Menotti lo definió como “el mejor 9 del país”, junto a Maradona quedó en la puerta de jugar el Mundial 78, pasó por el PSG y hoy maneja un bar

Humberto Bravo surgió de Independiente y se transformó en ídolo en Talleres de Córdoba. La noche en la que un baile de la Mona Jiménez se convirtió en cábala, la decepción por no jugar la primera Copa del Mundo, su relación con Diego y su presente lejos del fútbol

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Bravo es una leyenda de
Bravo es una leyenda de la T: incluso llegó a hacerle cuatro goles a Belgrano en un clásico

Santiago del Estero es epicentro de las jóvenes promesas a nivel global, ya que es una de las sedes del Mundial Sub 20. Pero supo ser cuna de grandes futbolistas. Allí, nacieron hombres que marcaron historia en nuestro fútbol como Juan Carlos El Chango Cárdenas, que tiene su estatua frente al Estadio Único Madre de Ciudades, Luis Galván, René Houseman, Julio Cruz y Humberto Bravo. Los cinco tienen algo en común: alguna vez vistieron la casaca albiceleste para representar a la Argentina. Pero hay uno de ellos, que todavía mastica bronca por haber quedado afuera la lista definitiva para el Mundial 78.

“Fue un golpe muy, muy, muy duro haber quedado afuera de los 22 convocados. Estuve a punto de dejar el fútbol para siempre”, revela el Tigre Bravo, delantero que quedó relegado aquel 19 de mayo de 1978 junto a Víctor Bottaniz y Diego Armando Maradona, que ya era la gran figura del fútbol argentino.

El hombre de 72 años nació en Añatuya, una ciudad al sur de la capital santiagueña. De su lugar de origen se marchó a los 16 para hacer las Divisiones Inferiores en Independiente de Avellaneda, donde debutó en 1971 en la Primera. Luego, pasó por Talleres durante cuatro temporadas, transformándose en un símbolo de esa institución. Tras el Mundial 78, pegó el salto a Europa, siendo comprado por el PSG, volvió a la T para tener su segundo ciclo, pasó por Racing de Córdoba y cerró su carrera de Deportivo Maipú de Mendoza.

- ¿Qué es de tu vida, Humberto?

- Estoy alejado del fútbol hace rato. Soy dueño de un bar espectáculo a una cuadra de la cancha de Talleres. Es un local de dos pisos. Abajo es el café-bar y arriba, pasan espectáculos los viernes, sábados y domingos.

- ¿Como surgió la idea de meterte en el rubro gastronómico?

- Por intermedio de una de mis hijas, que quería poner un bar de este tipo y nos empezó a ir bien. Hace seis años que lo tenemos y funciona. Pasamos, además, los partidos de Talleres en ambos pisos para los hinchas que no van a la cancha.

- ¿Asisten al bar simpatizantes de Belgrano?

- Sí, no tienen problemas conmigo. Vienen más lo de la T porque estoy identificado con ese club. Es mejor venir a ver el partido al bar que ir a la cancha, porque aquí podés observar la resolución del VAR. Yo vivo a dos cuadras del estadio de la T y voy seguido a la cancha con mi familia. Me encantaría pisar el verde césped como futbolista, pero no juego más por el problema que tengo en la cadera desde hace 10 años. Me tengo que hacer un reemplazo de fémur. Como no me dolía, lo dejaba pasar. Pero volvió el dolor y voy a pasar por el quirófano. Aparte, tenía miedo de pasar por una operación de esta índole. Es difícil tocar la cadera. Pero, como me duele, me voy a operar.

- ¿A qué te dedicaste luego de colgar los botines?

- Fui representante de jugadores cordobeses. Los vendía a Europa y a Chile, ya que mi carrera terminó en el país trasandino. Luego, me metí en el rubro gastronómico, y largué todo lo que tenía que ver con la pelota. El mundo del fútbol es complicado, muy competitivo. Cuando colgás los botines, es una situación complicada. Si no estás preparado, te puede ir muy mal. Conozco a muchos ex jugadores que, cuando dejaron de jugar, se han separado y quedaron solos; a la mayoría le pasa eso. Cuando te retirás, debés dedicarte a trabajar en el fútbol o en otro lado para tratar de no estar tanto en tu casa, porque si no la pareja se va desgastando.

