El argentino que se codeó con mafias y pasó por el boxeo clandestino para cumplir su sueño de llegar a las MMA: “Me usaban como perro de pelea”

Franco Tenaglia reconoce que se sumergió en actividades ilegales para poder sobrevivir en Europa y protagonizó sangrientas luchas sin habilitación durante su camino en el deporte

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Tenaglia, en acción
Tenaglia, en acción

A sus 26 años, Franco Tenaglia ya tiene experiencias de vida como para llenar las páginas de un libro. Ahora vive en España, es peleador de boxeo sin guantes en la compañía Bare Knuckle Fighting (BKFC) donde el sábado 1° de julio peleará en Newcastle contra el local Rico Franco y, en caso de ganar, quedará cerca del título. Además, pelea MMA (artes marciales mixtas) en la empresa Cage Warriors mientras le apunta a UFC. Pero, para llegar a eso, primero se codeó con mafias, ejecutó acciones ilegales para sobrevivir, fue parte de un submundo de marginados y forjó una filosofía de vida a prueba de todo. Su historia es de resiliencia y locura. Si ser peleador ya es un trabajo de riesgo, lo que le pasó fue -literalmente- arriesgar su vida para salir adelante.

Cuando a los once años arrancó con kickboxing y boxeo en Burzaco, ya veía MMA por la tele y ahí supo que quería dedicarse a pelear de manera profesional. Rápidamente se dio cuenta de que, si ese era su sueño, no lo podría cumplir en el país, ya que el deporte no es tan popular como en Europa y es difícil conseguir sponsors y forjar una carrera desde abajo.

“En el colegio me la pasaba durmiendo. Entrenaba boxeo de 18 a 19, y kickboxing de 21 a 23. Me volvía en colectivo y caía tarde a mi casa. Al otro día me iba temprano al colegio. La pasaba mal y me iba peor, porque siempre estaba dormido”, le contó Franco a Infobae.

A los 17 años dijo basta y abandonó la escuela, ya que sentía que perdía tiempo: “Tenía que descansar bien y no podía entrenar”. Se metió en actividades ilegales para hacer plata y juntó el dinero para viajar en un año. Esa fue apenas un pequeño anticipo en su vida de lo que vendría después, una vez instalado en el Viejo Continente.

“Yo ya sabía mi plan, tenía una meta. Sé que suena mal, pero en Argentina no me tomaban en ningún lado y, si laburaba, me pagaban una mierda. No iba a poder hacer la guita para ir a Europa. Yo veía los presupuestos de cómo se vivía afuera y no llegaba. Primero probé en irme a Nueva Zelanda, donde no me dejaron entrar”, relató. Había elegido ese destino por el buen nivel de kickboxing de ese país, y porque también estaba cerca de la meca del muay thai, Tailandia. “No me dejaron entrar porque fui regalado, sin visa ni nada. Cuando me mandaron de vuelta, en el aeropuerto saqué un boleto para España. Pensé en que de ahí podía moverme para Holanda o Inglaterra, y entonces hice eso. Llegué a España con 350 euros”, detalló.

Si bien había comenzado a tramitar la ciudadanía italiana, aún no la tenía, lo que complicó todo. “Pensé que con el papel de que era ciudadano me podrían dar el pasaporte… Pero al final no. Después tuve que volver a la Argentina por eso”, adelantó.

El comienzo de la odisea

Franco habla con el acento de la calle, de quien conoció y vivió situaciones que no muchos pueden contar. Asegura no temerle a nada, ni a la muerte. Por lo que cuenta y cómo lo hace, es fácil creerle. “Hice cosas súper locas por no tener papeles. Yo soy re salvaje. Estaba en modo supervivencia... Y a la mierda”, se definió.

En Madrid conoció a unos galeses en un hostel. Una noche los británicos fueron increpados por un colombiano, pero ahí estaba él para defenderlos y terminó noqueando al atacante. “Los tipos se hicieron amigos míos. Yo hablaba un inglés aceptable. Me pidieron que les hiciera de seguridad mientras viajaban por España, y me pagaban la comida y los viajes. Justo el padre de uno de ellos era patrocinador de boxeadores”, contó.

Con ese guiño casual se fue a Gales a pelear boxeo sin guantes, pero no de manera profesional ya que necesitaba papeles para eso. “Ellos hacen peleas todos los fines de semana. Me pagaban 250 libras, 200 más si ganaba y 200 extras si noqueaba. Era un pibe, pero me ponían contra tipos grandes. Como vieron que a los primeros tres los dormí, les gustó. Yo estaba bien entrenado de Argentina”, explicó.

