Con el paso de los años, incluso después de su muerte, salieron a la luz varias anécdotas que tuvieron como protagonista a Diego Maradona. El histórico número 10, ese que supo ser campeón del mundo y al mismo tiempo protagonista de varios escándalos en su vida, se transformó en un mito para el pueblo argentino.
En las últimas horas, se hizo viral una anécdota que contó Daniel Valencia Jr, hijo de la Rana, campeón del mundo con la selección argentina en 1978, en la que Maradona junto a su padre y él quedaron varados en Lima después de haberlo ido a buscar al El Diez a Cuba para participar de un partido a beneficio.
“Ayer fui a tomar un café, en la mesa de al lado escuché el debate de la mayoría de las sobremesas durante un largo tiempo: El Maradona futbolista y el Maradona persona. Ya estoy curtido, siempre es lo mismo... que como jugador fue el mejor pero bla bla bla. Algo reiterativo. Sé que seguramente sea un tipo con más defectos que virtudes, no estoy aquí para debatir eso. Tengo que, en realidad, hacer una especie de confesión: Fue la primera vez que estuve al borde de intervenir. Hubo una oración que me sacó de mis cabales: “Fue muy fácil ser Maradona”, contó en un largo hilo con un fantástico relato en Twitter.
Luego de plantear la historia, Valencia Jr dio detalles de lo que sucedió cuando se confirmó que el vuelo de la capital de Perú a Buenos Aires estaba cancelado. “Por condiciones climáticas era imposible volar ese día. Teníamos que pasar la noche en Lima. Uds imagínense la cara de Papá y de Diego ante la noticia. Yo estaba chocho, según yo iba de turista. Hicimos todo el operativo necesario para bajar del avión e ingresar al aeropuerto”.
Luego de vestir a Maradona para que nadie lo reconociera, algo sucedió. “Odié por primera vez a un Chino mucho antes de que decidan comerse a un murciélago. Íbamos por el pasillo lateral cuando un oriental hijo de mil orientales más se dió cuenta y gritó - como nunca sentí en mi vida - ‘¡Maladona! ¡Maladona!’. Todo fue cuestión de segundos”, expresó Daniel junior.
Después de tardar unas cinco horas para salir del aeropuerto, el trío llegó al hotel y fue ahí donde Diego le regaló un par de aritos al hijo de la Rana. Esa bijouterie es parte central de un relato que mostró cómo Maradona tenía que convivir con sus adicciones y sus propios demonios.
“En una habitación dormíamos Papá y yo y en la otra Diego. Todo venía bien hasta que sentí el ruido de la puerta. Vi el reloj, eran las 4 am. Nuestro vuelo salía a las 11 am así que evidentemente era muy temprano para irnos, no entendía bien qué pasaba pero siempre es mejor fingir”, inició Daniel esa parte de su recuerdo que plasmó en las redes sociales.
“Me hice el que dormía y mientras Papá abría la puerta, escuché un llanto. Desconsolado, como un nene de 2 años. Sólo escuchaba que decía “Compadre, por favor ayúdeme no quiero, no quiero. Lo juré por Dalma y Giannina”. No entendía nada, al menos no en ese momento”, agregó. ¿Cómo terminó la velada en Lima antes de volar con destino final en Argentina? “Pusieron un CD de Silvio Rodriguez que tenía Papá en su bolso. Se pusieron a cantar mientras yo tomaba valor para que noten que estaba despierto y sumarme al show. Estaban los 2 abrazados al borde de la cama, con lágrimas en los ojos, no pude hacer otra cosa que ir corriendo ahí”.
La historia terminó con final feliz. Diego participó del evento benéfico. Tanto que, en el banco de los suplentes, el propio Maradona fue DT y el por entonces niño Valencia su ayudante de campo.
El relato completo de Daniel Valencia Jr y la historia jamás contada de Maradona
Ayer fui a tomar un café, en la mesa de al lado escuché el debate de la mayoría de las sobremesas durante un largo tiempo: El Maradona futbolista y el Maradona persona. Ya estoy curtido, siempre es lo mismo... que como jugador fue el mejor pero bla bla bla. Algo reiterativo.
Sé que seguramente sea un tipo con más defectos que virtudes, no estoy aquí para debatir eso. Tengo que, en realidad, hacer una especie de confesión: fue la primera vez que estuve al borde de intervenir. Hubo una oración que me sacó de mis cabales: “Fue muy fácil ser Maradona”
Pero como a lo largo de mi vida hice, opté por ser un cobarde, por evitar el disgusto mañanero y me llamé al silencio. Esa decisión me costó el bienestar del resto de la mañana, la tarde y la noche sobrevinientes. No me sentí tranquilo ni un solo minuto después de haberlo hecho.
Es por eso que vengo acá a descargarme, a explicar lo que quise decir ayer y a recordarlo una vez más. Fue la época que él estaba en Cuba, yo sabía que estaba mal pero no sabía concretamente que tenía. Mi viejo lo había invitado a un partido a beneficio de una Fundación.
Como siempre, fiel a su historia, no nos falló. Fuimos a buscarlo hasta Cuba y de regreso a Buenos Aires empezó la odisea.
El vuelo era:
La Habana - Lima
Lima - Buenos Aires.
Simple, no teníamos más de 2 hs de escala en Lima así que todo pintaba viento en popa, o eso creíamos.
El problema fue que justo ese día los otros dioses que decidieron no jugar al fútbol, se pusieron de acuerdo en hacer lo imposible para quebrantar la paz absoluta que reinaba hasta ese momento. Seré más claro: llegamos a Lima. Diego no tenía pensado bajar del avión hasta entonces
Nos comimos 2 hs de escala arriba del avión, primera clase y todo lo que quieran pero 2 hs ahí era insufrible, más para un pendejo insoportable como era yo. Pongo el verbo en pasado porque sigo siendo insoportable pero ya no soy pendejo. En fin, me desvié de lo central.
