“A todos mis compañeros les veía algo, pero a mí no me veía nada”. Estudió seriamente la posibilidad de abandonar el club de sus amores para perseguir su sueño, pero un ascenso vertiginoso permitió que, en menos de seis meses, pasara de integrar el tercer equipo de Rosario Central en la Liga Rosarina a ser parte de un milagro que marcó a fuego la historia del Canalla. Con 20 años, se alejó del barrio de su crianza, Lomas de Alberdi, para enfrentarse a la Juventus de Zidane y el Manchester United de David Beckham, dos futbolistas que marcaron su carrera para bien o para mal. Se dio el lujo de vencer al Barcelona de Riquelme, estuvo bajo la órbita de la selección argentina y, en su regreso al país, protagonizó el milagro platense en el Estadio Juan Carmelo Zerillo, pero una lesión de larga data lo fue empujando hasta su retiro definitivo.
Tranquilamente, el nombre de Patricio Graff podría confundirse o creer que existe alguna ligazón con el ex delantero de Independiente, Claudio Graf, pero la diferencia en el apellido, tan pequeña como insalvable, descarta esa posibilidad. Aunque ambos tienen la particularidad de que habitaban la zona ofensiva. “Competíamos con Martín Cardetti porque nos movíamos como extremos por la izquierda, pero él era mejor”, confesó en charla con Infobae sobre una posición que dejó para perfeccionarse como lateral en esa banda. No reniega de su condición, se autodefine como un defensor “pesado, rompepelotas y normalito” y detalló: “Siempre supe lo que fui como futbolista, todo lo que yo me ganaba era a base de esfuerzo. No me sobraba absolutamente nada. Tenía que correr y exigirme”.
Olimpia de Rosario y Juan XXIII fueron su trampolín para su desembarco en Central, donde llegaba a recorrer en su bicicleta, sin importar el clima, los ocho kilómetros que lo separaban de su casa para mantener viva la llama de su pasión, mientras trabajaba en sus ratos libres recogiendo los pedidos en una pescadería o, tiempo después, haciendo pizzas en el emprendimiento que tenían sus padres. Las obligaciones del fútbol lo hicieron dejar el empleo para concentrarse en su carrera, que dio un giro inesperado tras la obtención de la Copa Conmebol 1995, único título internacional de la institución.
Hoy, su actualidad lo encuentra en Alicante, entrenando a la filial del Elche en la quinta división de España y recibe a este medio en la comodidad de la planta inferior de su domicilio particular con un fondo muy peculiar, ya que tiene pegados todos los dibujos que realizaron sus tres hijas durante su infancia en las paredes de su hogar.
- Tu papá no jugó profesionalmente y vos debutaste en Rosario Central sin contrato... ¿Qué trabajos tuviste por fuera del fútbol antes de tu estreno en Primera División?
- Con 14 años, trabajé en una pescadería yendo casa por casa para registrar todos los pedidos. Después con 17 años en mi casa pusimos un mini mercado. Vendíamos lo básico: jamón, queso, manteca y leche, entre otras cosas. Después vendimos pizza... Teníamos el horno pizzero, agarraba las prepizzas, las preparaba y las vendíamos. Estuve así hasta los 19 años, pero yo iba al colegio, volvía a casa, comía, me iba a entrenar, volvía para meterme en la granja, después había que limpiar todo y ordenarla para el día siguiente. Terminaba a las 0 y a las 6 había que levantarme para ir al colegio. Llegué un momento en el cual estaba muerto y mis padres me permitieron dejar para seguir jugando en Inferiores y estudiando.
- ¿Qué aspiraciones tenía ese equipo que jugaba la Copa Conmebol 1995?
- Ninguna. En ese momento, Rosario Central estaba mal económicamente. Para el club era un gasto tener que viajar, ya que los primeros partidos no era mucho el dinero ofrecido. De hecho, algunos jugadores como el Polilla Da Silva y Omar Palma pusieron dinero de su bolsillo. Íbamos bien, fuimos pasando fases del torneo y, en un momento dado, nos encontramos en semifinales. Yo no aporté nada porque no tenía un peso. Mi papá laburaba en el ferrocarril, tenía un auto que sigo teniendo, un Taurus de 1975 color amarillo que, cuando salimos campeones, lo pinté con rayas azules. Yo salí campeón en Central sin tener contrato. Jugué un puñado de partidos y me vendieron al Feyenoord.
- Habían perdido 4-0 ante Atlético Mineiro en la ida de la final. Y en la revancha se ponen 3-0 en el primer tiempo. ¿En qué momento te sentiste campeón?