A pesar de conseguir esa entrada económica, el costo era muy caro para su cuerpo. Las peleas sin guantes dejan muchas secuelas, y para juntar el ingreso de gastos de un mes allí, terminaba peleando tres veces en muy poco tiempo. “Terminaba todo roto, pero tenía guita y vivía de eso. Me metí en un equipo y empecé a hacer MMA. Me recomendaron que me volcara ahí para que no me rompa todo, y porque tenía proyección más profesional”, recordó.

Entonces peleó un par de veces MMA de manera amateur. En una de esas guerras se quebró la mandíbula, la mano y el pie. Por seis meses no podía pelear y los patrocinadores ya no le bancaron el alquiler de una pieza ni la comida. “Me usaban como perro de pelea. Yo estaba ahí solo, sin familia, no hablaba tan bien el inglés y encima no tenía los papeles... No servía de nada si no podía pelear. Cuando me lesioné me sacaron todo y se me empezó a complicar la vida”, aseguró.

Sin poder pelear, probó trabajar en limpieza y otras cosas mientras se recuperaba, pero no conseguía el trabajo que le fuera funcional a su plan. “Sacaba cuentas y no me cerraba. Si tenía que trabajar desde la mañana a la tarde, no me quedaba tiempo para entrenar. Encima estaba destruido”, recordó. En uno de los gimnasios conoció un iraquí que promocionaba peleas de boxeo, pero que también dedicaba parte de su tiempo en actividades espurias. Fue esta persona que lo convenció de que trabajara para él un tiempo. “Yo me estaba quedando sin plata y comía arroz, atún y huevo todos días. Eso me daba un empujón”, se sinceró.

Tras unos meses metido en un submundo en el que le pasaron “cosas horribles”, pudo juntar la plata para comprar un pasaje para volver a la Argentina y terminar los papeles. “Yo soy muy callejero, estoy muy avivado. Pero ahí me quisieron apuñalar, me venían a robar y me tuve que defender... Pero lo hice por necesidad, si realmente quería llegar a mi objetivo. La vida se pasa volando y la vida del peleador es corta. No quería empezar la carrera a los 30 años”, ahondó.

También explicó por qué nunca recurrió a nadie de la Argentina para que lo ayude. “Mi familia es clase media baja. Trabaja mi mamá, que era maestra en ese momento y con pedirle 200 euros la arruinaba. Además, con eso solamente comía una semana acá. Nunca le pedí plata a mi familia, si me vine hasta acá y la jodí solo, me la juego solo. Me la recontra jugué en un montón de aspectos”, señaló.

Cuando retornó con la ciudadanía y pasaporte europeo su situación cambió, pero iba a meterse aún más en el mundo de las mafias. En Londres conoció un grupo de albanos que lo contrataron para que les cuidara plantaciones en garajes y galpones. “Para esa época hice tres pelear profesionales de boxeo que me pagaron bien y con las que iba tirando. Ya podía trabajar de manera legal, pero no quería hacerlo muchas horas porque no le quería sacar tiempo al entrenamiento, la nutrición, y todo lo demás”, justificó.

Según detalló, es muy común que allí se roben entre bandas porque no se puede denunciar a la policía. “Esa gente contrata seguridad, que son tipos re colgados, re locos o peleadores curtidos. Como yo tenía un recorrido y había conocido a mucha gente del ambiente, me contrataron”, explicó. Entonces, trabajaba de once de la noche a cinco de la mañana, volvía a su casa y entrenaba. Entre las cosas que le pasaron durante esas noches, una persona lo corrió con un machete: “Casi me corta la cabeza”, rememoró.

“Nunca tuve miedo. Tengo una filosofía de vida medio loca y no tengo miedo a morir. Voy tranquilo por la calle. Sé que ahí te jugabas la vida y la libertad, pero también fue lo que me dio un empujón para pagarme los campamentos para las peleas. Vos no podés trabajar 30 o 40 horas semanales y después ir a pelear”, opinó.

Como en “Corazón de León”

Igual que Jean-Claude Van Damme en el filme “Corazón de León” (Lionheart, 1990), donde el actor belga interpretaba a un luchador callejero que peleaba por su vida y el dinero de las apuestas en sitios totalmente clandestinos, Franco supo emular a este personaje en la vida real. Los contactos del ambiente por donde se movía lo llevaron a conocer a gente de la mafia chechena.

