La pandemia postergó su construcción profesional, hicieron una rifa para que pudiera viajar, después de dormir en un aeropuerto y en una estación de trenes logró los dos mejores resultados en su carrera. Julia Riera, un proyecto propio patrocinado por sus padres, subió 800 puestos en el ranking en dos años.
Julia alcanzó las semifinales del torneo WTA de Rabat, en Marruecos, y pasó a tomar mayor relevancia como esa luchadora desconocida con aspiraciones de figura en el tenis femenino. Pero su historia no es una más, aunque guarda el común denominador de los tenistas argentinos: el sacrificio de los padres, la prepotencia de trabajo desde chicos para obtener los frutos de grande y esas ganas que empujan a conseguir el presupuesto de cualquier manera o de aceptar giras que condicionan la alimentación, los traslados y el hospedaje.
- Estás viviendo un momento muy lindo. ¿Esperabas una actuación así en Rabat?
- Fue una semana increíble, pero casi ni voy.
- ¿Por qué, qué pasó?
- Es que estaba jugando en Turquía y no iba a llegar, por eso me había bajado de la Qualy, porque se firmaba el viernes y yo iba a tener que estar pendiente de ir o no. Entonces, hablé con mi entrenador que me acompañaba esas semanas (el español Manuel Acuña) y decidimos bajarnos, porque al cuadro era difícil que entrara. Quedé anotada, necesitaba que se bajaran 15 jugadoras del torneo. Por las dudas, me anoté en un torneo más chico, de USD 60 mil, en Italia.
La sorpresa para Julia y su coach fue que las jugadoras comenzaron a bajarse del certamen marroquí y, para el viernes de cuartos de final en Turquía, ella ya era parte del cuadro principal de ese torneo WTA.
- Perdí el viernes y, a último momento, se bajaron un montón de jugadoras el último día y dije, “bueno, ya está, como entré hay que ir”. Me bajé del torneo de Italia y fuimos a Rabat.
- Por lo menos te dio tiempo para llegar a firmar y disputar el torneo
- Sí, pero para llegar a Marruecos tuvimos un vuelo eterno, con una escala muy larga en la madrugada y tuvimos que dormir en los asientos del aeropuerto -no hay presupuesto para un hotel extra-. Pero al final salió bien, por suerte, porque después me fue bien y llegué a semifinales. La primera vez en un WTA.
Algo parecido ya le había sucedido de camino al torneo de Trieste. Es que los números que manejan los tenistas argentinos al inicio de sus carreras en estas giras son muy acotados y eso hace que se tomen, generalmente, no las mejores conexiones, sino los transportes más baratos.
- El año pasado íbamos con otras dos chicas de Holanda a Trieste -cuenta Julia-, se nos empezaron a atrasar los trenes y yo tenía que jugar al otro día. Entonces, llegamos a la noche a un lugar sin wifi y sin nada. Y. como no teníamos pensado parar allí, tampoco teníamos para un hotel, tuvimos que hacer noche y dormir en los bancos de la estación de trenes.
- ¿Y cómo siguieron después?
- Nos despertamos al otro día y teníamos que tomar un ferry y no llegábamos. Así que tomamos un auto y el chofer iba rapidísimo, a 190 (se ríe), para no perderlo, asustaba, pero llegamos. Pudimos tomar al ferry y, finalmente, llegar al lugar.
- ¿Y cómo te fue en el torneo?
- Lo gané (se ríe). Fue el primer Womens 25 que gané.
- O sea que dormiste en la estación de trenes y terminaste ganando un torneo, dormiste en un aeropuerto y hacés semifinales con grandes victorias en tu primer WTA. Se te está transformando en cábala.
- (Vuelve a reírse) Sí, sí, parece que sí.
- ¿Con qué te encontraste en el WTA de Rabat, porque vos estabas acostumbrada a jugar torneos más chicos?
- Y, es bastante distinto a lo que venía jugando. Te buscan en un auto, tenés un transporte para llevarte a la hora que vos quieras. ¡Y el hotel! Es buenísimo. Ni hablar de las pelotas, toalla, los vestuarios, que las pelotitas pican bien en todas las canchas, todo es perfecto. Después, el nivel de las chicas era durísimo, todas juegan con muy buena intensidad y a full. Yo me quería probar en un torneo así, para ver adónde estaba con mi tenis. Cuando salió el cuadro vi que era duro, pero sentía que me gustaba, me gustaban las jugadoras con las que podía llegar a cruzarme si llegaba a ir avanzando. Creo que eran las ganas que tenía de probarme a ese nivel.
