“No sabe prender una computadora”, bromea Christian Horner, el jefe de Red Bull en referencia a Adrian Newey, el director técnico de la escudería campeona del mundo y que viene arrasando en la presente temporada de la Fórmula 1 con cinco triunfos en misma cantidad de Grandes Premios disputados. Pero el team austriaco, el propio Horner, Max Verstappen, Sergio “Checo” Pérez, y hasta el toro que identifica al equipo le tienen que prender una vela a este ingeniero que diseñó los autos que volvieron a dominar en la Máxima.
El chiste de Horner apunta a que Newey sigue dibujando en un papel los conceptos de sus autos. Lo cierto es que, a la vieja usanza, en resumidas cuentas, Newey participó en la construcción del Williams que venció al McLaren-Honda de Ayrton Senna, en el McLaren-Mercedes que superó a la Ferrari de Michael Schumacher, llevó a la gloria a Red Bull, luego terminó con el dominio de Mercedes y Lewis Hamilton, y volvió a poner en la cima a la escuadra de la bebida energizante.
Considerado uno de los mejores técnicos de la historia de la F1 y el padre de la aerodinámica contemporánea, Newey vino al mundo el 26 de diciembre 1958 en Stratford-upon-Avon que es un municipio situado en Warwickshire al sur de Birmingham. Según cuenta en su autobiografía “Cómo hacer un coche” (2017), a mediados de la década del setenta el adolescente Newey era un estudiante brillante y amante de Pink Floyd. El director de su colegio prohibió los zapatos con plataformas, pero encontró una forma inteligente de eludir esa norma, que estipulaba que, si se podía pasar un centavo entre el suelo y la suela del zapato, era ilegal. Newey reaccionó pegando una tira de aluminio entre el talón y la suela, reduciendo así el espacio y manteniendo la altura deseada de los zapatos. Aunque también fue expulsado por organizar un concierto de música que hizo estallar vidrieras del colegio. Luego estudió ingeniería aeronáutica y se graduó en la Universidad de Southampton.
Podría haber ingresado en alguna fábrica de autos y percibir una alta remuneración en el ámbito de los coches deportivos, pero Newey lo tuvo claro desde el inicio de su carrera: él siempre quiso trabajar en el automovilismo y su primera experiencia fue como aerodinamista en el equipo de Emerson Fittipaldi en la F1 que tenía su base en Reading, Berkshire, pero quebró a fines de 1982. Sin embargo, pese a no conseguir buenos resultados en esa época, adquirió experiencia con el efecto suelo y ese conocimiento fue clave 40 años más tarde. En 1983 emigró a los Estados Unidos y se sumó al constructor de monopostos March en la IndyCar y venció en siete carreras, incluyendo las 500 Millas de Indianápolis por medio de Tom Sneva. Con el chasis 86C y al volante de Bobby Rahal, en 1986 ganaron las 500 Millas de Indianápolis y fue campeones. Luego regresó a la F1.
Siguió ligado a March y su primer “hijo” fue el 881 en 1988 de la escudería británica en una época en la que la aerodinámica fue clave para los autos con motores aspirados (como March) ante dominio de los coches con impulsores turbo, que eran más competitivos. El coche usaba un Judd V8 que fue el más rápido de los no turbo al llegar a 312 km/h en el viejo Autódromo de Hockenheim, Alemania, con el italiano Ivan Capelli, que además llegó a liderar en la vuelta 16 en Suzuka, Japón. Aunque en 1990 lo echaron. “Había muchas dudas sobre nosotros mismos. Tuvimos cierto éxito con el auto de 1988, pero yo tenía 32 años y era un poco ingenuo. Éramos demasiado ambiciosos y pasé del héroe a un tipo que no sabía qué hacer. Me despidieron, pero ya había decidido que me iría, porque una vez que un contador dirige un equipo, es hora de moverse. La confianza en ti mismo se ve afectada, pero Williams se me acercó”, contó en una entrevista con The Guardian.
Por entonces Williams vivió su resurgimiento gracias a su alianza con Renault, que regresó a la F1 como proveedor de motores. Quedó a las órdenes de Patrick Head, el histórico director técnico de la escudería británica y mano derecha de Sir Frank Williams. Fue la era más gloriosa del equipo de Grove con nueve títulos mundiales (cuatro de Pilotos y cinco de Constructores) entre 1991 y 1997. En 1991 mostró su potencial con el FW 14 que hasta la penúltima fecha con Nigel Mansell le peleó el título a Senna, pero al año siguiente con la versión B de ese monoposto fue una revolución al aprovechar al máximo la suspensión activa que permitió pre-programar la reacción del auto para anticipar cambios en la elevación y los baches. Esto le dio una mejor tracción y más velocidad, lo que le permitió a Mansell coronarse de forma anticipada y terminó con la supremacía de McLaren y Senna. En 1993 fue Alain Prost el que se consagró.
