Como en aquel libro de Gabriel García Márquez, lo ocurrido ayer en las inmediaciones de la cancha de Lanús fue una crónica de una muerte anunciada. Para todos menos para la Policía que, por acción u omisión, no tenía el dato de lo que venía ocurriendo desde hace un largo mes en la interna de la barra del Granate, y que ya había tenido dos semanas atrás un episodio a los tiros que terminó en aquella oportunidad afortunadamente sin víctimas fatales. A diferencia del de ayer, donde Jonathan Borda, uno de los hombres más importantes de la facción disidente El Ceibo de la barra terminó con un tiro en la cabeza que le produjo la muerte 12 horas después en el hospital Narciso López, tras dos intervenciones quirúrgicas donde no lograron salvarle la vida.
La investigación que lleva adelante el fiscal Martín Rodríguez empieza a acumular evidencias que lo de ayer no fue un choque casual. El primer indicio lo dio el análisis de los videos de las cámaras de seguridad de la zona. El ataque fue en Plaza Sarmiento, habitual lugar de reunión de miembros de la barra oficial identificados con la Villa Sapito. Allí, según las imágenes que tienen los investigadores, varios barras empiezan a alertar a las familias que estaban disfrutando de una tarde agradable y la última de las vacaciones de invierno de que mejor salgan de la zona, porque iba a producirse una pelea. Una vez más parece insólito que la Policía especializada en los eventos deportivos no tuviera ese dato. También por eso es que la balacera tuvo una única víctima fatal: de haber estado completa la plaza como minutos antes del suceso, estaríamos hablando de una masacre.
Entre los barras que estaban en la plaza y quedaron detenidos, hay un nombre que resalta sobre todos: Julián Leandro Goncebate. Porque es nada más ni nada menos que el hijo del líder histórico de La 14, como se llama la barra de Lanús, Diego Goncebate, alias Fanfi, un hombre con muchísimo poder en el municipio y que está preso desde 2018 por un homicidio a la salida de un boliche de Lanús. Claro que para entender todo lo que ocurrió ayer y que eleva a 348 la lista de víctimas fatales en espectáculos deportivos según el recuento que hace Salvemos al Fútbol, la ONG que lucha contra esta problemática, hay que retrotraerse años atrás y entender la red de complicidades políticas, dirigenciales, policiales y de sindicalistas que rodea a la barra.
Históricamente esa tribuna estuvo dominada por el barrio de Monte Chingolo. Pero a comienzos del nuevo siglo empezó a tallar fuerte un grupo de Villa Sapito con Diego Goncebate a la cabeza, quien además de acumular poder en la cancha empezó a tejer relaciones con la política. Primero con la intendencia que por entonces manejaba Darío Díaz Pérez y después con Marcelo Mallo, creador de la ONG Hinchadas Unidas Argentinas. Ese poder le permitió no sólo ganar la tribuna sin tener que enfrentarse a Monte Chingolo, que se rindió al nuevo reinado, sino también empezar a gestionar cooperativas que manejaban contratos con el municipio y también convirtiéndose en la zona en un administrador de planes sociales y en gerenciador de seguridad privada de los boliches del Sur del GBA. Al principio todo iba sobre rieles hasta que los beneficios del Mundial 2010 no alcanzaron a todos. Un grupo disidente de Villa Sapito le planteó el desafío y en un enfrentamiento violentísimo que dejó un muerto y siete heridos en 2012, sus rivales cayeron derrotados. Para no tener que sufrir otra escisión, convocó a un grupo de Villa Obrera a sumarse a sus filas, con Matías el Polaquito Soto como líder. El problema lo tuvo dos años más tarde, cuando Villa Sapito ya había dejado atrás sus alianzas con el kirchnerismo y el peronismo tradicional para acercarse al Pro. A Soto lo convecieron del kirchnerismo de jugar para ellos y en esa disputa se abrió otra guerra interna en la barra de Lanús que volvió a ganar Goncebate a punto tal que Soto terminó condenado por varios delitos a nueve años de prisión.