- ¿Y cómo te sentiste?
- Evidentemente, muy bien. Había jugado sólo una vez contra una Top 100, en el Argentina Open, y acá tenía rivales más importantes. Y la verdad es que me sentí jugando muy bien, la gente me re apoyaba todo el tiempo y todo el estadio estaba alentándome, ¡no lo podía creer! Eso también me prendió mucho.
- ¿Notaste que tenías chances de llegar a semifinales?
- Sabía que podía llegar a jugar bien, pero un poco me sorprendió la manera en la que lo hice y en la que afronté los buenos partidos, como que podía manejar bien la situación. Pero me puse un poco nerviosa cuando tuve algunos match points, como contra Sherif. Iba 5-4 y saque, tuve varios puntos de partido, pero perdí el game. No es que fui a ‘jugar cagada’ ni nada de eso, ella había jugado muy bien. Al siguiente al siguiente game, seguía a full, jugué muy bien y pude ganarlo.
En una de sus primeras incursiones en torneos WTA, quedará registrado que Julia venció a la egipcia Mayar Sherif, N°57 del mundo, y en cuartos de final a su tocaya rusa, nacionalizada kazaja, Yulia Putintseva (N°58), antes de caer en semifinales frente a otra Julia, Grabher (Austria).
Pero estos últimos peldaños de triunfos tienen por detrás un camino construido a pulmón por sus padres Tony (contador) y Florencia (profesora de educación física), desde que Julia comenzó a jugar a los 7 años en el club de la vuelta de su casa, el Gimnasia y Esgrima de Pergamino.
En el inicio en las competiciones resultaba sencillo pero, de a poco, comenzaron a complejizarse, porque había que viajar bastante por el país y su papá sólo podía ir los fines de semana. Por eso, su madre tomó la tarea a su cargo, pero cuando dieron inicio los torneos internacionales el problema fue conseguir el presupuesto para costear los viajes. “Al no estar Julia bastante alto en el ranking, es difícil que aparezcan cosas y sponsors”, comenta su padre Antonio.
- A los 14 o 15 dejé de jugar -comenta Julia-, me había cansado un poco de entrenar todos los días y no poder viajar mucho. Me sentía con pocas ganas y, además, en esa época veía que mis amigas empezaban a salir (comienza a reírse) y yo me la pasaba entrenando todo el día y seguía sin viajar. Era un poco frustrante para mí, y un día dije “ya está, no puedo más” y dejé por varios meses.
- ¿Y cómo fue que volviste?
- Un poco por Dani Orsanic. Yo tenía buena relación con él y un día le preguntó a mi entrenador de aquel momento cómo estaba yo. Cuando le contó que yo había dejado de jugar, enseguida me llamó y me insistió para que volviera y que fuera al CENARD. Me dieron un poco de ganas y empecé a ir cada 15 días a entrenar con mi coach y con Dani en Buenos Aires. De paso aprovechaba porque entrenaba físico en SportLab desde hacía bastante tiempo.
A fines de 2019. Julia culmina el colegio presencial, “porque yo iba cuando podía”, comenta, y la idea era intentar empezar a viajar un poco más, “si es que llegábamos”, reconoce. Por eso necesitaba conseguir alguna ayuda para poder viajar… “Y nos agarró la pandemia. Yo seguí entrenando igual en la pandemia. Estaba todos los días haciendo físico. Creo que no hubo un día que no hice entrenamiento, hacíamos videollamadas y le dábamos todos los días”.
- Entonces, ¿cuándo comenzaste a jugar?
- Y, mis primeros torneos, después de eso, fueron los que se hicieron en Argentina en 2021, unos de USD 25 mil en los que gané buenos partidos y en otros perdía ajustado con buenas chicas. Es que estaba con muy poco ritmo, porque no competía desde 2019.
- ¿Cómo comenzaste a viajar?
- A mitad de 2021 consigo un sponsor que me ayudaba y pude empezar a viajar y, como corresponde, con mi entrenador Emilio Palena. La verdad es que me fue bastante bien, porque gané mis dos primeros 15 mil y terminé el año como 660 en el ranking, eso me hizo avanzar bastante rápido. En 2022 arranqué en Brasil, que me fue bien, había hecho mis primeras semifinales en torneos de 25 mil y me metí como 500 o 550. Después, cuando fui a Colombia y Ecuador tuve algunos problemas con mi entrenador y él se volvió.