Recuerda a Mansell como “un perro de ataque en el auto. Cuando lo conducía, sabías que estaba siendo intimidado para que se sometiera. Sabías que estaba dando lo mejor de sí”. En cambio, Prost era uno de esos pilotos que “crecían lentamente, particularmente en las pruebas, sin exigirse nunca a sí mismo ni al auto, así que al final del día estarías preocupado, pensando: ‘Oh Dios, está lento’, cuando era solo que Alain realmente no estaba exigiendo el coche”.
La tragedia de Senna
Para 1994 hubo muchas expectativas en Williams por la llegada de Ayrton Senna, pero al eliminarse las ayudas electrónicas (como la suspensión activa) al coche le costó ser competitivo en el inicio. El 1 de mayo de ese año el astro brasileño sufrió su fatal choque en Imola al impactar contra el muro de la curva Tamburello. El motivo fue la rotura de la columna de dirección del coche. Newey diseñó el auto con el que se mató el recordado tricampeón mundial.
Según un artículo de The Guardian antes de la carrera Newey ideó una modificación soldada a la columna de dirección del auto por pedido de Senna, para evitar que sus nudillos rozaran con el interior del chasis. La hipótesis fue que el brasileño perdió el control cuando el eje se rompió debido a la soldadura. También en su autobiografía, Newey reveló que “fui uno de los altos ejecutivos de un equipo que diseñó un coche en el que un gran hombre murió. No importa si esa columna de dirección causó el accidente o no, es imposible olvidar el hecho de que era una pieza de diseño mala, que nunca debería haberse permitido en el coche”.
“De lo que me siento más culpable no es de que un posible fallo de la columna de dirección fuera la causa del accidente, porque ese no es el caso, sino porque fallé en la aerodinámica del coche. Metí la pata en la transición entre la suspensión activa y la vuelta a la suspensión pasiva, y diseñé un coche que era aerodinámicamente inestable, en el que Ayrton intentaba hacer cosas que no se podían hacer. Y de hecho no fue capaz”, agregó.
“Si tenía o no un neumático pinchado, su trazada interior más rápida, pero con más vibraciones en un coche aerodinámicamente inestable dificultaba el control del monoplaza, incluso a él”, explicó y luego sentenció: “Me sentiré siempre responsable de la muerte de Ayrton, pero no culpable”.
Adrian y otras cinco personas, entre ellas Sir Frank Williams, fueron acusados y procesados por la Justicia italiana por homicidio involuntario. Finalmente fueron absueltos en 1997, luego de 32 audiencias y 10 meses de juicio. Newey decidió retirarse por un tiempo. “Patrick Head y yo nos preguntamos si queríamos continuar por este camino”, afirmó en testimonios recogidos por el sitio de Red Bull. “¿El accidente fue causado por algo que habíamos diseñado? ¿Queríamos estar involucrados en un deporte en el que un piloto podía morir en una máquina que habíamos diseñado? Físicamente, perdí el poco pelo que me quedaba”.
Renacimiento con gloria
Luego de esa pausa aceptó la propuesta de McLaren y fue su director técnico desde 1998. Concibió el MP4/13 que fue el coche a batir en esa temporada y con el que Mika Häkkinen fue campeón al vencer a Michael Schumacher. Al año siguiente el finlandés repitió la corona. En aquellos años en la escudería de Woking trató con un adolescente Lewis Hamilton (se formó en ese equipo) con el que entabló una buena relación. A la luz de los últimos acontecimientos resulta interesante su veredicto sobre Hamilton, con quien trabajó en McLaren. “Es un tipo tremendamente amigable”, afirmó. “Es cierto, se ha vuelto un poco del mundo del espectáculo en los últimos años, pero es uno de los pocos conductores que se detiene y charla, le da a la gente la hora del día”.
Estuvo en McLaren hasta finales de 2005 cuando se mudo a Milton Keynes y se sumó a Red Bull, la escudería que al principio muchos la miraban de costado por sus innovaciones de marketing como lucir la publicidad de una película de Star Wars y con el tiempo se convirtió en unas de las más poderosas. Allí, Newey, en los últimos 13 años, ratificó que es el gurú a nivel técnico en la categoría.
La gloria llegó en 2010 con el primer título de Pilotos de la mano de Sebastian Vettel y también el de Constructores. Repitieron hasta 2013 inclusive todos con los motores de Renault. La alianza con Honda empezó a traer los buenos resultados a fines de 2019 y en 2021, con la consagración de Max Verstappen, terminaron con el dominio de Lewis Hamilton y en 2022, aparte de otro título del neerlandés, también cortaron la racha Mercedes en Constructores.
“El primer título de Williams fue especial porque cada vez que logras algo por primera vez es especial”, dijo a The Independent. “Pero creo que (el primer título en) Red Bull es, en muchos sentidos, el más satisfactorio porque Williams y McLaren ya eran dos grandes equipos antes de mi llegada”, agregó.
