-¿Ves esta temporada como un fracaso?
Habían pasado apenas minutos de una durísima eliminación en los playoffs de la NBA cuando Giannis Antetokounmpo escuchó la pregunta y meneo su cabeza, frotándose el pelo y lanzando un “oh, mi Dios” que fue preludio de que lo que venía…
“Me hiciste la misma pregunta el año pasado, Eric. ¿Tú consigues un ascenso en tu trabajo o uno nuevo? No, ¿verdad? Entonces, ¿cada año que trabajas es un fracaso? ¿Sí o no? No, ok. Cada año trabajas para conseguir algo, con una meta: sea un ascenso, cuidar de tu familia o a tus padres. No es un fracaso. Son pasos hacia el éxito”, arrancó mirando fijamente al periodista y buscando sus respuestas. “Michael Jordan jugó 15 años, ganó seis campeonatos. ¿Los otros nueve años fueron un fracaso? ¿Eso es lo que me estás diciendo? ¿Si o no?”.
-No.
-No, bien, no es un fracaso, son pasos hacia el éxito. Siempre hay pasos para eso. Entonces, ¿para qué me haces esa pregunta? Es una pregunta equivocada. No existe el fracaso en los deportes. Hay días buenos, días malos. Algunos días tenés éxito y otros no. Algunos días te toca a vos y en otros, a distintos deportistas. De eso se trata el deporte. No siempre ganás. A veces otras personas ganan. Y este año alguien más va a ganar, así de simple.
Así de simple y así de profunda una reflexión que abrió el debate sobre la palabra fracaso. Por un lado, algunos creen que sí lo es, que no hay que tenerle miedo, porque la meta de los Bucks era ser campeón. Sin embargo, cayeron 4-1 en primera ronda, siendo apenas el sexto equipo en la historia que pierde contra el preclasificado N° 8 siendo el N° 1. Y lo hicieron en casa, fallando en la definición y ante un rival inferior, que tuvo una superestrella en modo Jordan pero que llegaba con dos lesionados importantes, como Tyler Herro y Victor Oladipo. Pero muchos otros creen que hay que bajarla los decibeles a estos “fracasos” dentro de un deporte tan exitista, cada día más cruel y duro. Y Giannis lo hace, teniendo una historia detrás que vale la pena saber para entender por qué dice lo que dice, desde qué lugar veo su actualidad, mirando primero su pasado, duro, difícil, sufrido...
“En realidad, nosotros no sabíamos si íbamos a tener dinero para comer ese día o si me iba a levantar y no ver a mis padres porque los habían deportado. Justamente, teníamos miedo a eso, a que algún vecino nos denunciara. Por eso, de chicos, con mis hermanos, tratábamos de no hacer ruido en el departamento...”. Algunos creen que, para gozar, primero hay que saber sufrir. No todos están convencidos de lo mismo, pero este es el caso del protagonista de una vida de película desde que nació, hace 28 años en Atenas, Grecia. Nada sencillas fueron la infancia y adolescencia de este descendiente de nigerianos. Temores, bullying, malos tratos, racismo, trabajos informales... Todo eso atravesó quien hoy es una superestrella de la NBA con un salario de 42.5 millones de dólares por temporada. Este todoterreno de 2m11 es la figura del que fuera campeón en 2021 y desde hace dos años se queda corto, aunque su equipo siempre es candidato. Porque está él y porque cada año la gerencia lo rodea mejor. Pero, claro, a veces, como dice Giannis, ganan otros…
The Greek Freak (El Fenómeno Griego), como lo apodan, fue dos veces MVP de la fase regular (2019, 2020) y ahora estuvo nuevamente en la NBA. También acumula un MVP en finales (2021) y en siete ocasiones fue elegido para el All Star. Es tan completo como jugador que ya fue elegido cuatro veces en el mejor quinteto ideal y la misma cantidad de veces en el mejor quinteto defensivo. Alguien capaz de anotar 31.1 puntos por juego –segundo goleador NBA- y, a la vez, tener chances de ser elegido nuevamente el Mejor Defensor de la campaña, como ya sucedió en la 19/20. Tal vez la estrella más completa de la elite. Y eso que todavía no puede encontrar la consistencia en el tiro largo (27% triples). Pero, claro, para disfrutar esta impensada realidad tuvo que superar muchos obstáculos. Una historia inspiradora que, además, nos deja claro lo difícil que es el camino y, a la vez, nos hace pensar: “¿cuántos quedan en el camino?”.
