Real Madrid, Real Madrid, otra vez el Real Madrid.
Otra vez de forma épica. Con una mística que, a esta altura, ya no discrimina deportes.
El equipo blanco lo hizo de nuevo: campeón de Europa. Por 11° vez en la historia. La tercera Euroliga en ocho años.
La más improbable de todas. La que nadie creyó posible. “Es verdad, imposible es lo que define esta Euroliga”, aceptó Sergio Rodríguez, el gran Chacho que volvió al club para cerrar una carrera majestuosa y terminó siendo la figura en la final, a los 36 años (15 puntos, 9 asistencias y 4 rebotes), para sumar su título 22, alcanzando tres de la máxima competición, entre otros trofeos.
El Madrid lo hizo, justamente, con su vieja guardia. Con Sergio Llull, también, de 35, quien este domingo apenas jugó 13 minutos y no había hecho ni un punto hasta que el entrenador le dio la pelota en la última jugada y el de Menorca metió “probablemente el tiro más importante de mi carrera”. De una impresionante carrera, habría que agregar. Otra “mandarina”. Así quedó esa palabra en la historia, para graficar tiros locos, difíciles, en los últimos segundos. La especialidad de Sergi. Y otra vez lo hizo.
Como Rudy Fernández, el otro Bad Boy del Real. El otro crack veterano (37 años) que ya suma 31 títulos -el más ganador de España-. En esta final no fue determinante, como en tantos otras, pero siempre está y es parte de este oficio, personalidad y determinación que muestra un equipo que nunca bajó los brazos, ni en los peores momentos de la temporada, ni en los peores momentos de la final, en los que el Olympiacos, favorito de la gran mayoría, dominó y se pensó que se llevaría el trofeo.
Fue una temporada con un traumático cambio de entrenador, con la llegada de Chus Mateo para reemplazar al consagrado Pablo Laso, en un salida cuando menos polémica. Con un equipo que sufrió, que tuvo marcados altibajos, lesiones, bajas, suspensiones, dudas… Hace tres semanas, sin ir más lejos, se dio una batahola en cancha del Madrid, en la serie ante Partizán. Perdiendo el partido y quedando 0-2 en una serie al mejor de cinco, hubo una falta fuerte y una gresca generalizada que terminó con cuatro jugadores suspendidos, incluido Gabriel Deck, por un juego. Así, con ese clima, el Real fue a Serbia y, ante 23.000 enloquecidos fanáticos, ganó ambos partidos logrando volver a Madrid para un quinto. Allí liquidó la serie, completando la épica y llegando al Final 4 de Lituania.
En Kaunas le tocó el Barcelona, nada menos, en el cruce de semifinales. Un clásico con mucha rivalidad en cualquier deporte. Y muy igualado en las últimas dos décadas. En Euroliga, por caso, estaban 17-17 desde el 2000, incluyendo un 1-1 en esta temporada. Esta vez, tras un primer tiempo parejo, el Real hizo valer su mayor experiencia, concentración y oficio para ganar 78-66 y meterse en la definición. En la final lo esperaban los griegos, favoritos en apuestas. El mejor de la fase regular, el mejor incluso del Final 4. Y, por largos momentos, del partido que definió el campeón.
Pero el Real es bravo. Muy bravo. Y no se inmutó ni en los momentos más complejos. Del año y de la final. Se apoyó en la experiencia de sus líderes. Y en su carácter. Corazón caliente y mente fría para seguir jugando. Fue Chacho su bandera. Manejó el juego, los ritmos, decidió siempre bien, bajo presión. Y sus compañeros creyeron. Ya lo habían hecho antes. Lo hicieron de nuevo. El Madrid se mantuvo en juego, agazapado, para pegar el zarpazo. Lo preparó con un triple de Rodríguez que lo puso a uno y lo cerró, a tres segundos, con otra mandarina de Llull.
La fiesta se desató en Kaunas, donde en las tribunas también eran más los griegos. Los viejos rockeros festejaron de forma medida. Como si fuera una más. Pero no fue una más. “Hemos creído hasta el final y hemos podido ganar. Es el ADN de este equipo, el de no rendirse nunca y no bajar los brazos. Olympiacos ha jugado un muy buen partido. Pintaba mal, pero hemos podido remontar otra vez y ganar”, admitió Llull.
A su lado, también de forma calmada y silenciosa, fiel a su estilo, festejaba Deck. El Tortu, que tuvo una lesión brava en el quinto juego ante el Partizán y quedó afuera del resto de la temporada. Pero vaya que fue importante en la campaña. El ala pivote titular, dentro de un conjunto de estrellas, un jugador que todo técnico ama, ni hablar de Chus Mateo. Porque el santiagueño hace todo (12.3 puntos, 5.4 rebotes y 2 asistencias en Euroliga). Y de todo, sin pedir nada. Ni tiros, ni jugadas ni minutos. Lo que le das, lo exprime. De esos tipos esenciales para ganar. Para eso volvió de la NBA, un lugar vedado hoy para los argentinos, porque no coinciden con la manera de entender este juego, cada día más vertical, más veloz, más atlético, más apoyado en el tiro de tres puntos… Los nuestros son de pensar más, más de construir que de definir, por eso les cuadra mejor Europa. Y qué mejor que el Real si vas a estar en Europa.
El club, que siempre tiene uno de los presupuestos top del continente (se calcula que en esta temporada rondó los 45 millones de euros, aun yendo a déficit), siempre va a más. Es el estilo blanco. Te da todo.
Facu Campazzo lo sabe y por eso avanza en su vuelta al Real en este receso, salvo alguna charla final que trunque el acuerdo que ya tiene, a grandes rasgos, con el principal directivo, Juan Carlos Sánchez, el mismo que le cerró la puerta a mitad de temporada, cuando el cordobés salió de la NBA y se encontró con la inflexibilidad de este capo de sección, siempre polémico.
Casi le cuesta, porque con Facu las chances de ganar eran mayores. Justamente, uno de los problemas del equipo, en esta temporada, fue la conducción. Hasta que Chacho se puso la capa. O se metió en la pileta del rejuvenecimiento. Facu no aceptó las condiciones de desventaja planteadas por el Real y se fue a Serbia. Por unos meses. Él quería volver a la Casa Blanca y vivir en Madrid, con su familia. Les encanta la ciudad, él conoce el club. Y, claro, si querés competir al más alto nivel y ganar, no hay otro lugar mejor. Por eso desestimó otras propuestas, económicamente mejor, incluso del Olympiacos, para ir perfilando su regreso.
Ahora, salvo algún contratiempo, retornará al club que ha dominado el básquet español y europeo en la última década.
Desde el 2012:
48 torneos oficiales
35 finales
24 títulos
6 Ligas
6 Copas del Rey
3 Copas de Europa
6 finales de Euroliga
8 de 11 en Final Four
8 Supercopas
1 Intercontinental
La mística blanca. Como ha pasado en los últimos años en el fútbol, con la Champions, lo mismo ha pasado con el básquet.
Un reinado que puede seguir con Deck y Campazzo en la próxima temporada.
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