Pegada al alambrado, justo en el arco que da a la popular Norte, donde se ubica la barra oficial, una bandera llamó la atención en el último partido de local de Independiente. “Lokiyo, ya falta poco”. Apenas arriba se divisaba otro estandarte, el de Los Dueños de Avellaneda. De esa forma mandaban un mensaje sobre el regreso del histórico jefe barra del Rojo, César Rodríguez, más conocido como Loquillo. Y la espera, terminó: el capobarra salió de prisión en las últimas horas y está ansioso por retomar su lugar. Y nada menos que en el clásico contra Boca en un club que siente que el descenso es un fantasma cercano que lo carcome. La Policía ya sabe de qué se trata y la Seguridad montará un operativo especial para este sábado, a sabiendas del clima caliente que se vive por esa parte de Avellaneda.
Loquillo estaba preso por una cuestión ajena al fútbol, aunque al mismo tiempo estaba siendo sometido a un juicio por doble homicidio concretado en 2016 en medio de la interna de la barra de Quilmes, tribuna a la cual gente muy cercana suya intentó ingresar cuando Pablo Bebote Álvarez le ganó la batalla interna para dirimir quién se quedaba con el poder en el Libertadores de América. Finalmente en ese proceso terminó condenado su hermano Mauricio y otro barra, ambos a la pena de 21 años de prisión, pero Loquillo, patrocinado por los abogados Emilio Pérez Lozana y Rodrigo González, salió absuelto. Fue ahí cuando empezó a mover los hilos para tener una rentreé en la cancha, plegándose a la barra oficial que dirigen los referentes Mario Nadalich y Juani Ignacio Leczniki, que eran sus rivales hasta hace un par de años, pero después se unieron no por amor, sino por espanto, para poder echar a Bebote Álvarez. Así se desplegó la bandera y así lo esperan por Avellaneda ahora que recuperó la libertad.
Claro que la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide) tomó nota y esperan no verlo ni siquiera en las cercanías del estadio. Es que Loquillo tiene derecho de admisión aún vigente, aunque se sabe que ese impedimento los barras muchas veces se atreven a vulnerarlo. Y después de estar un tiempo a la sombra, su gente cuyo centro de gravedad oscila en el barrio 4 de Junio, que está detrás de la cancha y se hace llamar Somos Nosotros, lo espera con ansias.
Desde que volvió a la calle todo lo que lo rodea son rumores. Y ninguno de esos traen buenas noticias. Es que Loquillo fue un asiduo concurrente en las páginas policiales desde 15 años atrás, cuando cobró fuerza en la barra. Venía del mundo de otros negocios poco legales cuando Bebote lo puso como su segundo en 2011. Al año siguiente, ante los problemas legales de su ex jefe, quedó como el uno y cuando Bebote resolvió sus temas y quiso retornar al mismo lugar, Loquillo cumplió con la letra no escrita de los barras que indica que el que llega a la cima, no la abandona aunque tenga que traicionar a su mentor.
Así empezó una guerra feroz en la que recibió dos disparos que casi le cuestan la vida. Internado, debió abandonar la popular y cuando quiso volver Bebote ya había hecho su alianza con la Comisión Directiva que presidía Hugo Moyano y no había lugar para él. Así intentó refugiarse en otras barrabravas como la de Quilmes y hasta Colón de Santa Fe, y cuando Bebote cayó preso nuevamente, pensó que era su momento. Pero ahí debió enfrentarse a los tiros con otro grupo de Barracas, muy fuerte en la Villa 21, que le ganó la pulseada. La batalla más recordada fue en 2021, cuando se agarraron a balazos en pleno centro de Avellaneda. Al tiempo Loquillo le ofreció su mano de obra a la barra oficial para que Bebote no pueda volver. Y esa alianza se concretó y la barra oficial siguió en su puesto después del cambio de CD que se produjo a fin del año pasado.
Y, aunque estaba tras las rejas, siguió teniendo poder. De hecho, desde la cárcel manejó la devolución de una bandera que hinchas de Godoy Cruz le habían robado a hinchas de Independiente en junio de este año. Lo cierto es que la última vez que intentó pisar la cancha fue un escándalo: al frente de un ejército de 150 hombres intentó evadir los controles y hubo una batalla campal a 300 metros de la cancha que terminó con César Rodríguez y 118 barras más detenidos.
Si bien hoy sigue habiendo grupos antagónicos en el club (la barra oficial va a la popular Norte y la disidente a la Sur), por ahora la violencia ha cesado. Y aunque cantan diferentes canciones en cada tribuna para diferenciarse, cada vez que los hinchas comunes critican el accionar de la dirigencia, barras de uno y otro lado se unen para alentar al equipo y acallar a los que protestan. Pero Loquillo no quiere ver desde afuera cómo se dirime la situación sino tener el poder de manejar todo desde adentro. Para eso tiene primero que burlar el derecho de admisión y después ver qué pasa, si su figura es aceptada o sus ambiciones son desmedidas y puede volver a fragmentar a la barra oficial. La respuesta la tendremos el sábado, nada menos que en el clásico frente a Boca. Y ahí se verá si la bandera que ya quedó vieja y anunciaba que faltaba poco para su regreso, se hace realidad y de qué manera.
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