La historia no comienza en Grecia, sino en Nigeria, a comienzos de los 90, cuando Charles y Verónica Adetokunbo –así era originalmente el apellido hasta que en Grecia fue renombrado como conocemos el actual-, casados desde hacía tres años, la pasaban mal y tomaron una determinación: mudarse a Grecia, puntualmente a Sepolia, un barrio de la periferia de la capital y a un vecindario donde sería los únicos habitantes de raza negra. Así, con una mano atrás y otra adelante, comenzaron la experiencia y, con los ahorros que tenían, alquilaron un pequeño departamento que pudieron mantener con diversos trabajos. La certezas eran pocas y la incertidumbre, mucha. Por eso su único hijo hasta ese momento, Francis -de dos años-, se quedó con los abuelos, en Lagos, la principal ciudad de Nigeria. Claro, ellos, sin papeles, eran inmigrantes ilegales que podían ser devueltos a su país en cualquier momento. Fueron duros los primeros tiempos, en los que hicieron cada changa que apareció -vendedores ambulantes, recolectores de fruta en los campos, limpieza de hogares y cuidado de niños-, sin derechos y por mucho menos dinero que los empleados nativos, por supuesto.
Tan difíciles fueron esos primeros años que, cuando los otros hermanos (Thanasis, Giannis, Kostas y Alex, en ese orden) crecieron, tuvieron que ayudar a sus padres, en especial los dos primeros. Hasta los 12 años Giannis caminó las calles de Atenas como hoy en día hacen muchos inmigrantes africanos por las argentinas. Vendían lo que podían: relojes, DVDs, CDs, juguetes y lentes. “Un buen día era ganar 10 euros. Eso era bueno, porque significaba que íbamos a comer”, reconoció Thanasis (hoy, de 29 años), quien salía junto a su hermano menor. Hoy ambos siguen juntos pero nada menos que compartiendo plantel de la NBA…. “Es verdad, había días que nuestra heladera estaba vacía”, aceptó Giannis. Era cuando tenían que hacer una pasada por una taberna amiga, hoy llamada Mr Giannis, cuyo dueño les daba de comer gratis. A él y a sus hermanos. Allí volvió –para agradecer y revivir recuerdos- la estrella en 2019, antes del Mundial, cuando regresó a su ciudad, a su barrio, a la canchita y al bar que hoy, manejado por el mismo propietario, está repleto de cuadros, banderines, camisetas y recuerdos del hijo pródigo…
Fue una época de incertidumbre que aquellos chicos debieron superar, sabiendo que la ciudadanía –y el acceso al trabajo formal- recién la podrían tener a la mayoría de edad. “Recuerdo preguntarles a mis padres ¿por qué no tenemos identidad ni pasaporte?, ¿por qué no podemos viajar con nuestros amigos?’ Nunca pudieron explicarnos... Ni tuvieron la ocasión de votar ni de expresar su opinión”, explicó la hoy figura mundial en una nota concedida hace tres años.
A Giannis, como a Francis, el mayor, le gustaba el fútbol. Su padre lo había jugado y hasta lo hizo hincha del Arsenal inglés. El chico soñaba con ser jugador profesional, en especial porque mostraba algunas habilidades que hoy podemos ver cuando le tiran alguna N° 5 a los pies. Pero, de repente, por acompañar a su hermano mayor Thanasis (hoy, de 29 años, compañero de Giannis en los Bucks), comenzó a jugar al básquet en una canchita del barrio Ambelokipi. “Yo no elegí el básquet, lo eligió Thanasis y yo lo seguí”, admitió en una entrevista con la revista Slam. Nadie lo recuerda como un talento que pintaba para lo que es hoy. “Era muy flaco, un poco torpe incluso. Más que nada lo recuerdo como un chico más que veías por la calle, con hambre y en búsqueda de comida. Y, sobre todo, por el hecho de que compartía las zapatillas con su hermano… Pensar que ahora es millonario y deben tener cientos de modelos”, reflexionó Chris Odoemelam, quien solía jugar con él cuando tenía 11 años, en una nota con el diario New York Times. Se trata de unas Kobe 4 que los hermanos compartían para poder jugar. Por eso nunca podían jugar juntos o en contra. Debían turnarse para entrar a la cancha a ver acción...