- ¿Qué pasó?
- Fue una relación que se había desgastado y, bueno, él se fue antes y yo decidí quedarme a jugar unos torneos más y me fue muy bien. Volví a Pergamino sin entrenador y también había perdido al sponsor.
- Seguramente, a tu sponsor lo trajo tu ex entrenador o estaba ligado a él.
- Claro, exactamente. Encima, en una semana tenía la BJK Cup y medio que volví un poco bajoneada, porque no sabía qué hacer ni con quién entrenar. Tampoco tenía el dinero suficiente como para ir y pagar un coach pero, a la vez, tenían una semana para ponerme al día, porque no podía ir así. Entonces, hablé con Juan (Martín Aranguren), con quien ya había entrenado en conjunto unos meses, y me dio una mano.
Julia se fue a realizar una gira por Europa, pero en medio de un match se esguinzó el tobillo, lesión que la obligó a regresar a la Argentina para hacerse estudios y la recuperación adecuada. Pasó más de un mes y medio y debía volver al Viejo Continente, pero los recursos eran escasos, ya se había consumido el presupuesto con el que contaba. Por eso, en ese julio de 2022, la gente de su ciudad, Pergamino, se juntó para organizar una rifa que pudiera costear el resto de la gira que le había quedado pendiente. “Ganate un fin de semana en Merlo, para 2 personas. Valor $ 2000″, especificaba el afiche que circulaba en la ciudad y en las redes. Con lo que se juntó y el aporte de sus padres, Juli reorganizó su gira.
- Me había empezado a ir bien en Europa, pero me doblé el tobillo y tuve que volver -comienza a recordar la tenista-. ¡Un bajón! Encima de que estaba lesionada, no sabía si iba a poder volver a Europa. Después de cinco semanas ya estaba para regresar, pero no contaba con el presupuesto y organizaron una rifa. Con esa plata pude costear el pasaje a Europa. Apenas llego, pierdo en primera ronda 7-6, en el tercer set, me acuerdo, y al día siguiente me avisan que falleció mi abuelo Esteban y, entonces, fue todo un bajón. Pero estaba allá y no podía darme ese lujo de resignarme. Y bueno, me dije, “tengo que poner mucha garra y me tiene que ir bien como sea”. Y terminó siendo una temporada muy buena, con muchos torneos en los que me fue muy bien, gané el primer 25 y me fui acomodando. Llegué a Europa como 450 del ranking y volví como 280.
La evolución de Riera en el ranking comenzó en 2020, cuando apareció en el puesto 1201 de la WTA, pero la pandemia le puso candado a los espectáculos deportivos y, durante casi dos años, jugó lo que pudo y, la mayoría, cerca de casa. En ese momento, a ella le surgió la posibilidad de ir a estudiar a Estados Unidos, porque le aparecieron un montón de universidades que le ofertaban becas al 100%, pero su respuesta fue contundente: “Yo no quiero universidad, quiero intentar jugar al tenis” y eso fue lo que fortaleció a sus padres para seguir apoyándola. Después de unas presentaciones tuvo dos momentos que empujaron mucho su ranking para arriba y hoy se encuentra, con 21 años recién cumplidos avanzando dentro de las 150 mejores del escalafón mundial. “Apenas había arrancado el año dijimos que terminar 150 del mundo estaría de locos. Pero bueno, cambiaron un poco las cosas y, ahora, me gustaría cumplir mi sueño antes de lo previsto de meterme en el Top 100″, confiesa Juli Riera, hoy representada por la Agencia Summa, de Pico Mónaco.
Hincha de River Plate, quiere trepar a lo más alto del ranking y prefiere el riesgo de jugársela a pelear por llegar lo más alto posible. Cuando vuelve a Pergamino disfruta viendo a su hermano Franco jugando básquet y, a la hora de dormir, sueña sus propios sueños.
- ¿Hay algo que te desvele como logro en tu carrera?
- Y, ganar un Grand Slam, me encantaría. Me parece como una de las cosas más difíciles de obtener, porque son un montón de partidos los que tenés que ganar. Son dos semanas de victorias.
- ¿Y en quién o quiénes te inspiraste?
- Siempre me encantaron y los miraba muchísimo a Roger (Federer) y a Nalbandian. Miraba videos de ellos y me encantaba la facilidad que tienen para jugar los dos. Me parece increíble lo fácil que juegan y, bueno, de Roger me sorprende muchísimo la humildad que tiene. Entre las mujeres, prefería a Serena (Williams).
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