El aviso llegó desde España. Gerardo Picarelli, un pergaminense que vive en Pineda de Mar, un pueblo ubicado a 56 kilómetros de Barcelona, mandó las fotos vía Whatsapp, sorprendido por el nombre del circo que desembarcó en el lugar: “River Plate”. Generoso, se ofreció a averiguar si era por el club argentino o si se trataba de una simple casualidad. Con la confirmación de que el nombre se debe al fanatismo de su dueño por el equipo de la banda roja, pusimos manos a la obra para contar la particular historia. La misma que leerán a continuación.
José María Díaz Fascia es un tucumano de 49 años que se crió en Remedios de Escalada y que en 2006 llegó a España junto a sus dos hijos, Maximiliano y Lucas. “Siempre me dediqué al circo. Soy cuarta generación circense y mis hijos también se dedican a lo mismo. La vida en el circo es maravillosa. No la cambiaría por nada en el mundo. Al circo lo tenés que llevar en la sangre. Es como el fútbol, algo único y difícil de explicar”, afirma y agrega: “El nombre de ‘River Plate Circus surgió en una charla con uno de mis hijos ya que en mi familia somos todos fanáticos de River. Uno de mis amigos me llegó a decir que no me iba a animar a ponerle River al circo. Y yo nunca lo dudé por el amor que siento por la camiseta”.
¿Al circo van solo hinchas de River?, se le pregunta a la distancia. Y él responde: “Los que vienen son mayoría de River, pero también lo hacen de otros clubes. Los de River se sacan fotos para tener ese recuerdo. El otro día vino un hincha de Boca y riéndose me preguntó si podía entrar. Le dijimos que sí, obviamente, porque acá las puertas están abiertas para todos”.
En el circo trabajan 22 personas: dieciséis argentinos, tres marroquíes, un español, un colombiano y un chileno. “Entre los argentinos están mi papá, mis dos hijos, sobrinos, tíos y tías. De los 22, diecinueve somos de River. Hay dos de Boca y uno de San Lorenzo”, precisa José, ya mimetizado con el acento español. Está casado con Mónica, una catalana que tiene dos hijos que se hicieron hinchas de River de tanto escuchar las historias de José acerca de la grandeza del club de Núñez.
Como si fuera un designio que persigue a los argentinos trabajadores, José tuvo que remar mucho para sobrevivir en España. “Siempre trabajé en circos y justo una semana antes de la pandemia de coronavirus armé el mio. Estuvimos parados hasta que de a poco se fue liberando con aforo reducido y así pudimos ir creciendo. Nosotros nos movemos de pueblo en pueblo siempre dentro de Cataluña”, explica José, quien tiene tatuada la Copa Libertadores con la leyenda “09/12/2018″ en alusión a la victoria ante Boca en el Santiago Bernabéu.
“Estuve en aquella final contra Boca en Madrid y fue una de las alegrías y emociones más grandes que viví en mi vida. Ver a River campeón en el Bernabéu y contra Boca es algo que me va a quedar grabado para siempre. Fue una noche increíble a 13.000 kilómetros de distancia de la Argentina. Se me caían las lágrimas. Fue algo maravilloso, caído del cielo”, recuerda y se emociona. “Imaginate la grata sorpresa que fue para mi enterarme de que se jugaba acá. De inmediato puse manos a la obra para conseguir las entradas y por suerte estuve en el Bernabéu con parte de mi familia”.
José está convencido de que haberle puesto “River Plate Circus” fue una gran decisión: “Desde que le pusimos ese nombre empezaron a venir a vernos muchos más argentinos”. Fanático como es, sigue todos los partidos a la distancia y suele juntarse a ver al equipo con la filial de River en Barcelona. “Es genial que tan lejos de Argentina nos juntemos a compartir dos horas para alentar a los colores que amamos. Y más con lo bien que le fue a River en los últimos años, primero con (Marcelo) Gallardo y ahora con (Martín) Demichelis”, expresa, enfático y apasionado. “Cuando me coinciden los horarios, veo los partidos con los chicos de la filial. Comemos choripanes y tomamos cerveza, y al final se termina disfrutando como si estuviéramos en el Monumental, ¿sabes?”, añade, dejando escapar un modismo español.
Cuenta con orgullo que Xavi Hernández, el entrenador del Barcelona que supo ser uno de los lugartenientes de Lionel Messi dentro de la cancha en el club catalán, fue a ver “varias veces la función” el año pasado durante el verano español. Fue en Santa Cristina de Aro, un pueblo de 5.585 habitantes que queda a 98 kilómetros de Barcelona. Y Xavi le dejó su firma a José en la camiseta de River que suele lucir cada vez que el equipo juega un partido: la manera que encontró para sentir a la distancia que él también le da fuerzas a Enzo Pérez, Nacho Fernández y compañía.
Cuando se jugó el Mundial de Qatar, vio la mayoría de los partidos de Argentina con la filial de River en Barcelona en Latin Palace, un boliche de esa ciudad: “Llegamos a juntar 1.500 personas en cada partido de la Selección. Fue una fiesta. El 80% éramos hinchas de River y también se sumaron algunos muchachos de Newell’s, de Boca, de Independiente y de Racing”.
La última vez que estuvo en el Monumental fue el 11 de mayo del año pasado, en la caída 2 a 1 ante Tigre por la Copa de la Liga. “Más allá del resultado, fue una emoción muy grande regresar al Monumental. Fui a verlo con mi hermano y con mi sobrino, que viven en Lanús y van siempre a la cancha porque son socios. Ellos siempre me mandan videos desde el estadio y me dan envidia sana”, evoca.
Nómades al fin, el circo se mudó hasta Sant Andreu de Llavaneres, otro pueblo catalán en el que estarán desde este sábado hasta el 9 de julio. “Mi gran sueño es que algún día a River le toque venir a España a jugar un partido y que después todo el plantel venga a ver nuestra función. Sería algo increíble para mi y para todos los gallinas que estamos en el circo”, confiesa como quien sueña despierto.
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