Justamente fue Thanasis el que empezó a ver el progreso de Giannis en su juego. Y en su físico. “El siempre fue el más fuerte y grande, pero un día me animé a atacar el aro y sorprendentemente logré saltar tan alto que pude realizar una volcada en su cara. Cuando regresé a casa lo primero que hice fue decirle a mi papá lo que había sucedido y supe que tenía que dedicarme a esto”, recordó. Fue, casualmente, cuando un entrenador griego lo descubrió jugando en ese playground. Spiros Velliniatis era el entrenador de Filathlitikos, un club de Zografou, al este de Atenas. Buscaba talentos y recordó que un niño lo había impresionado dos años antes en Sepolia, uno de los barrios de la capital. Se trataba de Thanasis. No lo encontró, al menos no directamente. “Cuando fui a la cancha del equipo Tritonas no lo encontré pero me sorprendió lo que vi. Estaban jugando tres hermanos... Eran Giannis, Kostas y Alexis. Un rato me bastó para mirar al el cielo y preguntarme: ‘Dios, ¿cómo es posible que nadie haya notado las habilidades físicas de este chico?’ Fue como si un rayo me cayera encima”, recordó lo que siento al descubrir a esa joya que había cumplido 14 años.
Velliniatis se acercó y le pidió a Giannis que lo llevara con su madre, que ese momento estaba en uno de los domicilios que limpiaba. “Puedo ofrecerle trabajo por 800 euros mensuales si Giannis juega para nosotros”, le dijo a Verónica cuando la conoció. Era capaz de hacer lo necesario para asegurar a ese diamante en bruto. “A los nigerianos no les interesa el básquet, prefieren el fútbol. Hay que sobornar a los padres para lograr que sigan jugándolo”, explicó el DT. Fue el preciso momento en que el deporte acudió al rescate del chico. Y de una familia entera, cuyo destino cambiaría totalmente a partir de ahí. Giannis comenzó a jugar en el conjunto junior hasta que pudo alternar, ya con 17, con el primer equipo que estaba en la segunda división griega. En aquella primera y única temporada en el equipo promedió 9.5 puntos 5 rebotes y 1.4 asistencia.
El dato sobre “un inmigrante nigeriano de 17 años con un potencial físico descomunal” llegó a España, puntualmente a Zaragoza, en octubre del 2012, acompañado por un video de mala calidad. Pero lo suficientemente impactante como para que el mismísimo Willy Villar, por entonces director deportivo del CAI Zaragoza, viajara a Atenas, una semana después, para verlo en persona en un entrenamiento privado. “Cuando comenzó a hacer un ejercicio entre conos, con pelota, pensé que debía ser una broma… Entonces, se me cruzó por la cabeza que podía ser uno de esos jugadores de exhibición, que salen en videos haciendo malabares y luego, en los partidos, no pueden hacer nada… Eso me duró un día, cuando lo vi jugar un partido al día siguiente. Ese chico podía hacer todo”, rememoró en una con la revista Gigantes del Basket hace nueve años.
Villar, enamorado de ese proyecto, quiso visitar la casa donde vivían para hablar con los padres y así convencerlos de mudarse a España. Se encontró con un dos ambientes, con todos los hermanos en una misma habitación, durmiendo en cuchetas en las que casi no entraban. Luego de convencer a la familia, estuvo en el club griego y cerró el traspaso por 200.000 euros. Menos de dos meses después, el 7 de diciembre, al otro día del cumpleaños N° 18 de Giannis, se rubricaba el contrato por tres temporadas, con opción a una cuarta, con el jugador y su agente. Pero, claro, tan bueno era el chico que apenas duró 225 días su estadía en España y ni siquiera llegó a debutar en la Liga ACB. Los reclutadores de la NBA comenzaron a llegar, en especial el de los Bucks, y el 27 de junio del 2013 Milwaukee lo eligió en el draft, en el puesto #15, intuyendo que se trataba de un chico con demasiado potencial. Una salida de 400.000 euros completó el traspaso hacia cumplir el sueño americano…
Desde que llegó, su confianza en su potencial fue absoluto. Siempre dijo que sería una estrella y, de hecho, hace días se viralizó en sus primeros días en Milwaukee en el que dice que será MVP, mientras los periodistas que lo entrevistan se ríen de su afirmación. Desde aquel inicio, los progresos –en el juego y en el físico- de Giannis fueron meteóricos. En la primera temporada, con 19 años, fue parte de la rotación, promediando 6.8 puntos y 4.4 rebotes en 25 minutos pero en la siguiente ya se dio su explosión, tras un verano trabajando mucho con personales trainers: 12.7 y 6.7. En la tercera coqueteó con ser figura (16.9, 7.7 y 4.6 asistencias) y en la cuarta ya era una superestrella (22.9, 8.8, 5.4 y 1.6 robo).
