Cuentan que una de las primeras cosas que hizo Brittney Griner cuando arribó a la base de San Antonio, tras ser liberada luego de un calvario de 10 meses, fue tomar una pelota de básquet y volcarla. Algo que ni había querido hacer en Rusia. “Tan mal estaba que ni siquiera le interesaba tocar una pelota o entrenar pensando en un futuro con su deporte. En un punto llegó a pensar que no lo tendría…”, revelaron desde su círculo íntimo. Pero todo cambió desde el 8 de diciembre, cuando se confirmó el canje entre países por el traficante de armas ruso Viktor Bout. En estos cinco meses, además de recibir ayuda psicológica por parte de especialistas en detenciones, mejoró su alimentación, se entrenó diariamente y anunció su regreso a la WNBA, puntualmente a Phoenix Mercury, el equipo con el que jugó toda su carrera y fue campeón en 2014 y subcampeón en 2021. Un buen contrato de 160.000 dólares -teniendo en cuenta que el mínimo es de 62.000- y las ganas de revancha, de seguir con su pasión, se lo permitieron.
“Ha mejorado y progresado mucho en este último tiempo. Cuando uno deja de hacer algo por 10 meses se siente en lo mental y en lo físico, pero ella le ha puesto mucho esfuerzo y cada semana se la ve mejor”, admitió nuestra Diana Taurasi, para muchos la mejor jugadora de la historia del básquet que tiene fuertes raíces argentinas -madre rosarina, padre italiano que vivió aquí, fana del asado, el dulce de leche, de Rosario Central, Messi, Maradona, Evita y podríamos seguir con las referencias-. Diana formó una histórica dupla con Griner, como base y pivote, que hizo temblar a la NBA femenina por años. Ganaron juntas un anillo y ahora, ya con más kilómetros encima, buscan reeditar el dúo. ¿Quién no quiere jugar con un fósil caminante? -bromeó Griner en referencia a los 40 años que tiene Taurasi-. Pensé que se iba a retirar. Es mi mentora, ¿cómo no voy a estar si la más grande de la historia sigue acá?”. El campus de pretemporada comenzó y los amistosos empiezan esta semana. Las Mercury jugarán este martes 9 ante Seattle Storm, mientras que debut oficial será ante Los Angeles Sparks, el 21, dos días después que arranque la fase regular.
Serán noches muy emotivas para Griner, que pasó de un sueño a una pesadilla en poco tiempo. De ser campeona mundial, olímpica –dos veces- y de la WNBA pasó a ser detenida, condenada e intercambiada como una delincuente. En el medio, todas las sensaciones emocionales negativas que se te ocurran y los padecimientos físicos de una atleta de alto rendimiento que fue privada de su libertad, a partir de aquel 17 de febrero, cuando agentes rusos en el aeropuerto de Sheremetyevo, Moscú, encontraran en su equipaje cartuchos que contenían aceite de cannabis, sustancia prohibida en aquel país pero que Griner usaba para el dolor de algunas lesiones crónicas. Así lo admitió en su primera aparición pública, una conferencia de prensa que el equipo de la WNBA organizó este 27 de abril y que comenzó con la protagonista intentando contener las lágrimas…
“No me resultan extraños los momentos duros. Uno los pasa en la vida. Es verdad que este fue bastante grande, tuve que buscar en lo profundo mío para superarlo”, arrancó con una visible emoción. Explicó que lo que más la ayudó en el confinamiento fueron las fotos de su familia. “El solo hecho de ver sus caras, eso fue suficiente para mí”, dijo, aunque reconoció que hubo muchos ratos donde le era difícil encontrar fe y esperanza. “Los momentos en los que quieres rendirte, era cuando veía esas fotografías... Eso era suficiente para recordar lo que estabas esperando. Esperabas estar de vuelta con mi familia, con mis seres queridos en un lugar seguro para ti”, afirmó con la voz entrecortada.
La detención de Griner tuvo un trasfondo político grande, como siempre pasó en la relación entre ambos países, en este caso por la inminente guerra con Ucrania, que se desató una semana después de su detención. Las relaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca se encontraban en el peor momento desde la Guerra Fría, luego de que el gobierno ruso denunciara suministros de armas estadounidenses a Ucrania. Aquel incidente pareció la excusa ideal que necesitaban las autoridades rusas para poner contra las cuerdas a la administración de Joe Biden.
