Corría el año 2004 cuando el futbolista colombiano Alex Montaño bautizó en Guatemala a su hijo con el nombre de Figo, en honor al ídolo lusitano que brilló en Barcelona y Real Madrid. Y en la actualidad, aquel chico que heredó la pasión de su padre tiene luz propia con la selección Sub 20 que enfrentará a la Argentina por la segunda fecha del Grupo A del Mundial de la categoría.
Todos los días de su vida, el talentoso jugador guatemalteco tiene presente a su padre, quien falleció en un ataque armado perpetrado por desconocidos en un restaurante ubicado en Malacatán, una ciudad fronteriza con México. Según las autoridades del lugar, se trató de un atentado organizado por bandas internacionales de narcotraficantes, que también se encargan de realizar actos delictivos dedicados al contrabando de armas y trata de personas.
Alex Montaño, colombiano, había llegado a Guatemala en 2002, procedente de Buenaventura, una localidad portuaria del océano Pacífico. Su objetivo era trasladar su talento en el Juventud Retalteca, un pequeño equipo de Segunda División ya extinto, pero con el que el ex volante logró ascender a Liga Mayor. Sus goles y velocidad, pese a su pequeña estatura, lo llevaron a uno de los dos equipos más populares del país centroamericano, Municipal, en el que se convirtió en un ídolo local.
Figo Montaño lleva el fútbol en la sangre, y no solo en su nombre. A los cuatro años ya jugaba en ligas escolares y conserva todavía las medallas que lo acreditan como goleador. En su memoria también hay destellos de cuando su padre lo cargaba en brazos al salir en los estadios de la Liga Mayor de su país. Pero lo del delantero va más allá de los recuerdos, ya que en julio pasado logró la hazaña de clasificar a su selección para la cita internacional por segunda vez en su historia (la anterior había sido en la edición de 2011). “Este logro se lo dedico a mi padre que está en el cielo. Él es mi inspiración”, había dicho la figura del equipo dirigido por el mexicano Rafael Loredo. Incluso celebró la gesta con un tatuaje en su brazo izquierdo con la inscripción: “Soy mundialista”.
“Nadie creía en nosotros”, sentenció por su debut inestable en las Eliminatorias, tras caer con un contundente 5 a 1 adverso ante El Salvador. Un golpe que obligó al plantel a encerrarse en un cuarto del hotel de la concentración para jurarse cambiar la dirección del equipo en busca del máximo objetivo. Así, el seleccionado guatemalteco pasó en 10 días de ser goleados en su presentación a superar por penales a la potencia de la región, México, en los cuartos de final. “El profe Loredo confía en nosotros, va para adelante con los jugadores, él es parte importante de este logro”, remarcó Figo sobre el estratega azteca que lideró la hazaña.
A pesar de no conocer la tierra cafetera, Figo no pierde contacto con sus raíces. “Siempre hablo por teléfono con mi abuela, mi abuelo y mi hermano mayor. Nunca he ido a Colombia pero mi sueño es ir un día y conocerlos a todos en persona”, aseguró en declaraciones brindadas a EFE. Sin dudas, el nexo con sus raíces permanece, pese a la muerte de su padre, en diciembre de 2012, cuando tenía 38 años.
“Yo miraba a mi papá y él hacía muchos enganches, tenía muchas fintas. La gente que lo vio jugar dicen que me parezco en la cancha por la potencia y velocidad. Fue poco lo que le aprendí porque no tuve mucho tiempo para convivir con él”, reconoce el heredero.
El futbolista guatemalteco tiene grandes ambiciones para la Copa del Mundo, pese a la poca historia de Guatemala en las citas internacionales y la derrota sufrida en el debut ante Nueva Zelanda (1-0) en el estadio Único Madre de Ciudades de Santiago del Estero. Para ello se ampara en el formato del torneo (clasifican los mejores terceros) y el antecedente que vivió durante las Eliminatorias.
Más allá de lo que consiga con su selección, Figo Montaño también espera algún día salir campeón con el Municipal, equipo en el que su padre dejó una huella imborrable y con el que firmó un contrato cuando tenía 16 años, a la espera de consagrarse como goleador en el país centroamericano.
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