Con una mirada soñadora, acompañada de una sonrisa permanente y un pelo lacio castaño que se desprende debajo de su gorra, Aldana Bertrán se presenta al encuentro con Infobae. Su outfit ocasional es el mismo con el que despliega su talento por las pistas del mundo: pantalón ancho, musculosa holgada y una postura relajada, propia de su bohemia.
Lejos de Barcelona, ciudad que eligió para vivir porque es considerada la segunda capital más importante del skate, la marplatense tuvo una reciente participación en el Red Bull Rio Conquest, certamen en el que llegó hasta las instancias finales, pero quedó en manos de la neerlandesa Ross Zwetsloot.
Bajo la mirada del Cristo Redentor, en la playa de Botafogo, la europea de 22 años que fue quinta en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se impuso en el último duelo ante Gabriela Mazetto, integrante de la selección brasileña y actual campeona del circuito Open de Brasil, por un indiscutido 5-0, mientras que el podio lo completó Vitória Mendoça, una local que expuso en la pista una performance similar a la que interpreta en las calles de Río de Janeiro, su ciudad natal.
Aldana todavía lamenta haberse olvidado los auriculares que la abstraen del “barullo” externo y los anillos que le brindan tranquilidad para sus producciones. Tal vez por ello debió recurrir a un repechaje para llegar a las batallas decisivas en territorio carioca. “Me mataron el calor y la humedad. Tuve un dolor de cabeza terrible, pero no fue peor que una tarde de enero en Buenos Aires. Empecé muy nerviosa, pero con el correr de las tandas me fui sintiendo más segura, hasta que me empezaron a salir los trucos. Es complicado patinar cuando hay altas temperaturas, pero a pesar de las adversidades siempre trato de disfrutar”, remarca sobre su última experiencia en Brasil.
No fue la primera vez que las condiciones climáticas le impusieron complicaciones. En enero de este año viajó a Dubái, donde también sufrió el extenuante sol de los Emiratos Árabes Unidos. “Nunca me había imaginado estar ahí por el skate. Fue tan raro como la vez que estuve en China”, subraya. Es que en su pasaporte resaltan los sellos de los países que visitó por Asia, Europa y América gracias a sus compromisos deportivos. “En esos lugares se sienten las distancias. Es estar del otro lado del charco, donde se produce un choque cultural muy grande, porque tienen costumbres muy distintas a las nuestras”, desliza antes de abrir la puerta de las anécdotas más curiosas que vivió en diversos destinos exóticos.
En China le “pareció todo muy bizarro”. Desde las relaciones con las personas hasta en el rubro gastronómico. “Un día estaba comiendo carne y me dijeron que se trataba de carne de perro. Fue un trauma. Y en el supermercado vendían tortugas por 10 yenes. Podías comprar una y te la mataban ahí mismo para demostrar que estaban frescas. No sé cómo las cocinarían ¿Sopa de tortugas harían?”, se pregunta con la incredulidad que le impone su memoria. A partir de esa experiencia comprendió la teoría que asegura que los inicios del COVID-19 fue por la ingesta de un murciélago, y remarca que “ni loca” se hubiera animado a probar alguno.
Su popularidad fue en aumento gracias a su destreza. Y en el último tiempo, la marca de zapatillas deportivas que la viste la convocó para una campaña publicitaria en la que modeló junto con la nadadora olímpica Delfina Pignatiello y la bailarina Agustina Takaichi. “Fue muy loco. Como tenía que competir en varios torneos en Europa, hice las fotos y me fui. Cuando volví y vi la ciudad empapelada con mi cara, me dio mucha vergüenza. Cuando pasaba por un local o un shopping y veía esa publicidad, trataba de esconderme porque soy muy cerrada en ese tipo de cosas”, revela con timidez. Su actitud incómoda cuando algún fanático le pide una selfie da cuenta de ello.
Ella es consciente de que practica un deporte que no es tan reconocido en la opinión pública nacional, pero advierte que sus inicios se dieron por “un factor común de la infancia que se ampara en una pelota o una patineta”. “Como soy de Mar del Plata, que es una ciudad costera, siento que hay mucha relación con las tablas, al igual que con el surf. Cuando era chica, mi hermanito jugaba con mis primos con el skate y ahí me enganché a la onda”, subraya. “Ellos la dejaron, pero yo seguí cada vez más comprometida. Los veía todos los días patinar en el patio de mi casa y una tarde me la jugué. Como me gustó tanto, le pedí a mi mamá que me regalara una patineta y desde ese momento no paré más”, sostiene.
Su proyección fue tan intensa que en 2019 logró sus mejores resultados, como el título en el Campeonato Suck my Trucks de Berlín, el subcampeonato en la Fise World de Montpellier y el cuarto puesto en la Mystic Cup de Praga. Y a poco más de un año para los Juegos Olímpicos que se desarrollarán en París, se esfuerza en cada clasificatoria para obtener su boleto hacia la capital francesa. Su misión es sumar la mayor cantidad de puntos en los diez torneos del circuito para ubicarse entre las 20 skaters del ranking que competirán por la medalla dorada en la Ciudad de la Luz. “El año pasado empecé en Roma, seguí por Dubái y ahora vuelvo a Italia. Estoy entrenando para ver si se da esa oportunidad, porque sería hermoso representar a la Argentina en un evento así. Deposito todas mis energías para intentarlo, sin dejar de disfrutar porque no me quiero imponer presiones”, aclara. Y argumenta: “El skate callejero es muy diferente al olímpico. Tengo el sueño de participar en París, pero no es mi único objetivo. Pongo todas mis fuerzas para lograrlo; pero si no lo consigo, seguiré haciendo lo que me gusta”.
Aldana Betrán es sencilla, sensible y soñadora. En lugar de tomar como referentes a leyendas como Tony Hawk, Bob Burnquist o Nyjah Houston, la marplatense elige a sus amigos, porque los considera “los mejores skaters del mundo”. “Cuando era pequeña, era muy fan de Leticia Bufoni, y compartir los viajes con ella es muy loco”. Es que la brasileña ha protagonizado varias hazañas, como la vez que se lanzó desde una avioneta a más de 3.000 metros de altura con un paracaídas y su patineta. “Nunca haría algo así porque me daría un patatús, pero capaz me anime más adelante a hacer algo parecido, como poner una rampa gigante desde un rascacielos y tirarme desde ahí”, confiesa entre risas.
Mientras tanto, ella continúa con su rutina improvisando trucos en las calles de Cataluña y tomando fotos con una cámara analógica que la acompaña cada vez que cruza las fronteras. “Cuando revelo el rollo, me encuentro con recuerdos de lugares increíbles”, desliza. Sus caminatas y reuniones con su grupo más cercano la mantienen activa, y a pesar de haber cumplido muchos sueños, todavía le quedan varios por afrontar, “como seguir patinando hasta que el cuerpo diga basta”.
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