El Estadio Único Diego Armando Maradona difiere en una sola palabra al nombre elegido por el Nápoli para designar a su reducto, pero este miércoles Buenos Aires pareció ser una extensión de la ciudad que continúa celebrando a cada segundo el Scudetto logrado en la Serie A. El Mundial Sub 20 vivió una jornada muy especial en la definición de los octavos de final y las victorias de Brasil e Italia ante Túnez e Inglaterra, respectivamente, tuvieron su propio condimento en las tribunas y despertaron múltiples aristas con Pelusa como uno de los protagonistas de la jornada.
Antes del plato fuerte entre los europeos, 9175 personas observaron la clasificación de la Canarinha en el primer turno de la jornada. Con todas las cabeceras abiertas, salvo una de las populares, desde el primer minuto se supo que uno de los candidatos al título sería claramente visitante en la Argentina, ya que predominaban las camisetas del campeón del mundo en las tribunas. Alejandro y Federico, hermanos mellizos e hinchas de Estudiantes, eran unos de los pocos que alentaban a los dirigidos por Ramón Menezes: “Hinchamos por Brasil por el Jogo Bonito, por su cultura. Juegan muy bien y nos gusta el país porque hemos ido de vacaciones en varias ocasiones”.
Platenses de nacimiento, ambos aprovecharon la jornada para tener un momento de esparcimiento con la familia; Federico asistió con su hijo de 12 años, Valentín, a la única popular abierta para la jornada. Sin embargo, tuvieron que hacer excepciones en sus labores cotidianas, porque este último es un trabajador en la órbita estatal que se ausentó y este jueves hará doble jornada para compensar esta decisión. En este sentido, Alejandro, quien posee dos trabajos, uno de ellos como profesor de educación física, confío: “Pedí licencia para venir a ver el Mundial”.
Con un predominio absoluto de argentinos, Paula y Bárbara se sumaron a la oleada nacional. “Somos de Lanús, vinimos a este partido porque ya no había entradas. Tenemos un viaje largo hasta La Plata, pero es mucho más cerca que Indonesia”, cuenta la hija de Paula entrerisas por el cambio de sede que experimentó la competencia. Ella es otra que también debió cambiar su cronograma del día para decir presente. En diálogo con Infobae, la ama de casa y la estudiante de periodismo deportivo en el ISER fijaron un curioso contrapunto que quedó trunco antes de lo que canta un gallo al amanecer.
Ante el posible favoritismo con alguna selección, su madre aseguró que no alentaría por Brasil e Inglaterra, aunque su hija la cortó en seco: “No, yo quiero que gane Brasil. ¿Por qué? Por la posibilidad de enfrentarlos en la final con Argentina”. Horas más tarde, la Albiceleste quedó eliminada en su expedición por San Juan ante Nigeria y se frustraron los planes de una posible final con el clásico sudamericano en este mismo estadio.
La charla se cortó frente al ingreso de los equipos. La música protocolar hizo su aparición y la espera finalizó para dar paso a los himnos de cada seleccionado, otra de las señales que hacía hincapié en la localía de los tunecinos en La Plata. Una intensa silbatina invadió cada hueco del Único para hacer sentir todo el peso del rigor al Pentacampeón, mientras sonaban las estrofas del himno sudamericano. El pitazo inicial de Halil Umut Meler profundizó la reprobación del público frente a cualquier demora o infracción producida por los hombres de amarillo. “No nos molesta el silbido”, manifestó Gabriel, quien es brasileño, pero vive hace más de cuatro años en la Argentina, y vino a ver su primer partido en este torneo.
“Brasil decime qué se siente...” fue uno de los cánticos más replicados en unas tribunas que necesitaron de la energía infantil para mantener el clima caliente que se vivía dentro de la cancha. En un momento del duelo, resultó llamativo la gran cantidad de niños que bajaban por una de las escalinatas hasta quedar sentados detrás del arco que defendía el africano Dries Arfaoui. Pertenecían a las categorías infantiles de 10 a 13 años del club Temperley. “Para los chicos es una emoción tremenda. Planificamos este viaje durante los últimos 3 días”, expreso Ulises, padre de uno de los niños, para este medio. Y agregó: “Sacrificamos un entrenamiento por venir al estadio”.
A tan corta edad, fueron la inyección anímica de una afición donde escaseaban las camisetas brasileñas. Con total despreocupación por su entorno, se transformaron en la principal fuente de aliento de las Águilas de Cartago. Al ritmo de “Que los jugadores te van a demostrar...”, se hicieron oír entre los fanáticos y eso sería recompensado de la forma más inesperada posible. Luego de manifestar su apoyo manifiesto a Túnez, hasta entonando la palabra del país como un canto, Lina y Alma abandonaron sus asientos en una de las plateas para obsequiarles una bandera, su bandera.
“La vez pasada había muchos colegios y también les habíamos dado una bandera pequeña”, cuenta Lina, hija de Mohamed, y que debió faltar a una de las clases del profesorado de danza que estudia para acompañar a su selección. Esto lo cuenta después de haber realizado el camino de regreso para volver a sentarse en su butaca designada dentro de una de las plateas del lugar. Su padre vive en el país hace más de dos décadas. Conoció a su esposa en Suiza y, al cabo de un año, llegó a este territorio de Sudamérica para no salir más: “No hay dos países como este. Es único”.
“Vinimos a ver el Mundial porque no habrá otra posibilidad de verlo. Para venir acá saqué a mis hijas (Lina y Alma) de la escuela y la universidad”, acotó el comerciante en un claro castellano en uno de los tópicos del día. El trío que vive en San Isidro (a 2 horas de distancia) estuvo acompañado por Mariem, amiga de la familia que los acompañó para esta cita especial.
Al regreso de los equipos del entretiempo, el grupo de niños apostados detrás del guardameta Kaique acompañó el excelente arranque de Túnez con una batería de canciones que volvieron a instalar otro clima en la Ciudad de las Diagonales. “El que no salta es de Brasil” y “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, fueron clásicos que se hicieron sentir, aunque también hubo lugar para el folclore y el recuerdo por el Mundial 2014 con el “Se comieron 7″, característico de la goleada 7-1 ante Alemania en semifinales.
Con el paso del cronómetro, el gol anulado a Túnez y los fallos arbitrales condujeron a los tantos de Marcos Leonardo, Matheus Martins y Andrey Santos por duplicado, pero gran parte de los hinchas de la Nación africana estallaron con el descuento de Mahmoud Ghorbel, el cuarto de su equipo en este Mundial, en el cierre del compromiso. Tras el pitazo final, los futbolistas agradecieron a los hinchas por su apoyo, quienes se los retribuyeron con aplausos desde los tres costados habitados para el match.
Minutos después, Inglaterra e Italia dieron un giro de 180 grados a lo vivido hasta ese momento. Con casi 13.000 personas en las gradas, hubo una efervescencia permanente y el recuerdo latente por distintas cuestiones ajenas al fútbol como la Guerra de Malvinas, que destacaron la hostilidad para con los futbolistas británicos en su salida para el precalentamiento. Según fuentes del operativo, se debió reforzar el sector por donde salían de la cancha para impedir que les arrojen botellazos, situación que había sucedido recientemente.
La figura de Diego Armando Maradona habitaba en el aire del reducto que le da su nombre, ya que en los segundos previos al comienzo de la historia se hizo escuchar la canción Live is Life, que propiciaron los aplausos por la vinculación que tiene el tema con el campeón del mundo en México 1986. Justamente, su imagen levantando el trofeo en el video de presentación de cada partido volvió a generar esa sensación de que su estela continúa en el inconsciente colectivo, como así también se levantaron las palmas cuando se observó a Lionel Messi en su coronación durante el Mundial de Qatar.
“Voy a intentar ver el partido de Argentina por el celular”, explicó Guillermo, de ascendencia italiana. Ambos partidos se jugaban en simultáneo y había que apelar a las herramientas tecnológicas para seguir de cerca lo que sucedía en Cuyo. Al mismo tiempo que comenzaron a sonar los himnos en ambas provincias, se escucharon silbidos atronadores en una mayor potencia a lo sucedido con Brasil. Los pergaminos pasados fuera de las canchas son ineludibles a la hora de explicar los motivos. “Esperaba los silbidos. Sé que son más por cuestiones políticas, pero no es recíproco. No queremos a otras naciones, pero eso no pasa con la Argentina”, declaró Patrick, uno de los escasos seguidores de Inglaterra que había en escena y que llegó al país hace tres meses como estudiante de intercambio.
Ya en el comienzo del partido, hubo muchos momentos que el silencio sepulcral de la escena era cortado por el grito del “Ole...” espetado por algunos niños, que era amplificado con el paso de los segundos a los otros lugares del estadio, pero inmediatamente la recuperaban Los tres Leones se generaba una silbatina generalizada. El tanto de Tommaso Baldanzi para abrir la cuenta en la Azzurra provocó un grito ensordecedor de un partido que parecía jugarse en suelo italiano.
“El que no salta, es un inglés”, estalló en ese momento, como así también durante la igualdad de Alfie Devine, quien protagonizó un intenso cruce debido a que en algunas ocasiones le arrojaron distintos objetos al ser el encargado de ejecutar los córners en uno de los costados de la cancha. La llegada de la noche comenzó a calmar los ánimos, ya que empezaron a escasear las voces y el silencio inició a dominar más la situación. Hasta que entró el VAR en acción.
Un análisis por un posible penal despertó del letargo a los presentes, que fijaron el regreso de su aliento permanente por los tanos en el minuto 83. A siete del tiempo reglamentario, la revisión de la tecnología por una pena máxima en favor de Italia concluyó con el árbitro diciendo la palabra “penalty” en su alocución. Una frase que desató un alarido contenido de euforia en las tribunas. Muchos se levantaron de sus asientos en el cemento para ver en primera persona la definición de Cesare Casadei.
El arquero italiano Sebastiano Desplanches y su defensor Alessandro Fontanarosa permanecieron de espaldas a una popular vacía para evitar que la ansiedad los carcoma, pero la ejecución exitosa de Casadei devino en festejos dispares y finiquitaron un duelo parejo que contó con el aliciente del apoyo exhibido por los argentinos a una de las naciones que cobijó a Maradona en su mejor época. Recién podrán regresar a este lugar a partir de semifinales, pero ya saben que tienen asegurada una afición privilegiada que los hace sentir locales a más de 11.000 kilómetros de distancia.
Seguir leyendo: