“Vas a entrar sin pedirme la llave”, podría haber cantado Lionel Messi desde la comodidad de su hogar en Rosario, mientras descansa antes de participar de los partidos despedida de Maxi Rodríguez y Riquelme, y de incorporarse al Inter Miami. Es que la selección argentina campeona del mundo en Qatar encaró ante Indonesia su primer partido sin el astro en un año y medio. Más: sin la Pulga y sin otros referentes clave como Di María y Otamendi. Sin minutos de Rodrigo de Paul, Enzo Fernández o Alexis Mac Allister. Y con una alineación con muchos cambios y pruebas, como la inclusión estelar de Facundo Buonanotte, hombre del Brighton, de 18 años. Es verdad, ante un rival por debajo de la línea de los 150 mejores combinados del mundo, aunque entusiasta al límite del reglamento para bloquear. He ahí el test que los conducidos por Scaloni debieron superar: cómo abrir una defensa blindada sin el talento y el imán que genera Messi. Por momentos lo consiguió en el 2-0 que concluyó la gira asiática, en el marco de un amistoso discreto que se definió con las conquistas de Leandro Paredes y Cuti Romero.
Es verdad, la era del Gringo Scaloni se cimentó primero sin Messi. Recién cuando la estructura nueva quedó conformada se sumó el rosarino. Casi un recordatorio de este hecho incontrastable: el mediocampo en Yakarta quedó formado con los nombres del debut del DT en el banco de suplentes argentino: Palacios, Paredes y Lo Celso. No obstante, también es irrefutable que la Pulga es el sello distintivo del conjunto que bordó la tercera estrella. El lema es uno para todos y todos para Messi, en cuando al compromiso. Es el núcleo de la mística. Por eso el tenor de la prueba, que incluyó nombres señalados como la renovación de la renovación pensando en el Mundial 2026, por más que en el medio aparezcan las Eliminatorias y la Copa América 2024.
Indonesia le robó algunos tips al planteo de Arabia Saudita en el Mundial: las líneas bien juntas para no ofrecer línea de pase, presión para evitar que la Albiceleste juegue fluido (eso sí, a partir de la línea media), aunque com poca o nula ambición ofensiva. El 5-3-2 local procuró bajarle el ritmo al partido, proponer guerra para no sufrir en su área, pero estuvo preparado sólo para la mitad del trabajo. La prueba: en el primer tiempo el público deliró con un córner a favor y recién contó con una chance concreta al final, cuando intervino Dibu Martínez tras un centro atrás y una definición cruzada.
A eso le anexó la fiereza, a veces peligrosamente extrema, para ir a disputar el balón, y la propensión a pedir atención médica (cinco veces antes de la apertura del marcador) en pos de sacar a su adversario del juego, y también a Scaloni, que se enojó por el artilugio y reclamó repetidamente ante el cuarto árbitro.
En ese contexto, el seleccionado campeón del mundo buscó asociarse en corto, entrando por el centro en paredes y terminando preferentemente por izquierda, con Nicolás González, quien se las arregló para lastimar en medio del enjambre. Pero la figura no es una exageración: el cúmulo de piernas, por momentos áspero, abonó a la imprecisión, más allá del dominio absoluto de Argentina. Hubo buenas intenciones, con Paredes, Lo Celso, Julián Álvarez o el debutante Buonanotte. Y el pressing, un elemento distintivo de este elenco, estuvo presente todo el tiempo. De hecho, resultó una de las principales armas para golpear.
Alentando las fallas en la salida de Indonesia llegaron algunas de las buenas acciones del vencedor, como la perla de Buonanotte eliminando al arquero con una pisada y el remate que fue rechazado en la línea. También la pelota parada halló caminos: por esa vía lo tuvo Nico González y en un intento de Lo Celso que se desvió. La sensación permanente que reinó en el match fue que en cuanto la resistencia cediera, la concepción de partido se desmoronaría. Parcialmente sucedió así.
Porque a los 37 minutos Leandro Paredes inventó un remate de alto impacto que se coló en un ángulo del arco indonesio y obligó a los dueños de casa a atacar con las herramientas que tienen. Así y todo, dos veces estuvieron a punto de igualar. En ambas surgió Dibu Martínez. Primero, ante una resolución cruzada en el corazón del área. Luego, tras un lateral (un recurso casi trascendental para los asiáticos, encabezado por el N° 12, Pratama Arhan, quien hasta secó el balón con una toalla antes de cada ejecución) y un cabezazo bombeado.
Cualquier duda quedó evacuada a los 10 minutos del complemento, cuando tras un córner de Lo Celso, Cuti Romero se impuso en las alturas y le bajó la persiana al score. El cotejo ganó perfil de entrenamiento, más allá de que los locales sostuvieron el orden casi marcial. Y el DT pudo continuar con las pruebas; por ejemplo, ingresaron Garnacho, el Huevo Acuña más adelantado, Ocampos, Gio Simeone y Thiago Almada.
El platinado hombre del United paladeó la posibilidad que le tapó el arquero y aparece como el rostro de lo que viene, cuando esta generación que dio el golpe sobre la mesa en diciembre se empiece a apagar. Será tiempo de que otros carguen con la llave que supo franquear la puerta de la gloria hace apenas seis meses.
Seguir leyendo: