La primera revolución en el fútbol de Estados Unidos: el desembarco de Pelé en el Cosmos

Fue el pionero. Edson Arantes do Nascimento llegó tras deslumbrar al mundo con la selección de Brasil. El impacto fue enorme. Ahora, la llegada de Messi refundará la pasión por un deporte que nunca fue el preferido de los estadounidenses

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Pelé en el New York Cosmos
Pelé en el New York Cosmos

“¿Quién es el mejor jugador de soccer del planeta?”. Hacía rato que esta pregunta, lanzada por Steve Ross, director ejecutivo de Warner Communications, era esperada por Clive Toye, un empleado de la North American Soccer League (NASL), que hace tiempo que venía trabajando junto a su compañero y comisionado de la entidad, Phil Woosnam, en la idea de traer a Pelé a jugar al fútbol de los Estados Unidos. Eso se concretaría, por fin, en 1975 y generaría una auténtica revolución en un deporte que estaba muy rezagado respecto de otros, cuyo formato y desarrollo estaban más acordes a la mentalidad del estadounidense medio.

No fue ninguna casualidad que en 1967 se crearan dos ligas, la National Professional Soccer League y la United Soccer Association. Esto ocurría apenas meses después de la final del Mundial de 1966 entre Inglaterra y Alemania, que fue seguida como pocas veces para un partido de fútbol por los estadounidenses a partir del símbolo que representaban selecciones de dos países tan enfrentados dos décadas atrás en la Segunda Guerra Mundial, más allá del emblemático 29 de junio de 1950, cuando en Belo Horizonte, la selección de los Estados Unidos generó un impacto al vencer a los ingleses 1-0 por el Mundial de 1950, sólo tapado por el “Maracanazo” de Uruguay en la jornada final.

Las dos instituciones del Soccer se fusionaron en 1968 en la North American Soccer League (NASL) y entre los fundadores se encontraba Clive Toye, que en ese momento era el redactor jefe de deportes del Daily Express, uno de los puestos deportivos más codiciados del Reino Unido en aquella época. Luego se transformaría en el general manager del NY Cosmos.

A finales de los Sesenta, la NASL apenas existía. Doce equipos estaban repartidos por Estados Unidos y Canadá. Toye, junto con Phil Woosnam, un ex jugador que se convirtió en el primer comisionado, eran los únicos empleados a tiempo completo de la Liga y ambos trabajaban en la sede, un par de escritorios en la esquina del vestuario visitante del Fulton County Stadium de Atlanta. “Allí hacíamos todo tipo de planes”, cuenta Toye, que ahora tiene 90 años, a The Athletic: “Páginas y páginas sobre cómo desarrollar el juego, los niños y todo lo demás. En lo más alto de la pila, decidimos que teníamos que hacer dos cosas importantes para llamar la atención sobre todas las cosas menores que se estaban haciendo: teníamos que fichar a Pelé y teníamos que organizar un Mundial”.

La NASL tampoco tenía equipo en Nueva York, y Toye sabía que sin un club próspero en el mayor mercado mediático del país no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Decidieron entonces que cuando consiguieran un club en Nueva York, Woosnam dirigiría la Liga a tiempo completo y Toye se encargaría de la tarea de atraer a Pelé.

Pele entre fanáticos de New York Cosmos (Photo by Robert Riger/Getty Images)
Pele entre fanáticos de New York Cosmos (Photo by Robert Riger/Getty Images)

Lo cierto es que el origen del New York Cosmos, en 1971, se debe a los hermanos Ahmet y Nesuhi Ertegün, fundadores de Atlantic Records y locos por el fútbol. Estos dos turcos transmitieron su locura a Steve Ross, director ejecutivo de Warner Communications, en cuya área estaba la discográfica de Atlantic Records. Ross consiguió hasta diez inversores para montar un equipo de la nada. La idea del nombre fue de Toye desde algo sencillo: “El último equipo profesional de la ciudad habían sido los Mets, una abreviatura de ‘Metropolitans’, así que pensé en qué podía ser algo más grande que Metropolitans, y se me ocurrió Cosmopolitans”.

Cosmos ganó en 1972 el primero de los cinco campeonatos de la NASL jugando como local en un pequeño estadio de la Universidad de Hofstra y con decenas de espectadores. Ross y Toye sabían que así la cosa no podía funcionar. Competían con deportes que tenían ídolos en la ciudad como Joe Di Maggio o Babe Ruth en el béisbol y Willis Reed en el básquet. Ross, que también hacía de aguatero y utilero al borde del campo de juego y en los vestuarios, supo leer el problema: se necesitaba un ídolo, alguien que atrayera a las masas por alguna razón.

Ya lo planteaba muy bien la analista deportiva Lawrie Mifflin, actualmente en The New York Times, en el documental “Once in a Lifetime, the extraordinary story of the New York Cosmos” (”Una vez en la vida, la extraordinaria historia del Cosmos de Nueva York): “El fútbol es como una obra de teatro. Tiene dos partes y hay que estar concentrado todo el rato en el juego. Sólo hay un descanso, en el que comentás qué te pareció. Es decir, todo lo contrario a los deportes yanquis, tan acostumbrados a los parones continuos que invitan a los espectadores a ir al bar para buscar un pancho o a las televisiones, a colocar publicidad constantemente”.

No fue difícil entonces que el nombre que le sugiriera Toye a Ross haya sido el de Pelé, porque ya era su idea y lo venía persiguiendo desde hacía rato y en cada ocasión que podía, para convencerlo de que era el mejor momento para terminar con su ciclo en Brasil para ir a jugar a los Estados Unidos a sus 34 años.

Cuando Pelé visitó Nueva York cuando el Santos jugó contra el Deportivo Cali colombiano en un amistoso en el Yankee Stadium, Toye estaba allí. Antes del partido, anunció al público asistente que el Cosmos retiraba la camiseta con el número diez hasta que Pelé la vistiera. Le entregó al brasileño una camiseta del joven equipo estadounidense, se giró hacia él y le dijo: “Guardá esto, lo llevarás uno de estos días”.

“Como lo perseguí tantas veces, supo que iba en serio”, dijo Toye. “También es probable que deseara que me fuera. Las cosas de las que estoy hablando son sólo la superficie. Siguió y siguió y siguió, y volé a Brasil tantas veces que le sugerí que me sacara un abono de temporada allí. Cuanto más hablaba con él, más serio se volvía el asunto. Las únicas personas que estábamos allí -no teníamos agente- solíamos ser Pelé, yo y, a veces, el profesor Julio Mazzei, el fisio del Santos, cuyo inglés era muy bueno y solía estar allí para ayudarnos a entendernos”.

El festejo de Pelé luego de marcar un gol con el Cosmos (Credit: Peter Karas-USA TODAY NETWORK/File Photo)
El festejo de Pelé luego de marcar un gol con el Cosmos (Credit: Peter Karas-USA TODAY NETWORK/File Photo)

Toye es quien convenció a Pelé para ir a jugar al Cosmos, cuando O Rei se había negado a jugar en los principales equipos de Europa y jamás había aceptado salir de Brasil, donde estaba muy cómodo. Ya había renunciado a la selección (de hecho ni siquiera pensó en jugar el Mundial 1974), pero terminó jugando en el soccer entre 1975 y 1977.

Si Ross se convenció de que el futbolista que buscaba era Pelé es porque enseguida lo asoció con la posibilidad de merchandising y la llegada a través de la TV, y ahí fue que puestos con ese plan de atraerlo, trataron de influir en él para que no aceptara ofertas del Real Madrid o la Juventus. “Si vas a esos equipos, ganarás campeonatos, pero si vienes a Nueva York, ganarás un país entero”, le dijo Toye a la estrella brasileña.

Cuando el diálogo ya estaba encaminado, el golpe final llegó cuando Norman Samnik, abogado de la Warner, apareció en Brasil con una oferta imposible de rechazar: 4,5 millones de dólares por tres años y el sueldo más alto para un deportista, 450.000 dólares, pero Pelé tenía que firmar el contrato en ese mismo instante, y lo puso sobre la mesa.

Samnik estaba ultimando los detalles para contratar a Dustin Hoffman y a Frobert Redford para que actuaran en la película “Todos los Hombres del Presidente” (sobre el Caso Watergate), pero debió detener esas negociaciones al recibir la llamada de Ross para indicarle que tenía que viajar a Brasil para ir a buscar a Pelé, quien a su vez contó cómo fueron las cosas en su biografía “Pelé, A Importancia do Futebol”: “Me acuerdo como si fuera hoy el momento en el que él entró en casa. Sudaba profundamente. Estaba pálido. Parecía que se iba a desmayar. Sentí que algo pasaba e hice una broma: ‘¿cuántos millones tenemos todavía?’ y casi tuve que llamar al médico tras su respuesta: ‘mire, usted, es que es complicado’”.

Pelé justo enfrentaba presiones gubernamentales para regresar a la selección y para que se quedara en Brasil y le pidió ayuda a la Warner y sus directivos, que entonces, recurrieron a un loco por el fútbol como el secretario de Estado Henry Kissinger, quien consiguió que “por el bien de las relaciones EEUU-Brasil”, se aceptara que el astro cambiara de país.

El Cosmos y Pelé fueron el primer antecedente de un intento de masificar el fútbol que tuvo tropiezos, que se apagó con esa generación, pero que otra vez volvió sin tener las cosas claras, tal vez apurado, para el Mundial 1994 (lo reconoció más tarde el presidente del Comité Organizador, Alan Rothemberg, como una ocasión no del todo bien aprovechada), aunque ya había arrancado y prueba de ello es que EEUU estuvo en todos los Mundiales desde Italia 90 y en 2006 llegó a estar cuarto en el ranking FIFA, su pico máximo.

