Una noticia sacudió al mundo del fútbol. Alfredo El Tanque Rojas, emblema de Boca Juniors en la década del 60, murió a los 86 años. El futbolista, que ganó el torneo de Primera División con el Xeneize en 1965 y la Copa de las Naciones con la Selección Argentina un año antes, también defendió las camisetas de Lanús, Celta de Vigo, Real Betis, River Plate, Gimnasia y Esgrima La Plata, Peñarol, O’Higgins y Universidad Católica.
Según le confirmaron fuentes policiales a este medio, el ex deportista perdió la vida tras descompensarse en una cochera y ser hallado por una persona que dio aviso a las emergencias médicas.
El oriundo de Lanús (20 de febrero de 1937), llegó al club de La Ribera para reemplazar al brasileño Paulo Valentim. De físico corpulento y gran cabezazo, producto de su oficio dentro del área logró destacarse y ser el goleador del equipo con 17 tantos en la conquista en 1965. Con la camiseta azul y oro disputó un total de 197 juegos (sólo en 10 ingresó desde el banco), en los que aportó 89 goles y sufrió ocho expulsiones.
“El Club Atlético Boca Juniors lamenta el fallecimiento de Alfredo Hugo Rojas, histórico jugador Xeneize, a sus 86 años. Saludamos afectuosamente a su familia y seres queridos en este triste momento. Que en paz descanses, Tanque”, comunicó la institución desde sus redes sociales. Era común ver por los pasillos del club a Alfredo Rojas, quien solía vincularse con la mutual de ex jugadores, con los que en algunas ocasiones viajó al interior del país para ver al Xeneize.
En la selección argentina también formó parte de los planteles mundialistas en Suecia 1958 (eliminado en primera ronda) e Inglaterra 1966 (cayó en cuartos de final a manos del conjunto local). También fue subcampeón en la Copa América de Uruguay 1967 (sucumbieron ante los anfitriones). Justamente su apodo nació de sus actuaciones con la albiceleste mediante los relatos de José María Muñoz. “Afuera siempre fui un tipo tranquilo, dócil, si yo nací casado prácticamente, a los 20 años me casé... En la cancha sí era un Tanque, temperamental, nunca le temía a un golpe ni a un rival. Me pedían que me cuidara cuando entraba a jugar y nunca me cuidé ni escatimé el cuerpo, no le prestaba atención a esas cosas”, manifestó.
“Tuve una mezcla muy linda de sangre: mi mamá belga y mi papá nativo de acá, y esa combinación me hizo un poco europeo y un poco americano. Me sirvió mucho para mi profesión, para ser un luchador en la cancha. Mamé las costumbres europeas del trabajo y la educación”, supo describirse durante una entrevista con El Gráfico el Tanque, quien fuera uno de los laderos de Mauricio Macri durante su campaña para ser presidente de Boca Juniors.
Pese a aprender un oficio cuando era joven, fue su madre la que lo alentó a convertirse en futbolista profesional: “En mi época se estilaba aprender oficios, y lo hice con las bobinas, porque en esa época había buen trabajo en los ferrocarriles. Llegué a ser aprendiz de bobinador en Constitución aunque a los 17 años dejé porque ya jugaba en la primera de Lanús. Mi madre me dijo que para recibirme de bobinador había tiempo; para el deporte, no. Es decir: me vio condiciones y me alentó para que fuera jugador”. Y luego, añadió: “Yo encajo perfecto en “El sueño del pibe”, porque salté de jugar en la Quinta de Lanús a la Primera, sin escalas, como dice el tango. Fue aquel famoso Lanús de los Globetrotters del año 56, que terminó segundo de River. Y seguí hasta el Mundial de 1958, pero siempre siendo amateur. Nunca tuve contrato en Lanús, sólo cobraba los premios”.
Aunque quedó fuertemente vinculado con Boca Juniors, Alfredo Rojas antes jugó para River Plate en 1961, tras su paso por España. “No era un jugador para River. Al menos en esa época, cuando el 9 de River arrancaba desde atrás, al estilo Pedernera o Walter Gómez. Yo era un 9 de área y River usaba 9 de atrás. Después, con el tiempo eso cambió”, analizó.
“Yo fui un jugador 5 o 6 puntos que con esfuerzo llegué a 7 u 8. Tuve un mérito: ser muy dedicado. Así me convertí en un especialista, en un gran cabeceador. En Gimnasia tenía el tren de la 1.10 y el de la 1.40, entonces me quedaba esa media hora dándole y dándole con la cabeza, le pedía a algún pibe de inferiores que se quedara a tirarme centros y así fui agarrando el tiempo y la distancia, que es lo más importante. Por eso siempre les dije a los pibes de inferiores que se quedaran”, confesó durante una entrevista.
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