Las 48 horas más febriles de Messi: cómo tomó la decisión de seguir su carrera en el Inter Miami

Viaje a las horas trascendentales en las que el delantero campeón del mundo resolvió su futuro: el plan iniciático para su porvenir, los mensajes de Xavi Hernández, el llamado que marcó el destino del Barcelona y el momento de la irrupción de la MLS

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La Pulga, en su último
La Pulga, en su último partido con el PSG ante Clermont. Ganó tres títulos en dos años (REUTERS/Benoit Tessier)

Tic, tac, tic, tac...

Después de haber recibido las novedades de la reunión entre Jorge, su padre y representante, y Joan Laporta, presidente del Barcelona, aquel lunes 5 de junio, la sensación de incertidumbre, de caminar sobre la cuerda sin red, volvió a abordar a Lionel Andrés Messi. Y notó de que la cuenta regresiva se había activado: habían comenzado las 48 horas más febriles hasta la definición de su futuro, que a partir de julio lo ubicará con la camiseta rosa del Inter Miami.

“Le encantaría volver al Barcelona”, respondió Jorge durante la larga caminata post cónclave, en la que fue acompañado por las cámaras. “Hemos hablado, pero nada concreto”, completó su contacto con los medios con dos sentencias claras: el deseo y la realidad. Es que cerca de La Pulga, más allá del comunicado del conjunto culé, certifican que nunca hubo una oferta oficial; sólo una declaración de voluntad y la inseguridad respecto de que las piezas del rompecabezas calzaran todas en tiempo y forma, dadas las dificultades económicas que atraviesa el Blaugrana, que todavía no recibió el sello de la Liga para su plan de viabilidad.

Ante el anhelo conjunto, Messi senior y Laporta se dieron la mano protocolarmente y hablaron de la búsqueda de una “solución creativa”. Pero inevitablemente quedó flotando en el delantero, de 35 años, el cartel del deja vu, el riesgo de repetir el espiral de angustia de 2021, cuando le sacaron el contrato acordado de la mesa y se quedó con la lapicera en la mano ante la imposibilidad del club de cumplir con el Fair Play financiero de la Liga. A esa altura, sólo tenía en concreto la suculenta oferta del Al Hilal de Arabia Saudita y un par de sondeos de Europa con intenciones de avanzar.

Tras el decepcionante epílogo de su experiencia en el PSG, su mente estaba puesta en cursar una temporada más en el máximo nivel europeo. ¿Pero dónde? En Barcelona. Y si no era allí, ante los nuevos oferentes del Viejo Continente (¿Newcastle? ¿Un gigante del fútbol italiano?) que se animaban a tocar la puerta, ¿a qué costo? Para entender las cavilaciones en las que estuvo enfrascado La Pulga en esos dos días de reflexión en medio del huracán de presiones, vale la pena hacer un repaso de todo el semestre, dado que cada mojón explica la decisión final.

En diciembre, durante y después de la algarabía del Mundial, luego del “ya está, ya está” a su familia tras despojarse del container de frustraciones albiceleste, el bosquejo de su futuro estaba delineado casi al detalle. Tenía la opción de un año más con el PSG y había acuerdo económico. Le permitía no perder el “ojo del tigre” durante la temporada que lo iba a depositar en la Copa América 2024, un nuevo gran desafío (¿el último? ¿O puede haber Copa del Mundo 2026?) con la Albiceleste. Y luego, sí, la MLS. Inter Miami, que ya había exhibido serio interés y que le ofrecía en combo una aventura en familia, en un contexto diferente, quizá más ameno, con menos reflectores encima.

Nadie puede decir que la decisión que tomó fue sorpresiva. En 2020, en plena explosión del affaire burofax con el Barcelona, había confesado su pensamiento de probar un bocado de la Major League Soccer. “Yo siempre tuve la ilusión de poder disfrutar y vivir la experiencia de vivir en Estados Unidos, de vivir lo que es esa liga, lo que es la vida allí. Me gustaría, después, si pasa o no, no lo sé”, afirmó entonces.

Pero se trataba de un paso futuro. No obstante, el devenir de las semanas modificó radicalmente el horizonte. El PSG de Christophe Galtier bajó el rendimiento que había ofrendado antes de Qatar. La eliminación ante el Bayern Múnich por la Champions League volvió a servir como termómetro. Pero en la previa el caos que impera en el París, tan prepotente desde la billetera, tan frágil desde el contenido, ya había vuelto a manifestarse.

Jorge Messi se reunió con las autoridades del club antes del duelo de vuelta por los octavos de final contra los bávaros, pero todo quedó en pausa. Algo olfateó el padre y representante del fantasista. Un concepto quedó acuñado en la intimidad familiar: “No hay proyecto”. Casi al unísono, una ilusión fue arropada. El teléfono del N° 10 de la Selección comenzó a vibrar con continuidad. Su WhatsApp se llenó de mensajes, casi a diario, de un ex compañero, un amigo. “Tenés que volver al Barcelona, yo lo convenzo a Laporta”. Era Xavi Hernández.

