La Villa Olímpica de Vélez en Ituzaingó tiene dos salidas. Los que van para la zona Norte toman la calle Mansilla y suben al camino del Buen Ayre. Los que van para el Oeste o Capital, salen por la calle Dardo Cabo para ir a la colectora de la autopista. Tomar una u otra ruta era ayer la diferencia entre ser apretado por la barra del club o zafar de vivir esa situación violenta. Los primeros en salir para la zona de CABA fueron Santiago Castro, Gianluca Prestianni y Leonardo Jara. Hicieron menos de 300 metros cuando diez barras a bordo de un Volkswagen Vento Negro, un Peugeot también oscuro y un auto importado blanco los cercaron a la altura del cementerio Parque Colonial y a los dos juveniles les pegaron sendos cachetazos, les patearon el auto, los insultaron al grito de “merecen lo peor porque éste era un partido de nueve puntos”, y a Jara, además, lo amenazaron con un arma de fuego prometiéndole pegarle un tiro en cada pierna como “correctivo” por la derrota contra Huracán.
Uno de los hombres de Seguridad de Vélez que vio la escena a lo lejos salvó a Tomás Guidara de vivir lo mismo indicándole que saliera para la zona de la calle Martín Fierro y también a varios más, y además llamó a la comisaría Tercera de Ituzaingó para avisar lo ocurrido. Diez minutos después, cuando llegaron cuatro patrulleros, ya no quedaba nadie. Esta mañana los encargados de seguridad de Vélez declararon en la Policía, admitieron la situación pero dijeron que no pudieron observar a ninguno de los barras porque estaban lejos. Los jugadores hasta ahora han decidido no denunciar, pero fueron citados de oficio por la UFI de Ituzaingó bajo la carátula averiguación de ilícitos. Se verá si van y si dicen algo, lo cierto es que algunos, entre ellos los tres agredidos, ya les pidieron a sus representantes que les busquen otro club para jugar. En el caso de Prestianni, la joyita del plantel, su representante Roly Zárate había acercado una oferta del Benfica de Portugal por ocho millones de euros. El club la rechazó y dijo que sólo se iba por la cláusula, que es de 12. Y los barras se ensañaron con él porque afirman que ahora que piensa en irse a Europa no está comprometido con Vélez y no quiere jugar. Todo un delirio y como si eso justificara algo, además. El plantel quedó licenciado hasta el viernes, cuando volverán a la Villa Olímpica a entrenar en un clima hostil que plantea demasiados interrogantes.
Uno de ellos es por qué pasó lo que pasó y quienes fueron sus protagonistas. Vélez, como viene contando Infobae hace rato, es un club tomado por la barra brava desde que asumió como jefe Eduardo Ciminelli, alias Raulo. Si bien siempre La Pandilla de LIniers tuvo injerencia en el club, la asunción de los Ciminelli expuso en forma obscena su poder, a punto tal que la comparación con el River de José María Aguilar en su momento o el Newell’s de Eduardo López no es exagerada. Su arribo al liderazgo se produjo en enero de 2021, cuando el histórico Pedro Paz decidió bajarse tras conseguir un muy buen pasar económico que incluía inversiones en barrios neurálgicos de la ciudad. Se creía que la sucesión sería cruenta, porque había varios grupos en disputa, como el de Villa Luro, con Fernando Morales y Christian Galuzzi, dos ex convictos, al frente. Pero Ciminelli con su facción de Versalles pactó con otro grupo grande, el de Ciudadela, consiguió el apoyo de la dirigencia y de las comisarías zonales y se quedó con la tribuna, lo que quedó explícito en el primer partido de esa temporada cuando en el medio de la popular apareció una bandera con la leyenda “La banda de Raulo más de uno se quiere matar”.
Desde entonces, se convirtieron en los reyes del Polideportivo, donde hasta hicieron un show en plena pandemia con la presencia de L-Gante que provocó una causa judicial para toda la cúpula que extrañamente quedó archivada en la previa del Mundial de Qatar. De esa forma pudieron viajar todos al país árabe y encabezar a la barra argentina. En el medio, antes y después, se aparecieron siete veces por la Villa Olímpica ya sea para apretar al plantel por los malos resultados futbolísticos o directamente para pedir plata para bancar sus lujos como el viaje para seguir a la Selección. Aunque suene increíble, llegaron a pedir una mensualidad por arriba de los 500.000 pesos indexada mes a mes por inflación.
La última visita violenta se había producido en mayo de este año cuando entraron rompiendo la barrera de ingreso y agarraron en un campo de la villa a Pratto, Gianneti, Janson y Godín para reclamarles de mala forma por la campaña. Pero jamás se vivió una escena como la de este domingo, cuando les pegaron a dos jugadores y a otro amenazaron con un arma de fuego. Eso sí, no lo hicieron adentro de la Villa porque la dirigencia les hizo entender que “donde se come no se defeca”, como afirma el dicho popular. Por eso los barras los encerraron afuera.
¿Se los podrá meter presos? Como los hombres de seguridad no los identificaron, habrá que ver qué hacen los tres futbolistas agredidos. Uno de ellos aseguró que quienes lo pararon fueron los mismos que estuvieron las últimas veces en la Villa Olímpica. Esa lista sería encabezada por Johnny Pereira, número dos de la barra y hermanastro de Raulo Ciminelli y hoy por hoy el que tiene más diálogo con la dirigencia. También podrían sumarse Matías Fontanello, el Negro Ale y el Castor Cejas, según le relataron a Infobae. Habrá que ver si quieren decirlo ante las autoridades judiciales, aunque los antecedentes indican que sería extraño que suceda eso. En cambio ninguno divisó al líder, Raulo. Lo que también llamó la atención fue la falta de refuerzos de seguridad sabiendo que los barras tienen vía libre en el club y que la derrota ante Huracán podía generar esta visita. Y sobre todo que ninguno de los dirigentes se subiera al micro y volviera con el plantel, algo que muchas veces ocurre. O que fueran acompañando al micro con sus autos particulares. De hecho, en más de una oportunidad el gerente futbolístico, el ex jugador Mariano Armentano, y el vicepresidente, Diego González, hicieron eso. Esta vez brillaron por su ausencia y el único que estuvo en el ómnibus por fuera de la delegación fue otro ex futbolista, Cristian Bassedas, gerente deportivo de la institución. Si sabían o no lo que podría ocurrir sólo lo conocen ellos. Tampoco estuvo presente el gerente de seguridad, Eduardo Capuchetti. El actual presidente, Sergio Rapisarda, parece hoy tener un cargo más testimonial que otra cosa en un club que viene barranca abajo y no sólo por rendimiento deportivo, sino más que nada por la cuestión institucional.
Muchos se preguntan además cómo continuará esta situación. Porque además de los jugadores que quieren irse, es difícil que con semejante dominio barra sean muchos los que quieran llegar. Cierto, el plantel cobra al día, pero hoy ese no sería el punto principal para decidir donde trabajar, más en una institución donde la barra parece estar detrás de cada decisión. En los últimos recitales que se realizaron en el Amalfitani, no sólo manejaron reventa de casi tres mil localidades, sino que además tenían un lugar adentro donde vendían ilegalmente alcohol, lo que podría haber provocado la clausura del estadio. Si a eso se le suma la oficina propia que detentan en la institución, los manejos en el polideportivo incluyendo el cobro de la pileta en el verano y las provocaciones constantes a los socios que expresan su descontento, la situación es explosiva. Porque el poder de los barras crece a partir de que se los delegan. Y en Vélez parece que esta situación llegó hace rato para quedarse.
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