- Cuando salimos a la cancha, era una locura. Era un ambiente ensordecedor. Después del primer tiempo, creíamos que le metíamos tres goles más. Pero en el minuto 43 del segundo tiempo llega el centro de Omar Palma y el cabezazo de Horacio Carbonari. Ahí pensé que íbamos a levantar la Copa. Es más, me saqué los botines cuando estaba la tanda de penales y se los di al utilero para que me los guarde sin saber si en algún momento me podía tocar patear. Le dije: ‘Guardalos que somos campeones‘. Después, terminamos ganando y esa noche fue lo más lindo que me había pasado. ¿Por qué? Cuando uno arranca su carrera, quiere jugar en Primera. Después, en la Primera del club que sos hincha, ser campeón, ir a Europa y llegar a la Selección. Fue el único objetivo que no pude cumplir; que creo que no tenía las condiciones para hacerlo. Jugué en Central en Primera, salí campeón y jugué en Europa. Con lo poquito que tenía, estoy satisfecho con lo que logré. Me acuerdo que estaba en Inferiores, miraba a todos mis compañeros y decía: “Aquel es bueno, rápido, fuerte, alto, le pega fuerte”. A todos mis compañeros les veía algo, pero a mí no me veía nada. Para mí, mi talento era que entendía el juego. Eso hace diferente al futbolista. Entendía cuáles eran mis virtudes y defectos. Ocultaba los segundos y aprovechaba los primeros, como recuperar la pelota, distribuirla y ser opción de pase inmediata. Esa fue mi clave. Aprovechar al máximo mis virtudes y que mis defectos no estén a la vista. La técnica es un complemento. Técnicamente, estaba muy justo. Controlaba, pasaba y no ejercitaba mi pierna derecha.
- ¿Qué elementos guardas de aquella final?
- Tengo los botines, las canilleras y la camiseta, que se la regalé a mi viejo. Estaba en el círculo central, salgo corriendo para donde estaban pateando los penales y, cuando vuelvo, corro cinco metros y me encuentro con él. Me saqué la camiseta y se la entregué.
- ¿Qué tan cierto es que golpeaste a un hincha para conservarla?
- Yo me la quería sacar para dársela a mi papá y yo le decía a una persona ‘Pará, que se la voy a dar a mi viejo’. Los otros hinchas que estaban alrededor entendían y le decían que me dejé de insistir. Le dije a mi papá que se corra y le metí un ‘viaje‘ al hincha. Me la saqué y se la di. Después, seguí dando la vuelta y no sé si el hincha sabe quién soy. No sé quién es, ni si lo entendió. Nunca más lo volví a ver.
Ronald Koeman fue una parte crucial de su adaptación en Feyenoord, una entidad con la que se daría el gusto de jugar la UEFA Champions League por única vez, pero una jugada desafortunada con Beckham, sucedida un día después del cumpleaños de su primera hija, fijó un momento clave en su trayectoria: “Rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha”. Esto no le impidió medirse ante los mejores hasta que una osteocondritis en la misma pierna empezó a alejarlo de los limites del terreno de juego.
- ¿Cómo te afectó saltar de un equipo joven como Rosario Central a otro como Feyenoord, con figuras como Koeman y Henrik Larsson?
- Hay un cambio en todos los sentidos. Me fui de Rosario, donde vivía con mis padres, jugaba en Rosario Central, club que amo y donde salí campeón. Pasé a un país totalmente diferente en el idioma, las costumbres, los horarios, la alimentación y empecé a vivir con mi esposa embarazada. No tenía en quién apoyarme, más que en Vitamina Sánchez (fueron vendidos juntos desde Rosario Central). Encontrarte un plantel con estas figuras... A Ronald lo volvimos locos esos seis meses que estuvo con nosotros porque hablaba castellano perfecto, nosotros recién habíamos llegado y el holandés era muy difícil. Siempre le preguntábamos ’Ronald, ¿Qué dijo?‘. Creo que nosotros lo hicimos dejar el fútbol (risas) -se retiró en Feyenoord-.
- En tu estadía, te tocó jugar la Champions League ante el Manchester United de Beckham. ¿Cómo fue ese duelo individual con él?
