Messi empezó a tomar la decisión hace meses, tal vez sin darse cuenta. No fue únicamente por los silbidos de los hinchas del PSG, reacción que habla peor de los franceses que del crack argentino. No fue sólo por el temor a que el Barcelona lo volviera a traicionar, aunque no olvida la cara de piedra del presidente Laporta el día que él se despidió con lágrimas en el corazón. El disparador, espontáneo, se dio en un momento preciso y precioso. Aunque en ese instante él no supiera que lo estaba anunciando. Fue el 18 de diciembre del 2022, en el inolvidable estadio Lusail. Leo, minutos después de la consagración, enfiló hacia la tribuna donde estaba su familia. La felicidad le desbordaba la camiseta número 10. Con los brazos por encima de su cabeza, hizo señas para que lo miraran, movió las manos de un lado al otro y repitió: “Ya está, ya está”. Esas dos palabras, que soltó con la satisfacción del deber cumplido, llegaron después de intentarlo en cinco Mundiales, de la foto famosa despatarrado en el banco de suplentes en Alemania 2006, de las lágrimas compartidas con Diego en Sudáfrica 2010, de ese puñal que fue perder la final en el Maracaná sin merecerlo en Brasil 2014, de ese cóctel repleto de interna que nos echó rápido en Rusia 2018. Messi por fin era campeón del mundo, tenía esa foto que siempre dijo que Dios le iba a regalar. A veces parece que dice poco cuando declara, pero mil veces dijo que lo que más quería era ser campeón con la Selección. La evidencia está ahora, “seis meses después” podría decir la placa de su propia película: Leo se aleja de la presión del fútbol europeo, donde él siempre tuvo que ganar, y se va con su familia a disfrutar de la playa en Miami.
Hay un poco de duelo general en la decisión de Messi, que acaba de poner al Inter de Miami en los portales de todo el planeta y hasta subir el precio de los pasajes. Competitivo como es, significa dejar los botines más importantes a un costado. Aun cuando la MLS es una liga en crecimiento, con una inyección económica infernal, no va a pelear por la Champions con las grandes potencias. Desde el costado del hincha, o del propio analista riguroso, puede doler un poco asimilarlo, pero Leo se lo ganó. Messi debutó en la Primera del Barcelona el 16 de octubre del 2004: hace casi 19 años que convive con tener que ser el mejor. Y lo logró con una vigencia demoledora, que ratifican sus siete Balones de Oro. Y ya en junio del 2005 la rompía toda en el Sub 20 de Holanda que hizo que Pekerman al poco tiempo lo citara a la Selección Mayor. Todo ese tiempo Messi tuvo que ser Maradona. La comparación con buena intención siempre fue un sello de calidad, pero también durante muchos años hubo una asociación dañiña para desmerecerlo. Tanto se lo asoció a Diego, que más de un maradoniano se ratoneó pidiendo que ahora Leo fuera a jugar al Napoli. Ha pasado mucho: se pensó más en el hincha, en la nostalgia futbolera, que en Messi. Nápoles era el último lugar donde debía ir Messi para escribir su propia gran historia. En todo caso, más allá de que suenan nombres relevantes para rodearlo en Estados Unidos, su equipo competitivo ahora será la Selección. La número 1 del mundo. No es casualidad que se vaya al país de la próxima Copa América, que quiere ganar, y uno de los organizadores del Mundial 2026. Messi se va a la concentración de Argentina, un predio con playa y palmeras famosas.
La foto de Messi también desconcierta. O su nivel en la cancha en realidad. Con 35 años fue el mejor jugador del Mundial. Y podría competir en la élite a días de cumplir 36. De hecho, antes del Mundial pensó en un año más en Europa para intentar ganar su quinta Champions. En esos días, hasta se le cruzó alguna vez, como dio a entender su amigo el Kun Agüero, jugar unos meses en la Argentina para tener un reconocimiento itinerante por todas las canchas del país. Hubiera sido tan fantástico como impracticable, si se piensa seriamente. Ahí es cuando se vuelve a las dos palabras clave en la historia. Al “ya está”. Una vez que logró la tercera estrella para Argentina decidió irse del PSG. Es más, cuando vino para jugar los partidos de marzo lo tenía decidido, pero fiel a su estilo no quiso un divorcio con lanzamiento de cenicero. Hasta aceptó hacer un video para ofrecer disculpas cuando faltó a un entrenamiento. Miró con ganas que el final fuera Barcelona, donde está su casa, su club, su vida social. Pero no quiso que se fueran todos para que llegara él. Más cuando los que se iban eran jugadores para bajar la masa salarial y no Laporta para reconocer su traición de hace dos años. Ahí es donde volvió un viejo plan. Messi hace tiempo tenía craneado hacer un paso por Miami. Va más allá del video viral con el saludo a Beckham. Era una experiencia que quería tener con su familia, en un lugar donde tiene negocios y fundamentalmente que eligió para pasar vacaciones. Sólo se adelantaron los tiempos. Su familia lo privilegió a él al seguirlo a Francia. Ahora Leo privilegió a su familia.
Messi lo puso en palabras para quitarle enigma y falsas especulaciones a la historia. “Estoy en un momento donde quiero salir un poco del foco. Pensar más en mi familia. Estuve dos años que a nivel familiar estaba tan mal yo que no lo disfrutaba. Tuve el mes ése que fue espectacular para mí por haber ganado el Mundial. Pero sacando eso fue una etapa difícil para mí. Quiero volver a reencontrarme con el disfrute de mi familia, de mis hijos, del día a día. Y por eso fue un poco la decisión también de no ir al Barcelona”, declaró en la entrevista en dupla con Mundo Deportivo y Sport, los dos diarios deportivos de Barcelona que lo siguieron toda la vida. Aunque tenía millones y una pelota, Leo la pasó mal por no sentirse querido. Se sabe, además, que el 10 siempre disfrutó de los ambientes amigables. La pelea permanente nunca fue un combustible para él. “Leo buscó un poco más la felicidad que la presión de seguir ganando”, sintetizó el Kun, después de haber cruzado mensajes con su amigo Messi, en una entrevista con F90 en ESPN. En Miami podrán estar juntos porque Agüero pasa muchos meses allá. Y ahí Leo esperará a sus otros compañeros de la Selección y a Scaloni. Se entrenará en la MLS, buscará ganar porque ese gen no se pierde por más que el mar esté cerca y se preparará para volver a dar una vuelta olímpica con Argentina. Aunque después de ser campeón del mundo, lo que venga es yapa. No quedan dudas. Ya está...
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