La jugadora estaba allí para sumarse al equipo profesional UMMC Yekaterinburg, mientras la WNBA se encontraba fuera de temporada. En algo habitual que hacen las figuras estadounidenses, básicamente porque en el exterior se paga -sorpresivamente- mucho más que en Estados Unidos. Brittney había firmado por un millón de dólares, cuatro veces más que en USA. “Sí, lo hice por esa diferencia. No conozco a ninguna jugadora que quiera jugar afuera de su país que no sea por hacer una diferencia económica. Ojalá nuestra liga mejore… Yo no lo repetiría. No volveré a jugar fuera de mi país, a menos que sea para representar a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos”, aseguró.
Justamente Griner le agradeció al presidente por la gestión que llevó varios meses y fue durísima, según reportaron los especialistas en relaciones internacionales.
Tras las primeras charlas, el Departamento de Estado de USA informó que Griner había sido injustamente detenida y dispuso por un lado el acompañamiento de Elizabeth Rood, encargada de negocios de la Embajada estadounidense en Moscú, y transfirió la supervisión del caso a un enviado presidencial especial para asuntos de rehenes internacionales. Griner la pasó mal y ni siquiera pudo hablar por teléfono con su esposa, Cherelle. Al principio, el entorno de la jugadora tomó un perfil bajo con la esperanza de una resolución rápida. Pero luego de la carta de Griner al presidente Biden, para el 4 de julio, Día de la Independencia, la presión aumentó. “Estoy aquí sentada en una prisión rusa, sola, con mis pensamientos, sin la protección de mi esposa, mi familia, mis amigos, sin mi camiseta olímpica ni ninguno de mis logros. Estoy aterrada que deba estar así por siempre”, escribió antes de hablarle directamente al mandatario. “Soy consciente de que usted está lidiando con muchas cosas pero, por favor, no se olvide de mí y de los otros detenidos. Por favor, haga todo lo que pueda para llevarnos a casa”, le rogó, justo en un día muy especial por lo que significa.
Desde Phoenix, sus compañeras fueron más allá, en especial Sophie Cunningham. “Si esto le pasara a LeBron James o Tom Brady, habría noticias de ellos todos los días. Pero con ella no es así. No es así. Debe haber un mensaje consistente hasta que ella vuelva a casa”, pidió, dejando claro que hay una diferencia de trato porque es una atleta mujer…
Ya en julio comenzó el juicio, donde Griner evitó dar testimonio, ni siquiera para defender su inocencia, sabiendo que su suerte estaba echada... A esta altura ya se sabía que el intercambio de prisioneros era la única salida y el gobierno estadounidense comenzó a negociar. En junio ya puso sobre la mesa el cambio por Bout, llamado el Mercader de la Muerte, pero pidió que a Griner se le sumara Paul Whelan, marino con cuatro ciudadanías (estadounidense, irlandés, británico y canadiense) que fue arrestado en diciembre de 2018 por cargos de espionaje y luego condenado a 16 años de prisión. Pero el gobierno de Putin lo rechazó y en agosto aumentó la presión, cuando la basquetbolista fue declarada culpable de intentar contrabandear narcóticos ilegales a Rusia y sentenciada a nueve años en una colonia penal. En octubre se le negó la apelación y en noviembre fue llevada a uno de los peores penales de Rusia. La presión en USA fue tan grande que las negociaciones volvieron a la mesa, ya sin Whelan como opción, y los rusos aceptaron el trato. Biden y su gente festejó la liberación de Brittney, el 8 de diciembre, aunque el antecedente se vio como peligroso porque podría generar el incentivo de detenciones de turistas estadounidenses para luego ser intercambiados.
Por lo pronto, Griner llegó al Brooke Army Medical Center, dentro de la base en San Antonio, y se reencontró con su esposa y distintos familiares. “Brittney está animada, agradecida y esperanzada”, admitió su agente, Lindsay Kagawa Colas, quien se encargó de decorar el lugar con un árbol de Navidad para recibirla con toda la positividad y luego de organizar un asado (barbacoa) con los suyos. “Estos 10 meses fueron una batalla en todos los sentidos. Busqué profundamente para mantener mi fe y fue el amor de tantos de ustedes lo que me ayudó a seguir adelante. Desde el fondo de mi corazón, gracias a todos por su ayuda”, escribió en Instagram.
La atleta, además, comenzó una dieta con alimentos y suplementos mucho más nutritivos que lo que comió durante el tiempo de su detención, se cortó el pelo “para limpiar su melena rusa”, como bromeaban sus familiares y empezó a tocar nuevamente la pelota de básquet. Cuentan que su primera jugada fue una volcada, como para festejar su regreso. También comenzó con una terapia psicológica recomendada por el Departamento de Defensa para ayudarla con su reintegración después del cautiverio, en la recuperación de la sensación de control sobre la vida tras una larga detención.