- Fue algo particular porque juego en Old Trafford, que perdemos 2-1 con un penal que le cometo a Teddy Sheringham. En primer lugar, ingresar a Old Trafford... Ver el estadio, la gente, es una belleza. Me temblaron las piernas hasta que arrancó el partido. La vuelta con Manchester United en casa tuve dos encontronazos con Beckham, una porque me tiro y le cobran falta. En el fútbol inglés, tirarse y pedir una falta es como algo irrespetuoso. En otra acción, disputo la pelota con él y me quedo en el piso, porque me rompí el cruzado en ese momento. Vino Beckham y me dijo de todo en el piso. No me acuerdo qué, porque estaba llorando del dolor que tenía.
- Justo relataste la lesión sufrida en la derrota por 3-1 ante Manchester United. ¿Cómo se produce?
Sucedió el 5 de noviembre de 1997, un día después de que mi hija cumpliera un año. Ocurrió después de un saque de banda que lo anticipé con un cabezazo a Beckham. Intenté esquivar a dos ingleses con un control, pero cuando miré la pelota y apoyo mi pierna derecha para llevármela de zurda, la pierna diestra se me abrió y se me fue para afuera. Caí recto arriba de la rodilla. Mucho dolor. Quise volver y no pude. Tuve una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y los médicos me dieron dos posibilidades: matarme en el gimnasio para tener la rodilla muy fuerte u operarme. Si hacíamos la primera, en 3 meses podía volver a jugar sin problema y elegí esa opción. Pasaba ocho horas diarias trabajando y volví a entrenar con el plantel en dos meses. No tenía ningún problema, ya que trababa y pateaba sin inconvenientes, pero sentía molestias en la rodilla cuando caía tras un salto. Volví al gimnasio e intenté regresar, pero volvía a pasar lo mismo. Y decidí operarme.
- ¿Y los duelos con Zidane?
- Impresionante. Esa fue la persona que más me llamó la atención. Medía 1.90 y tenía unos controles... Me acuerdo de una pelota que viene, él se posiciona como para pararla con la cara externa del botín derecho y me posicionó para robarle la pelota post control y, cuando viene la pelota, me engancha para el otro lado con cara externa, pasé de largo y él siguió contra el arco. Lo de ese hombre, para mí, fue lo mejor que vi en una cancha. Lo tocaba a él porque no podía tocar a la pelota. Con Ronaldo pasaba lo mismo. Lo veías al Gordo y, en 100 centímetros, te sacaba 10 metros. Tenía una potencia impresionante.
- ¿Y por qué te vas de Feyenoord?
- Cuando me recuperé de la lesión, pasó un año. Empiezo a jugar con el filial y entrenaba con el primer equipo, pero al entrenador, Leo Beenhakker, no le gustaba mi forma de jugar y el contrato se me terminaba. Un día le pregunté si me podía ganar el puesto y me dijo que me daría la oportunidad. Eso no sucedió. Había dos laterales, pero si no estaban ponía a otro jugador. Llegó un momento que faltaban cinco meses para el final de mi contrato y me viene a buscar el Den Bosch de Países Bajos y el Borussia Mönchengladbach, pero estaba en Segunda División y me tenía que ir a Alemania. Por eso opté por quedarme en la Primera neerlandesa. Jugué los últimos 10 partidos y descendimos por goles en contra. Querían que me quedará...
- ¿En qué aspectos te cambió la carrera esa lesión?
- Mermó mi juego, porque mi juego era muy físico y una lesión de rodilla, quieras o no, siempre te deja secuelas. Muchas veces tenés miedo, caes mal y pensás que te rompiste todo y solo era un pequeño esguince. Tu cabeza siempre piensa cómo vas a pisar y si pones o no la pierna por si te llegan a agarrar mal parado otra vez. El inconsciente sigue trabajando por muchos años. Yo me retiro por esa lesión también. Haberme roto el cruzado, quitarme el menisco a los 22 años, estirar la carrera hasta los 32 y llegó un momento en que la rodilla estaba destruida. Tuve que volverme a operar en Gimnasia por una osteocondritis y me generaba mucho dolor porque se pisaba hueso contra hueso. Eso me llevó a decir basta. No soportaba los dolores y ya no disfrutaba de los entrenamientos. Esa misma lesión me llevó a tener más lesiones musculares y desbalances. Me hubiese gustado no haberme lesionado y tener una carrera mejor, pero no estoy disgustado con lo que hice. Me faltó ir a Inglaterra y jugar en la selección argentina. Como entrenador, quiero cumplir eso que me faltó.
- ¿Estuviste en el radar de la Selección?
- Nunca tuve un llamado, pero me seguían junto a Pablo Vitamina Sánchez porque fuimos unos de los primeros argentinos en jugar dentro de Países Bajos.
