River Plate derrotó 1-0 a Boca Juniors en un Superclásico que terminó en escándalo. Tras el controvertido penal de Agustín Sandez a Pablo Solari y la conversión de Miguel Borja, la tensión que se palpó a lo largo del partido en el Monumental derivó en una batalla campal que terminó con siete expulsados. Y el pésimo arbitraje de Darío Herrera fue gran responsable.
Mucho se habló en la semana respecto de si era el indicado para conducir un encuentro de esta envergadura, siempre efervescente. Pujó en la designación con Facundo Tello (mundialista en Qatar) y Yael Falcón Pérez (elegido para la Copa del Mundo Sub 20). Federico Beligoy, Director Nacional de Arbitraje, optó por Herrera. Y el partido le quedó grande desde el inicio. Porque ya en el primer tiempo se le fue de las manos. No tuvo cintura ni autoridad para aquietar las aguas. Y en el epílogo directamente le estalló la bomba entre sus manos.
Resulta difícil entender cómo el fútbol campeón del mundo no tiene un cuerpo de jueces a la altura. Es que el Superclásico en el estadio Monumental se convirtió en un show de tarjetas desde el pitazo inicial. El duelo entre River y Boca, que quedó marcado más por los roces y faltas que por el juego, resultó cortado permanentemente. En ese contexto, el encuentro debió haber visto expulsiones mucho antes de la trifulca.
Tal vez, la situación más notoria fue el pisotón de Nicolás Figal a Beltrán en el complemento, que debió haber sido sancionado con roja directa. Se trató de una conducta violenta, totalmente voluntaria, cuando el balón no estaba en disputa. No sólo fue falla de Herrera: el VAR, a cargo de Silvio Trucco, debió haber llamado a revisar.
Pero hubo mucho más. En un cotejo en el que abundó la pierna fuerte, al árbitro se le escurrieron varias tarjetas que se hubieran traducido en expulsiones, irremediablemente. El primero que tendría que haber dejado el campo, en el primer tiempo, fue Alan Varela. Su primera amonestación, correcta, llegó luego de varias faltas. Y una de ellas ya había merecido amarilla.
Enzo Díaz debió haberse marchado a los vestuario en la segunda etapa por una situación similar. Lo mismo Luis Advíncula, tras dejarle el codo a Enzo Pérez estándo amonestado (incluso pudo ser roja directa también). Hasta que llegó el penal.
Ya en tiempo de descuento (corto, de apenas cuatro minutos, teniendo en cuenta el desarrollo), Agustín Sandez intentó rechazar y en el medio Solari se interpuso, por lo que se dio un contacto y el delantero terminó tendido en el césped. Herrera marcó el punto del penal y el VAR lo avaló. La pregunta es si el toque fue suficiente para que sea configurado como falta.
Luego, el festejo de Agustín Palavecino en las barbas de los jugadores de Boca y el escándalo. Los golpes y empujones. El show de expulsados, con el citado volante, Elías Gómez y Ezequiel Centurión yéndose a las duchas por la Banda, y Nicolás Valentini, Miguel Merentiel, Ezequiel Fernández y el entrenador Jorge Almirón por la visita.
La sensación es que al juez y al VAR les faltaron varios más. Como Luis Vázquez, a quien no podían detener en su afán de alcanzar a Palavecino. O el Colo Valentín Barco, quien lanzó varias patadas. Un telón de fondo que el Superclásico no se merecía. Y en el que Herrera terminó siendo uno de los principales responsables.
* El penal que definió el pleito y la ejecución de Borja
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