- ¿Sufriste el post retiro?

- Sí, mucho. Yo fui consciente de que a los 33 años las piernas ya no me respondían como antes. No tenía la misma velocidad siendo delantero y me fui preparando para asimilar el momento de decir “hasta acá llegamos”

- ¿A qué edad dejaste de ser profesional?

- A los 36. Tuve posibilidades de quedarme un año más a desarrollarme en el Rangers de Chile. Finalizó mi contrato y no lo renové. Me ofrecieron quedarme, pero como estaba solo, sin mi familia, decidí volverme a Córdoba, soy un cordobés más, mas allá de haber nacido en Santiago del Estero. Mi señora es santiagueña. Estamos de novios desde los 14 años.

- Si te digo 19 de mayo de 1978, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza?

- Sufrí un dolor inmenso por quedar afuera de la lista definitiva para el Mundial 78. Mi caso fue inentendible, ya que venía jugando en todos los partidos. Habíamos jugado muchos por el Interior y fui titular, y jamás hubiera pensado que iba a quedar afuera de la Copa del Mundo. Se dio todo de repente. También fue muy duro para mi familia, y casi dejo de jugar al fútbol.

Con Maradona en un duelo
Con Maradona en un duelo entre Boca y Talleres

- ¿Por qué motivo?

- Porque me pegó muy fuerte el quedar afuera del Mundial. César Luis Menotti me nombró segundo. Primero, a Diego Maradona, y tercero a Hugo Bottaniz. Recuerdo que cuando volví a mi casa tras esa decisión, no quería ir a entrenar nunca más. Fue muy, muy duro para mí. Me habían invitado a ver los partidos de la Selección pero no asistí. Encima, durante el torneo pensé que me iban a citar porque estaba en la lista de espera.

- ¿Por qué pensaste eso?

- Porque Leopoldo Jacinto Luque tenía un problema en uno de sus hombros y no había jugado ante Italia. Imaginé que me iban a llamar en su reemplazo, pero al final no se dio. En las calles, me tocaban el tema de mi no convocatoria y me enojaba, no quería que me dijeran nada. La gente me preguntaba pero no respondía. Estaba enfurecido por no haber participado del Mundial.

Fue despues del Mundial 78 que te buscó el París Saint Germain?

- Si. Resulta que luego de aquella Copa, Talleres hizo una gira por Europa y me vino muy bien para mostrarme. Vinieron los dirigentes de la T para decirme que el Torino de Italia y Panathinaikos de Grecia estaban interesados en mí. Ambos clubes pretendían contratar a Daniel Valencia, el Hacha Ludueña y a mí. Por los tres, querían pagar 900 mil dólares. Pero no hubo acuerdo. Igualmente, seguimos con la gira por España y luego nos fuimos a los Estados Unidos. Cuando regresamos a la Argentina, un día me llama el presidente de Talleres, Amadeo Nuccetelli, y me dice: “Te quiere el París Saint Germain. Hoy llegan emisarios franceses para verte y cerrar la venta”.

- ¿Qué le dijiste?

- “La decisión la tomarán ustedes, si aceptan o no. Yo estoy bien en Talleres, pero vemos”. A la noche, llegaron los franceses y se reunieron con los dirigentes de la T. Al final, me compraron el pase y me prestaron a París Football Club. Carlos Bianchi estaba en el PSG, por ese motivo me ceden al otro club parisino. Cuando se cerró el acuerdo, le dije a mi familia: “Me compró el PSG y nos vamos a vivir a París. Es un contrato por cinco años”. Mi señora estaba contenta pero le hacía ruido un poco el tema del idioma. Pero lo que yo ganaba en Francia en un mes, en Argentina lo percibía en un año. Encima, a Talleres le servía mi venta para construir la sede del club ubicada en el centro de Córdoba Capital.

- ¿El predio de entrenamiento también lo compraron con el dinero de tu venta?