El “barman” conquistador
Había pasado poco tiempo de su divorcio de Marigold, madre de sus hijos, quien lo definió como “la persona más egoísta que conocía”. Pero Adrian rehizo su vida pronto y una noche aceptó la invitación de un vecino para ir a un bar. La anécdota también está en su autobiografía: Newey terminó arrinconado junto a un hombre que estaba alcoholizado. Para escaparse se metió detrás de la barra y se le acercó una clienta que le pidió una copa de champán. “Por supuesto, pero me temo que no trabajo aquí”, le contestó el ingeniero, al que habían confundido con un barman. “¿Y para quién trabajas entonces?”. Newey, respondió, “trabajo para una compañía de bebidas energizantes”.
Eso fue en 2011, cuando Red Bull acababa de ganar su segunda temporada. Pero la mujer de nombre Amanda, experta en el marketing, empezó con un repertorio de preguntas. “Le dije que mi trabajo en la compañía de bebidas era como ingeniero de su equipo de F1, aunque ella no tenía la menor idea de lo que implicaba”, reconoció Adrian. Pero el flechazo fue inmediato. Volvieron a verse y una de las siguientes citas la invitó a un desfile de los autos de Red Bull en Milton Keynes, donde está la base del equipo. Ella aceptó y al llegar se encontró que Newey fue abordado por todos los medios. Fue ahí que Amanda le preguntó, “Adrian, pero ¿quién eres tú?” Él admitió que “‘Mandy’ no sabía mucho de carreras de autos. Casi nada, de hecho”. Lo cierto es por aquellos tiempos nació la relación que mantiene hasta hoy. Amanda se convirtió en la compañera del hombre detrás del éxito de Red Bull, alguien feliz dentro y fuera de los circuitos.
El método Newey
Adrian arranca con el diseño de sus autos a la vieja usanza dibujando en un papel y luego sus asistentes arrancan con los trabajos digitales. “A menudo empiezo con un boceto en una hoja A4. Luego lo desarrollo en el tablero de dibujo, usando bocetos a mano alzada. Eso es algo que no puedes hacer en una computadora y se siente muy natural”, aseguró.
Al ser un ingeniero de la vieja guarda y conocer el ambiente de la F1 por más de 40 años, sabe todas las mañas internas. Su método consiste en leer y estudiar a fondo los reglamentos técnicos y poder encontrar todos los resquicios legales. Ir hasta el límite de lo que la norma le permite. Es un as para jugar con los grises o encontrar las lagunas de la ley que le permita sacar lo máximo de sus autos.
Su experiencia le dio un plus ya que es uno de los pocos técnicos que trabajó en la F1 con el efecto suelo, que regresó en 2022. Se trata de la carga aerodinámica que permite que el auto vaya lo más pegado al piso, pero que le generó un dolor de cabezas al resto (el más complicado fue Mercedes) por el efecto rebote o porpoising por la rápida entrada y salida del aire debajo del chasis. El único que no sufrió esta variante fue Red Bull y Newey se convirtió en su talismán.
En los boxes suele verse con una libreta en la que hace dibujos y toma apuntes sobre las características, cambios o ajustes que requiere el auto de Red Bull. Podría anotarlo en un celular, pero él prefiere hacerlo a mano. Mal no le fue con esas costumbres. Es el ingeniero más exitoso en la historia de la F1. A lo largo de su campaña en la Máxima, con autos diseñados por él o en los que participó en su concepción y desarrollo, ganó un total de 23 títulos mundiales:
Williams (9) en 8 años: cuatro de Pilotos y cinco de Constructores.
McLaren (3) en 8 años: dos de Pilotos y uno de Constructores.
Red Bull (11) en 18 años: seis de Pilotos y cinco de Constructores. Se encamina a repetir ambos en 2023.
Sus méritos lo llevaron a recibir en 2011 el título de Oficial del Orden del Imperio Británico (OBE) y la condecoración se lo entregó la Reina Isabel II.
En el ambiente Newey es considerado una eminencia en la F1 contemporánea y por eso otros equipos quieren contratarlo, pero Helmut Marko, ex piloto y asesor de Red Bull, le afirmó a Sport1 que continuará con ellos: “La extensión del contrato con Adrian Newey demuestra que seguimos construyendo sobre la continuidad y que tenemos un ambiente de trabajo extremadamente agradable. Espero y estoy seguro de que se retirará con nosotros”.
Esta temporada sus coches ganaron las cinco carreras, tres con Verstappen y dos con Checo Pérez. Lideran el campeonato de Pilotos con Max y el de Constructores y Newey fue elogiado de manera indirecta por referentes otras escuderías. “Han encontrado algo grande”, sostuvo Charles Leclerc (Ferrari). “Red Bull va ganar todas las carreras”, avisó George Russell (Mercedes). “Ya podemos tirar nuestro auto a la basura”, sentenció Toto Wolff (jefe de Mercedes).
Se define al automovilismo como carreras de autos que definen los pilotos. Se puede tener al mejor corredor, pero un buen coche es lo que a lo largo de un campeonato inclina la balanza. Para eso es necesario disponer de estos cerebros. Estas mentes brillantes que son capaces de marcar una era y que hacen que una máquina sea imbatible. Bien lo supo el propio Horner en 2005 en una F1 rendida ante los siete títulos de Michael Schumacher: “Si tuviera que elegir entre Newey y Schumacher, elegiría siempre a Adrian”.
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