- Cuando te recuperas de la lesión, vas a préstamo al Den Bosch de Países Bajos. No pudieron evitar el descenso y luego viajas al Sporting Gijón. ¿Por qué elegiste ese club y qué rol tuvo tu familia en esa decisión?
- Después de Feyenoord, me vino a buscar el Brujas de Bélgica. Me ofrecieron un contrato menor al de Feyenoord, pero por cinco años, me daban el equivalente al sueldo de los dos primeros años cuando firmara el contrato y los tres restantes se prorrateaban en los cinco que duraría el vínculo. En el viaje de vuelta, venía pensando: ‘me rompí los cruzados, no vengo jugando, habíamos perdido un embarazo con mi señora‘. Había algo que me decía que no era adecuado seguir en Holanda o irme a Bélgica. Entonces, me la jugué porque sea Argentina o España, donde quería jugar. A los dos días, rechace la propuesta del Brujas. No sé si me equivoqué o no. ¿Si me arrepiento? Hoy, sí, ya con otra cabeza... Me arrepentí, pero no sé si me equivoque. Un mes después de haber vuelto a Rosario para estar con mi familia, me dicen que había directivos del Sporting cerrando un acuerdo con Pirulo Rivarola y querían juntarse conmigo. Ante mi desesperación, acepté, pero con la condición de que el 50% de una futura venta en los próximos dos años era para mí. Fue una de las temporadas que más jugué y me viene a buscar el Rayo Vallecano, pero me dijeron que debía dejar el 50% de la venta si me quería ir. Acepté porque mostrarme en Primera era muy importante y la diferencia económica entre Primera y Segunda también era significativa.
- En la temporada que desciende Rayo Vallecano, uno de los siete partidos que ganan es al Barcelona de Juan Román Riquelme, Javier Saviola y Louis van Gaal. ¿Cómo te preparabas mentalmente para enfrentar a esas figuras?
- Sabía cuál era el juego de Riquelme, que te pone la mano en el pecho y te tiene a dos metros de la pelota y no se la podés tocar. Trataba de jugar con algunas herramientas más argentinas que europeas. Si dejabas girar a Saviola, te mataba, entonces, trataba de que jugara de espaldas, frenarlo, chocarlo, empujarlo. Hoy, no sé si podría jugar yo con el VAR. Recuerdo que cuando enfrenté a Figo le pegué una patada... Y me quería matar, yo me enfrenté, aunque él tenía razón porque no le había ido bien, pero era imposible que yo lo pudiera parar porque tenía un freno y un arranque impresionante. Tenía que encontrar una herramienta para incomodar su juego y sacarlo del partido.
- ¿Zidane y Ronaldo son los jugadores que más te atrajeron la atención en una cancha?
- Y Figo, quien fue el jugador que más me costó marcar.
- ¿Qué tenía cada uno?
- Figo tenía un arranque y un freno impresionante. Poseía un centro de gravedad muy bajo, arrancaba casi arrastrándose. Uno para jugar tiene que agacharse para arrancar y frenar. Él siempre estaba en esa situación casi agachado. Frenaba y arrancaba con mucha facilidad y eso me liquidaba. Centraba muy bien y era rápido. ¿Zidane? No podía entender como midiendo 1.90 podía tener la zancada, la técnica, la lectura y el golpeo de pelota que tenía. Lo veías y creías que no existía. ¿Ronaldo? Era potencia pura. Mucho freno, arranque, potencia y definía como los mejores.
- Uno de los entrenadores que te tocó tener en Rayo Vallecano, Hércules y Numancia fue Andoni Goikoetxea, muy vinculado con la Argentina por la patada que le da a Diego Maradona. ¿Han podido conversar de eso?
- Sin lugar a dudas, era la pregunta del millón. Y él me dijo, de manera educada, que no le gustaba hablar de eso porque pareciera que se lo reconoce solo y exclusivamente por esa patada. Nunca más volvimos a hablar del tema.
- En tu vuelta a la Argentina, pasas del Milagro de Arroyito al Milagro de La Plata con Gimnasia por la promoción ante Atlético de Rafaela. ¿Cómo viviste aquella definición en 2009?
- No participé de ese partido porque me habían operado de osteocondritis, pero fue muy duro perder 3-0 en Santa Fe. Nunca pensamos que perderíamos así en Rafaela. Fue un mazazo, pero había que afrontar la vuelta. Estábamos convencidos de que lo íbamos a ganar, pero no sabíamos sí íbamos a meter tres goles. Con el paso de los minutos, no pasaba nada. El primer tiempo en el Juan Carmelo Zerillo lo vi en el palco y después me fui cerca del banco de Gimnasia. Cuando Niell hizo el tercer gol, fue un momento eufórico y de desesperación porque corría la gente para todos lados y se abrazaban.
