inglés y comparte su residencia entre Argentina y los Estados Unidos y allí vive en una ciudad que tiene una de pistas más tradicionales, Daytona. “Vivo en una casa con el ingeniero de pista y uno o dos mecánicos, depende el momento”, cuenta. Mientras se adapta a una nueva vida en otro país, también vivió anécdotas particulares abajo del auto de carrera. “Nos pasó en una prueba volviendo de Sebring con todo el equipo y paramos a cenar y dormir en un hotel antes de hacer el viaje largo que duraba todo el día. Se demoraron en entregarnos las habitaciones y en el mismo piso nos tocaron a mí, mi ingeniero y los mecánicos. Vamos a la habitación y no me entraba la tarjeta. Pruebo una vez más, fuerzo la puerta, pegó contra el pestillo que son las trabas que tienen las puertas en los Estados Unidos, y veo que estaba cerrado desde adentro. ‘Raro’, dije, debe haber alguien ahí adentro. Ahí se asomó un tipo que me dijo, ‘¿qué pasa?’. Había una mujer acostada. Le aclaré que era un error. Cerramos y tras viene el encargado y nos dicen, ‘disculpen, parece que les dimos las habitaciones equivocadas’. De frente vienen los mecánicos y nos dicen ‘tenemos un tipo adentro’. Resulta que nos pusieron a todos en habitaciones ocupadas y luego el encargado nos ubicó en habitaciones libres. Nos dormimos tarde, pero algo pudimos descansar”, recuerda.
A sus 20 años está creciendo de golpe y para ganar paz interior que luego le permita manejar mejor revela una rama de la meditación que practica. “Hago mindfulness. Es un concepto general de vida y que se aplica mucho a la meditación que es un hábito que adquirí en el Centro de Alto Rendimiento del Autódromo de Buenos Aires. Empecé a entrenar con ello y es un concepto que se basa en estar presente en el ahora, sin tener mucha carga física en lo pasado y en lo que viene después. Se enfoca en el aquí y ahora. Esto es importante porque la paz mental a la hora de correr es una herramienta clave. La tranquilidad y poder pensar las cosas de manera racional en momentos de altas pulsaciones te da una ventaja importante sobre los que no son capaces de hacer eso. Es algo que hace falta entrenar de alguna manera”, revela.
Describe que “donde más rindo es en las finales, no tanto en la clasificación que es algo que estoy tratando de mejorar. Pero en carrera al haber mucha competitividad en la categoría tenés posibilidades de sobrepaso y me considero que en las finales tengo un muy buen manejo”.
Tiene como referentes a Franco Colapinto y Agustín Canapino. “Me parece impresionante lo que están haciendo. Agustín me encanta por su manejo y la forma de explicar las cosas. La trayectoria de Franco también es sorprendente. Nico Varrone también viene haciendo cosas sorprendentes con dos títulos de 24 Horas, en Daytona y Le Mans”.
Sobre su futuro en los Estados Unidos, de momento espera terminar lo más arriba en el campeonato que hoy lo tiene ubicado en el puesto 12º. Quedan dos fechas y una vez terminada la temporada definirá en qué categoría correrá en Norteamérica. Su objetivo para 2024 es mantenerse allí y siempre dependiendo del presupuesto, ver si puede pegar el salto a Europa. Pero donde sea Luciano tiene claro que siempre querrá estar arriba de un auto de carrera y confía que “mi objetivo es vivir del automovilismo”.
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