Ese status lo subió hasta ser el mejor de todos, llevándose el MVP y el título, emparentándose así con Hakeem Olajuwon. Si bien Giannis no es nigeriano, como el mejor jugador de la historia del país y uno de los 15 jugadores más trascendentes de siempre en la NBA, hay una similitud que el mismo pivote reconoció. “Por su apellido sé que procede de la misma etnia que yo, los Yoruba, por parte de su padre, Charles”, contó. Su apellido, que en Yoruba se dice Adetokunbo, significa “la corona ha vuelto desde muy lejos”. Exactamente lo que ha pasado luego de 25 años, la última vez que un nigeriano había sido campeón de la NBA.
Claro, en el camino, no todo fue color de rosas. En su país, donde hoy es ídolo, no todos lo quisieron. Cuando tuvo que salir de Grecia y necesitó los papeles de la ciudadanía, se armó un revuelo y algunos movimientos racistas lo atacaron. “Si le das a un chimpancé en el zoológico una banana y una bandera, ¿es griego?”, fue el penoso comentario de Nikos Michaloliakos, uno de los líderes del movimiento neonazi Amanecer Dorado. Un comentario que desnudó una realidad en algunos países de Europa y, puntualmente, en Grecia, donde desde hace décadas ese país sólo autoriza naturalizaciones. “Giannis la consiguió porque fue reclutado por la NBA. De lo contrario, no la hubiese tenido”, aseguró Vassilis Papastergiou, del Consejo Griego para los Refugiados, dejando claro que la normativa para el asilo cae cada año. “Un niño originario de Nigeria hoy probablemente vería su petición rechazada”, estima Papastergiou.
En octubre del 2017 sufrió la repentina muerte de su padre, a los 53 años, de un ataque al corazón. Y esa fue la motivación que le faltaba para ir más allá. “Ese día me metí en la cabeza que debía ser el mejor de la NBA. Todo lo que hice en la cancha fue pensando en mi papá”, admitió en el emocionante discurso que dio cuando recibió el primer MVP. Aquel hecho unió aún más a los hermanos, quienes comenzaron a progresar en el deporte y dos de ellos llegaron a la NBA, bajo el apoyo de Giannis: Thanasis (sigue en los Bucks) y Kostas (ahora pasó al Fenerbahce turco). Alex, el menor (21 años), tras un paso por el Murcia español, ahora está en Wisconsin Herd en la G-League, a las puertas de la elite.
Giannis, por lo pronto, se mantiene en modo criminal, buscando su segundo título en la NBA. Y manteniendo su esencia, siguiendo sus raíces. Ya estuvo en Grecia, en los últimos veranos, y ahora le falta regresar a Nigeria. “Quiero conocer el lugar de donde viene mi familia y ver a mis familiares. Es muy importante para mí. Me gustaría también que lo hagan mis hijos (tiene uno ya), porque es parte de quien soy. Siempre lo tuve presente porque mis padres me lo inculcaron. Yo crecí en una casa con costumbres nigerianas. Obviamente que nací, me críe en Grecia, pero al final del día, cuando llegaba a casa, no había cultura griega en casa. Era todo de Nigeria. Y por supuesto que estoy orgulloso de mis raíces africanas”, reconoció.
Este hermoso viaje de Giannis, de sus hermanos, de los padres, de esta familia africana, ya está documentado con el estreno de Rise, una película que cuenta cada paso, desde Nigeria a Estados Unidos, pasando por Grecia y España. “Mi esperanza es que Rise ayude a quienes se encuentran en circunstancias similares a conservar la esperanza, a mantenerse fieles a los objetivos y a no renunciar a luchar por una vida mejor”, reflexionó Anteto en el lanzamiento. Protagonista de una historia de sufrimiento, sueños y sacrificios que terminó con un final feliz, aunque haya vuelto a quedar eliminados antes de lo que todos pensaban. Ojalá hubiese mucho más Giannis en este mundo…
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