Ya era hora de despegar, o al menos eso suponíamos. El tema es que no veíamos a ningún otro pasajero acercarse. Habrán pasado 30 min más hasta que tuvimos la primera certeza. Se acercó una de las azafatas para informarnos del primer suceso:
Por condiciones climáticas era imposible volar ese día. Teníamos que pasar la noche en Lima. Uds imagínense la cara de Papá y de Diego ante la noticia. Yo estaba chocho, según yo iba de turista.
Hicimos todo el operativo necesario para bajar del avión e ingresar al aeropuerto
El gorro, los lentes, capucha y cabeza gacha para disimular su presencia. Bajamos e iniciamos camino al taxi que nos esperaba. Todo empezó bien, habremos tenido el 40% del recorrido hecho. 2 cosas:
1° Ahí entendí porque Diego quiso hacer las 2 hs de escala arriba del avión.
2° Odié por primera vez a un Chino mucho antes de que decidan comerse a un murciélago.
Íbamos por el pasillo lateral cuando un oriental hijo de mil orientales más se dió cuenta y gritó - como nunca sentí en mi vida - " ¡Maladona! ¡Maladona”.
Todo fue cuestión de segundos.
De repente no menos de 400 personas estaban encima nuestro, pidiendo fotos, tocando como si fuese un juguete, etc. No pudimos avanzar más. La seguridad del lugar no daba abasto, era un fenómeno mundial que no hacía más que sonreír y ceder ante su gente pero que sólo quería irse.
Tardamos 5 hs más en poder irnos del aeropuerto. Si, 5 hs. Mi récord hasta ese entonces era de 1 hs y media esperando al viejo E1. Yo me quería morir. Porque encima mi espera fue en medio de dos millones de piernas (era la altura a la que llegaba) de gente que me alejaba de papá.
Nos escoltó la policía y pudimos llegar al hotel. Esa noche mi paladar conoció - por primera vez - las papas a la huancaina. Mientras tanto, mirábamos un partido de no sé que año entre Sporting Cristal y no me acuerdo que otro club pues mi vista estaba obnubilada con otra cosa.
Los aritos que tenía Diego eran lo más maravilloso que había visto en mi vida. Yo tenía poco más de 10 años y nunca había usado aritos. Dorados, resplandecientes, simplemente hermosos. Esa hipnosis no pasó desapercibida antes sus ojos
- Dani, tengo la oreja sucia? - me dijo riendo
- Jaja, perdón - susurré - estaba viendo tus aritos.
- ¿Te gustan? ¿Los querés?
- ¿En serio me decís?
- Tomá, son tuyos. ¿Pero vos no usás aritos no?
Ahí saltó Papá, intentando detener lo que era indetenible.
- Dale, Rana dejá de joder, yo le hago el huequito en la oreja.
Tuve el primer dolor voluntario en mi vida. Pero tenía uno de los aritos más lindos colgando de mi oreja mientras imaginaba en mi cabeza los reproches venideros de mi vieja y de mi abuela. No importaba, ya estaba hecho. Me fui a dormir feliz como pocas veces lo había hecho.
En una habitación dormíamos Papá y yo y en la otra Diego. Todo venía bien hasta que sentí el ruido de la puerta. Vi el reloj, eran las 4 am. Nuestro vuelo salía a las 11 am así que evidentemente era muy temprano para irnos, no entendía bien qué pasaba pero siempre es mejor fingir
Me hice el que dormía y mientras Papá abría la puerta, escuché un llanto. Desconsolado, como un nene de 2 años. Sólo escuchaba que decía “Compadre, por favor ayúdeme no quiero, no quiero. Lo juré por Dalma y Giannina”. No entendía nada, al menos no en ese momento.
Pusieron un CD de Silvio Rodriguez que tenía Papá en su bolso. Se pusieron a cantar mientras yo tomaba valor para que noten que estaba despierto y sumarme al show. Estaban los 2 abrazados al borde de la cama, con lágrimas en los ojos, no pude hacer otra cosa que ir corriendo ahí.
La noche pasó. Sin saberlo había pasado una de las noches más significativas en mi vida. Al día siguiente los dioses que jugaron al fútbol nos tiraron una buena y salió todo bien. El vuelo, la llegada a destino, el partido a beneficio, etc. Todo de maravilla en mi inocencia.
Con el tiempo entendí que había pasado esa noche, hablando con el Profe Signorini lo confirmé y me sentí peor, porque creí que si pasábamos más noches cantando Silvio Rodriguez quizás te ayudábamos un poco más. Al menos eso quería creer.Te pido disculpas ¡Qué difícil fue ser vos!
En fin, anoche en mi tortuoso momento de arrepentirme de no intervenir en esa charla me desperté de mi intento de dormir. Ví el reloj, eran las 4 am y como siempre es mejor fingir me levanté al baño. Cuando volví quise agarrar el celular que estaba en mi mesita de luz.
Todo estaba oscuro, en el manotazo tiré la caja de joyas que sentí como se dispersaban por el piso. Mientras renegaba de ser tan pelotudo y prendía la luz para levantar las cosas, ví que lo único que se había caído era el arito que me regalaste. No tuve mucho más que hacer.
Me fui a dormir feliz como pocas veces lo había hecho.
“Seré el compañero que no desmaya cuando venga el tiempo de los reveses, nos levantaremos una y mil veces. Ganaremos una y otra batalla”
Gracias por leer, estas fotos son del partido, Diego de DT y yo de ayudante de campo.
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