Allí peleó para el evento llamado “King of the streets” (Reyes de la calle), que tiene más de un millón de suscriptores en YouTube. Tenaglia asegura no poder creer que haya un canal oficial de ellos, ya que cuando él arrancó con esos choques los espectadores no podían ni llevar el celular.

Es más, durante sus primeras luchas allí, lo llevaron con los ojos vendados al lugar, ya que la ubicación era secreta. “Son eventos cerrados, de poco público. Va gente de mucho dinero que se emborracha, toma merca y empieza a apostar. Se pelean como perros de batalla. Hice un par de peleas y los chechenos se enamoraron de mí”, relató.

Para ellos peleó entre otros países, en Polonia, Suecia y Hungría. “Hacen peleas del estilo ‘extrema derecha contra extrema izquierda’. Yo no soy de ninguna, pero ellos manejan esos morbos. Como también ‘nazis contra antinazis’ y esas cosas”, contó.

“Uno de los lugares al que fui era un garaje en el medio de las montañas y había hasta nieve. Los tipos están armados con AK-47, no es ninguna joda. Están todos con máscaras y no es por show. Si se pelean hooligans o barrabravas de la mafia de Polonia contra los de Serbia, si se arma un quilombo en el evento se pueden disparar y apuñalar. Son todos tipos re locos. Entonces, tenés que tener gente que organiza que sea potente”, destacó. El árbitro, por ejemplo, lleva una pistola en la cintura.

Al pelear MMA sin guantes en piso de cemento, los riesgos de terminar lastimado son grandes. “Hay gente que terminaba muy mal. Yo peleé en piso de concreto. Las rejas del octágono son de metal. Podés morder al tipo, meterle los dedos en los ojos: es lo más violento de lo más violento”, dijo Tenaglia.

Lo que se le viene

La pelea del argentino Franco Tenaglia en King of Streets

Su vida, palo por palo, no le deja tiempo para el descanso. Tampoco en el deporte. Ahora peleará en BKFC y, apenas 15 días después, tiene pautada un choque en la empresa de MMA de España King Fight League. También pelearía en la inglesa Cage Warriors en breve.

“Ahora gano bien. Tengo patrocinadores que me mandan guita por mes y estoy haciendo mis propios negocios. En la última pelea en BKFC me dieron 5.000 libras, pero por el título británico ya son 50 mil. Después, si gano, pelearía por 500 mil dólares por el título mundial. Estoy por el buen camino. Quiero salirme del otro tema”, se sinceró.

En MMA (legal) tiene el récord profesional de 3-0. Su representante le dijo que debe engrosar la cifra para ganarse una chance en el reality de UFC, Dana White’s Contender Series, organizado por el CEO de esa compañía.

“Cada vez voy subiendo más el nivel. Siento que voy mejorando físicamente y en los demás aspectos. Lo que tengo yo es que le meto mucha presión a los peleadores, voy para adelante y tengo buena quijada. Nunca me tiraron, ni un knockdown (caer de un golpe a la lona). Yo entreno con chabones que están en UFC (lo hace con Ilia Topuria, invicto en 13 peleas) y no me veo tan lejos del nivel. Quiero llegar a lo más alto y reventar a unos cuántos”, aseguró.

Dijo también querer ganar el cinturón de boxeo sin guantes, pero luego dedicarse solamente a las MMA porque “sin guantes te reventás mucho”. “Antes de cada pelea yo canto el himno con mis dos entrenadores, que son argentinos. Yo voy así: ‘Gloria a morir’. Soy súper patriota, pero estoy consciente de la situación del país”, dijo.

Por último, aseguró que los argentinos “somos una raza genéticamente fuerte” para los deportes. “Todos venimos de un país que no te apoya mucho desde chicos. El argentino es siempre con lo que puede. Quiero demostrar, dejar una marca para que vean un argentino y piensen ‘ojo con los argentinos’. Quiero que sepan que somos una cultura que va a guerrear. Quiero que seamos más guerreros. La Argentina está como está porque nos dejamos cagar por todo el mundo y nos cagamos entre nosotros. Eso está mal”, reflexionó.

Tengo la filosofía de que estamos en la vida para disfrutarla, para hacer lo que cada uno ama. Cada segundo lo tenemos que contar, porque se nos puede terminar muy rápido. Hay que dejar memoria. Cada uno es el dueño de su propio libro y escribe su propia historia”, terminó.

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