- En 2010 comunicas te retiro. ¿Cómo lo decidís?
- Cuando me voy de Gimnasia, ya que Diego Cocca no me iba a tener en cuenta... Como hincha de Rosario Central, me sentía capacitado para ayudar de alguna manera después de que el club había descendido ese año. Desde el banco, la tribuna o dentro de la cancha. En ese momento, llamé a Gonzalo Belloso (mánager) para ofrecerme porque me quería retirar con esa camiseta y ayudar desde donde me toque. Me dijo que iba a hablar con Reinaldo Merlo (DT). Pasaban los días y mi representante me dijo que lo estaban llamando por José Shaffer, que era el lateral izquierdo de Racing. Yo le dije que haga el negocio, pero él me dijo que si lo llevaban, no me llamarían a mí. Lo llamé a Gonzalo y me dijo que Merlo quería un lateral de otra característica. Me fui a entrenar tres meses a Tiro Federal para seguir jugando y, cuando se fue el entrenador, lo acompañé por lealtad. Y me fui a entrenar con la cuarta división de Rosario Central. En diciembre, me senté a replantearme cosas porque ningún equipo me había llamado y la rodilla me seguía doliendo. Era el momento para dar el paso al costado y dedicarme a otra cosa.
- ¿Cuáles son tus principales referentes para inclinarte por la dirección técnica?
- Uno de ellos es Gregorio Manzano. Otro es Jorge D’Alessandro, exarquero de San Lorenzo que tuve como entrenador. Un hombre muy intenso, que vivía con una pasión desenfrenada. Tal cual se vio durante el Mundial, es así. Siento que de todo el mundo se aprende. Saber llevar un grupo es tan importante como saber elegir, leer los partidos y manejar la frustración del futbolista cuando hay una racha de derrotas.
- ¿Qué balance hacés de tu primera temporada en Europa bajo el mando de Elche?
- Fue muy buena. Encontré un grupo muy golpeado. Hoy en día, al futbolista lo tenés que ganar desde todos los lugares, como tu capacidad como entrenador, pero más por tu capacidad como persona. Sentarse y escucharlo si tiene algún problema, no entiende algo o estar atento a si necesita una felicitación del técnico. Pequeñas cosas que para un chico de 16 años son importantes. Fue un proceso corto. Salimos de la zona de descenso e intentamos llegar al play off de ascenso, pero no alcanzó. Terminamos la semana pasada, tuvimos una charla individual con cada uno y me llevo eso: el vínculo que uno genera con un futbolista. Tenemos que ayudarlos en lo que ellos necesiten. Con chicos tan jóvenes, somos un poco padres también.
- ¿Ahora estás sin trabajo o vas a seguir en Elche?
- Tengo contrato hasta el 30 de junio. Seguimos entrenando todas las mañanas con aquellos jugadores que han quedado en el club sumado a otros que, por edad, no pueden jugar en juvenil y están con nosotros. Seguimos entrenando por las dudas de que el plantel profesional los necesite como sparrings o para algún amistoso. Después, ¿qué haré? No lo sé, sinceramente.
- ¿Fue un cambio muy brusco dirigir en Coquimbo, O’Higgins y Palestino de Chile a pasar a la quinta división de España?
- Sí. Me gusta la formación, porque creo que nunca terminas de formar. Más allá si sos DT de Primera División, también formas al futbolista. Pero el haber estado en clubes de de Primera y venir a la quinta categoría, donde los campos de juego son otros, la exigencia es otra y los jugadores son otros... Sí, fue un cambio muy brusco, pero me tengo que adaptar. Lo hice como futbolista, y ahora me toca lo mismo. La idea es ingresar en una categoría baja del fútbol español para seguir creciendo y poder estar el semestre próximo en cuarta categoría, Segunda División o en Primera. Es difícil, pero no imposible.
- ¿Te ilusiona ser entrenador de Rosario Central?
- Sí, eso es uno de los tantos deseos. Antes de que hubiera elecciones, tuve una pequeña opción y mantuve charlas con la anterior directiva, ya que buscaban entrenadores del club y no hay muchos dando vuelta como Martín Cardetti, Vitamina Sánchez, Polilla Da Silva, Coudet y yo. Buscaban ese perfil y, al final, no se dio, pero ojalá se dé la posibilidad.
Seguir leyendo: