La historia de Julio Chicho Gaona tiene tres aristas muy importantes que marcaron su vida para siempre. Cuando tenía 14 años y jugaba en las Divisiones Inferiores de Platense, su hermano, su cuñada y su sobrino, de apenas un mes de vida, fueron secuestrados por los militares.
Durante más de tres décadas buscaron a Pablo, quien había sido apropiado por una pareja de militares. En agosto de 2012, tras años de incertidumbre, el joven de 34 años se hizo los estudios de ADN y recuperó su identidad, siendo el nieto 106 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo y los Organismos de Derechos Humanos. “Lo buscábamos en todas las canchas, en todos lados. La familia lo ha buscado siempre”, relató Chicho Gaona, su tío, en el momento de enterarse que su sobrino se encontraba con vida.
En febrero de 1985, Gaona vivió el segundo hecho doloroso que fue una bisagra en su vida personal y que terminó repercutiendo en su carrera. Cuando se desempeñaba en Independiente Santa Fe de Bogotá, su mujer Liliana se enteró de que padecía una enfermedad incurable. Estando en Colombia, la situación empeoró, y decidieron regresar a la Argentina. Luego de instalarse en Santa Fe, el 1 de agosto fueron padres, pero a los 30 días su mujer falleció, y él se hizo cargo de Jonathan Ariel con el dolor que le provocaba el haber perdido al amor de su vida.
“Atravesé esta situación como pude. Siendo muy chico, con 21 años, no la tenés clara, aunque te creés grande, no lo sos. Con semejante golpe anímico, la tratamos de llevar de la mejor manera”, recuerda el ex volante ofensivo, que se desempeñó en Platense, Unión de Santa Fe, Belgrano, Boca y Deportivo Español.
A raíz de este suceso, Chicho Gaona fue perdiendo terreno en el Tatengue producto de su inestabilidad emocional y, especialmente, en la Selección Mayor comandada en aquel momento por Carlos Salvador Bilardo, a quien conoció cuando el entrenador lo dirigió por primera vez en el Sub 20 argentino que fue subcampeón en el Mundial México ‘83. “Jamás en la vida pensé en dejar el fútbol. Era mi sostén de vida. Y es lo que amo, hasta el día de hoy”, sentencia el ex futbolista.
El tercer momento complicado de su vida fue cuando tuvo que dejar el fútbol para siempre. En 1992 arribó a Deportivo Español con 30 años recién cumplidos. Una vez asentado en ese club, sufrió osteocondritis, una lesión que lo alejó de las canchas a tan corta edad. “El retiro es bravísimo. No estás preparado para atravesar esa situación. Debes estar muy fuerte de la cabeza, si no la podés pasar mal” aseguró en diálogo con Infobae.
- ¿Qué es de tu vida, Julio?
- Estoy trabajando como técnico en la Universidad del Oeste, en San Antonio de Padua. Además, ayudo a algunos chicos a ir a probarse a los clubes de Primera División. En la Universidad armamos un equipo y competimos en el torneo universitario que se juega en el predio lindante a Deportivo Español. Estoy cómodo y bien, con chicos que quieren venir a hacer deportes. Siempre trato de estar vinculado al fútbol. Fui ayudante de campo de Enrique Hrabina, y de Omar Píccoli, hoy ayudante de campo de Julio César Falcioni.
- ¿Te surgió alguna vez la posibilidad de hacer tu carrera como director técnico en la máxima categoría?
- Soy entrenador recibido, pero nunca pude armar mi grupo de trabajo y llegar a dirigir en Primera, que es otra cosa. Es muy difícil de llevar a cabo.
- ¿Por qué?
- Primero, es difícil armar un cuerpo técnico y que te contraten. Segundo, el tema de los resultados siempre te está condicionando. Con Quique Hrabina veníamos bien en Independiente Rivadavia de Mendoza, pero luego decidió no dirigir más. La cabeza del grupo era Enrique y no volvimos a trabajar. Igualmente, sigo ligado al fútbol y hace un mes traje a 11 chicos desde San Martín de Los Andes a Buenos Aires para llevarlos a que se probaran en Lanús y en otros clubes; fue una experiencia maravillosa. Soy una especie de buscador de talentos, también.