Con semejante espaldarazo, pensó que su reinado duraría para siempre. Pero en 2017 durante la intendencia de Néstor Grindetti hubo un extraño robo de los sueldos que debían ir a los empleados de limpieza de las cooperativas que trabajaban en el municipio y todos vieron la sombra de Fanfi por detrás. Justo el hombre que le había permitido entrar a los lugares más complicados para hacer campaña política. Y comenzó a perder influencia. Y al año siguiente fue detenido por un homicidio en Luján. Detrás quedaban los tiempos en que lideraba la barra argentina en los Mundiales de Sudáfrica y Brasil. Terminó en el penal de Mercedes, pero se ocupó desde ahí de seguir manejando los hilos de la tribuna. Primero puso en el lugar a Carlos Molido, alias Repacha, su número dos en los mejores tiempos y con preeminencia en la Villa La Fe. No duró demasiado: a mediados de 2019 recibió dos disparos en una disputa con la gente de Villa Obrera y prefirió bajarse del paravalanchas y mudarse a Florencio Varela. Ahí asumió el lugar Carlos Ariel Roberto, que también tenía injerencia en las cooperativas. Y el Gordo Roberto logró pacificar la tribuna haciendo una alianza con todos los barrios que contienen a la barra de Lanús. Pero Roberto cayó preso también, en su caso el año pasado en una causa por lavado de dinero, estafas y falsificación y hubo que rearmar todo de nuevo.
Ahí Fanfi decidió que el nuevo líder sea el Laucha, un hombre con poder sobre un grupo grande de Lanús Este. Claro que el Laucha tenía métodos menos conciliatorios para dividir los dividendos de la barra y se fueron generando micro conflictos sobre todo con un grupo de la zona de El Ceibo. Y todo estalló un mes atrás cuando se negó a darle mayor cupo de entradas para reventa, dos puestos al paso de venta de comida callejera y tres cuadras para estacionamiento. Como si fuera poco, se venían dos hitos importantes: el clásico con Banfield que es el partido que produce más dinero en el año y la posible salida de prisión de Goncebate, que tiene audiencia para obtener la libertad condicional esta semana. Y sabían que tenían que pedir todo antes de que Fanfi vuelva a la calle. Pero la respuesta del líder oficial fue que no había más por fuera de lo que tenían. Entonces, decidieron atacar y fueron sobre los puestos de la barra oficial y sobre quienes ofician de trapito, generando terror en los últimos tiempos.
La oficial no tomó de buen modo la afrenta y tras el partido contra Banfield de dos semanas atrás tirotearon la casa de uno de los líderes de la barra disidente en El Ceibo. Por eso la tensión que se vivía en las últimas días tenía que ver con esta guerra. Que se sabía que no podría producirse dentro de la propia cancha, porque ahí es terreno un poco más vigilado. Todo daba a entender que podía suceder afuera. Y pasó. Los únicos que no tenían el dato eran los investigadores policiales. Ayer al mediodía, la facción El Ceibo partió de su barrio en una camioneta blanca y dos autos. Los de Sapito sabían que los iban a ir a buscar a la Plaza Sarmiento, donde hacen la previa, y estaban preparados para repeler el ataque. Fue llegar y que se produjera la balacera que se cobró la vida de Jonathan Bardo. Ahí apareció recién la Policía que logró detener a seis integrantes de la oficial, uno de ellos Gonzalo Bustos, a quién le secuestraron una pistola calibre 45 que según el parte habría intentado descartar. También fueron aprehendidos Joaquín S., Carlos R., Matías M., Matías G., todos domiciliados en Lanús Este y se incautó un VW Gol donde en su interior había balas calibre nueve milímetros. Y también quedó detenido Julián Leandro Goncebate, el hijo de Fanfi. Todos serán indagados mañana por el delito de homicidio y se verá si logra el fiscal Rodríguez encontrar conexión entre ellos y el hecho. Un hecho que vuelve a enlutar a todo el fútbol argentino.
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