Su ex socio devenido entrenador del Blaugrana lo acicateó, imaginando que podía volver a ser la pieza que necesita el equipo para competir más allá de los límites de España, donde hizo agua. La puerta que estaba cerrada por el dolor de la salida injusta e inapropiada para la estatura de su leyenda, de repente estaba sin cerrojo.

La Pulga rompió el silencio y tomó la decisión de continuar su carrera en la MLS de Estados Unidos en Inter de Miami

Llegó la despedida internacional ante el Bayern, los silbidos infaustos, y una decisión comunicada formalmente que no resultó gratuita: en el tembladeral en el que se transformó -y continúa siendo- el PSG, no iba a continuar. A partir de allí, las críticas de los medios locales se profundizaron y llegó el episodio de la suspensión por el viaje a Arabia Saudita, que pareció más a un vodevil armado que a una falta del jugador, dado que Messi había planificado la travesía con la agenda del plantel en la mano, hasta que casualmente hubo un recorte de los día de descanso post derrota.

El rosarino pidió disculpas públicas para darle un cierre digno a la etapa, a la semana se reencontró con la pelota, pero cualquier posibilidad de que se reflotaran las chances de negociar la renovación se extinguieron. Un síntoma: el club galo jamás retiró la oferta del escritorio.

La coyuntura azuzó el fuego de la posibilidad Barcelona, pero más allá del entusiasmo de Xavi y su chat-aguijón, de las ovaciones a los 10 minutos de cada encuentro en el Camp Nou clamando por el retorno del hijo pródigo, los obstáculos eran cuantiosos y difíciles de sortear. Y los Messi percibieron mucha efervescencia mediática que no se condijo con la celeridad en las gestiones.

Hubo un llamado decisivo, y no precisamente por su influencia positiva. En esa recta final, alguien desde la institución culé se comunicó para saber si efectivamente la Pulga tenía pensado volver, porque tenían muchas fichas por mover. En realidad, la ecuación debía ser al revés: primero el Barsa necesitaba la aprobación de la Liga y cuajar su masa salarial excedida para dar el paso trascendental: una oferta, con el membrete y la pompa. Esa actitud empezó a sellar el destino, más allá del sueño que acunaba de cerrar la historia en el club que lo entronizó, y al que ayudó a bañarse de gloria.

También dos situaciones angustiaban al atacante: el hecho de volver a pasar unas vacaciones con los ojos en la pantalla del teléfono y sin garantías, dejando su futuro “en manos de otro”, y la cuestión de que el plantel debía ser recortado para hacerle lugar. “Escuché que tenían que vender jugadores o bajar sueldo a jugadores y la verdad es que yo no quería pasar por eso, ni hacerme cargo de obtener algo que tuviera que ver con todo eso”, supo expresar su incomodidad al respecto.

Fue ahí, contra la campana, cuando llegó la alternativa elegida. El Inter Miami tocó el timbre y pidió permiso para hacer un ofrecimiento. “Es el momento, hagámoslo ya”, se dijeron en la MLS, en donde buscan darle el último empellón a la Liga y promocionar el fútbol en Norteamérica en el umbral de la Copa América que albergará el país en 2024 y el Mundial que compartirá con Canadá y México en 2026.

En esas 48 horas febriles, primó el sentido común. Pensando en el plan iniciático, la opción Inter Miami sólo representaba adelantar un año su programa. Y le puso la rúbrica a la determinación hace casi una semana, cuando organizó la doble entrevista con los dos diarios deportivos catalanes (Sport y Mundo Deportivo) para sacudir una vez más los cimientos del mundo del fútbol.

Tan espontánea fue la decisión que la puso en palabras antes de la firma del contrato. O de que existiera seguridad sobre la fecha de su desembarco en Florida y su presentación. El 21 de julio, en ocasión del choque ante Cruz Azul de México por la Leagues Cup, asoma como el cotejo con más chances de cobijar su debut, pero tampoco hay certezas. Luego de que la brújula apuntara a Estados Unidos, Leo se subió a un avión y aterrizó en Beijing para jugar con la selección argentina ante Australia, en la tierra donde ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2008. Y todos los detalles quedaron por ajustarse.

Pero en su entorno remarcan que hay una diferencia sustancial respecto del sismo de 2021, cuando tuvo que mudarse de modo express e inesperado a Francia: tiene un mes por delante para terminar de ordenarse, con unos días de descanso de por medio. Al fin y al cabo, en aquellas 48 horas febriles en las que alumbró su decisión, sólo adelantó un año el calendario de su proyecto.

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