“Ella está absolutamente pensando en el futuro. Y eso incluye ayudar a otras personas a volver a casa”, admitió su representante en los primeros días de su regreso. Logró que la franquicia se comprometiera con ella, junto a la organización Bring Our Families Home. “No quiere que quede ni uno en las condiciones que yo estuve allá. También se lo debo a mi padre”, dijo en referencia a quien fuera veterano de la Guerra de Vietnam.
Draymond, su padre, fue un marine y Sandra, su madre, ama de casa. Ella nació en octubre de 1990. Fue la más pequeña de tres hijas. Desde muy chica, se destacó por la altura heredada de sus padres, se inclinó por el vóley y el fútbol. Pero, a los 12 años, decidió probar con el básquet, básicamente por la insistencia de quienes quedaban impacto por la talla y un físico imponente. “Yo, por suerte, siempre estuve cómoda con mi altura. Algunas chicas, cuando son altas, tienen dificultades para lidiar con eso. A mí me pasó al revés. Cuando comencé a crecer, no quería que se detuviera…”, cuenta quien en cuatro años de básquet organizado creció 24 centímetros hasta llegar a 2m06.
Cuando comenzó a jugar en el secundario Nimitz metía 1m82 y, pese a carecer de recorrido en el deporte, en la primera temporada promedió 10.2 puntos, impactando a todos. Para la segunda ya asistía a las prácticas del equipo masculino del high school y se entrenaba con preparadores físicos de fútbol americano buscando mejorar la potencia de sus piernas y así poder aspirar a volcarla, su sueño. Algo que lograría, con una y dos manos, para adelante y para atrás, apenas dos años después, cuando pasó a medir 1m96. Incluso demostró hacerlo sin esfuerzos, en prácticas y partidos, cuando las pioneras, como Lisa Leslie –la primera en hacer una volcada en la WNBA- y Candance Parker, debían hacerlo tomando carrera. Se convirtió en una sensación en Youtube, sus volcadas tuvieron millones de visitas y hasta Shaq O’Neal quiso conocerla…
A los 18 años, en 2009, Griner se convirtió en un gran mix entre habilidades técnicas y físicas hasta ser el prospecto N° 1 del país. Kim Mukey, coach de Baylor, única persona en la historia en ganar títulos como jugadora, asistente y entrenadora, calificó como una “bendición” que Griner firmara la carta de intención para jugar en esta universidad que dirigía. “Brittney tiene cosas que no hemos visto antes. Cheryl Miller y Candance Parker cambiaron el juego, pero ha habido otras como ellas. Como Griner difícilmente haya algo igual”, analizó Mark Lewis, analista de ESPN con experiencia durante 23 años como asistente del femenino. Se refiere a la cantidad de cosas que puede hacer para dominar un juego, sean puntos, rebotes y tapas. Adelante y atrás, en ataque y defensa. “Tiene la talla, tiene la envergadura, tiene la velocidad. Salta, tiene buenas manos y defensivamente es impactante”, argumenta. Griner, por caso, fue capaz de meter 25 tapas en un primer juego de la NCAA.
Así se convirtió en la primera jugadora del básquet universitario en anotar 2000 puntos y taponar 500 lanzamientos. En 2013, la tres veces All American fue nombrada la Jugadora del Año por la agencia AP (promedió 23.8 puntos, 9.4 rebotes y 4.1 tapas) y la Jugadora Más Sobresaliente del Final 4. Ese mismo año, las Mercury de Phoenix la eligieron en el primer lugar del draft de la WNBA y dos días después, en una nota con Sports Illustrated, volvió a impactar al declararse públicamente homosexual. “No hay sido fácil. Ser acosada siempre por ser diferente, ya sea por la altura o mi sexualidad”, admitió.
Un mes después, en su debut, además de sumar 17 puntos, ocho rebotes y cuatro tapas, metió la primera volcada de la WNBA en cinco años… A partir de ahí se convirtió en una de las jugadoras más dominantes de la historia, logrando siete elecciones al Juego de las Estrellas, siendo campeona de la competencia y logrando, además, dos medallas de oro con su país.
La temporada pasada, claro, se la perdió por estar detenida, pero la vida la he dado la chance de volver y vivir un nuevo sueño, luego de semejante pesadilla. “Estoy disfrutando todo y lo seguiré haciendo. Por suerte pude recuperar mi vida”, reconoció.
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