- ¿Cómo fueron tus inicios con la pelota?
- Hice las Divisiones Inferiores en Platense. Empecé en Pre-Novena hasta la Séptima, y de ahí salté a la Reserva. Luego, debuté en la Primera con 17 años en 1981 de la mano del ex DT Vladislao Cap. Desde chiquito quise ir a probarme a Vélez, pero como éramos muchos no llegaron a probarnos. Entonces, mi hermano me llevó al Calamar y quedé. En Platense fuimos parte de la categoría 64 que era muy buena, con un equipo que logró que le hicieran once contratos en la Primera A a sus jugadores. Algo inédito en el fútbol argentino. En Saavedra, estuve desde 1981 al ´84, y éramos chicos del club, con otro sentir.
- ¿En esa época se jugaba por amor a la camiseta?
- Sío, totalmente. Las épocas han cambiado y en ese momento la pasamos muy bien, y mantuvimos a Platense en la máxima categoría.
- ¿Eso te posibilitó pegar el salto al exterior?
- Sí, y ganar otro dinero, porque en Platense no tenía arreglado el contrato ni cobraba un sueldo; eran otros tiempos. Sinceramente, ganábamos muy poco, y apareció la posibilidad de irme al fútbol colombiano. Pero antes me vinieron a buscar del París Saint-Germain.
- ¿Por qué no fuiste?
- Porque los dirigentes de Platense y los franceses no se pusieron de acuerdo; yo tenía muchas ganas de ir. También, el Atlético de Madrid de César Luis Menotti puso los ojos en mí, pero tampoco se pusieron de acuerdo. El Flaco me había tenido en la selección juvenil y en el Calamar me dirigía Don Ángel Tulio Zoff. Su ayudante de campo era Don Alejandro Tato Mur que, según Menotti, fue mejor futbolista que Diego Armando Maradona. Entonces, Cesar se comunicó con Alejandro pero los dirigentes del Calamar no me dejaron ir al Colchonero. Nunca entendí por qué, ya que no cobraba ni tampoco me dejaron ir a jugar a Europa.
- ¿Que pretendían los dirigentes de Platense?
- Dinero extra, seguramente. Exigirían más plata de lo que ofrecieron en un principio el PSG y el Atlético por mí. Antes no era como ahora que el jugador puede seguir la negociación y estar en el minuto a minuto; eran otras épocas. Pero considero que me hubiera salvado económicamente si llegaba a jugar en el París o en el Atlético. Igualmente, la pasé bien, e hice muchos amigos en el club de Saavedra.
- ¿Cómo fue que el PSG llegó a interesarse por vos?
- Tengo un amigo que es Roberto Cecilio Cabral, que jugó en el equipo francés, e hizo de nexo entre ambos clubes. El Pio Cabral jugó en Rosario Central, pero venía de Francia y me recomendó cuando jugábamos juntos en Platense. También, el Cruz Azul mexicano se interesó por mí por intermedio de Alberto Gómez Franzutti, ex volante por izquierda que jugó en el Canalla junto a Cabral. Y se negaron a venderme al fútbol mexicano. Además, recuerdo que en la temporada 1982/83 estaba dentro de una lista de intransferibles.
- ¿Por qué?
- En los años anteriores, cuando Diego Armando Maradona se estaba por ir a jugar a Inglaterra, el gobierno Militar inventó este artilugio de poner en la lista de intransferibles a 30 jugadores para evitar que se fueran. Entonces, por este motivo, Pelusa no emigró, pero sí Alejandro Sabella, que no estaba dentro de esa lista. La elección de esos futbolistas era por el buen momento que cada uno estaba pasando en sus clubes.
- En 1983, fuiste subcampeón del mundo con el seleccionado Sub 20 en México. ¿Qué recuerdos tenés de tu paso por la Albiceleste?
- En el Sub 20 estuve durante dos etapas. Primero, empecé en la mitad del año 1979, luego de que el seleccionado juvenil se consagrara campeón en Japón. Cuando éste regresa de Tokio, se empieza a armar otro seleccionado que duró hasta 1982, cuando Menotti deja su cargo, y lo reemplaza Carlos Bilardo junto con Carlos Pachamé. Así que por suerte pude compartir plantel con dos de los tres entrenadores campeones del mundo.