Pelé llegaba al Soccer con una increíble presentación, en el histórico local Club 21, ante unos trescientos periodistas de todo el mundo. Su contratación fue anunciada el 10 de junio de 1975 y aunque llevaba ocho meses de inactividad, apenas cinco días más tarde salió a la cancha para medirse contra el Dallas Tornado en Nueva York, en un partido que finalizó 2-2, y marcó un gol (de cabeza) y dio una asistencia.

Ese partido ante Dallas iba a ser retransmitido por la CBS a millones de personas, pero un acto municipal en el estadio, un par de noches antes, había dejado la superficie de juego llena de cristales rotos. Fue entonces que un empleado del club, Charles Martinelli -que hoy tiene una colección de camisetas del Cosmos y miles de fotos de pelé, en un garaje- y su esposa Terry, quienes barrieron esos trozos, buscaron en una ferretería de la zona frascos de pintura verde en spray, volvieron a la cancha, extendieron una gruesa capa sobre la suciedad, limpiaron charcos en los vestuarios y así quedó todo listo para las cámaras y el partido se jugó sin sobresaltos.

Pelé revolucionó el fútbol en Estados Unidos (AP)
Pelé revolucionó el fútbol en Estados Unidos (AP)

Se había jugado en el estadio Downing, en la isla de Randall, en el East River, pero Pelé no se sentía cómodo. Se quejaba de que no tenía una suficiente infraestructura para el público que se quería atraer y fue entonces que, a los pocos meses, el Cosmos comenzó a jugar como local en el Giants Stadium de Nueva Jersey, a donde llegaron a concurrir 77.691 espectadores en un play off ante Fort Lauderdale. Hubo ocasiones en que los partidos eran seguidos por diez millones de televidentes.

Si en 1974 el récord de aficionados en un partido de los Cosmos era de 8.009 personas, tres años después el equipo neoyorquino tuvo un promedio de 42.698 espectadores en los 16 partidos disputados como local, según datos de la Federación de Fútbol de Estados Unidos.

La llegada de Pelé, además, provocó una revolución en el Soccer porque provocó que también otros equipos se lanzaran a contratar grandes estrellas, y Cosmos trajo al alemán Franz Beckenbauer, al italiano Giorgio Chinaglia y luego a otro brasileño campeón mundial en 1970, Carlos Alberto Torres, y el holandés Johan Neeskens; George Best recaló en Los Ángeles Aztecs, Rodney Marsh en Tampa Bay, mientras que Johan Cruyff, en 1978, pasó por Washington Diplomats y por Los Ángeles Aztecs, aunque también jugó dos amistosos con el Cosmos.

La mayoría de estas estrellas aprovechaba para aparecer, además, en las fiestas del legendario Studio 54., mientras parecía que había llegado un nuevo modelo de fútbol, el Soccer, con su diferente forma de encarar el show, con las cheerleaders y el invento de los “Shootouts”, el uno contra uno del jugador contra el arquero, en vez de penales, o la “muerte súbita” en las definiciones.

Finalmente, en 1977 Pelé llevó al Cosmos a ganar su segunda liga desde 1972, y tras tres temporadas allí, con 64 goles en 107 partidos, decidió colgar, por fin, los botines, con un partido disputado en el Giants Stadium entre Cosmos y Santos, el 1 de octubre de 1977 y ante 77.891 espectadores, y la presencia de leyendas del deporte como el boxeador Muhammad Alí o el futbolista Bobby Moore, entre otros, con el astro brasileño jugando un tiempo para cada uno.

Al año siguiente del retiro de Pelé, el Cosmos volvió a ganar el título de la NASL y hasta parecía que el auge por el Soccer se mantendría cuando en 1979 ABC decidió retransmitir los partidos, pero la experiencia duró un año y entró en declive. Cosmos siguió ganando otras dos ligas (1980 y 1982), pero entre la salida de la TV y que Ross tuvo que hacer frente al colapso de su empresa “Atari” en 1983, con el crash de los videojuegos, ya tuvo que desmantelar el equipo en 1984 y meses después colapsó la NASL y Pepe Pinton, ex dirigente de Lazio y del Cosmos, compró lo que quedaba de la marca por casi tres décadas, y ya en 2009 vendió los derechos al ex vicepresidente del Tottenham Paul Kemsley, quien soñó con reimplantar la experiencia del Cosmos otra vez, pero en la MLS. Volvió en 2013 y hasta ganó el título de liga en 2014 (con un recordado gol de volea del hispanobrasileño Marcos Sena, campeón de la Eurocopa 2008), aunque ya sin aquel protagonismo de los Setenta.

“Fichar a Pelé -le dijo Toye al periodista Pablo Maurer, en una entrevista para The Athletic - fue dar a conocer el fútbol. Cada vez que veo la televisión o leo un periódico, o salgo a pasear o conduzco por delante de un campo, me alegro de que el fútbol forme parte de la vida estadounidense. Eso es lo que nos propusimos conseguir. Y eso es lo que ha ocurrido”.

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