- Sí. Compraron 24 hectáreas. Es un predio muy bonito que está a 20 cuadras de la cancha de la T. Un domingo, firmó el contrato con el PSG y un emisario francés me advirtió que al otro día viajaba a París a instalarme. Le dije “No. Acabo de llegar hace menos de una semana de una gira por Europa y no me puedo ir ahora. Quiero estar un tiempo con mi familia que no puedo llevarla ahora a Francia. Por favor, por lo menos déjeme quedarme un día más”. Pero los directivos del PSG se pusieron rigurosos y me querían llevar sí o sí el lunes. Entonces, me ofrecieron plata.

- ¿Cuanto?

- Me dijeron: “Te damos 15 mil dólares si viajamos mañana”. Le respondí que no. Entonces, me hicieron una nueva propuesta. “30 mil dólares para salir mañana”. Su insistencia era porque querían presentarme sí o sí en el próximo partido del local del PSG. Con ese nueva oferta, llamé a mi señora y quedamos en que yo viajaba al otro día y luego se sumaba ella con mi hija, que era muy pequeña.

- ¿Tu llegada al PSG cambió la decisión que habías tomado de dejar el fútbol?

- Sí, fue por eso por lo que no abandoné el fútbol. Cambió todo, porque me fui del país. No por lo que iba a ganar ni a dónde llegaba a jugar, sino porque me iba de Argentina y dejaba atrás el dolor de no haber sido parte del Mundial. Encima, en Francia le preguntaron al Flaco Menotti: “¿Quién es el mejor 9 del país?”. Dijo “Humberto Bravo, llévenselo”.

- Es decir que Menotti te definió como el mejor 9 de la Argentina, pero te dejó afuera de la Copa del Mundo 78…

- Claro, fue así. Encima, los franceses le preguntaron: “¿Por qué no jugó el Mundial?”. Pero él no respondió, y solo atinó a decir que era el mejor delantero del país y que me compraran. Me dio una gran mano.

- ¿Le preguntaste alguna vez al Flaco por qué te dejó afuera?

- Nunca le pregunté, ni le pedí explicaciones de por qué me dejó afuera de los convocados. Cuando volví de Francia, una noche nos cruzamos en un evento en un hotel en Buenos Aires para despedir el año 1978 y no le dije nada sobre ese tema; lo esquivé. Ese día, conocí a Pelé.

- ¿Qué impresión te causó el brasilero?

- Marcaba presencia con su andar. Caminando parecía que estaba en pantalón corto porque se le notaban las piernas, más allá que estaba vestido con traje y corbata. Se le movían los músculos de las piernas y las pantorrillas. Era bajito, de un metro 72, macanudo y simpático.

- ¿Qué recordás de aquel momento en el que quedaste afuera de la lista junto a Diego Maradona?

- Esa noche no dormí, y Maradona llorando me preguntaba qué íbamos a hacer: decidimos que nos íbamos. Él me decía “Bravito”, al igual que el Flaco Menotti. Al día siguiente vino a buscarnos su papá, Don Diego, en una Coupé Taunus negra, y me dejaron en Aeroparque para tomar mi vuelo a Córdoba. Me fui en los mejores términos, sin broncas. De AFA me llamaban para darme entradas a los partidos. Ni a la final quise ir. Feliz por el logro, pero me sentía mejor en mi casa.

El día que Bravo, Bottaníz
El día que Bravo, Bottaníz y Maradona se quedaron sin Mundial 78

- ¿Cómo era Pelusa a esa edad?

- Muy bueno y humilde. Un chico de barrio, que nunca perdió la alegría por jugar a la pelota. Ese día, me dijo: “Bravito, no te hagas problemas, el próximo Mundial lo jugamos juntos”. Le respondí: “No, Diego, yo estoy al límite. Vos estás para jugar tres o cuatro Mundiales más”. Generamos una buena amistad y estuvimos muy cerca compartir vestuarios en Talleres, porque tuvo la posibilidad de jugar en ese club.

- ¿Por qué no se le dio?

- Porque durmió el mandamás Nuccetelli con el pase y Boca le ganó de mano. La T tenía la plata para comprarlo, porque quería hacer un súper equipo de América. A partir de ahí, mantuvimos un buen vinculo. Pelusa debutó con la casaca de Argentinos Juniors frente a Talleres en 1976, y con la casaca Azul y Oro también ante la T en 1981. Estuve en ambos encuentros.

- Todavía conservás la marca de ser el máximo goleador en un clásico cordobés con cuatro conquistas en 90 minutos...

- Sí, le hice cuatro goles a Belgrano. Tiene una historia ese partido. Resulta que estábamos concentrados en Villa Carlos Paz, y recién empezaba a jugar. En esa época, por las noches, luego de cena en las concentraciones nos íbamos a caminar por el centro con varios compañeros, entre ellos Valencia y el Negro Hacha. Contra Belgrano jugábamos un domingo y el sábado previo nos fuimos al centro. En un momento, pasaban muchos jóvenes caminando por ahí que nos decían “hay que ganarle mañana al Pirata”. Entonces, en ese ida y vuelta, se me ocurre preguntarles a unos de los chicos: “¿A dónde van?”. Me responde uno: “A la disco Sorba, que canta la Mona Giménez”. Inmediatamente, nos miramos entre los compañeros y dijimos “vamos para allá”.

- ¿O sea que la noche anterior al clásico cordobés se fueron a un bailanta a ver a la Mona Giménez?

- Sí (risas). Imagínate que estábamos vestidos con ropa de Talleres. Ingresamos al lugar, se paró la música y el cantante nos invitó a subir al escenario. Cantamos, bailamos y, cuando terminó el show, nos volvimos al hotel cerca de la 1 AM del domingo. Cuando llegamos, estaban el director técnico Rubén Bravo, el presidente, el profe y el médico reunidos y hablando. Entonces, pasamos entre ellos saludando “buenas noches”, y cada uno se metió en sus habitaciones. Al otro día por la mañana, Bravo hizo la charla técnica y dijo: “Los cuatro que salieron anoche y volvieron tarde, que se paren y den la cara. Hoy, van a correr el doble que los muchachos que no salieron y se acostaron temprano”.

- ¿Qué dijeron ustedes?

- Nada. Nos quedamos callados. Al final, fuimos al partido y ganamos con cuatro goles míos. Luego del clásico, llegamos al vestuario y el maestro Bravo nos dijo: “La próxima vez que juguemos contra Belgrano vayan a ver nuevamente a la Mona Giménez”. Lo quería tomar como cábala.

- ¿Cómo definís a Humberto Bravo?

- Yo empecé jugando en las Divisiones Inferiores de Independiente de Avellaneda a los 16 años. Mi primera posición fue de volante central y terminé destacándome de 9. Tuve a entrenadores de la talla de Nito Veiga, Roberto Pipo Ferreiro, y Vladislao Cap. A Menotti en el seleccionado argentino. Jugué de volante por derecha, enganche, puntero derecho, hasta que terminé de delantero. Luego, me vendieron a Quilmes como parte de pago del pase de Daniel Bertoni al Rojo.

Ante la consulta del PSG,
Ante la consulta del PSG, Menotti definió a Bravo como "el mejor 9 de la Argentina"

- ¿Fuiste el delantero que le cortó una racha histórica al arquero Carlos Barisio de Ferro?

- Sí, le corté Barisio el invicto de 1075 minutos sin que le marcaran un gol. Sucedió en julio de 1981 y el partido terminó 1 a 1. Luego, me fui de Independiente. Tras rebotar en Belgrano fui a Instituto, donde no me probaron porque estaban sin presupuesto para incorporar jugadores. Cuando ya me estaba por volver a Buenos Aires, donde tenía arreglado el sueldo más un trabajo para firmar con Temperley, surgió lo de una prueba en Talleres a través de mi cuñado, que trabajaba en el Banco de Córdoba. El DT era Ángel Labruna. Al principio no me quería, pero luego de insistirle tanto me dio una oportunidad para que me viera jugar. Así que me probó en un partido oficial de la Reserva junto a Daniel Willington y Hacha Ludueña, entre otros. Al final, convertí seis goles, y tras el encuentro, me llevaron para hacerme el contrato, ya que un día después cerraba el mercado de pases.

- ¿Cuál fue la cuenta pendiente de su carrera?

- Jugué 16 años como profesional. Estuve en Europa y cumplí uno de mis sueños, pero mi cuenta pendiente fue disputar el Mundial 78, sin dudas. Estaba convencido de eso. Aunque tanto Talleres como la selección argentina me dieron estabilidad para que esté tranquilo el resto de mi vida.

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