- ¿Qué enseñanza te dejaron?
- Todas. Son tan genios que ambos fueron campeones del mundo con diferentes estilos. Aprendés de todo. Éramos niños y absorbíamos todos las indicaciones. Los entrenamientos y los cuidados también. Lo que significaba ser jugador de Selección, compartir el juego y ser buenos compañeros. Además, entrenarse bien, el cuidarse y tener tu impronta y tu estilo de juego. Ambos entrenadores me fueron enseñando a jugar en varias posiciones y en zonas del campo de juego. Al final, hemos aprendido y la pasamos bien con ambos.
- ¿Qué diferencias observaste entre Menotti y Bilardo?
- Bilardo y Pachamé eran muy exigentes. No podías estar distraído. Debías estar atento a todo lo que pasaba a tu alrededor. Existía una diferencia abismal entre uno y otro. El Flaco era un poco más relajado y te daba otro tipo de enseñanzas. A César le gustaba el buen juego. Pero a Bilardo también. En Estudiantes de La Plata, Carlos armó un mediocampo con Sabella, el Bocha Ponce y Marcelo Trobbiani, más Miguel Ángel Russo que hacia los relevos y no era tan negado con el balón. Pero lo que no me gustaba de Bilardo era cuando les decía a sus jugadores: “No le des agua”, “pisalo”. A mí, particularmente, esas cosas no me gustaban.
- En el Mundial Sub 20 en México 83, ¿qué le faltó al seleccionado para ser campeón del mundo?
- Teníamos la base que había dejado el Flaco Menotti. Recuerdo que luego el que se agregó fue Luis Islas. Era un muy buen equipo, pero nos faltó muy poco para ganarle la final a Brasil. Perdimos 1 a 0. Islas, Fabián Basualdo, Cacho Borelli, Jorge Theiler, Olivera; yo, Mario Vanemerak, el Mono Zarate; arriba Claudio García, José Gabrich y Gustavo Dezotti fue el 11 titular. Quedaban afuera Oscar Acosta, Oscar Dertycia, Alfredo Graciani, entre otros.
- De esos jugadores que nombrás, sólo Islas y el Galgo Dezzotti fueron convocados al Seleccionado Mayor…
- Sí, ellos dos. Yo estuve en 1984, casi todo el año. Luego, no pude estar más, ya que tuve un problema familiar que me bajó mucho en rendimiento. Producto de eso, me costó competir. Al inicio del siguiente año, llego a Independiente de Santa Fe, pero mi rendimiento no fue bueno por este inconveniente familiar. Cuando arribo unos días antes del 5 de febrero que es mi cumpleaños, la gente me recibió muy bien, pero tenía un bajón anímico muy grande. Mi esposa ya estaba enferma y su situación empeoró. A raíz de esto, me costó rendir en Colombia, y decidimos volvernos. Cuando llegamos a la Argentina, nace Jonathan Ariel, uno de mis hijos, y a los 30 días su mamá falleció producto de una enfermedad incurable. De esta manera, volví a Platense, jugué tres fechas y me compra Unión de Santa Fe.
- ¿Cuántos años tenías cuando sufriste la pérdida de tu joven esposa?
- 21 años, era un pibe. Atravesé esta situación como pude. Estuve acompañado por mis amigos y familiares cercanos. Yo me quedé a vivir con mis suegros durante cinco años, mientras mi hijo crecía e iba asimilando la muerte de su mamá, a quien no había conocido. Le costó un poco porque estuvo en la incubadora unos cuantos meses. De una u otra manera, fue una movida muy fuerte. Luego, me fui acomodando a las circunstancias.
- ¿Se te pasó por la cabeza abandonar el fútbol?
- No, nunca. Cuando estaba en Unión me costó jugar. Sin embargo, me compra el Deportivo Español en 1986. A partir de ahí, me empecé a acomodar un poquito. Un año más tarde, me di cuenta de que había empezado a recuperar mi nivel. Ahí, tuve varias temporadas muy buenas, excelentes. Me dirigieron en ese periodo Carlos Aimar, el Nano Areán, y la dupla López-Cavallero, todos buenos entrenadores. Luego, el Cai agarra Boca y me lleva con él.
- ¿Tenes buenos recuerdos de tu paso por el Xeneize?
- Sí, todos. El que no estaba bien anímicamente era yo, pero mis compañeros me trataron de maravillas, en todos lados. Boca es mucho más popular que el resto. El día de mi llegada, me junté con un amigo que se encargaba de los trámites de gestión, ya que Guillermo Coppola no era más mi representante. Entonces, cuando entro al club por la calle Brandsen, observé en la entrada las estatuas, luego subí las escaleras, ingresé al estadio, me puse nervioso y lo primero que dije fue “cuánto tuve que correr para estar acá”.
- ¿Notaste el cambio entre jugar en Deportivo Español y todo lo que representa llegar a Boca?
- Sí, fue un cambio importante, ni hablar. Porque si ves todo lo que representa Boca y lo que mueve, se te hace difícil jugar si no sos consciente al equipo que llegás. Entonces, debés atravesar ese paso con un poco de tranquilidad, ya que nuestro lugar es dentro de la cancha. Entonces, al estar ahí estás más relajado. Lo llevé bien, porque, por suerte y como grupo, Boca funcionó bien. Tal vez hubo algún chispazo de algún muchacho de ese momento con el técnico, pero no pasó de eso. Nos llevábamos tan bien que hasta el día de hoy nos seguimos juntando con los integrantes de ese plantel. Justamente, hace 10 días estuve en la casa de Gabriel Omar Batistuta, un pibe tan generoso y de perfil bajo.
- Llegaste a un plantel plagados de figuras…
-Estaban el Mono Navarro Montoya, Esteban Pogany, Diego Latorre, Juan Simón, Quique Hrabina, Víctor Marchesini, Carlos Moya, Blas Giunta, José Luis Villarreal, el Chino Tapia, el Bocha Ponce, Chiche Soñora, Walter Pico, Walter Perazzo y Graciani, entre otros.
- ¿Cómo era aquel Batistuta?
- Gaby era un niño, tenía 20 años. Siempre se mostraba con ganas de querer superarse todo el tiempo, con la idea también de ir mejorando, y casi todos los días luego de los entrenamientos se quedaba perfeccionando su pegada, su cabezazo y algunos movimientos con un trabajo especial.
- ¿Cuál es tu balance del paso por Boca?
- En la deportivo, muy irregular. Porque jugué muy poco, ya que estuve mucho tiempo lesionado. Cuando llegué, estaba bien físicamente, y de la mano de Aimar, arranqué jugando, pero al poco tiempo me lastimé y los médicos del club no daban con el diagnóstico adecuado, no le atinaban a la lesión sufría. Así que me llevó mucho tiempo saber lo que me estaba pasando. Al final, el paso futbolístico no fue bueno. Además, esa lesión me tuvo más de un año parado.
- ¿A qué edad te retiraste?
- A los 30. Cuando regreso a Deportivo Español desde Boca sufro otra lesión y decidí colgar los botines. Ya no podía jugar producto de la osteocondritis.
- ¿Cómo manejaste el post retiro?
- El retiro es bravísimo. Al poco tiempo, unos amigos de Platense me invitaron a trabajar en las Inferiores del club. Luego, fui ayudante de campo de Píccoli en un equipo japonés. De esta manera, fui llevando el retiro.
- Tras tu retiro, ¿siempre estuviste ligado al fútbol?
- Sí, traté de seguir ligado al fútbol con la idea de desempeñarme en varios lugares, como lo sigo haciendo por amor a la pelota. Al mismo tiempo, trato de ayudar a los chicos a que cumplan sus sueños de ser futbolistas. Siempre hay amigos que te llaman de afuera y con la idea de conseguirles alguna prueba.
- ¿Pudiste hacer un colchón de dinero para vivir cómodamente?
- No, un buen colchón de dinero para vivir cómodamente no, porque no cobrábamos tan bien como ahora, y eran otros tiempos. Para nada. Siempre necesité de algún trabajo para poder mantenerme.
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